REFLEXIONES APRESURADAS
Escribo unos minutos antes de las comparecencias anunciadas de Mariano Rajoy y del ministro del Interior (¿dónde está el presidente del Gobierno o cuál es su concepto de acontecimiento suficientemente trascendente como para motivar su salida a la palestra?), sin tener, lógicamente, ni la menor idea de lo que van a decir. Tanto mejor: tenemos los últimos minutos de tranquilidad para pensar por nosotros mismos antes de que empiece la previsible catarata de mezquindades y descalificaciones mutuas.
Cada cual juzgue por sí mismo, ya digo, pero lo que acaba de suceder es perfectamente coherente con el planteamiento de ETA y pone de manifiesto lo que algunos venimos denunciando y las palabras apuntan con claridad: lo que para el Gobierno es un “proceso de paz”, para el mundo euskonazi es un “proceso político”. Y el gran error de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido –está siendo- pensar que puede hallarse un término medio entre ambos.
ETA acaba de enviar un mensaje claro: ZP tiene que elegir entre involucrarse en el proceso con las pertinentes concesiones o salvar la cara ante la sociedad española. Lo que la banda criminal le dice al Gobierno es que no hay término medio ni tercera situación posible. No hay, en este caso, preámbulo ni giro estilístico que valga. ETA no quiere una reforma del estatuto de Guernica. Quiere su pura y simple abolición.
Supongo que, a estas alturas del viaje, sólo los ingenuos se sorprenderán de descubrir que las bandas terroristas son maximalistas. Ellos sí creen en procesos con “vencedores y vencidos”, y no hace falta decir quiénes creen que deben ser los vencedores. Todas las iniciativas de solución, y ha habido unas cuantas, se estrellan siempre en la misma pared que forman los dos términos que, como las columnas del templo, sustentan la demencia del terrorismo vasco desde hace cuarenta años: autodeterminación y territorialidad.
La muerte de Franco, la transición política y la amnistía del 76 pusieron sobradamente de manifiesto que ni la democracia ni cualquier solución “dentro” de un marco político español eran suficientes. Los que aceptaron ese planteamiento hace tiempo que lo dejaron ya. En ETA no hay más que un destilado, tras sucesivas decantaciones, de lo más podrido de los peores “ismos” del siglo XX.
La banda criminal está, pura y simplemente, chantajeando al Gobierno. A mi modesto entender, la bomba de la T4 es la cabeza de caballo que recuerda que el tiempo para legalizar Batasuna se está agotando, que es hora de entregar las contrapartidas pactadas, prometidas o intuidas, que tanto da. Es hora de que ETA vea realizadas sus expectativas máximas, sencillamente porque no conciben otro resultado posible de una “negociación”. “Negociar” es un verbo que significa que “tú me das lo que pido, al contado o a plazos”. Y yo, evidentemente, abandono mis prácticas criminales no tanto como concesión como por falta de objetivos.
Esto es lo que se ve desde fuera. Me imagino que el Presidente tendrá más datos. En todo caso, y también desde fuera, se abren distintas vías.
La primera, y puede resultar tentadora, es someterse al chantaje y, en efecto, dar un impulso al “proceso” –quizá lo más obvio es facilitar a Batasuna la patente electoral-. Si el Presidente actúa así, espero que esté mentalmente preparado para tener que ceder absolutamente todo, porque si aún cree en la posibilidad de un acuerdo “a lo ERC”, temo que se trataría de una actitud suicida.
La alternativa es retornar a los parámetros de la política antiterrorista previa a la “tregua”. Al entendimiento con el PP –se requiere, claro es, un esfuerzo de generosidad por parte de Rajoy- y a la única estrategia que, con evidentes sufrimientos, ha probado su eficacia: acoso policial y judicial, asfixia financiera y expulsión del marco político de todos aquellos que no sean capaces de desmarcarse claramente de la violencia.
Lo malo es que ni una ni otra alternativas aparecen ya como claras, puras y simples. A medida que el tiempo pasa, y como es natural, Zapatero se va cerrando trayectorias posibles. La perseverancia en una ruta que se adivina cada día más incierta –si es que sigue abierta a estas horas- augura un viaje solitario, no ya porque la sociedad española no comparta los objetivos finales –habría que hacérselos tragar- sino porque el descontento es creciente en el propio socialismo y los medios adictos tampoco pueden empeñar su credibilidad en un apoyo a ultranza (como ejemplo, en la edición en Internet de El País se dice que “una furgoneta estalla”, “en nombre de ETA” –o sea, ETA no comete atentados, sino que se limita a reivindicar explosiones espontáneas de vehículos- ¿hasta cuándo puede seguir así el diario de Prisa?).
Pero tampoco puede ZP aspirar a presentarse como el hijo pródigo en la casa común de la democracia para ser acogido en un “todos unidos de nuevo”. No es fácil, porque si su credibilidad está dañada en su propio bando, es virtualmente inexistente en el contrario. Suena imposible pero, si de veras tiene interés en que el diálogo vuelva a fluir, quizá debería ir a ver a Mariano Rajoy, previa parada en la Zarzuela para presentar su dimisión al Rey. Que sea Maria Teresa Fernández de la Vega quien intente restañar las heridas. Creo que tiene más posibilidades de lograrlo.
Y ahora, sí, voy a ver qué dice el ministro. Quizá se dignen a contarnos algo. Maldita sea ETA, malditos los que la apoyan, malditos los que la toleran, malditos los indiferentes y malditos los curas que la bendicen.
Cada cual juzgue por sí mismo, ya digo, pero lo que acaba de suceder es perfectamente coherente con el planteamiento de ETA y pone de manifiesto lo que algunos venimos denunciando y las palabras apuntan con claridad: lo que para el Gobierno es un “proceso de paz”, para el mundo euskonazi es un “proceso político”. Y el gran error de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido –está siendo- pensar que puede hallarse un término medio entre ambos.
ETA acaba de enviar un mensaje claro: ZP tiene que elegir entre involucrarse en el proceso con las pertinentes concesiones o salvar la cara ante la sociedad española. Lo que la banda criminal le dice al Gobierno es que no hay término medio ni tercera situación posible. No hay, en este caso, preámbulo ni giro estilístico que valga. ETA no quiere una reforma del estatuto de Guernica. Quiere su pura y simple abolición.
Supongo que, a estas alturas del viaje, sólo los ingenuos se sorprenderán de descubrir que las bandas terroristas son maximalistas. Ellos sí creen en procesos con “vencedores y vencidos”, y no hace falta decir quiénes creen que deben ser los vencedores. Todas las iniciativas de solución, y ha habido unas cuantas, se estrellan siempre en la misma pared que forman los dos términos que, como las columnas del templo, sustentan la demencia del terrorismo vasco desde hace cuarenta años: autodeterminación y territorialidad.
La muerte de Franco, la transición política y la amnistía del 76 pusieron sobradamente de manifiesto que ni la democracia ni cualquier solución “dentro” de un marco político español eran suficientes. Los que aceptaron ese planteamiento hace tiempo que lo dejaron ya. En ETA no hay más que un destilado, tras sucesivas decantaciones, de lo más podrido de los peores “ismos” del siglo XX.
La banda criminal está, pura y simplemente, chantajeando al Gobierno. A mi modesto entender, la bomba de la T4 es la cabeza de caballo que recuerda que el tiempo para legalizar Batasuna se está agotando, que es hora de entregar las contrapartidas pactadas, prometidas o intuidas, que tanto da. Es hora de que ETA vea realizadas sus expectativas máximas, sencillamente porque no conciben otro resultado posible de una “negociación”. “Negociar” es un verbo que significa que “tú me das lo que pido, al contado o a plazos”. Y yo, evidentemente, abandono mis prácticas criminales no tanto como concesión como por falta de objetivos.
Esto es lo que se ve desde fuera. Me imagino que el Presidente tendrá más datos. En todo caso, y también desde fuera, se abren distintas vías.
La primera, y puede resultar tentadora, es someterse al chantaje y, en efecto, dar un impulso al “proceso” –quizá lo más obvio es facilitar a Batasuna la patente electoral-. Si el Presidente actúa así, espero que esté mentalmente preparado para tener que ceder absolutamente todo, porque si aún cree en la posibilidad de un acuerdo “a lo ERC”, temo que se trataría de una actitud suicida.
La alternativa es retornar a los parámetros de la política antiterrorista previa a la “tregua”. Al entendimiento con el PP –se requiere, claro es, un esfuerzo de generosidad por parte de Rajoy- y a la única estrategia que, con evidentes sufrimientos, ha probado su eficacia: acoso policial y judicial, asfixia financiera y expulsión del marco político de todos aquellos que no sean capaces de desmarcarse claramente de la violencia.
Lo malo es que ni una ni otra alternativas aparecen ya como claras, puras y simples. A medida que el tiempo pasa, y como es natural, Zapatero se va cerrando trayectorias posibles. La perseverancia en una ruta que se adivina cada día más incierta –si es que sigue abierta a estas horas- augura un viaje solitario, no ya porque la sociedad española no comparta los objetivos finales –habría que hacérselos tragar- sino porque el descontento es creciente en el propio socialismo y los medios adictos tampoco pueden empeñar su credibilidad en un apoyo a ultranza (como ejemplo, en la edición en Internet de El País se dice que “una furgoneta estalla”, “en nombre de ETA” –o sea, ETA no comete atentados, sino que se limita a reivindicar explosiones espontáneas de vehículos- ¿hasta cuándo puede seguir así el diario de Prisa?).
Pero tampoco puede ZP aspirar a presentarse como el hijo pródigo en la casa común de la democracia para ser acogido en un “todos unidos de nuevo”. No es fácil, porque si su credibilidad está dañada en su propio bando, es virtualmente inexistente en el contrario. Suena imposible pero, si de veras tiene interés en que el diálogo vuelva a fluir, quizá debería ir a ver a Mariano Rajoy, previa parada en la Zarzuela para presentar su dimisión al Rey. Que sea Maria Teresa Fernández de la Vega quien intente restañar las heridas. Creo que tiene más posibilidades de lograrlo.
Y ahora, sí, voy a ver qué dice el ministro. Quizá se dignen a contarnos algo. Maldita sea ETA, malditos los que la apoyan, malditos los que la toleran, malditos los indiferentes y malditos los curas que la bendicen.
3 Comments:
Un análisis equilibrado. Y no es poco a la vista de lo que suele leerse sobre el tema de tu lado del espectro político. A estas horas ya ha hablado Zapatero declarando la suspensión de toda iniciativa de diálogo, una vez comprobada la ausencia flagrante de esa "voluntad inequívoca de abandono de la violencia" que la resolución del Congreso establecía como conditio sine qua non, y sabemos que, con toda probabilidad, ETA ha añadido dos vidas más a su cuenta de asesinatos.
Pese a ello, veo en los diarios digitales que la AVT convoca mañana una concentración para pedir el cese de la negociación con ETA. Entre la neolengua orwelliana que campa por sus respetos en la purulenta escena política vasca, la lengua de trapo que a menudo se ha gastado el Gobierno en este asunto y el muro de palabras hinchadas (rendición, traición a los muertos, venta de Navarra)tras el que la derecha viene parapetándose en este último año cada vez que se habla de terrorismo, la tarea más urgente -además de encontrar a los desparecidos e identificar y poner a buen recaudo a los autores- es la de restablecer una mínima correspondencia entre las palabras y los hechos.
A tenor de ellos, Zapatero ha cometido errores importantes. Salvo que en el futuro aparezcan datos que ahora no son públicos y lleven a conclusiones distintas, parece que su apuesta estaba mucho más basada en el voluntarismo que en datos sólidos. Iniciar un proceso como éste hubiera requerido que el Gobierno tuviera bien claro que ETA estaba dispuesta a desaparecer a cambio de que se le permitiera salvar algunos muebles ante su parroquia, a saber: legalización de una Batasuna "refundada", acercamiento de presos y aplicación de medidas penitenciarias que fueran permitiendo, poco a poco, excarcelaciones por vía de tercer grado en los casos peores y quizá medidas de gracia individuales en los más leves; ese célebre "la sociedad española sabrá ser generosa" que todos los gobiernos de la democracia han traído a colación en algún momento. Otra cosa es imposible sin vulnerar la ley y sin que se produjera una sublevación de la opinión pública superior incluso a la que acompañó a la Guerra de Iraq. Es cierto que entre la declaración de Anoeta y la declaración del alto el fuego permanente de ETA hubo indicios claros de que podríamos estar ante un escenario de ese tipo, pero cualquier expectativa favorable incluía el sobrentendido de que tales indicios eran la punta del iceberg de lo que el Gobierno sabía. Ahora mismo, los hechos parecen avalar que más que un iceberg, estábamos ante meros carámbanos puestos de pie.
No obstante, creo necesario afirmar, esta vez a contracorriente, que hay elementos del dichoso proceso que es de justicia reconocerle al Gobierno. El primero es que haya aprendido de las dos treguas e intentos previos de negociación siendo avaro en los gestos, aunque nadie en la derecha esté dispuesto a admitir tal evidencia. El proceso estaba mal fundado, y eso es lo principal, pero los métodos también tienen su importancia y su diseño tenía elementos muy interesantes. El mejor, desde mi punto de vista, fue fijar sus reglas de juego en una resolución parlamentaria, lo que le otorgó una legitimidad suplementaria muy importante respecto de los precedentes. No había nada en esa resolución que el PP no pudiera asumir, y basta un repaso a la hemeroteca del momento para tener constancia de que el PSOE hizo lo imposible por conseguir su voto, incluyendo la oferta de una redacción alternativa de los populares sobre la que discutir.
En realidad, el discurso del PP en estos últimos meses no era otro que pedir el cumplimiento de la resolución. Cumplimiento que, por otra parte, ha sido bastante satisfactorio. Además, la vuelta de ETA a las andadas es incompatible con el discurso de la rendición, la venta de Navarra y el pago anticipado de precios políticos. Ya sabemos que el coeficiente intelectual de estos esforzados gudaris no es gran cosa, ¿pero es tan bajo como para romper la baraja cuando van ganando la partida?
En definitiva, un proceso mal fundado, bien diseñado y, a menudo, torpemente desarrollado por el Gobierno (¡esa entrevista del PSE con Batasuna anunciada la noche en que Rajoy, en un raro gesto de patriotismo y desafiando por una vez a sus falanges mediáticas, había obviado el terrorismo como arma en el debate del Estado de la Nación!). Eso es lo que hay. Claro que también habría que hablar del papel de la oposición, pero hoy corresponde sobre todo pedirle cuentas y explicaciones al Gobierno, así que lo dejaremos para otro día.
Si me gustaría, en cambio,hacer un poco de análisis prospectivo. Parafraseando lo que aquel político israelí dijera de los árabes, ETA no pierde oportunidad de perder una oportunidad. La primera consecuencia de su nuevo crimen es que, a la próxima -si llega a haberla-, su margen de negociación se estrechará aún más en la medida en que la tolerancia de la opinión pública tiende a cero. Así ha ocurrido en cada tregua respecto de la anterior. Una de esas consignas vacías repetidas ad nauseam dice que el proceso reforzaba a ETA. Todavía estoy esperando que alguien me explique cómo. ETA está técnicamente derrotada y cuanto más tarden en asumirlo será peor para ellos, aunque en el tránsito se sigan llevando por delante vidas humanas. Esa es la razón básica por la que un Gobierno que intenta acabar con el cáncer ahorrando ese tramo siniestro merece el apoyo preventivo de los adversarios que éste no ha tenido.
¿Cómo sería en el País Vasco un escenario sin ETA? Este es una tema del que nunca se habla y que me parece particularmente interesante. Algo tiene que ver con ciertas posiciones recurrentes de la derecha en este asunto. No me extiendo ahora sobre ello para no alargarme aún más, pero me atrevo a proponértelo como tema de reflexión: prometo entrar al trapo.
Una última consideración sobre cosas que, por lo general, no se quieren admitir. Dices que "lo que para el Gobierno es un “proceso de paz”, para el mundo euskonazi es un “proceso político”. Y el gran error de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido –está siendo- pensar que puede hallarse un término medio entre ambos". El planteamiento no es exacto. En general, una negociación supone encontrar puntos intermedios entre posiciones o intereses contrapuestos. Sin embargo, el objetivo en el caso de la negociación con ETA -en esta ahora frustrada y en las dos anteriores- no era encontrar una solución de síntesis, sino darle una salida a la banda; una muerte digna, entendiendo por tal la restricción a lo estrictamente necesario de la humillación ante su parroquia. Una de las cosas más descorazonadoras de este fenecido proceso ha sido, como ha denunciado insistentemente Jose Mari Calleja -un excelente periodista, un hombre ejemplar y una de las voces más lúcidas de estos meses, lo que le ha valido sumar el ninguneo de los miserables al acoso de los criminales que soporta estoicamente desde hace años-, la incapacidad de los demócratas para construir un discurso ganador, para asumir que ETA está viva pero derrotada y para dejar claro que no puede aspirar a otra cosa que a esa muerte piadosa. No me queda sino subrogarme a la ristra de maldiciones con la que acabas tu post y bendecir mi nueva conexión doméstica que me permitirá volver por aquí con más frecuencia.
By Anónimo, at 3:34 a. m.
Querido Pepe
Bienvenido de nuevo y gracias por honrar esta casa. Convengo en que en "mi lado" del espectro se están diciendo muchas sandeces -por cierto, en paralelo con comentarios ignominiosos que pueblan los foros del lado de enfrente-.
Sé que estamos de acuerdo en el fondo y que todos deseamos que ETA desaparezca. Pero me temo también que Zapatero no hizo ayer sino ahondar en las bases de la discrepancia.
Hablaremos del asunto. Un abrazo y, dentro de lo que cabe, feliz entrada en 2007
By FMH, at 12:13 p. m.
Solo tres preguntas:
1.-¿Cómo es posible que una organización acorralada, disminuída y casi extinguida pueda realizar el atentado más importante de toda su história?
2.-¿En qué beneficia a ETA este atentado, porque serán asesinos, pero no estúpidos?
3.-¿A quien beneficia este atentado?
Señores no seais ciegos, detrás de este atentado está PP, La extrema derecha y la Iglesia Católica, preguntad por el Opus Dei y búsquen en Méjico a la Organización Nacional del Yunque.
By Anónimo, at 8:07 p. m.
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