TOLERANCIA ASIMÉTRICA
Leo en prensa que la lectura, a cargo de un profesor, del discurso que el papa Benedicto XVI tenía previsto pronunciar en el acto de apertura del 750º curso escolar de la Universidad de la Sapienza, en Roma, fue un rotundo éxito. Las palabras del Santo Padre cosecharon muchos aplausos. Aplausos que no empañan –para vergüenza del propio rector- la circunstancia de que Ratzinger no haya podido leer su alocución por sí, debido a que las presiones de ciertos grupos desaconsejaron que el Papa aceptara la invitación que se le había cursado. Juan Pablo II sí pudo hablar ante la que, antaño, fue universidad pontificia pero, al parecer, los adalides de la tolerancia acusaban al actual Papa de haber pronunciado una especie de defensa del proceso de Galileo –inciso: desconozco absolutamente qué dijo Benedicto XVI sobre el asunto ni en qué contexto lo dijo, pero parece ser que afirmó que el pisano “tuvo un juicio”, lo que, así expresado, no puede ser más cierto-, lo que le hace indigno de presentarse en la “casa de la Razón”.
En otro orden de cosas, leo también que cierta Fundación española se ha visto obligada a redoblar sus medidas de seguridad porque ha invitado a hablar a dos profesores americanos que se declaran partidarios de la teoría del “diseño inteligente”, alternativa a la de la evolución de Darwin. Por lo que dicen, sus ideas tienen poco que ver con el creacionismo (y si así fuera, ¿qué?), pero a los guardianes de la ortodoxia les molesta, al parecer, que se expandan teorías no demasiado fundadas.
Lo desconozco casi todo sobre el “diseño inteligente”, y veo a mi alrededor demasiadas evidencias de nuestra proximidad al mono, o incluso a otros bichos inferiores como para poner en duda a estas alturas que Darwin parecía ir por buen camino pero, ¿desde cuándo es pecado difundir ideas científicas poco fundamentadas o, incluso, acientíficas por completo? Lo cierto es que produce verdadero rubor echar la vista atrás y comprobar cuántas ideas “sólidas” resultaron ser auténticas estupideces, por lo común proferidas por científicos muy ideologizados, así que el “diseño inteligente”, sea una tontería de pura cepa científica o una memez religiosa no podría, en ningún caso, llevarse la palma de la novedad.
Tampoco veo, sinceramente, razón por la que se deba anatematizar al Papa por los mismos que están dispuestos a hacer la ola ante cualquier líder religioso que hubiera procesado a Galileo ayer mismo por la tarde, y no hace quinientos años. Es sintomático, por ejemplo, el entusiasmo que despierta ese líder tibetano en el exilio que, con todos mis respetos, representa un régimen teocrático y feudal, por más que la odiosa amenaza del aun más impresentable régimen chino nos lleve a soslayarlo.
No voy, en fin, a realizar la afirmación, que me parece insostenible, de que cualquier idea puede ser libremente expresada, porque hay ideas que, en sí, son dañinas, ofensivas y delictivas. Pero, con mucho, son las menos, y desde luego hay que tentarse la ropa antes de negarle a cualquiera el derecho fundamental a la palabra. La cuestión es que esta “tolerancia asimétrica”, en cuya virtud ciertas ideas, aun siendo repugnantes y rayanas en lo intolerable, gozan no ya del beneficio de poder ser expresadas en alta voz, sino también de una inexplicable simpatía, pero otras son inmediatamente contestadas empieza a alcanzar dimensiones preocupantes.
Hay que reclamar, entonces, por increíble que suene, que todos los discrepantes tienen el mismo derecho a hacerse oír, y que quienes deseen organizar una conferencia sobre el diseño inteligente, tienen derecho a hacerlo, y el público que voluntariamente quiera escucharlo, tiene también derecho a asistir. Son demasiadas, ya, las ocasiones en que “elementos aislados” –generalmente, siempre del mismo lado- revientan actos de otros por la sencilla razón de que no les gustan.
En otro orden de cosas, leo también que cierta Fundación española se ha visto obligada a redoblar sus medidas de seguridad porque ha invitado a hablar a dos profesores americanos que se declaran partidarios de la teoría del “diseño inteligente”, alternativa a la de la evolución de Darwin. Por lo que dicen, sus ideas tienen poco que ver con el creacionismo (y si así fuera, ¿qué?), pero a los guardianes de la ortodoxia les molesta, al parecer, que se expandan teorías no demasiado fundadas.
Lo desconozco casi todo sobre el “diseño inteligente”, y veo a mi alrededor demasiadas evidencias de nuestra proximidad al mono, o incluso a otros bichos inferiores como para poner en duda a estas alturas que Darwin parecía ir por buen camino pero, ¿desde cuándo es pecado difundir ideas científicas poco fundamentadas o, incluso, acientíficas por completo? Lo cierto es que produce verdadero rubor echar la vista atrás y comprobar cuántas ideas “sólidas” resultaron ser auténticas estupideces, por lo común proferidas por científicos muy ideologizados, así que el “diseño inteligente”, sea una tontería de pura cepa científica o una memez religiosa no podría, en ningún caso, llevarse la palma de la novedad.
Tampoco veo, sinceramente, razón por la que se deba anatematizar al Papa por los mismos que están dispuestos a hacer la ola ante cualquier líder religioso que hubiera procesado a Galileo ayer mismo por la tarde, y no hace quinientos años. Es sintomático, por ejemplo, el entusiasmo que despierta ese líder tibetano en el exilio que, con todos mis respetos, representa un régimen teocrático y feudal, por más que la odiosa amenaza del aun más impresentable régimen chino nos lleve a soslayarlo.
No voy, en fin, a realizar la afirmación, que me parece insostenible, de que cualquier idea puede ser libremente expresada, porque hay ideas que, en sí, son dañinas, ofensivas y delictivas. Pero, con mucho, son las menos, y desde luego hay que tentarse la ropa antes de negarle a cualquiera el derecho fundamental a la palabra. La cuestión es que esta “tolerancia asimétrica”, en cuya virtud ciertas ideas, aun siendo repugnantes y rayanas en lo intolerable, gozan no ya del beneficio de poder ser expresadas en alta voz, sino también de una inexplicable simpatía, pero otras son inmediatamente contestadas empieza a alcanzar dimensiones preocupantes.
Hay que reclamar, entonces, por increíble que suene, que todos los discrepantes tienen el mismo derecho a hacerse oír, y que quienes deseen organizar una conferencia sobre el diseño inteligente, tienen derecho a hacerlo, y el público que voluntariamente quiera escucharlo, tiene también derecho a asistir. Son demasiadas, ya, las ocasiones en que “elementos aislados” –generalmente, siempre del mismo lado- revientan actos de otros por la sencilla razón de que no les gustan.
1 Comments:
Estoy de acuerdo con la idea central del artículo así como con los ejemplos (el Dalai Lama; ¿se escribe así?) pero, de verdad, tampoco veo del todo mal que un grupo de profesores protestara por la visita del Papa y este decidiera no ir -lógicamente.
Otra cuestión serían las razones esgrimidas por los protestantes (já!) para rechazar la visita del Pontífice ("... los mismos que están dispuestos a hacer la ola ante cualquier líder religioso que hubiera procesado a Galileo ayer mismo por la tarde") y que, por lo general, todas las ideas "no dañinas" deben tener la oportunidad de hacerse valer, más en un sitio público como es la Universidad de Roma. Pero al fin y al cabo es una posición perfectamente legitimada (hablamos de éso no de la validez de las ideas mismas, creo). El Papa no es tanto el representante de unas "ideas" (o creencias) como el de una institución.
Me hago cargo, por supuesto, de que el segundo párrafo comienza así: "En otro orden de cosas...".
Saludos
By Fritz, at 5:29 a. m.
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