HACIA LA CODA
Es verdad que no existe, o no debería existir, identidad entre gobernar y legislar. Pero el enrarecimiento que, en todas partes, caracteriza a la democracia, ha terminado por hacer que ambas cosas sean razonablemente sinónimas. Al menos, puede afirmarse que los gobiernos del mundo cuentan sus triunfos por hitos legislativos (sobre este interesante tema, el que la ley haya devenido instrumento ordinario de la gobernación, hablaremos otro día, porque tiene miga). En resumidas cuentas, lo que quiero decir es que la legislatura, en sentido positivo, es decir, como período para desplegar una agenda política, está muerta. Hace algún tiempo que lo está.
Es probable que nuestro Esdrújulo, atendiendo a esta realidad, hubiera dado por finiquitado el período hace algunos meses, de no ser porque no ha logrado salir de los berenjenales en que se ha metido. En efecto, el Gobierno anda, aún, pendiente de dos variables imprescindibles: la sentencia del Tribunal Constitucional y, por desgracia, ETA.
En cuanto a lo segundo –y ya que la banda criminal ha empezado a mostrar sus intenciones con meridiana claridad- no deberían caber dudas en torno a qué cabe esperar de la Bestia. Por desgracia, sí está por ver cómo se traduce eso en el debate político. Ayer mismo, Carlos Martínez-Gorriarán, en Tercera de ABC, afirmaba que la reaparición de ETA no puede ser capitalizada ni por tirios ni por troyanos. Entiéndase –y he aquí lo lamentable- no porque no lo intenten, sino porque no pueden. Porque ambos han cometido errores que conducen los respectivos discursos políticos a callejones sin salida. Pero está por ver cuál puede ser la reacción de la opinión pública ante una nueva etapa de sufrimiento.
Menos asco, desde luego, da hablar sobre el segundo asunto: el Tribunal Constitucional y sus sentencias sobre el Estatuto Catalán (digo sentencias, en plural, porque la pasmosa decisión de no acumular recursos habrá de implicar más de una). El Gobierno necesita una sentencia con la que pueda vivir políticamente... y, con toda probabilidad, la tendrá. Personalmente, apuesto a que el TC despachará el asunto con una sentencia interpretativa –que, quizá, dado el estado en que salió de las Cortes el texto, sea lo que proceda en Derecho-. A efectos políticos, esto quiere decir una sentencia dura en el fondo, pero suave en la forma. Para domeñar el Estatuto, no se precisan tanto declaraciones grandilocuentes como fórmulas prácticas.
El escenario ideal para el Gobierno –en rigor, para ambos gobiernos, el de Madrid y el de Barcelona-, de hecho, es ése, el de una sentencia que, sin afirmaciones rotundas, rebaje, en la práctica, el tremendo potencial disruptivo que caracteriza a ese estatuto (este tema también nos llevaría a otro debate, así que dejémoslo ahí, por hoy). Ya digo que es el escenario más probable, a mi juicio, pero también aquí habrá que esperar.
La consigna, no obstante, parece clara: hacer como que se hace. Dar por hecho que se va a ganar y, por tanto, ir presentando proyectos como si el Zapaterato fuese a durar mil años.
¿Y el PP? Las encuestas dicen que a la par. Pero, al menos, a mí me da la sensación de que afronta el último acto en situación de debilidad. Y no sólo por la inestimable colaboración de ese repelente niño Vicente de la política que atiende por Alberto y algunos otros. Desconozco qué reflexiones habrán ocupado la cabeza de Rajoy en las semanas de descanso estival, pero, inteligente como es, debería estar preocupado –aunque, a veces, da también la sensación de que, como en un “pase de mí este cáliz” lo que desea es que el baile acabe cuanto antes.
Por mucho que una derrota electoral sea siempre traumática, en especial cuando sobreviene estando en el poder, y dé lugar a una muy explicable pájara, no se alcanza a comprender cómo un gobierno menesteroso, intelectualmente nulo, al que es imposible adivinar ninguna línea coherente de política y cuyas principales iniciativas fracasan de modo rotundo, consigue aguantar tan bien el tipo.
Pero lo cierto es que hoy, de nuevo, el escenario probable es que, sin demasiado confort, eso es verdad, José Luis repita magistratura. Lo que debe esperar de la coda de esta legislatura esperpéntica es, por tanto, y sencillamente, que las cosas no empeoren. Nos quedan, es verdad, los “meses basura”; pero se trata de unos meses fundamentales, básicos para apuntalar una calma de tente mientras cobro. Y lo que tenga que reventar, que lo haga el próximo verano.