SOBRE LA ALOCUCIÓN DE AYER
Como se puede imaginar, el motivo de tan particular comportamiento es que, en una fecha como hoy, interesa que la opinión de uno quede perfectamente clara (dentro de lo claras que uno tiene sus opiniones, claro).
"UNA DECEPCIÓN
Disculpándome por la autocita, ayer, en otro lugar [este mismo blog], aventuraba, antes de conocer las sucesivas declaraciones de los responsables políticos, que ante José Luis Rodríguez Zapatero se abrían, simplificando, dos cursos de acción: perseverar en lo que algunos entendemos como un tremendo error o volver a una política antiterrorista fundada en las bases del llorado pacto, aunque esto último podría requerir por su parte un gesto de grandeza, como el de dejar paso, previa renuncia, a otra persona de su partido con más credibilidad.
No negaré que sorprendido, recibí complacido sus primeras y firmes palabras. Creí de veras –sobre todo sabiendo que había tomado la iniciativa de informar a Rajoy- que se avenía a intentar recomponer los consensos y a dar por finiquitada la enésima ingenuidad de nuestra democracia. Las –llamémoslas- respuestas a las preguntas de los periodistas se encargaron de limitar el entusiasmo. El Presidente introducía las necesarias gotas de ambigüedad para quitar hierro a su firmeza inicial y, como acostumbra, dejar sus posturas políticas en la nebulosa.
A estas horas –cuando aún no se sabe nada de la suerte de esos dos ciudadanos oficialmente “desaparecidos” y que hay quien no se recata en dar por muertos-, pensadas y repensadas sus palabras, tengo la convicción contraria: Zapatero hizo cuanto pudo por salvar el “proceso” dentro de los estrechos márgenes de maniobra que le ha dejado la banda asesina. Un ejercicio que, además de irresponsable, cabe tachar de miserable por nadar y guardar la ropa en un contexto imposible.
¿Qué otro valor podemos darle a esa insistencia en el término “suspensión”? Zapatero reiteró, una y otra vez, que, ahora –y los adverbios importan- no se dan las condiciones exigidas en la resolución del Congreso de los Diputados. Obviamente, no se puede hablar, ni siquiera desde el optimismo antropológico, de que ETA esté dando muestras de querer abandonar la violencia (dicho sea de paso, tanto ayer como anteayer, el Presidente negó, una vez más, de modo implícito, la cualidad de “violencia” a las algaradas callejeras y las extorsiones, que no han cesado en ningún momento). Esto satisface a los que desean ser satisfechos.
Pero lo cierto es que cabe otra lectura, que es, en suma, la de que la precitada resolución sigue vigente y, por tanto, que ETA es dueña de reactivar el “proceso” cuando y como quiera, quizá mediante el anuncio de otro “alto el fuego” –si bastó una vez como prueba de convicción, ¿por qué no ha de bastar otra?-. Si la resolución parlamentaria fue una insensatez sin precedentes, porque equivalía a poner los tiempos políticos en manos de la banda criminal, ya cuando fue formulada, pretenderla vigente ahora es, a mi humilde juicio, un error de dimensiones descomunales.
Ayer mismo, Rubalcaba insistía en la “irracionalidad” de los terroristas. No es cierto que el ministro piense que son irracionales, si por irracionalidad hay que entender carencia de toda lógica –si no, ¿qué sentido tendría siquiera plantear un “proceso de diálogo” con ellos?-. El ministro no tiene otra vía para dar explicación a lo, aparentemente, inexplicable o, más bien, el pudor le impide reconocer públicamente lo que, sin duda, ha de pensar. ETA no ha enviado un comunicado de ruptura formal, como acostumbra, porque no quiso. Porque no ha querido someter al Presidente del Gobierno a la humillación –bastante lleva ya- de tener que dar por “suspendido” lo que otros han dado por roto. ETA hizo ayer una impúdica exhibición de fuerza con los resultados apetecidos, precisamente. Lo lamento, pero lo pienso así, y me barrunto que Rubalcaba y otras gentes en el campo socialista también. Rubalcaba, que tiene experiencia en estas lides, sabe cómo se va a leer esto en el mundo de la banda terrorista. No puede estar, por tanto, satisfecho.
El Presidente del Gobierno debió hacer ayer lo que han hecho todos los presidentes antes que él: dar por agotado su turno –ése que, tan insistentemente y, probablemente, con razón, se reclama para todos los presidentes de la democracia- para cometer un error. A diferencia de todos los anteriores, él se niega, sin embargo, a aceptar la evidencia. Todos se equivocaron, Zapatero es, además, contumaz.
Lo que empezó como una reconfortante muestra de firmeza enseguida se tornó una decepción sin precedentes. Como el de Mikel Buesa y otros muchos, mi juicio no puede ser sino muy severo. Zapatero se ha mostrado y se muestra políticamente incompetente. Además, cabe ya legítimamente dudar de cuáles son sus coordenadas morales. Como otros muchos españoles, creo que ayer se inhabilitó plenamente para seguir ocupando su magistratura. Otros habrá en su partido dispuestos y capaces. Que dé paso, cuanto antes."