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miércoles, septiembre 13, 2006

CONOCEN A SU CLIENTELA

El diario El Mundo se preguntaba ayer, a la vista de la fotografía de su portada –en la que aparecía un joven militante del PSC luciendo una camiseta con la leyenda “todos somos Rubianes” flanqueado por unos sonrientes Montilla, Clos, de Madre y Chacón, entre otros- si puede ser ministro de España alguien que insulta a España o presta apoyo a quien insulta a España o, en rigor, a la mitad de los españoles. La respuesta, claro, es que depende. Si se es socialista, sí.

El mismo diario viene llamando la atención desde hace tiempo sobre la deriva del PSC, que se ha convertido en un auténtico guirigay del “todo vale”. De los socialistas catalanes puede uno esperar, literalmente, cualquier cosa, ahora que ya es imposible ubicarlos ideológicamente. Pero lo mismo podría decirse del socialismo español, en general.

El PSC y sus candidatos aplican exactamente los mismos principios que la casa madre a escala nacional. Dicen lo que en cada momento haya que decir para complacer a quien deba ser complacido. Y en Cataluña, ese electorado es el nacionalista, por la sencilla razón de que el no nacionalista o es cautivo o va a quedarse en casa. Así pues, si hay que “cagarse en la puta España” o en lo que toque, se cisca uno y tan a gusto. Todo por la sonrisa del respetable.

Hace mucho que el socialismo, en España, disfruta de una total ausencia de constricciones. Hace mucho que se emancipó de los rigores de un discurso ordenado y de la tiranía de la coherencia. Amparado en la más absoluta vacuidad que tan bien ejemplifica su líder máximo, el partido se orienta a la consecución y mantenimiento del poder “como sea”. Ante eso, las ideas y sus exigencias son zarandajas y remilgos. Se es de izquierdas y, por tanto, hay patente de corso. Se presupone la buena intención. Así pues, entre ellos y el objetivo no pueden alzarse más obstáculos insalvables que los estrictamente necesarios. Si alguien se pone en exceso tiquismiquis, se le tacha de “dogmático” y de carecer de “talante”.

Intelectualmente es una impostura, pero desde el punto de vista de la mercadotecnia no se les puede reprochar. Al fin y al cabo ¿por qué deberían hacer algo que nadie les ha pedido?

El Partido Socialista Obrero Español sabe de sobra que ha acumulado méritos suficientes para necesitar una refundación. Y pudo pasarse sin ella. Ha repetido muchas veces el intento, y siempre ha salido bien. Sabe bien que el apoyo a Rubianes, o lo que sea, puede acarrearle votos en Cataluña y que, cuando eso pueda llegar a tener trascendencia en otras partes de España, el asunto estará olvidado. O desempolvarán la las huestes españolistas, que también las tienen, y las sacarán pasear, diciendo a quien quiera oírles que ellos son más españoles que el toro de Osborne.

Al final, en suma, el Partido Socialista conoce, y muy bien, a su electorado. Y sabe que no lo va a descabalgar por contradecirse, ni por gobernar esperpénticamente, ni por ofender a quienes se puedan sentir ofendidos por las barbaridades de Rubianes (por otra parte, es más que probable que capas amplísimas del electorado socialista comparta las opiniones del cómico, una vez matizadas y dirigidas a quienes “lo merecen”). Sabe de sobra que lo que se entiende por “desgaste” es un goteo lento hacia la abstención, que llevará su tiempo. Aún no han agotado su crédito, ni mucho menos.

Alguien dijo una vez que el Partido Socialista es el partido que más se parece a España. Estoy de acuerdo, y mis lectores saben que no es un piropo hacia mi país, precisamente. Al césar lo que es del césar, han conseguido conectar perfectamente con una capa amplísima de electores. Han conseguido reflejar el país o, más bien, lo han moldeado a su imagen y semejanza.

Un partido incoherente, de pensamiento fofo, maniqueo, con una concepción –llamémosle- elástica del estado de derecho, para un país poco cívico, de nuevos ricos, cainita y, por eso mismo, de eterna segunda división, porque no quiere ser de primera, porque es el peor enemigo de sí mismo. Sí, señores, España se parece mucho al PSOE, mal que nos pese. Los españoles odian más al vecino de lo que se quieren a sí mismos –ese es nuestro drama- y el Partido Socialista lo sabe. Rubianes será un cabrón, pero es un cabrón de izquierdas, y por tanto, por mucho asco que se le tenga, siempre será mejor que el alcalde que lo vetó.

El día que no se pueda ser ministro de España odiando a España, el día que no se pueda ganar una elección sin exponer una sola idea, el día que las incoherencias pesen y uno tenga que arrepentirse de las estupideces que se dicen, el día que la mentira y la desvergüenza tengan coste, el día que los votantes no perdonen que se apruebe un estatuto para tener, al día siguiente, la soberana jeta de decir que pone al país en el camino seguido por la URSS y el día que todo lo anterior se aplique a todos por igual... ese día España habrá dejado de parecerse al Partido Socialista, y el Partido Socialista tendrá que elegir entre seguir dando palos de ciego o tener más cuidado con lo que dice y hace.

Hasta que no se lo pidan, seguirán igual, por supuesto. ¿Ustedes que harían? Conocen a su clientela.

1 Comments:

  • Quizá el partido sea todas esas cosas, ya se sabe que yo nunca salgo de todo duda y respeto absolutamente las de los demás pero cualquiera diría que alguien pudiera llegar a pensar que Rubianes pueda llegar a ser Ministro, con todo lo imbécil que pueda ser, que parece y que es.

    Quizá todos den o tomen muchas cosas por sobreentendidas y seguro que más de las queun buen discuro pudiera soportar, para ser bueno. En cierta manera, o de muchas menras el PSOE esté haciendo en Cataluña lo que el PP lleva haciendo casi dos años, ganar votos contra; la diferencia sería que el PSOE los gana en Cataluña contra España y el PP lo hacía a la inversa y veremos si lo seguirá haciendo. El Partido socialista por su parte sabe que las elecciones catalanas que son ya y tiene tiempo para recuperar, esperemos que no lo haga durante uno ni dos años. Es paradójico que Maragall hiciera una campaña electoral enfocada en lo social para luego hacer lo que hizo y ahora Montilla -un charnego creo que se dice- lo intente a la inversa, esperemos también y sobre todo (quizá sea más posible)que no continúe la "senda", "senda", de Maragall.

    En el contexto de la acción política eso de lo sobreentendido es sin duda cosa que funciona en base a las confianzas y desconfianzas de "la gente". Jamás me negaré a que se explique aquello que está sobreentendido y que si no se hace se haga crítica (a veces hasta sólo destructiva como se hace), al final todo sería maniqueo, como un sistema de colores, inmóvil, que indica lo que se debe pensar sin llegar nunca a decir por qué pero se podrá haber apreciado que en mi opinión a veces el sistema mismo es muy, pero muy vacuo, si no, no sé yo cómo es que pasan estas cosas, ésto.

    Saludos

    By Blogger Fritz, at 4:47 a. m.  

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