LA UTOPÍA IBERISTA
Una reciente encuesta llevada a cabo por una publicación lisboeta arroja el, para muchos, sorprendente resultado de que el veintisiete por ciento de los portugueses no verían con malos ojos la formación de un único estado con España. Por supuesto, esto quiere decir que dos tercios no desean semejante cosa, pero no deja de ser llamativo que el número de portugueses a los que no les importaría compartir pasaporte con los españoles sea aproximadamente igual al de vascos que quieren dejar de tener DNI español y holgadamente superior al de catalanes que –asimismo según encuestas- preferirían montárselo por su cuenta.
Dicen que detrás de este resultado está, sobre todo, la prosperidad española que, por desgracia, no se ha conocido igual al otro lado de la raya. Es verdad, por supuesto, que Portugal ha mejorado mucho, pero la brecha con España no solo no ha tendido a cerrarse sino que parece que se amplía. Es más que probable que, en efecto, esta razonable creencia en que de la unidad se derivaría un mayor desarrollo esté detrás de esta nueva querencia lusa por el país que, hasta hace no tanto, sólo exportaba malos vientos y malos matrimonios.
Dicho sea de paso, me parece una razón muy plausible, además. Si juntos podríamos ir mejor que separados, ¿por qué mantener unas estructuras estatales que nada tienen, por supuesto, de naturales sino que son producto de la historia? Elevemos la geografía a política y devolvamos a la Península Ibérica su unidad. Con una sola legislación, un solo aparato político que sufragar con nuestros impuestos, etc. iríamos mejor servidos. Solo por eso el planteamiento es sugerente, pero creo que debe haber otras razones, quizá de poder explicativo mucho menor, pero no del todo desdeñables.
La primera es, por supuesto, que cualquiera que tenga sentido común y no esté cegado por el apasionamiento sabe ya que la tan traída y llevada “ignorancia mutua” hace muchos años que es un mito. Es ridículo afirmar que España y Portugal siguen viviendo de espaldas. Hay, claro, un desequilibrio importante en las relaciones, motivado por el muy diferente peso específico de cada estado, pero si España es vital para Portugal, tampoco puede negarse que Portugal es fundamental para España. Analícense las cifras de nuestro comercio exterior y nuestras inversiones y se observará cómo el vecino occidental desempeña en ellas un rol más que proporcional al peso de su economía en el contexto europeo. Eso por no hablar, claro, de la cantidad de españoles –una verdadera legión- que, en cuanto podemos, pasamos a engrosar las listas de visitantes de Portugal. Es cierto que muchos de esos españoles se dedican a pasear por allí su mala educación, su impertinencia y mal gusto, pero no lo es menos que la gran mayoría van, vamos –y volvemos una y otra vez- llevados por un genuino interés, un cariño sincero y atraídos por un país cómodo, cálido y amigable (triste es decirlo, pero es fácil que hoy un español se encuentre más a gusto en Portugal que en algunas zonas de su propio país).
Porque, y esta es la segunda razón, se quiera o no, españoles y portugueses tienen sus existencias anudadas por una historia compartida. La europeidad, la aventura americana y la latinidad hacen que España tenga lazos muy intensos con un número importante de países. Pero solo Portugal es el “país hermano” en el más estricto sentido de la palabra –desavenencias típicas de familia incluidas-. Declaraciones altisonantes aparte, los portugueses cabales tienen en España su primera referencia para muchas cosas. Saben que, dado un problema cualquiera, generalmente la solución española les encajará bastante bien. Es una cuestión natural y de proximidad.
Quiero decir, en suma, que el iberismo no es un fenómeno nuevo. Existe a ambos lados de la frontera y, siendo muy minoritario, es, quizá, tan antiguo como los intentos de implantación de estados liberales en España y Portugal. Es verdad que, en el caso español, mucho de ese iberismo ha sido, en rigor, un panhispanismo (o un pancastellanismo, quizá), pero no siempre.
El que liberalismo e iberismo hayan ido razonablemente de la mano –en su carácter de absoluta minoría en el mapa ideológico, también- tiene sentido. Porque solo el liberalismo político, centrado en el individuo y con una concepción instrumental del estado ofrece una vía segura para superar el debate identitario. No es necesario dejar de ser portugués, o castellano, o catalán, para integrar una única nación cívica con un único estado. Son cosas diferentes y acumulables.
Se dirá, no sin razón, que, aunque estas construcciones teóricas son atractivas, en la práctica toda nación cívica realmente existente se ha fundado sobre un sustrato previo, sobre una cierta identidad. Y es verdad, sería poco honesto decir lo contrario, pero precisamente por ello, la apuesta iberista, siendo algo que habita en la fantasía política, tampoco ocupa las regiones más alejadas de la utopía. No es un pleno absurdo, porque ese sustrato real existe, aunque hoy por hoy se siga empleando, en lectura interesada, más para alimentar los elementos disgregadores que los integradores.
Es un sueño, pero sería bello, la verdad. Más que nada por poder ofrecer al mundo un contraejemplo, cuando solo se habla de disgregaciones, rupturas y sacrificios de estructuras que funcionan razonablemente en el ara de los sentimientos identitarios. Que españoles y portugueses –a priori malos candidatos, o eso dicta la historia- fuesen capaces de construir un monumento común al buen sentido sería, amén de una novedad digna de estudio, un aporte creador a esta Europa que renquea. Al fin y al cabo, nuestros vecinos europeos ya nos perciben, mal que bien, como una cierta unidad. España y Portugal son, al fin y al cabo, esa maciza península que, desde fuera, pareció una unidad a fenicios, griegos, romanos, árabes... a todos los que, en suma, se han aproximado a ella desde otras latitudes.
No es algo que esté al alcance, me temo, de las respectivas clases políticas. No, desde luego, de la española, capaz de cualquier cosa antes de afrontar un debate serio con luz y taquígrafos. A la vista del vergonzoso tratamiento que está recibiendo en España la discusión sobre la organización territorial, ¿qué esperanzas pueden albergarse de que podamos hacer, realmente, algo creativo y, sobre todo, inspirado en principios racionales?
Porque una unión de estados requeriría de una negociación honesta, seria y muy abierta. Al nivel adecuado. Es decir, antípoda de lo que hoy sucede en España, donde el debate constituyente se hurta a su foro natural, se esconde del pueblo y se zafa de toda constricción racional.
No sé los portugueses pero, hoy por hoy, los españoles no estamos a la altura. Así que habrá que esperar otros pocos cientos de años. Pero espero que suceda. De corazón.
Dicen que detrás de este resultado está, sobre todo, la prosperidad española que, por desgracia, no se ha conocido igual al otro lado de la raya. Es verdad, por supuesto, que Portugal ha mejorado mucho, pero la brecha con España no solo no ha tendido a cerrarse sino que parece que se amplía. Es más que probable que, en efecto, esta razonable creencia en que de la unidad se derivaría un mayor desarrollo esté detrás de esta nueva querencia lusa por el país que, hasta hace no tanto, sólo exportaba malos vientos y malos matrimonios.
Dicho sea de paso, me parece una razón muy plausible, además. Si juntos podríamos ir mejor que separados, ¿por qué mantener unas estructuras estatales que nada tienen, por supuesto, de naturales sino que son producto de la historia? Elevemos la geografía a política y devolvamos a la Península Ibérica su unidad. Con una sola legislación, un solo aparato político que sufragar con nuestros impuestos, etc. iríamos mejor servidos. Solo por eso el planteamiento es sugerente, pero creo que debe haber otras razones, quizá de poder explicativo mucho menor, pero no del todo desdeñables.
La primera es, por supuesto, que cualquiera que tenga sentido común y no esté cegado por el apasionamiento sabe ya que la tan traída y llevada “ignorancia mutua” hace muchos años que es un mito. Es ridículo afirmar que España y Portugal siguen viviendo de espaldas. Hay, claro, un desequilibrio importante en las relaciones, motivado por el muy diferente peso específico de cada estado, pero si España es vital para Portugal, tampoco puede negarse que Portugal es fundamental para España. Analícense las cifras de nuestro comercio exterior y nuestras inversiones y se observará cómo el vecino occidental desempeña en ellas un rol más que proporcional al peso de su economía en el contexto europeo. Eso por no hablar, claro, de la cantidad de españoles –una verdadera legión- que, en cuanto podemos, pasamos a engrosar las listas de visitantes de Portugal. Es cierto que muchos de esos españoles se dedican a pasear por allí su mala educación, su impertinencia y mal gusto, pero no lo es menos que la gran mayoría van, vamos –y volvemos una y otra vez- llevados por un genuino interés, un cariño sincero y atraídos por un país cómodo, cálido y amigable (triste es decirlo, pero es fácil que hoy un español se encuentre más a gusto en Portugal que en algunas zonas de su propio país).
Porque, y esta es la segunda razón, se quiera o no, españoles y portugueses tienen sus existencias anudadas por una historia compartida. La europeidad, la aventura americana y la latinidad hacen que España tenga lazos muy intensos con un número importante de países. Pero solo Portugal es el “país hermano” en el más estricto sentido de la palabra –desavenencias típicas de familia incluidas-. Declaraciones altisonantes aparte, los portugueses cabales tienen en España su primera referencia para muchas cosas. Saben que, dado un problema cualquiera, generalmente la solución española les encajará bastante bien. Es una cuestión natural y de proximidad.
Quiero decir, en suma, que el iberismo no es un fenómeno nuevo. Existe a ambos lados de la frontera y, siendo muy minoritario, es, quizá, tan antiguo como los intentos de implantación de estados liberales en España y Portugal. Es verdad que, en el caso español, mucho de ese iberismo ha sido, en rigor, un panhispanismo (o un pancastellanismo, quizá), pero no siempre.
El que liberalismo e iberismo hayan ido razonablemente de la mano –en su carácter de absoluta minoría en el mapa ideológico, también- tiene sentido. Porque solo el liberalismo político, centrado en el individuo y con una concepción instrumental del estado ofrece una vía segura para superar el debate identitario. No es necesario dejar de ser portugués, o castellano, o catalán, para integrar una única nación cívica con un único estado. Son cosas diferentes y acumulables.
Se dirá, no sin razón, que, aunque estas construcciones teóricas son atractivas, en la práctica toda nación cívica realmente existente se ha fundado sobre un sustrato previo, sobre una cierta identidad. Y es verdad, sería poco honesto decir lo contrario, pero precisamente por ello, la apuesta iberista, siendo algo que habita en la fantasía política, tampoco ocupa las regiones más alejadas de la utopía. No es un pleno absurdo, porque ese sustrato real existe, aunque hoy por hoy se siga empleando, en lectura interesada, más para alimentar los elementos disgregadores que los integradores.
Es un sueño, pero sería bello, la verdad. Más que nada por poder ofrecer al mundo un contraejemplo, cuando solo se habla de disgregaciones, rupturas y sacrificios de estructuras que funcionan razonablemente en el ara de los sentimientos identitarios. Que españoles y portugueses –a priori malos candidatos, o eso dicta la historia- fuesen capaces de construir un monumento común al buen sentido sería, amén de una novedad digna de estudio, un aporte creador a esta Europa que renquea. Al fin y al cabo, nuestros vecinos europeos ya nos perciben, mal que bien, como una cierta unidad. España y Portugal son, al fin y al cabo, esa maciza península que, desde fuera, pareció una unidad a fenicios, griegos, romanos, árabes... a todos los que, en suma, se han aproximado a ella desde otras latitudes.
No es algo que esté al alcance, me temo, de las respectivas clases políticas. No, desde luego, de la española, capaz de cualquier cosa antes de afrontar un debate serio con luz y taquígrafos. A la vista del vergonzoso tratamiento que está recibiendo en España la discusión sobre la organización territorial, ¿qué esperanzas pueden albergarse de que podamos hacer, realmente, algo creativo y, sobre todo, inspirado en principios racionales?
Porque una unión de estados requeriría de una negociación honesta, seria y muy abierta. Al nivel adecuado. Es decir, antípoda de lo que hoy sucede en España, donde el debate constituyente se hurta a su foro natural, se esconde del pueblo y se zafa de toda constricción racional.
No sé los portugueses pero, hoy por hoy, los españoles no estamos a la altura. Así que habrá que esperar otros pocos cientos de años. Pero espero que suceda. De corazón.
9 Comments:
El juego de mayorías en un "parlamento ibérico" sería, quizá, algo más razonable también.
By Anónimo, at 4:10 p. m.
Estoy de acuerdo en lo que a simbolismo respecta. Sería una novedad en la Europa heredada de la segunda guerra mundial, en la que por lo recuerdo y con la excepción de Alemania que fue separada a la fuerza, no ha habido ninguna unión de dos estados de mutuo acuerdo. Mientras que separaciones sí que ha habido unas cuantas.
También sería interesante desde el punto de vista de la UE. España es ahora mismo un "país mediano", segmento que hasta la incorporación de Polonia no compartía con nadie. Iberia tendria unos 55 millones, no llega a los 58-60 de los grandes, pero casi.
Ahora, la realidad. Lo mejor desde un punto de vista económico que Portugal puede aportar a España es, aunque suene extraño, es Brasil. Llamado a ser un país con un peso internacional considerable en este siglo. La unión ibérica significaría el desvío de una enorme cantidad de recursos (inversiones, subsidios públicos, ...) hacia Portugal. Cosa, que, visto el egoísmo que nos gastamos a este lado de la frontera, no creo que sentara demasiado bien.
Todas las magnitudes macro se resentirían. No hablemos de un parlamento en el que posiblemente tendríamos una duplicación de todos los partidos, a la belga. Los portugueses no son bilingües con el castellano, por lo que portugués debería ser un idioma presente en el parlamento, en la televisión estatal y en otros tantos sitios dónde el catalán, vasco o gallego hoy por hoy no lo están.
Creo que la gente que votó sí en esa encuenta simplemente cree que el hecho de formar un estado común les llevaría a su nivel. Yo creo que más bien, ralentizaría el crecimiento español como lo hizo la RDA con la RFA en su momento y a la larga, en los malos momentos haría que volviera a salir el peor y más absurdo y cateto nacionalismo por parte de las dos comunidades.
By Anónimo, at 11:03 p. m.
A mi, mientras las lusas se afeiten el bigote, me parece todo bien.
Pero, ¿qué tal encajaría una minoría española y portuguesa nacionalista en esa Iberia?. Los sueños, sueños son...
Edmundo.
By Anónimo, at 1:41 p. m.
Parece más que inviable pero sería bonito, y creo que a medio/largo plazo bueno a todos los niveles (económico, etc.).
Una cosa, siempre que leo blogs de gente que se dice liberal hablan del fracaso absoluto del liberalismo en España, se dice que el liberalismo ha sido en España algo muy minoritario, casi marginal. Yo no sé dónde habrán leído o estudiado tal cosa pero yo me he aburrido de estudiar el liberalismo en España, desde la muerte de Fernando VII hasta el final de la Restauración hay liberalismo en el poder [*]. ¿De dónde salen esas afirmaciones?
Saludos
---
[*] Hay etapas "de introducción", de "afianzamiento", etc. pero lo cortés no quita lo valiente
By Fritz, at 1:15 a. m.
Es sorprendente que el 27% de los portugueses no les importe ser españoles
Llevan mas de 600 años haciéndoles propaganda en contra de España y los españoles
Si alguien lo recuerda el origen del Portugal desgajado de España fue una subcontrata que le hicieron a un noble francés durante la reconquista
El fulano se fundo un reino y claro para perpetuarlo, tenían que odiarse aquellos que antes eran un solo pueblo.
Desde entonces propaganda, propaganda y propaganda anti española
Se pusieron a servir a los ingleses para no ser españoles y ni siquiera se les cayo la venda cuando Rodees y demás les impidieron en el S XIX que se formase un gran estado luso en África uniendo Angola y Mozambique ( Claro que en el S XX impidieron que los Cubanos excombatientes de Angola se instalaran en Angola demasié acabarían amblando español... peor que el portugués...Estos anglos).
Aparte de todo fijaos que les hacen hablar el portugués con acento ¡!ruso!! y eso, eso es artificial. En Brasil se habla el portugués sin complejos y se entiende en español y viceversa.
Asi que, si después de toda la propaganda política contra los españoles, todavía hay un 27% de portugueses lucidos que aun saben que somos los mismos.. Alabado sea Dios Han resistido mas que los alemanes al nazismo ( en menos tiempo, lograron mas unanimidad)
En fin sorprendente muestra de independencia intelectual el de ese 27% de portugueses.
¡Viva Portugal!
By Anónimo, at 2:18 p. m.
Buenas, interesante el artículo, te cuelgo una noticia sobre una encuesta sobre iberismo que se ha realizado en España recientemente. Saludos.
45% dos espanhóis são iberistas
Quase metade dos espanhóis (45,7%) querem a união entre Portugal e Espanha, com a maioria a defender que o novo país deve chamar-se Espanha, ter Madrid como capital e manter o regime monárquico.
A sondagem, realizada pela Ipsos para a revista Tiempo, refere que o apoio à união dos dois países é particularmente elevado entre os mais jovens, dos 1 8 aos 24 anos (50,8%).
Entre os apoiantes da fusão, 43,4% dizem que o novo Estado deve chamar-se Espanha, contra 39,4 que favorecem a opção de "Ibéria", e apenas 3,3% querem ver Lisboa como a capital do novo Estado, contra 80% que querem Madrid.
Cerca de metade dos eleitores defendem que o novo Estado deve manter-se com o regime monárquico, que vigora em Espanha, contra 30,2% que defendem a República.
A sondagem surge semanas depois de o semanário português Sol ter revelado uma sondagem que indicava que 28% dos portugueses favorecem a união com Espanha.
Para ilustrar a sondagem, a revista Tiempo visita as aldeias vizinhas de Rionor de Bragança, em Portugal, e Rihinor de Castela, em Espanha, localidades onde a única divisão evidente é o rio que as separa.
By Anónimo, at 10:25 p. m.
La Alianza Peninsular
By Anónimo, at 10:09 a. m.
Interesante cuestión:
Como gallego, nieto de portugués y nacido a menos de 24 km de la frontera, debo decir que me encantaría esta unión, de salida que se sepa que uno es Iberista al 100%, pero me gustaría comentar algunas de las coasas que he leído en las opiniones de los compañeros:
-En primer lugar, visto desde el lado español, señores autocrítica. Si bien es cierto que en Portugal se ha enfocado siempre al español como el enemigo secular, hemos de admitir también que, tradicionalmente, en "a nosa beira do Minho" (permítaseme la licencia) siempre ha habido un absoluto menosprecio hacia nuestros hermanos portugueses. No hay más que leer el comentario sobre no se que bigotes de un compañero. Por ello, entiendo ciertas reticencias del otro lado.
-En referencia a los comentarios del compañero portugués. Coincido en lo absurdo de llamarle España a un hipotético estado Ibérico. Iberia es un nombre común, que no resulta agresivo para nadie y Del que NADIE, incluidos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos (ultra minoría estos últimos, por cierto) pueden excluirse bajo ningún punto de vista, por más que les encante negar lo evidente.Eso sí, amigo, creo que es evidfente que la capital debería ser Madrid. Por montones de motivos. La ciudad más grande, capital del país más grande que conformaría la unión y, sobre todo (aunque esto no se entienda ni en Cataluña, donde tengo la suerte de vivir) porque ES QUE ESTÁ EN EL CENTRO DE LA PENÍNSULA. Es decir, tiene la ubicación idónea. Por otro lado, como ya ocurre en España, es evidente que deberíamos hablar de un estado fuertemente descentralizado (no más, por favor) y donde EN TODO EL TERRITORIO, debieran ser oficiales el castellano y portugués (incluyendo el gallego, valenciano,euskera y catalán en sus zonas propias, pero no por encima) estando obligados TODOS LOS ESPAÑOLES (en la meseta también, eh...) a conocerlos y teniendo derecho a usarlos.
- Ekn la referencia a la posibolidad de la unión, creo que pocos españoles estarían en contra. Debo decir que hasta Francesc Maciá, líder nacionalista catalán contmporáneo del asesino de luisito companys, hablaba de un estado Ibérico si bien el lo dividía en tres secciones, como lo hicieron teóricos nacionalistas gallegos como Pondal o,creo que también, Manuel Murguía (bueno, él no era gallego pero como si lo fuera). En el campo portugés, yo diría que ellos son más nacionalistas (portugueses quiero decir), probablemente por que, mopstrandose como el pueblo práctico e inteligente que siempre han sido, han mantenido siempre su cartácter común por encima de sus diferencias regionales, mientras en España, no se debido a que intereses, parecemos ir por otro camino. Quizá por ello, teman más por una posible "casdtellanización" de Portugal, también enraizada con viejos prejuicios. Desde luego, me ha sorprendido que el porcentaje de iberistas sea tan elevado, si bien me parece una estimación demasiadooptimista. ¿Alguien sabe de donde son las fuentes?
EN fin, mi opinión final es que, dentro de un contexto cada vez más internacionalizado, lo lógico es sumar y no restar, pero no a lo loco. La verdad es que algunos de los españoles que se llaman iberistas hablan más en términos de anexión que de unión. Y ese camino ya lo empezó Felipe II y fracasó. Me encantaría que se diese algún día una confederación Ibérica, pero lo veo difícil
Un saludo
Rodrigo Alonso Ricart
bohort1976@hotmail.com
By Anónimo, at 7:01 p. m.
Hola y saludos, yo soy un grado más iberista mayor, yo confio en una union nacionaliste de unificación, una nacion nueva y a la vez antigua, confío en la unión de 4 estados diferentes, no 2, en los que, sin embargo exite el mismo sentimiento nacionalista de unificación, los paises son: España, Portugal, Andorra y aunque os parezca totalmente absordo, Cuba, donde se desarrollan los mismos sentimientos nacionales que aqui, aunque no lo creais. Sería un nuevo estado llamado Federación Hispanica o Iberica, con un regimen democratico Republicano, ya que los españoles no tenemos porqué "tragar" la herencia del tirano franco, sé que es un objetivo que os parecerá absurdo, pero pensad en el futuro... Un pais como el quue os propongo pasaría por un periodo de transición, tran modernizar todas las zonas del pais (incluyendo Cuba, que se necesitaria un gran desembolso) un pais tricontinental (Europa, América y África) con un fuerte mercado interior, tendriamos un desarrollo espectacular y facilmente nos convertiriamos en una Super-Potencia mundial y superariamos, facilmente a Fracia. Volviendo atrás en la historia conocemos 2 grandes unificaciones europeas: La de Italia y la de Alemania
Italia, que estaba dividida en 8 estados diferentes, se unió con la iniciativa del que era el estado mas poderoso, el de Piamonte.
Alemania, que estaba dividida en 32 estados diferentes, se unió con la iniciativa del que era el estado mas poderoso, Prusia (Actualmente es el pais mas importante de Europa)
Simplemente, creo que se debe crear un partido politico en los 4 estados. adios
By Anónimo, at 9:09 p. m.
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