DE LA JETA COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES
He de reconocerlo: no soporto a los progres de salón. Y es algo que debería hacerme mirar, más que nada porque, como forman parte del paisaje, están en todas partes y a casi nadie parece importarle, son ganas de pasarlo mal de modo gratuito. Porque está claro que esta gente está completamente dispuesta a desmentir de una vez por todas a aquél que dijo que se puede mentir a algunos siempre, se puede mentir a todo el mundo a alguna vez, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
Antes de salir a la palestra las hazañas de su compañera en el frente antisistema, reconozco que ya andaba yo pasmado ante las del propio Joan Saura. Recuerdo, en particular, que, a propósito de no sé qué –algo así como las expectativas electorales de su partido- dijo hallarse “como un niño o niña la noche de reyes”. Bien es cierto que es posible ir más allá en lo patológico y decir “como un niño o niña en la noche del solsticio de invierno” pero, ¿qué clase de estructura mental hay que tener para que semejante frase te salga de corrido? ¿Conocen ustedes a algún bípedo pensante que, de modo espontáneo, sea capaz de decir que se siente “como un chico o chica con zapatos nuevos” o algo por el estilo? Hace falta tener muy, muy interiorizada la pose para hablar de ese modo. O bien haberse creído el propio discurso hasta el punto de no advertir el grado de estupidez en el que se puede estar cayendo. O bien que los demás hayan aceptado semejantes cosas como absolutamente normales. No se cuestiona, por supuesto –al menos yo no lo cuestiono- que el Sr. Saura es un hombre inteligente y que sabe lo que dice, así pues las explicaciones hay que buscarlas en alguna de esas razones.
Es del todo respetable ser antisistema. No tengo nada en contra de quienes piensan, de buena fe, que a este mundo –me refiero al mundo occidental, democrático y capitalista- habría que darle la vuelta como a un calcetín. Me parece una postura, la mayoría de las veces, errada, pero en todo caso aceptable. Sí me parece mal, claro, que una posición intelectual se sostenga hasta el punto de transgredir el derecho, y en todo caso sería muy de agradecer que quien piense de otro modo entienda que, con toda probabilidad, será castigado. Respeto profundamente a quienes no creen en el valor del derecho de propiedad, pero no tanto que, llevados de esa postura ideológica, haya quienes ocupen bienes ajenos que –de momento y en teoría, o en la letra- siguen protegidos por la ley. Es, por cierto, muy improbable que ese tipo de sujetos, o quienes simpatizan con ellos, sientan respeto alguno por los defraudadores fiscales que, en resumidas cuentas, no hacen sino lo mismo: tomarse la justicia por su mano y adecuar su contribución al erario a lo que ellos consideran suficiente. Si al ocupar un piso vacío, el squatter de turno no hace más que convertir en derecho subjetivo –directamente exigible- lo que en la Constitución no pasa de ser un principio orientador (el derecho a la vivienda), cuanto más habrá de ser digna de encomio la conducta de quien, por iniciativa propia –y con cierto morro, eso sí, pero la audacia es como es- ahorma la realidad tributaria al principio de justicia que debe presidirla, cuando el legislador lo olvida (¿a que dicho así suena hasta bien?)
Lo que no puedo soportar es la indecencia de quienes se declaran antisistema no ya disfrutando de todos los beneficios que ese sistema proporciona –comprendo que se puede desear con toda fruición que el comercio se vuelva justo y, en tanto eso sucede, comprar los productos que se venden en el Paseo de Gracia, aunque no veo cómo tal conducta, habitual en ciertos progres, puede acelerar la ruina del sistema, la verdad- sino no teniendo, al tiempo, empacho en aceptar cargos políticos muy vinculados a la defensa del sistema mismo. ¿Acaso no debería haber una objeción de conciencia a la hora de aceptar, por ejemplo, el alto mando de la policía por parte de quien no cree que deba haber policías o, en todo caso, que los policías no deberían perseguir ciertas conductas tipificadas como delito? Es como si se encomienda la presidencia de la agencia antidroga al presidente (o presidenta) de la asociación de amigos (y amigas) del porro.
La cuestión se resume en lo siguiente: “la Inma”, “el Joan” y toda la patulea de izquierdosos a la violeta que pueblan la geografía patria viven instalados en una contradicción y están perfectamente cómodos por la sencilla razón de que están plenamente seguros de que jamás de los jamases padecerán –ni ellos ni sus muy burgueses amigos, sean de izquierda o de derecha (que, al final, todos van a comer a casa de mamá los domingos y se juntan para discutir de alta política, porque casi ninguno sabe a cómo van las hipotecas ni les importa)- ni una sola de las consecuencias prácticas de sus ideas. No serán sus casas las que serán ocupadas y, por supuesto, si llegara a atisbarse que eso pudiera ocurrir, ya se encargaría la policía –que, entonces, dejaría de ser fuerza “represora” para volver a ser “del orden”- de hacer cumplir esa ley que no siempre se aplica.
Así de duro y así de triste. Y por eso se me hace tan difícil saber cómo esta gente sigue siendo votada por los destinatarios de sus desmanes –o por los antisistema de verdad- y, al tiempo, respetada por sus genuinos pares sociales. Porque no son, ni serán nunca, insisto, sus casas las ocupadas, al igual que no son sus hijos los que acuden a escuelas degradadas por una política educativa insostenible, como tampoco padecen las ineficacias del transporte público porque los coches oficiales no tienen su acceso vedado ni tan siquiera a las calles peatonales. Tampoco padecerán nunca los rigores de las dictaduras y gobiernos de frenopático que apoyan y promueven en otras latitudes –bueno, quizá sí en Cataluña, si los demás les dejan hacer-. Y así un largo etcétera.
“La Inma”, “el Joan” y sus coleguis son una patología del sistema que dicen querer anular. Si algún defecto tiene ese sistema es que ha producido monstruos como estos. Que ha permitido hacer de tener jeta un oficio; la caradura como una de las bellas artes. Y, con total sinceridad, creo que a los ocupas les falta imaginación y ambición ya que ¿por qué demonios limitarse a inhóspitas naves industriales semiabandonadas cuando, allá en los barrios altos, hay gente que se dice comprensiva y que posee espléndidos pisos –desde luego antisociales, porque lo suyo es apañarse con los treinta metros de la Trujillo- y magníficos lofts con vistas?
Antes de salir a la palestra las hazañas de su compañera en el frente antisistema, reconozco que ya andaba yo pasmado ante las del propio Joan Saura. Recuerdo, en particular, que, a propósito de no sé qué –algo así como las expectativas electorales de su partido- dijo hallarse “como un niño o niña la noche de reyes”. Bien es cierto que es posible ir más allá en lo patológico y decir “como un niño o niña en la noche del solsticio de invierno” pero, ¿qué clase de estructura mental hay que tener para que semejante frase te salga de corrido? ¿Conocen ustedes a algún bípedo pensante que, de modo espontáneo, sea capaz de decir que se siente “como un chico o chica con zapatos nuevos” o algo por el estilo? Hace falta tener muy, muy interiorizada la pose para hablar de ese modo. O bien haberse creído el propio discurso hasta el punto de no advertir el grado de estupidez en el que se puede estar cayendo. O bien que los demás hayan aceptado semejantes cosas como absolutamente normales. No se cuestiona, por supuesto –al menos yo no lo cuestiono- que el Sr. Saura es un hombre inteligente y que sabe lo que dice, así pues las explicaciones hay que buscarlas en alguna de esas razones.
Es del todo respetable ser antisistema. No tengo nada en contra de quienes piensan, de buena fe, que a este mundo –me refiero al mundo occidental, democrático y capitalista- habría que darle la vuelta como a un calcetín. Me parece una postura, la mayoría de las veces, errada, pero en todo caso aceptable. Sí me parece mal, claro, que una posición intelectual se sostenga hasta el punto de transgredir el derecho, y en todo caso sería muy de agradecer que quien piense de otro modo entienda que, con toda probabilidad, será castigado. Respeto profundamente a quienes no creen en el valor del derecho de propiedad, pero no tanto que, llevados de esa postura ideológica, haya quienes ocupen bienes ajenos que –de momento y en teoría, o en la letra- siguen protegidos por la ley. Es, por cierto, muy improbable que ese tipo de sujetos, o quienes simpatizan con ellos, sientan respeto alguno por los defraudadores fiscales que, en resumidas cuentas, no hacen sino lo mismo: tomarse la justicia por su mano y adecuar su contribución al erario a lo que ellos consideran suficiente. Si al ocupar un piso vacío, el squatter de turno no hace más que convertir en derecho subjetivo –directamente exigible- lo que en la Constitución no pasa de ser un principio orientador (el derecho a la vivienda), cuanto más habrá de ser digna de encomio la conducta de quien, por iniciativa propia –y con cierto morro, eso sí, pero la audacia es como es- ahorma la realidad tributaria al principio de justicia que debe presidirla, cuando el legislador lo olvida (¿a que dicho así suena hasta bien?)
Lo que no puedo soportar es la indecencia de quienes se declaran antisistema no ya disfrutando de todos los beneficios que ese sistema proporciona –comprendo que se puede desear con toda fruición que el comercio se vuelva justo y, en tanto eso sucede, comprar los productos que se venden en el Paseo de Gracia, aunque no veo cómo tal conducta, habitual en ciertos progres, puede acelerar la ruina del sistema, la verdad- sino no teniendo, al tiempo, empacho en aceptar cargos políticos muy vinculados a la defensa del sistema mismo. ¿Acaso no debería haber una objeción de conciencia a la hora de aceptar, por ejemplo, el alto mando de la policía por parte de quien no cree que deba haber policías o, en todo caso, que los policías no deberían perseguir ciertas conductas tipificadas como delito? Es como si se encomienda la presidencia de la agencia antidroga al presidente (o presidenta) de la asociación de amigos (y amigas) del porro.
La cuestión se resume en lo siguiente: “la Inma”, “el Joan” y toda la patulea de izquierdosos a la violeta que pueblan la geografía patria viven instalados en una contradicción y están perfectamente cómodos por la sencilla razón de que están plenamente seguros de que jamás de los jamases padecerán –ni ellos ni sus muy burgueses amigos, sean de izquierda o de derecha (que, al final, todos van a comer a casa de mamá los domingos y se juntan para discutir de alta política, porque casi ninguno sabe a cómo van las hipotecas ni les importa)- ni una sola de las consecuencias prácticas de sus ideas. No serán sus casas las que serán ocupadas y, por supuesto, si llegara a atisbarse que eso pudiera ocurrir, ya se encargaría la policía –que, entonces, dejaría de ser fuerza “represora” para volver a ser “del orden”- de hacer cumplir esa ley que no siempre se aplica.
Así de duro y así de triste. Y por eso se me hace tan difícil saber cómo esta gente sigue siendo votada por los destinatarios de sus desmanes –o por los antisistema de verdad- y, al tiempo, respetada por sus genuinos pares sociales. Porque no son, ni serán nunca, insisto, sus casas las ocupadas, al igual que no son sus hijos los que acuden a escuelas degradadas por una política educativa insostenible, como tampoco padecen las ineficacias del transporte público porque los coches oficiales no tienen su acceso vedado ni tan siquiera a las calles peatonales. Tampoco padecerán nunca los rigores de las dictaduras y gobiernos de frenopático que apoyan y promueven en otras latitudes –bueno, quizá sí en Cataluña, si los demás les dejan hacer-. Y así un largo etcétera.
“La Inma”, “el Joan” y sus coleguis son una patología del sistema que dicen querer anular. Si algún defecto tiene ese sistema es que ha producido monstruos como estos. Que ha permitido hacer de tener jeta un oficio; la caradura como una de las bellas artes. Y, con total sinceridad, creo que a los ocupas les falta imaginación y ambición ya que ¿por qué demonios limitarse a inhóspitas naves industriales semiabandonadas cuando, allá en los barrios altos, hay gente que se dice comprensiva y que posee espléndidos pisos –desde luego antisociales, porque lo suyo es apañarse con los treinta metros de la Trujillo- y magníficos lofts con vistas?
3 Comments:
Solo dos consideraciones:
1-El fenomeno es internacional,vease el caso de Bono de U2 dando la vara en Davos para que los gobiernos den mas de nuestro dinero a Africa mientras el se cambia de residencia para pagar menos al fisco.
2-Los del PP con los titiriteros es alucinante, vease el caso del Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid con nuestro dinero montando tinglados de cine solidario o conmemorando "la movida".
By Anónimo, at 3:14 p. m.
Pues daros una vueltecita por el 20 minutos y ved qué falta de educación y qué vergüenza dan los fotografos españoles ¿también anti-sistema? con lo que le han hecho a DiCaprio ¡qué insultos y qué desvergüenza! ¡Qué falta de profesionalidad! Me ha abochornado y me he avergonzado de pertenecer a la misma nación de esa patulea de envidiosos ¡qué asco de gentualla! ¡qué país, qué nivel, Marivel!. Y todo porque se había retrasado una hora por un temporal, cuando se tiran esperando horas al titiritero jeta de turno y todos tan contentos.Adeamás considero que aunque se hubiera retrasado queriendo ( que no es el caso) su obligación profesional es hacer las fotos de una estrella ¡sí, mal que les pese, una estrella uqe genera buenos ingresos! y ofrecérselas al público, no entiendo cómo no hubo algún fotógrafo que se desmarcó del rebaño y sacó las fotos ¿Tan mal anda la profesión que el que se mueve y hace su trabajo no sale ne la foto? Creo que los directores de revisatas deberían sancionarles y despedirles por falta de profesionalidad. Buscad en google 20 minutos + Di Caprio y veréis qué indecencia.
By Anónimo, at 7:33 p. m.
¿qué clase de estructura mental hay que tener para que semejante frase te salga de corrido? ¿Conocen ustedes a algún bípedo pensante que, de modo espontáneo, sea capaz de decir que se siente “como un chico o chica con zapatos nuevos” o algo por el estilo?
El presidente Rodriguez dijo 5 minutos despues de ganar las elecciones y con cara de no creerselo:
"El poder no me va a cambiar"
(Traduccion: "yo soy buena persona, no como estos")
Hace falta tener muy, muy interiorizada la pose para hablar de ese modo. O bien haberse creído el propio discurso hasta el punto de no advertir el grado de estupidez en el que se puede estar cayendo.
O bien estar interpretando un papel que sabes agrada a cierto tipo de persona que se cree mejor persona por ser de izquierdas.
O bien que los demás hayan aceptado semejantes cosas como absolutamente normales.
Hay un porcentaje de gente bastante grande que se lo cree, increible pero cierto.
By Anónimo, at 1:03 a. m.
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