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domingo, enero 14, 2007

LOS TIEMPOS DE LA POLÍTICA

Anoche, unos cuantos españoles de ideas diferentes hablábamos de política. Quiero decir que intercambiábamos puntos de vista y no monologábamos sucesivamente. Uno tiene el privilegio de contar con amigos en casi todos los frentes y, al tiempo, no frentistas, y eso es lo que permite que ciertos temas que deberían ser hablados, se hablen. Por ejemplo, la cuestión de ETA o, más exactamente, el cómo terminar con ella. El resultado es interesante, prueben, si tienen ocasión.

Se dirá, claro, que sobre este asunto se ha hablado hasta la saciedad. Pero lo cierto es que, más bien, se han repetido consignas y lugares comunes. ¿Hemos dicho todos, de veras, qué pensamos y por qué?

He comentado en algún otro lugar que existe una grieta básica en el consenso de los demócratas en torno a la crucial cuestión de los medios: ¿debe esa operación ser eminentemente judicial y policial o, por el contrario, será necesaria alguna clase de negociación política que vaya más allá de ajustes en la cuestión penitenciaria? Quien crea que esta pregunta está respondida, que se lo piense dos veces. Hay muchos conciudadanos que están convencidos de que el fin de ETA exigirá concesiones y, más exactamente, exigirá cambios en el marco político, mayores o menores.

Personalmente, estoy en contra de semejante solución de modo radical, pero soy consciente de que tal punto de vista exige explicaciones, en la medida en que no hablamos de posturas gratuitas. La apuesta por un final de ETA que conlleve su absoluta derrota viene teniendo un coste demencial en vidas humanas y, con toda probabilidad, puede costar más –a diferencia, por cierto, de las guerras en las que se envían soldados a frentes lejanos, cuando de una banda terrorista se trata, hay que aceptar que esa vida puede ser la propia, o la de un ser querido; porque todos aparcamos nuestros coches en los aeropuertos, y todos compramos en los hipermercados-. Siempre se dice que las libertades tienen un coste. Pues bien, en un país en el que, como en España, se vive bajo amenaza terrorista, estos se hacen espantosamente explícitos. No creo que haga falta extenderse mucho más para entender que elegimos entre males. Y el mal mayor, a mi juicio, es que alguien pueda, siquiera remotamente, concluir que la violencia ha servido para algo.

Entiendo, no obstante, que haya quien piense que, en suma, la violencia está más que acreditada como medio de conformación de la realidad política y que, por tanto, negar las evidencias no puede llevar más que a muertos que bien podemos ahorrarnos.

Ambas posturas tienen importantes fallas, y ambas posturas pueden fundarse en motivaciones legítimas. A la vista está que –en línea de principio- no son mutuamente compatibles y, por tanto, en nuestro devenir colectivo habremos de elegir una de las dos. Ya sé que la política –y la lucha antiterrorista como parte de ella- no es blanca ni negra y que. En cualquier momento puede hacer su entrada el omnipresente principio de oportunidad. Pero hablamos de algo demasiado fundamental como para no planteárselo.

Empezando, desde luego, por el papel de ETA como coartada.

Desde cierta izquierda se arguye –y es posible que algo de eso haya- que parte de la derecha española ve en ETA la condición suspensiva eterna para no abordar el debate de fondo de la cuestión vasca. Es posible que haya, en la derecha, gentes que piensen que, dejados a sus propias fuerzas y libres de coacciones, los vascos derivarían hacia la independencia. ETA se erigiría, de este modo, en baluarte paradójico de la unidad de España, en tanto impediría ponerla en cuestión por su sola existencia. La “otra parte” tendría siempre un artículo de previo pronunciamiento. La derecha, pues, apoya la “vía policial” en el convencimiento de que conduce a un proceso sin fin.

Todo al contrario, alguna derecha –tampoco sin razón- piensa que cierta izquierda ha comprado el argumento de “ETA como síntoma”. ETA no puede irse derrotada, sin más, porque tiene parte de razón. Haciendo bueno el discurso del nacionalismo vasco, ETA sería la manifestación patológica de un conflicto no resuelto y existirá mientras ese conflicto esté vivo. Si todo eso se une con los ecos de autoritarismo que alguna izquierda sigue viendo en el estado español –un estado que nace con pecado original, no lavado ni siquiera por la Constitución de 1978- el escenario está servido para la conclusión: en algún momento habrá que sentarse con ETA a hablar de cosas que, seguro, no serán presos.

Para nuestra desdicha, todos nuestros fantasmas nacionales aparecen, al final del día, íntimamente interconectados. ETA es el íncubo que nos acompaña, el residuo de épocas por lo demás superadas. ¿Tenemos claro cómo sería una España post-ETA? ¿Qué ocurriría si la banda desapareciera? ¿Provocaría eso una crisis de confianza? ¿Quedaría, en ese momento, la democracia española inerme ante las demandas nacionalistas?

Lo desconozco. Pero me barrunto que si todo fuese tan claro, si este estado fuese tan ilegítimo como, en suma parecen pensar todos los que se hacen reproches al respecto –unos, sin recato, otros en el fondo- el terrorismo haría, sencillamente, mutis, y dejaría a un nacionalismo cargado de legitimidad hace el resto del trabajo. Más bien pienso que es al contrario. Y por eso creo que, en una negociación política, ETA lograría ganar lo que jamás ganaría, simplemente, desapareciendo. ETA teme un escenario sin pistolas y, por eso mismo, nadie más debería temerlo. Esto, lejos de ser un argumento pro negociación, es un fenomenal argumento en contra.

Dicen algunos que ETA está derrotada y que, por eso, es el momento de “darle una salida”. ETA estaba derrotada el mismo día en que se fundó. Y si “se le da una salida” se evitará la lucha –incruenta- que está por producirse. La lucha intelectual entre una ideología decimonónica –el nacionalismo- y la democracia ilustrada. Y esa, piensen lo que piensen algunos, la podemos ganar. Pero eso exige que no se emplee la política para acabar con ETA. ETA debe ser derrotada, debe desaparecer, porque solo entonces habrá política. En efecto, este es un artículo de previo pronunciamiento. No sé si hay quien, en el fondo, no desea que se resuelva. Otros lo estamos deseando.

Aquí se habla de lo que haga falta... desde el mismo día en que el último criminal esté entre rejas. Cuanto antes se presenten voluntariamente para ser juzgados, antes empezará la charla.

3 Comments:

  • "...Lo desconozco. Pero me barrunto que si todo fuese tan claro, si este estado fuese tan ilegítimo como, en suma parecen pensar todos los que se hacen reproches al respecto –unos, sin recato, otros en el fondo- el terrorismo haría, sencillamente, mutis, y dejaría a un nacionalismo cargado de legitimidad hace el resto del trabajo. Más bien pienso que es al contrario. Y por eso creo que, en una negociación política, ETA lograría ganar lo que jamás ganaría, simplemente, desapareciendo. ETA teme un escenario sin pistolas y, por eso mismo, nadie más debería temerlo. Esto, lejos de ser un argumento pro negociación, es un fenomenal argumento en contra..."

    Fuegos artificiales. Picotea de un sitio y de otro, para acabar con la misma postura inamovible de su normalizada corriente de pensamiento. Su argumento se desmonta en tanto que ETA existió durante un estado ilegítimo que duró 40 años, que precisamente azuzó su creación. Y soy de los que me revienta el victimismo del que hacen gala los terroristas remontándose al tío Paco con excesiva frecuencia. Permítame felicitarle por anteriores "posts". No por éste.

    By Anonymous Anónimo, at 12:03 p. m.  

  • .
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    .

    By Anonymous Anónimo, at 6:40 p. m.  

  • No sé por qué son fuegos artificales como dice "vasco de la diáspora", la pena es que tampoco él lo explica. Yo estoy bastante de acuerdo con lo que se dice en líneas generales, y plenamente en lo principal. Con ETA se habla de presos y nada más, cierto es que no tiene mucha lógica (más bien racionalidad) que esta sea ya "la última vez", pero van dos treguas que parecía que podían ser la última y desde luego no lo han sido, en fin, dejemos esto...

    Al hilo de lo principal decir que recientemente vi una entrevista a Savater (en Cara a cara, gran programa) en la que decía que Batasuna en un marco sin violencia era una opción que se convertiría en marginal, y tiene toda la razón. No cabe en cabeza alguna que en el Parlamento vasco... sobre todo en el Parlamento vasco, después de oír a los católicos del PNV, después al PP y al PSOE, aparezca esta gente a decir que si la "revolución" y "el socialismo". Eso puede tener su utilidad cuando se está marginado (también lo estaban cuando eran legales; aun "solo" políticamente), pero una vez puestos a proponer cosas nadie podría creer tales zarandajas que no tienen nada que ver con esta España, este País Vasco y este mundo en que vivimos.

    Soy de los que pienso que el problema de España con los nacionalismos de las partes es el tiempo, cuanto más tiempo peor estarán, máxime en el País Vasco, que tiene un tiempo muy particular. Unos años sin violencia podrían suponer la desactivación de gran parte del independentismo que caería por su propio peso. Además, como se viene a decir aquí -y es incuestionable- ideológicamente son trastos viejos y desfasados, nacionalismos historicistas realmente lamentables, pero bueno, tampoco hay que estar confiado en convencer con la razón al irracionalista.

    Saludos

    By Blogger Fritz, at 6:24 a. m.  

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