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domingo, marzo 30, 2008

VALORACIÓN (TARDÍA) DEL 9-M (I)

Dos semanas de silencio, en parte forzoso –los menesteres de siempre, ésos del sobrevivir que tan poco aquejan a quienes se acomodan en listas de partido, apenas dejan rato para lo que realmente apetece- y en parte voluntario, nos dan ya algo de perspectiva sobre el resultado electoral y, sobre todo, acerca de su digestión. A destacar, sin duda, el aparente efecto balsámico del escrutinio: apenas contados los votos, el nivel de tensión ha descendido sobremanera. Si fuera posible mantener el mismo tono pero, al tiempo, ir teniendo debates con algo más de sustancia, ya sería un buen plan.

He leído muchísimos titulares sobre el 9M. Cada cual pone el acento en lo que quiere, pero a mí el que me parecería más descriptivo es: “la estrategia socialista logra (inciso: una vez más) sus objetivos”. Enhorabuena al ganador y, sobre todo, enhorabuena a sus directores de campaña, que lograron lo que querían. El PSOE buscó donde buscó, en el voto del miedo a la Derecha, y fue allí donde halló, halló votos que, en otras condiciones, hubieran ido a parar a zurrones más exóticos.

La victoria, conforme es regla en la era Zapatero, no fue arrolladora, por supuesto, pero sí tiene tres virtudes incuestionables. La primera es que es suficiente, desde el punto de vista estrictamente aritmético: no hay mayoría absoluta, pero sí escaños como para maniobrar con cierta comodidad. La segunda es que es incuestionable; entiéndaseme bien, también la anterior lo fue, pero ahora no hay anomalías que invocar. Y la tercera es que, como el propio Presidente ha dicho, se presenta acompañada de ciertos valores políticos, concretados en los avances socialistas en País Vasco y Cataluña. Tanto uno como otro merecerían un análisis independiente, pero sí pueden valorarse como resultados muy positivos para el socialismo (a propósito de eso, y antes de hacer chascarrillos sobre la supuesta querencia de los andaluces al régimen que los mantiene casi a la cola del desarrollo nacional, tampoco está de más observar cómo los ilustradísimos catalanes, luz que nos ilumina, acuden masivamente a las urnas a refrendar a quienes les llenan el suelo de socavones y les paran los trenes de cercanías…)

Quien haya seguido los comentarios que se han ido vertiendo en esta bitácora a lo largo de años entenderá que quien suscribe no está que da saltos de gozo, precisamente. Creo, por otra parte, que las esperanzas renovadas estarían fuera del sentido común que, incluso en España –al menos para lo malo- es la mejor vara de medir. Un gobierno que fue entre malo y pésimo en buenas circunstancias, raro será que se nos vuelva aplicado y eficiente cuando vienen mal dadas, sobre todo si, como parece, es el mismo equipo el que habrá de llevar las riendas. Así que, en la pura gestión, poco cabe esperar.

Más ilusorio todavía se me antoja que esta pueda ser la legislatura de la “recuperación de los consensos”. Hay quien sostiene la tesis de que, ahora que Zapatero irá más holgado, será menos dependiente de nacionalistas y demás elementos del frenopático ibérico y, por tanto, estará en mejor disposición de reconstruir los puentes con el PP. Comprendo que uno tiene que hacer todo un ejercicio de introspección para convencerse de que, al fin y al cabo, votar a ZP no es tan malo –quiero decir quien tenga que justificarse, porque la mayoría de los votantes, supongo, votarán a ZP (o a quien proceda) como se elige a Rodofo Chikilucuatre, porque mola- pero me resulta increíble cómo se ha extendido esa falacia de un ZP rehén del nacionalismo. Con carácter general, me llama la atención cómo ha triunfado el discurso de demonización del nacionalismo. Sin duda el nacionalismo es nefasto en los territorios en los que anida, y no es positivo a escala nacional pero de ahí a convertirlo en el chivo expiatorio de todas las desdichas patrias –y a promover reformas del sistema electoral, supuestamente encaminadas a limitar su influencia cuando es, sencillamente, falso que los partidos nacionalistas estén sobreprimados- media un abismo.

Digámoslo claramente: en la legislatura anterior, don José Luis Rodríguez Zapatero no dio un solo paso que no quisiera dar, ni fue a lugar alguno al que no quisiera ir. Entiendo que esto pueda ser inaceptable para muchos votantes de izquierda socialista, pero es hora de ir aceptando que lo que se ha movido es el PSOE, no el resto del mapa. Nada de lo sucedido tuvo nada de necesario, señores.

De nuevo, por sentido común, lo que cabe esperar es que el partido en el gobierno no solo no corrija su rumbo, sino que persevere en el que, al fin y al cabo, le ha conducido a una victoria electoral. Y es que, en efecto, en un clima diferente, calmado y no “crispado” –sin dramatizar, ustedes ya me entienden- es harto probable que incluso el pelotón de los torpes que representa el PP hubiera batido al gobierno. ¿Imposible? ¿Acaso es imposible batir a un gobierno que, sin méritos particulares, se presenta fracasado en todas sus iniciativas políticas de calado? Lo difícil es entender cómo semejante gobierno renueva. Y la respuesta es que lo hace cultivando, precisamente, el discurso del miedo y la apelación al componente irracional del voto. No normal, pues, es que el socialismo persevere en esta línea.

Hace ya tiempo que el Partido Socialista ha dejado de aspirar a cualquier clase de discurso racional. No pretenden, en absoluto, que se les vote porque sean mejores. Hace tiempo que descubrieron que su mayor tesoro es una valiosísima conexión psicológica con un muy importante sector del electorado. Hace tiempo que descubrieron que, en efecto, España se parece al PSOE, o el PSOE ha logrado parecerse mucho a España –para desgracia de tantos españoles que querríamos que nuestro país se pareciese a muchas otras cosas, pero no al PSOE-. Paradójicamente, el discurso de la solidaridad y el buenismo cala a la perfección en este país del incivismo y el “jódete”. El español medio es absolutamente refractario a cualquier clase de discurso de responsabilidad. Y el socialismo ha sabido posicionarse para navegar a favor de corriente. Ha sabido cómo hablar de “ciudadanía” a todos aquellos que en la vida quieren ser lo que sea, menos ciudadanos.

Así pues, el PSOE ha hecho los deberes, con éxito. ¿Y el PP? El PP suma otra dulce derrota. Derrota digna, pero derrota al fin y al cabo. Y, esta vez, derrota sin coartadas. En cualquier democracia occidental, ello debería implicar la renovación del liderazgo. Entiéndaseme bien, no sé si “Rajoy, sí” o “Rajoy, no”. Lo que sé es que Rajoy más todos los que le acompañan, la misma dirigencia, ciertamente, no. También sé que la respuesta no es el gallardonismo.

Pero sobre esto hablaremos otro día.

3 Comments:

  • Totalmente de acuerdo en que se trata de una victoria del voto emocional refractario a la razón y a la responsabilidad personal.

    Pero esta vez pagaremos, ellos también, un precio más alto de lo habitual.

    By Anonymous Anónimo, at 11:30 a. m.  

  • Lo de tardía: más vale tarde que nunca, tu valoración será tardía pero es, creo, muy acertada.

    Y eso de que el PSOE "tiene una valiosísima conexión psicológica con un muy importante sector del electorado" es absolutamente cierto, yo no lo puedo entender pero es exactamente así.

    By Anonymous Anónimo, at 7:47 p. m.  

  • Gallardonismo nunca.

    By Blogger Jorge Castrillejo, at 2:29 p. m.  

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