EL AFFAIRE RUBIANES
Al final, el alcalde decidió que temía más perder mucho de su voto “natural” –sobre todo ahora que se barrunta que el Partido Socialista puede echarle a la cara a alguien con verdadero peso- que suspender las oposiciones a progre. Elección entre males en que le ha colocado un previo error en la elección de sus colaboradores. Un papelón en de Gallardón, al que parar in extremis la humillación que iban a sentir muchos madrileños no le ha congraciado del todo con ellos y, desde luego, sí le ha echado encima a toda la opinión correcta. Ahora, es el alcalde “censor”.
La jauría ha reaccionado como se esperaba. Rubianes cometió un pecadillo venial –que rectificó oportunamente-, y es víctima ahora de las invectivas de la derecha más ultra, que ha conseguido doblegar al único representante genuino del ala “liberal”. ¿La víctima? La libertad de expresión, sin duda. Mario Gas se atrevió a calificar las declaraciones de Rubianes de “jocosas”, por contraste con las invectivas de la derechona que ha sufrido estos días en sus carnes. Utilizando el lenguaje “jocoso” de Rubianes, no les molestará que diga que mierda para él, mierda para la concejala que lo avala y mierda para que los que suscriban la catarata de gilipolleces que se están diciendo. ¿Debería completarlo con un “ojalá les revienten los cojones a todos los responsables del área de cultura municipal”?¿A que suena “jocoso” de narices? Ahora voy y matizo: sólo deseo que les revienten los cojones a aquellos que representan a la pseudocultura progre, o sea a los que son amigos de Rubianes, por supuesto que no a los que piensan como yo. Veamos...
Todo el mundo cree que lo execrable es lo que Rubianes dijo. Pues no, lo que Rubianes dijo (por cierto, en inciso: además de cagarse en la “puta España”, Rubianes hizo también comentarios muy ofensivos para con los extremeños y su presidente, comentarios que, muy convenientemente, la izquierda correcta ha decidido olvidar a la hora de recordar el suceso) es mucho menos importante que cómo y dónde lo dijo. No sé si Rubianes piensa lo que dijo –él sabrá-, lo que sí sé es que fue muy cobarde y muy miserable, porque lo dijo desde la convicción de que no asumía por ello absolutamente ningún riesgo. Se subió, simplemente, al carro de lo correcto, al carro de lo fácil. Y sus pretendidas excusas pecan de lo mismo. Al matizar sus declaraciones no las corrige sino que las circunscribe, las precisa para dirigirlas al conjunto de los españoles que él cree que se puede insultar impunemente.
El fondo de la cuestión es, precisamente, este. Todo el mundo tiene asumido, como cosa entendida, además que, así como existen grupos intocables, existen personas que bastante hacemos con dejarlas existir. Gente que no merece respeto alguno ni en sus convicciones, ni en sus ideas ni en sus símbolos. Tan es así que produce pasmo el que esa gente pueda plantearse incluso el reaccionar. Rubianes pensó que lo que hacía era gratis, sencillamente, porque así es de manera habitual.
La libertad de expresión de Rubianes no ha sido cercenada ni ha sufrido limitación alguna. Ha dicho, y puede seguir diciendo, lo que quiera y cuando quiera. Ahora bien, además del Código Penal –límite absoluto y mínimo de todas las libertades- los límites de nuestras libertades los marcan las de los demás. Cuando yo escribo estas líneas, por ejemplo, hago uso de mi libertad, y espero que nadie me lo impida. Pero tampoco espero que Rubianes me invite a escribirle una felicitación de cumpleaños. Entendería perfectamente que no lo hiciera, la verdad. Es más, si mis convicciones son tan firmes ¿por qué iba a querer yo participar en nada con Rubianes? La intelectualidad española de izquierdas no ve las cosas así, ni mucho menos. No se siente vinculada por sus propios actos, y ni tan siquiera contempla que puedan tener consecuencias.
Un regidor municipal no tiene, desde luego, derecho a impedir que se desarrolle un espectáculo que crea que puede ser ofensivo para muchos ciudadanos, pero sí tiene derecho a que no se sufrague con fondos municipales. Si Rubianes encuentra quien financie su espectáculo, adelante. Así lo hacen todos los días muchos grupos teatrales que no tienen teta de la que mamar, y que no se creen con derecho a que el dinero público pague sus creaciones. Rubianes sólo tiene que convencer a un empresario de que le contrate -¿consideran, por cierto, estos señores, que los empresarios tienen libertad para contratar a quien les pete, o es también un deber exigible? Además, ahora seguro que las colas del teatro darán la vuelta a la manzana, atestadas de progres de manual en apoyo de la causa. Mario Gas y Alicia Moreno igual van a varias funciones por día. Perfecto. Algo ha sacado el gallego: publicidad gratis.
Gas y compañía siguen insistiendo en que la obra nada tiene de ofensivo y que, por tanto, se veta porque es Rubianes quien la promueve. Siguen insistiendo en que a ellos les da igual la posición ideológica de la gente. Tan loable como falso. Gas y compañía no estrenarían nunca según qué montajes de según qué autores. Seguro. Y, por cierto, lo que Gas y Moreno deberían hacer es dimitir, si de verdad creen que están siendo objeto de censura.
Otro recurso fácil y muy demagogo es el de que “Lorca vuelve a ser asesinado”. El gilipollesco retruécano es muy ofensivo, supongo, para la familia del genial poeta, cuya sombra, por lo que se ve, ampara ahora a cualquier imbécil y sirve de parapeto contra la discrepancia. Lo de la apropiación de la figura de Lorca raya lo asqueroso, pero de eso hablaremos otro día.
En resumidas cuentas, comprendo que Gallardón lo estará pasando fatal. Pero era lo esperable. Puesto que tan aficionado es a ciertos clásicos, debería tomar ejemplo de ellos. Señor alcalde: esto son quince días de periódicos. Aguante un poco el tipo, hombre. Aprenda de Rubalcaba. Usted y todo su partido. ¿O es que espera que esta banda sufra en silencio?
Les tienen miedo, esa es la verdad. Pero no hay para tanto. Ladran pero no muerden. Es la primera vez que algo les sale mal. Es lógico que estén cabreados.
La jauría ha reaccionado como se esperaba. Rubianes cometió un pecadillo venial –que rectificó oportunamente-, y es víctima ahora de las invectivas de la derecha más ultra, que ha conseguido doblegar al único representante genuino del ala “liberal”. ¿La víctima? La libertad de expresión, sin duda. Mario Gas se atrevió a calificar las declaraciones de Rubianes de “jocosas”, por contraste con las invectivas de la derechona que ha sufrido estos días en sus carnes. Utilizando el lenguaje “jocoso” de Rubianes, no les molestará que diga que mierda para él, mierda para la concejala que lo avala y mierda para que los que suscriban la catarata de gilipolleces que se están diciendo. ¿Debería completarlo con un “ojalá les revienten los cojones a todos los responsables del área de cultura municipal”?¿A que suena “jocoso” de narices? Ahora voy y matizo: sólo deseo que les revienten los cojones a aquellos que representan a la pseudocultura progre, o sea a los que son amigos de Rubianes, por supuesto que no a los que piensan como yo. Veamos...
Todo el mundo cree que lo execrable es lo que Rubianes dijo. Pues no, lo que Rubianes dijo (por cierto, en inciso: además de cagarse en la “puta España”, Rubianes hizo también comentarios muy ofensivos para con los extremeños y su presidente, comentarios que, muy convenientemente, la izquierda correcta ha decidido olvidar a la hora de recordar el suceso) es mucho menos importante que cómo y dónde lo dijo. No sé si Rubianes piensa lo que dijo –él sabrá-, lo que sí sé es que fue muy cobarde y muy miserable, porque lo dijo desde la convicción de que no asumía por ello absolutamente ningún riesgo. Se subió, simplemente, al carro de lo correcto, al carro de lo fácil. Y sus pretendidas excusas pecan de lo mismo. Al matizar sus declaraciones no las corrige sino que las circunscribe, las precisa para dirigirlas al conjunto de los españoles que él cree que se puede insultar impunemente.
El fondo de la cuestión es, precisamente, este. Todo el mundo tiene asumido, como cosa entendida, además que, así como existen grupos intocables, existen personas que bastante hacemos con dejarlas existir. Gente que no merece respeto alguno ni en sus convicciones, ni en sus ideas ni en sus símbolos. Tan es así que produce pasmo el que esa gente pueda plantearse incluso el reaccionar. Rubianes pensó que lo que hacía era gratis, sencillamente, porque así es de manera habitual.
La libertad de expresión de Rubianes no ha sido cercenada ni ha sufrido limitación alguna. Ha dicho, y puede seguir diciendo, lo que quiera y cuando quiera. Ahora bien, además del Código Penal –límite absoluto y mínimo de todas las libertades- los límites de nuestras libertades los marcan las de los demás. Cuando yo escribo estas líneas, por ejemplo, hago uso de mi libertad, y espero que nadie me lo impida. Pero tampoco espero que Rubianes me invite a escribirle una felicitación de cumpleaños. Entendería perfectamente que no lo hiciera, la verdad. Es más, si mis convicciones son tan firmes ¿por qué iba a querer yo participar en nada con Rubianes? La intelectualidad española de izquierdas no ve las cosas así, ni mucho menos. No se siente vinculada por sus propios actos, y ni tan siquiera contempla que puedan tener consecuencias.
Un regidor municipal no tiene, desde luego, derecho a impedir que se desarrolle un espectáculo que crea que puede ser ofensivo para muchos ciudadanos, pero sí tiene derecho a que no se sufrague con fondos municipales. Si Rubianes encuentra quien financie su espectáculo, adelante. Así lo hacen todos los días muchos grupos teatrales que no tienen teta de la que mamar, y que no se creen con derecho a que el dinero público pague sus creaciones. Rubianes sólo tiene que convencer a un empresario de que le contrate -¿consideran, por cierto, estos señores, que los empresarios tienen libertad para contratar a quien les pete, o es también un deber exigible? Además, ahora seguro que las colas del teatro darán la vuelta a la manzana, atestadas de progres de manual en apoyo de la causa. Mario Gas y Alicia Moreno igual van a varias funciones por día. Perfecto. Algo ha sacado el gallego: publicidad gratis.
Gas y compañía siguen insistiendo en que la obra nada tiene de ofensivo y que, por tanto, se veta porque es Rubianes quien la promueve. Siguen insistiendo en que a ellos les da igual la posición ideológica de la gente. Tan loable como falso. Gas y compañía no estrenarían nunca según qué montajes de según qué autores. Seguro. Y, por cierto, lo que Gas y Moreno deberían hacer es dimitir, si de verdad creen que están siendo objeto de censura.
Otro recurso fácil y muy demagogo es el de que “Lorca vuelve a ser asesinado”. El gilipollesco retruécano es muy ofensivo, supongo, para la familia del genial poeta, cuya sombra, por lo que se ve, ampara ahora a cualquier imbécil y sirve de parapeto contra la discrepancia. Lo de la apropiación de la figura de Lorca raya lo asqueroso, pero de eso hablaremos otro día.
En resumidas cuentas, comprendo que Gallardón lo estará pasando fatal. Pero era lo esperable. Puesto que tan aficionado es a ciertos clásicos, debería tomar ejemplo de ellos. Señor alcalde: esto son quince días de periódicos. Aguante un poco el tipo, hombre. Aprenda de Rubalcaba. Usted y todo su partido. ¿O es que espera que esta banda sufra en silencio?
Les tienen miedo, esa es la verdad. Pero no hay para tanto. Ladran pero no muerden. Es la primera vez que algo les sale mal. Es lógico que estén cabreados.
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