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domingo, noviembre 05, 2006

EL DÍA QUE MAS LE FALLÓ A ZP

El Presidente del Gobierno tiene muy serios motivos para estar irritado con su candidato en las elecciones catalanas. En efecto, Artur Mas ha sido incapaz de dar el do de pecho y hacer su parte del trabajo, que no era otro que el de convertir una sociovergencia en la única salida posible. Pero Mas no ha sido capaz de pasar de los cincuenta escaños. Se ha quedado en cuarenta y ocho.

Y eso que Moncloa puso de su parte cuanto estuvo en su mano. Tras tres años de gobierno esperpéntico, puso fin abruptamente a la era Maragall, asegurando que el mejor candidato posible del socialismo catalán no pudiera, por dignidad, optar a la reelección. Por si, además, fuera poca ayuda el haber presentado un candidato con tan poco punch como Pepe Montilla, le diseñan una campaña patética, como pergeñada por sus enemigos y rayana a veces en el ridículo como en la “operación Nocilla”.

Pues ni por esas, oye. ¿Qué ha salido mal, como para que, a estas alturas, el tripartito aún tenga visos de ser la fórmula de futuro?

La primera es que era demasiado pronto, me temo. A la sociedad catalana no le ha dado tiempo a hacerse a la idea de que los convergentes se habían ido, como para invitarles ya masivamente a volver. Artur Mas no es mal tipo. Tiene buena planta, habla bien, tiene experiencia de gobierno... pero es más de lo mismo que ha habido durante ¡23 años! Demasiado pronto.

La segunda es que, a veces, la solidez del voto socialista sorprende hasta a los propios socialistas. Son tan leales que cuesta sacárselos de encima. Así presenten como candidato a la rana Gustavo (de hecho, si presentaran a la rana Gustavo, no es descartable que mucho abstencionista cachondo hubiera salido de casa, para catapultar al batracio a la mayoría absoluta). Se habla, y con razón, del notable descenso en votos y escaños cosechado por Montilla, pero se soslaya que semejante estado de cosas llega tras sugerir de mil maneras al electorado que se buscase otra idea: disolviendo precipitadamente el tripartito, permitiendo al adversario político la capitalización del gran “éxito” de la legislatura (sí, me refiero al estatuto, que todo son puntos de vista) y haciendo imposible la continuidad del candidato con más probabilidades de salir mejor parado. ¿Qué hubiera sucedido si Maragall hubiese concurrido a las urnas?

La tercera es que el voto del PP se ha mostrado, a su vez, más berroqueño de lo que parecía. CiU no ha conseguido atraer “catalanistas moderados” de las garras de la extrema derecha. Son los que son, no muchos, pero están contados. Y, quizá, acosarles y tratarles como apestados no haya sido la mejor de las ideas.

La cuarta es que, mire usted por dónde, el menú se ha ampliado con una opción nueva que no se ha podido descalificar con las tácticas habituales. También se les ha acusado de “submarino de la extrema derecha” pero, a diferencia de lo que habitualmente le sucede al PP, a estos les ha dado igual.

En suma, sí tienen razón los que dicen que Zapatero ha sufrido su primer revés electoral serio en Cataluña, pero no creo que sea porque el PSC haya perdido cinco escaños. El problema es que la aritmética no es suficientemente contundente, y la mejor fórmula para que hubiese resultado más clara hubiera sido una victoria aún más nítida de CiU. Pero Artur Mas no fue capaz.

El principal problema de cara a la formación de un nuevo tripartito es que se trataría –aunque esto, socialistas de por medio, no importe mucho- de un ejecutivo más lastrado en su legitimidad, en tanto se nuclearía en torno a un indiscutible perdedor. Sería un gobierno constituido contra quien, esta vez sí, ha ganado, en votos y en escaños, sin que sean posibles recursos retóricos. Si la estabilidad interna del tripartito maragallino no fue su seña de identidad, es de prever que un tripartito montillés no sólo no correría mejor suerte, sino que pinta peor. Además, ya digo, de formarse en torno al derrotado en las elecciones, pesaría más en él una ERC no suficientemente tocada –por cierto, nadie destaca el “hasta aquí llegó la inundación” de ERC, que ahora se entrevé mucho más como fenómeno acotado y limitado en su alcance- y una ICV que, por arte de birlibirloque, se ha convertido en el referente moral de la izquierda catalana, por aquello de no haber consumido su cupo de despropósitos.

En fin, pero todo eso no son más que obstáculos, al fin y al cabo salvables mediante el oportuno reparto de consejerías. El caso es que un tripartito es posible y, por tanto, el PSC no tendría por qué pasar por la humillación de entregarse a quien, al fin y al cabo, es su rival natural. Zapatero quiere una sociovergencia que le asegure un pasar digno en lo que le queda de mandato en Madrid. Pero tendrá que luchar si es que el PSC ha de proporcionársela, y es dudoso que lo consiga.

¿Y, a todo esto, Cataluña, qué? Pues, Cataluña, en su casa. Una vez más, parece que a los catalanes –esto es, a los que viven y trabajan en Cataluña, Pujol dixit- les da lo mismo ocho que ochenta. Cada vez votan menos.

Pero no parece que ninguna de las fórmulas en almoneda vaya a proporcionar la anhelada estabilidad y el retorno a la moderación que fueron las señas de identidad de la tierra (bueno, eso dicen). Cualquier gobierno con componente de ERC será una fuente de sobresaltos, amén de garantizar la continuidad de las políticas que han granjeado al tripartito su fama.

Pero una sociovergencia solo sirve a los intereses, a corto plazo, de Zapatero, porque no se le puede augurar una vida demasiado larga. Una Grossekoalition –y la sociovergencia lo es- es una formación política excepcional para circunstancias excepcionales y, por lo común, no perdura más que esas circunstancias. Al fin y al cabo, no deja de ser un cuerpo extraño en la dialéctica gobierno-oposición, algo intrínsecamente inestable (por ventura, cabe decir).

Si los catalanes quieren estabilidad, o cambios, o lo que sea, tendrán que empezar a ir a votar para buscarlos. En cuanto a Zapatero, tendrá también que buscar un mejor candidato. O volver a presentar a Mas cuando la era CiU haya caído suficientemente en el olvido.

1 Comments:

  • JORDI PUJOL...y Artur Mas

    Por Rafael del Barco Carreras

    He oído que enfadado con Artur Mas y Antoni Durán Lleida les amenaza con volver a tomar las riendas. Podría presentarse a las elecciones con ...JAVIER DE LA ROSA, de Conseller de Desarrollo, Juan Piqué Vidal en Justicia, de Presidente del futuro Poder Judicial en Cataluña a Luis Pascual Estevill, y para consellé de la especial sección "Coordinaciones delincuenciales" a Antonio, el hermano mayor de Javier, al que también pagó la Generalitat sin trabajo conocido...y unos cuantos que personalmente me afectaron menos, como Masiá Alavedra, Prenafeta, Farreras, Alegre, Cullell, Romá, Subirá, Oller, Hortalá...etc...etc... y tantos amigos de Javier y Piqué Vidal que formaron el "Club de los Mentirosos" según el piadoso título de la biografía de Pascual Estevill, escrita por el periodista de El Mundo Félix Martínez...
    ver www.lagrancorrupcion.com

    By Anonymous Anónimo, at 9:55 a. m.  

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