ALGO SÍ FUNCIONA
La ciudad colombiana de Medellín vive, en estos días, en el contento de no ser noticia por las cosas de antaño –balaseras, secuestros, matanzas...-, sino porque va a dar nombre, nada menos, que a la primera gramática contemporánea del español, y la primera genuinamente panhispánica.
Los diarios nos recuerdan que el nuevo texto, que verá la luz en 2008, reemplazará al de 1931. Inexacto. Lo que se publicó en 1931 fue el llamado “esbozo”, porque la Academia, tan puntillosa ella, no quiso dar el trabajo por acabado. Ha habido después, claro, obras señeras, algunas de ellas –como la Gramática de Alarcos- en cierto modo reconocidas por la propia Academia, pero no asumidas. La de Medellín será, con pleno rigor, pues, una gramática normativa y académica, como Dios manda y requiere la completitud del corpus de disciplina del idioma. Tendremos, al día y en perfecto estado de uso gramática, diccionario y ortografía. Las agujas de marear en esto del hablar y el escribir a derechas –para que los demás nos entiendan, quiero decir-.
Los tres conjuntos normativos son, además, válidos para todo el orbe hispánico, y habrán participado en ellos, en esfuerzo colegiado, las veintidós Academias de letras y lengua que están dispersas –que no desparramadas- por los países que hablan el español, desde la Española –la más antigua y, por ello, primus inter pares- a la Norteamericana, la más nueva, y que se dedica a seguir el español de frontera que es ya, sin duda, la segunda lengua en los Estados Unidos.
No deja de ser llamativo y digno de destacar que, en mitad del marasmo de frivolidad, demagogia y falta de rigor que caracteriza a los países hispánicos, hayan sido, precisamente, las Academias las encargadas de demostrar que las cosas pueden hacerse bien, con la necesaria paciencia. Miren ustedes por dónde, son Instituciones añejas, motejadas de conservadoras y reaccionarias, cuando no caducas, las que nos recuerdan que, con ilusión, tesón y verdadero espíritu científico, es posible sacar adelante no ya grandes obras, sino grandes obras colectivas. Las Academias han demostrado que no son, ni mucho menos, entidades prescindibles o superadas por los tiempos. Prueban su utilidad y su flexibilidad –en el sentido recto del término- en su función de notarias de lo que sucede con el idioma. Notarias, claro, no imparciales, sino orientadas por un afán tan simple de enunciar como duro de perseguir: el de la unidad idiomática de una lengua que, dicho sea de paso, padece amenazas y no siempre se encuentra en las mejores condiciones.
Que españoles e hispanoamericanos hayamos llegado hasta aquí entendiéndonos, y que el idioma atraiga a muchos extranjeros que quieren poseerlo, debe calificarse de pequeño milagro, a poco que se conozca la historia. Dada la fecundidad del mundo hispánico en el alumbramiento de cretinos, la ruptura de los vínculos políticos entre España y los luego países americanos, y más tarde de las repúblicas entre sí, hacía presagiar lo peor. A la vista está que no fue así.
Los cretinos subsisten, por supuesto, y redoblan sus esfuerzos cada día. Pocos tesones hay en el mundo que puedan parangonarse al de los españoles contemporáneos, por ejemplo, para ser cada día un poquito más imbéciles, más incultos, más nuevos ricos... Si a mí me dicen que unos abueletes que se juntan los jueves –no se me ofenda nadie, que se ven esfuerzos por la renovación generacional, pero las edades provectas siguen predominando- y que todavía encabezan las cartas con un “muy señor mío” y las acaban “con la certeza de mi más distinguida consideración” iban a conseguir que esto no se les fuera de las manos, no me lo hubiera creído.
Pues a la vista está que sí. Ojito a los abuelos, que han aprendido a manejarse por Internet. Enhorabuena, a los abuelos y a Medellín.
Los diarios nos recuerdan que el nuevo texto, que verá la luz en 2008, reemplazará al de 1931. Inexacto. Lo que se publicó en 1931 fue el llamado “esbozo”, porque la Academia, tan puntillosa ella, no quiso dar el trabajo por acabado. Ha habido después, claro, obras señeras, algunas de ellas –como la Gramática de Alarcos- en cierto modo reconocidas por la propia Academia, pero no asumidas. La de Medellín será, con pleno rigor, pues, una gramática normativa y académica, como Dios manda y requiere la completitud del corpus de disciplina del idioma. Tendremos, al día y en perfecto estado de uso gramática, diccionario y ortografía. Las agujas de marear en esto del hablar y el escribir a derechas –para que los demás nos entiendan, quiero decir-.
Los tres conjuntos normativos son, además, válidos para todo el orbe hispánico, y habrán participado en ellos, en esfuerzo colegiado, las veintidós Academias de letras y lengua que están dispersas –que no desparramadas- por los países que hablan el español, desde la Española –la más antigua y, por ello, primus inter pares- a la Norteamericana, la más nueva, y que se dedica a seguir el español de frontera que es ya, sin duda, la segunda lengua en los Estados Unidos.
No deja de ser llamativo y digno de destacar que, en mitad del marasmo de frivolidad, demagogia y falta de rigor que caracteriza a los países hispánicos, hayan sido, precisamente, las Academias las encargadas de demostrar que las cosas pueden hacerse bien, con la necesaria paciencia. Miren ustedes por dónde, son Instituciones añejas, motejadas de conservadoras y reaccionarias, cuando no caducas, las que nos recuerdan que, con ilusión, tesón y verdadero espíritu científico, es posible sacar adelante no ya grandes obras, sino grandes obras colectivas. Las Academias han demostrado que no son, ni mucho menos, entidades prescindibles o superadas por los tiempos. Prueban su utilidad y su flexibilidad –en el sentido recto del término- en su función de notarias de lo que sucede con el idioma. Notarias, claro, no imparciales, sino orientadas por un afán tan simple de enunciar como duro de perseguir: el de la unidad idiomática de una lengua que, dicho sea de paso, padece amenazas y no siempre se encuentra en las mejores condiciones.
Que españoles e hispanoamericanos hayamos llegado hasta aquí entendiéndonos, y que el idioma atraiga a muchos extranjeros que quieren poseerlo, debe calificarse de pequeño milagro, a poco que se conozca la historia. Dada la fecundidad del mundo hispánico en el alumbramiento de cretinos, la ruptura de los vínculos políticos entre España y los luego países americanos, y más tarde de las repúblicas entre sí, hacía presagiar lo peor. A la vista está que no fue así.
Los cretinos subsisten, por supuesto, y redoblan sus esfuerzos cada día. Pocos tesones hay en el mundo que puedan parangonarse al de los españoles contemporáneos, por ejemplo, para ser cada día un poquito más imbéciles, más incultos, más nuevos ricos... Si a mí me dicen que unos abueletes que se juntan los jueves –no se me ofenda nadie, que se ven esfuerzos por la renovación generacional, pero las edades provectas siguen predominando- y que todavía encabezan las cartas con un “muy señor mío” y las acaban “con la certeza de mi más distinguida consideración” iban a conseguir que esto no se les fuera de las manos, no me lo hubiera creído.
Pues a la vista está que sí. Ojito a los abuelos, que han aprendido a manejarse por Internet. Enhorabuena, a los abuelos y a Medellín.
1 Comments:
¡Madre! ¡Pues no tenía ni idea! De lo que se entera uno la verdad. Simplemente esperemos que "de tanta colectividad" no salga algo tan vago como el Panispánico de dudas, que es bastante malo.
Con la certeza de mi más distinguida consideración. :P
PD: Excelente artículo
By Fritz, at 3:06 a. m.
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