ALATRISTE
Confieso que fui anoche a ver Alatriste entre espoleado por declaraciones que había ido leyendo a Arturo Pérez-Reverte, en las que mostraba su satisfacción con el trabajo de Díaz Yanes y su equipo, y el escepticismo habitual provocado por la costumbre, cada vez que el cine español se aproxima a una temática donde está presente la historia de España, aunque sea como escenario.
Salí doblemente satisfecho, porque disfruté de la película y porque recuperé un poco la confianza en nuestro cine y sus capacidades. El filme tiene defectos, como no puede ser de otro modo pero, en conjunto, es una gran obra que, por lo que se ve, está mereciendo una enorme aceptación. Anoche, el cine estaba abarrotado y era difícil encontrar entradas en cualquiera de las múltiples salas donde se proyecta. Inútil, nada de esto llevará, a buen seguro, a la autocrítica en las próximas ediciones de los Goya (¿por qué hay películas españolas que sí se ven y otras no, pese a ser todas geniales por definición?)
El puntal de la película es, como no, un Viggo Mortensen enorme. Mortensen cuaja un soldado de los Tercios fabuloso. Altivo el gesto, con cara de pocos amigos, siempre alerta ante un peligro que acechaba en cada esquina, en los frentes y, por supuesto, en las calles de un Madrid lleno de gente pendenciera y ociosa. Su perceptible esfuerzo por adaptar su español al castellano –Mortensen aprendió nuestra lengua en Argentina, y conserva el deje de allá- que se le suponía al personaje, lejos de ser un inconveniente, refuerza el aire de la figura. Dice Mortensen que cree que muchos actores españoles se hubieran muerto por hacer su personaje. Temo que muy pocos hubiesen sido capaces de cuadrar tan bien un español del siglo XVII.
De la aportación española, destacaría el Quevedo de Juan Echanove. Maravillosa recreación del gran testigo de nuestro siglo de Oro. Los demás, tampoco están mal.
Pero lo mejor de la película, sin duda, es la recreación de la España de Felipe IV. Una recreación nada edulcorada, pero tampoco cruel ni hostil. Algo atípico en el cine patrio, ya se sabe. Se trataba de contar, no de reivindicar ni de vengarse de nadie. El XVII es un siglo de luces y sombras, como ese Madrid lleno de mendigos, clérigos y soldados de fortuna en el que, entre la mugre, brillaron como nunca el idioma y el orgullo de un país que se creía dueño del mundo.
La historia enseña que no hay ejércitos invencibles. Ni los Tercios españoles, ni las legiones romanas, ni las tropas de Napoleón, ni la Armada Real inglesa, ni los soldados del Sultán Otomano. Todos ellos conocieron su gloria y su ocaso. Tampoco hay guerra que se pueda sostener para siempre y contra todos. Siempre hay un Flandes, un Vietnam o una Rusia en la que el imperio de turno queda atrapado, enfrentado a quienes tienen mucho menos que perder. Y en las guerras, en todas las guerras, se escriben páginas heroicas y se derrocha nobleza, a veces, pero todas ellas, sin excepción, son carnicerías que sacan lo peor de los seres humanos.
La historia de un país grande está siempre llena de claroscuros. Alatriste, como trasunto de la España del XVII, es un personaje ambiguo, capaz de lo mejor y de lo peor. Representativo, precisamente por no ser importante. Porque si algo ha sido una constante en la historia de nuestro país –y probablemente su hecho diferencial real, el único auténtico, con el resto de Europa- ha sido la sucesión de personajes despreciables en sus clases dirigentes. Inútiles, antipatriotas, cuando no simples parásitos, raramente han sido capaces de encarnar cabalmente a la España de cada momento. Sargentos, curas de a pie, funcionarios de medio pelo, hidalgos del tres al cuarto, han sido muchos más y mucho mejores españoles que generales, obispos, ministros, grandes y, por supuesto... reyes.
Mortensen puso el dedo en la llaga cuando dijo que, a su juicio, ser español es saber perder. De hecho, cree que Alatriste es un tipo que sabe perder. Y no es mala descripción, si bien se mira. Los españoles siempre hemos de estar preparados para que el imbécil, el malnacido, el traidor, lleguen y lo echen todo por la borda. Incluso hoy, que el imperio hace mucho que cayó, en buena hora con sus lastres, y hemos metido a los curas en las sacristías, los militares en los cuarteles y, por fin, casi todos los españoles se han puesto a trabajar, hay que andar ojo avizor, porque no faltan hijos de puta de distintos extractos dispuestos a mandarlo todo al carajo. Pero es lo que hay, qué quieren que les diga.
La película termina, cómo no, en Rocroi. Y, ¿saben qué? Hubo quien se arrancó a aplaudir y todo, al final. No muchos, es verdad, pero sí unos cuantos. Creo que más de uno se fue contento, y hasta orgulloso. ¿Se puede estar orgulloso de los desastres? Pues sí, se puede. Basta que no te llamen imbécil. La clave puede estar ahí. En que unos españoles fueron a ver una película, al fin y al cabo histórica, hecha por españoles y, además de pasar un buen rato, nadie les insultó por eso, por ser españoles. Bien es verdad que el protagonista es un extranjero, y quizá por eso, cuando interpreta a un español, lo hace sin complejos.
Salí doblemente satisfecho, porque disfruté de la película y porque recuperé un poco la confianza en nuestro cine y sus capacidades. El filme tiene defectos, como no puede ser de otro modo pero, en conjunto, es una gran obra que, por lo que se ve, está mereciendo una enorme aceptación. Anoche, el cine estaba abarrotado y era difícil encontrar entradas en cualquiera de las múltiples salas donde se proyecta. Inútil, nada de esto llevará, a buen seguro, a la autocrítica en las próximas ediciones de los Goya (¿por qué hay películas españolas que sí se ven y otras no, pese a ser todas geniales por definición?)
El puntal de la película es, como no, un Viggo Mortensen enorme. Mortensen cuaja un soldado de los Tercios fabuloso. Altivo el gesto, con cara de pocos amigos, siempre alerta ante un peligro que acechaba en cada esquina, en los frentes y, por supuesto, en las calles de un Madrid lleno de gente pendenciera y ociosa. Su perceptible esfuerzo por adaptar su español al castellano –Mortensen aprendió nuestra lengua en Argentina, y conserva el deje de allá- que se le suponía al personaje, lejos de ser un inconveniente, refuerza el aire de la figura. Dice Mortensen que cree que muchos actores españoles se hubieran muerto por hacer su personaje. Temo que muy pocos hubiesen sido capaces de cuadrar tan bien un español del siglo XVII.
De la aportación española, destacaría el Quevedo de Juan Echanove. Maravillosa recreación del gran testigo de nuestro siglo de Oro. Los demás, tampoco están mal.
Pero lo mejor de la película, sin duda, es la recreación de la España de Felipe IV. Una recreación nada edulcorada, pero tampoco cruel ni hostil. Algo atípico en el cine patrio, ya se sabe. Se trataba de contar, no de reivindicar ni de vengarse de nadie. El XVII es un siglo de luces y sombras, como ese Madrid lleno de mendigos, clérigos y soldados de fortuna en el que, entre la mugre, brillaron como nunca el idioma y el orgullo de un país que se creía dueño del mundo.
La historia enseña que no hay ejércitos invencibles. Ni los Tercios españoles, ni las legiones romanas, ni las tropas de Napoleón, ni la Armada Real inglesa, ni los soldados del Sultán Otomano. Todos ellos conocieron su gloria y su ocaso. Tampoco hay guerra que se pueda sostener para siempre y contra todos. Siempre hay un Flandes, un Vietnam o una Rusia en la que el imperio de turno queda atrapado, enfrentado a quienes tienen mucho menos que perder. Y en las guerras, en todas las guerras, se escriben páginas heroicas y se derrocha nobleza, a veces, pero todas ellas, sin excepción, son carnicerías que sacan lo peor de los seres humanos.
La historia de un país grande está siempre llena de claroscuros. Alatriste, como trasunto de la España del XVII, es un personaje ambiguo, capaz de lo mejor y de lo peor. Representativo, precisamente por no ser importante. Porque si algo ha sido una constante en la historia de nuestro país –y probablemente su hecho diferencial real, el único auténtico, con el resto de Europa- ha sido la sucesión de personajes despreciables en sus clases dirigentes. Inútiles, antipatriotas, cuando no simples parásitos, raramente han sido capaces de encarnar cabalmente a la España de cada momento. Sargentos, curas de a pie, funcionarios de medio pelo, hidalgos del tres al cuarto, han sido muchos más y mucho mejores españoles que generales, obispos, ministros, grandes y, por supuesto... reyes.
Mortensen puso el dedo en la llaga cuando dijo que, a su juicio, ser español es saber perder. De hecho, cree que Alatriste es un tipo que sabe perder. Y no es mala descripción, si bien se mira. Los españoles siempre hemos de estar preparados para que el imbécil, el malnacido, el traidor, lleguen y lo echen todo por la borda. Incluso hoy, que el imperio hace mucho que cayó, en buena hora con sus lastres, y hemos metido a los curas en las sacristías, los militares en los cuarteles y, por fin, casi todos los españoles se han puesto a trabajar, hay que andar ojo avizor, porque no faltan hijos de puta de distintos extractos dispuestos a mandarlo todo al carajo. Pero es lo que hay, qué quieren que les diga.
La película termina, cómo no, en Rocroi. Y, ¿saben qué? Hubo quien se arrancó a aplaudir y todo, al final. No muchos, es verdad, pero sí unos cuantos. Creo que más de uno se fue contento, y hasta orgulloso. ¿Se puede estar orgulloso de los desastres? Pues sí, se puede. Basta que no te llamen imbécil. La clave puede estar ahí. En que unos españoles fueron a ver una película, al fin y al cabo histórica, hecha por españoles y, además de pasar un buen rato, nadie les insultó por eso, por ser españoles. Bien es verdad que el protagonista es un extranjero, y quizá por eso, cuando interpreta a un español, lo hace sin complejos.
4 Comments:
Nueva peli española. Va de cine del que le gusta a la gente, sobre historias de un escritor políticamente no alineado con "los buenos". Ni Guerra Civil española, ni presunciones de denuncia social ...
imagino que por lo menos habrán metido un par de escenas de porno blando chungo de los que se estilan en el "cine" patrio. Para no perder la costumbre.
By Anónimo, at 8:57 p. m.
Falta enganche e hilo argumental, y todo ello producido por el hecho de querer meter todas las novelas en una sola peli. No era muy difícil escoger una y adaptarla. Ya en otras ocasiones se ha conseguido introducir personajes con una breve introducción. Por ejemplo: En el Señor de los Anillos, en la primera parte, durante unos 15 o 20 minutos se nos introduce muy brevemente el origen de los anillos, es decir se nos resume nada menos que el Silmarilion y todo el origen. Este resumen puede ser más o menos acertado, pero sirve para después centrarse en lo que quieres explicar.
En el caso de Alatriste, ¿por qué no se hizo lo mismo?. Si se hubiera escogido la última del jubón amarillo y se hubiera hecho una introducción de quién es Alatriste y del momento histórico, hubiera sido suficiente. ¿Por qué no hay un narrador con voz en off como lo hay en los libros? Eso ayudaría enormemente. Estaba muy fácil.
Todos los demás errores como las licencias poéticas, lo de las mechas en el túnel cuando hay velas encendidas, y un montón más de errores pueden incluso aceptarse, todas las pelis tienen errores de ese tipo, incluso las obras maestras del cine. Ahora bien, aquí hay errores de planteamiento, de base, no de pequeños detalles. Lo de Blanca Portillo es inexplicable e injustificable. Esto no es un detalle como lo de la mecha, es un error básico que demuestra que el enchufe de Blanca en la peli a través de Telecinco (producción) ha sido por narices y si no es así que venga alguien y lo explique.
La peli se debía doblar entera, no tan sólo al señor Viggo. Ya se ha hecho en innumerables ocasiones en nuestro cine y hasta la fecha nadie se ha quejado; con ello se consiguen dos cosas: que los actores interpreten con más soltura (Viggo) y que el sonido de las voces mejore sensiblemente.
En cuanto a la realización hablar de la gran ingenuidad de montaje, estilo amateur. Un ejemplo claro está cuando el Conde Duque de Olivares se acerca a la cámara y el plano se cierra en negro con su pecho para pasar a la siguiente escena. En el cine, cuando vi el encuadre del Conde centrado de cuerpo entero y mirando a la cámara, me dije: no lo hará, no lo hará... y va y sí lo hizo, se acercó a la cámara y cambio de escena. Patético.
Para no enrollarme más, deciros que está lleno de cosas de este estilo. Que la banda sonora no aúpa al film, que con todo y ser un acierto en cuanto a la guitarra española, parece más una bso de documental que de gran producción, le falta chispa. Todos recordamos de memoria grandes bandas, ¿alguien recuerda algunas notas de ésta?
No confundamos tampoco la fotografía con la iluminación. Creo que la iluminación es muy buena y correcta ya que da la atmósfera de una época fea y oscura. En cambio la fotografía, los encuadres suelen ser primeros planos cerrados y no hay grandes panorámicas de situación para el espectador. Si se pretende crear una sensación de ahogo, a fe que lo han conseguido.
Lo mejor el vestuario y algunos decorados. Triste conclusión quedarse en eso para una peli tan ambiciosa.
El cásting horrendo, se queda en los de siempre que tanto si les va el papel como si no tienen que aparecer.
Y aunque Viggo tiene mucha presencia, el actor que hace de portugués cuela mucho mejor como Alatriste. Nunca se tuvo tan fácil un cásting, dado que las ilustraciones de los libros hablan muy bien de cómo se imaginan los lectores de forma mayoritaria a los personajes.
Por último decir a los que afirman que no debemos ver en la peli lo mismo que en los libros, que yo acepto las diferencias incluso el cambio de personajes a favor de una buena historia, ¿pero alguien puede decirme dónde está el momento de la peli que se te pueda quedar grabado en la mente para siempre, ese momento álgido y épico o dramático o lo que sea que te haga emocionar en la butaca? Pues de los libros sí puedo mencionar esos momentos...
El otro día revisioné por Tv el "Último mohicano" y con todo y sus defectos, qué gran fotografía, qué gran banda sonora, cuánta pasión en los personajes, qué malos más malos, qué realización,... y en cambio se trata de una peli del montón, pero si la comparamos con Alatriste, ¡¡¡toda una obra maestra!!!
By Anónimo, at 10:10 a. m.
Habiendo visto la película me uno a la crítica anónima punto por punto. En general la película es infumable y lo mejor es el post tan bien escrito sobre temas tan profundos que ojalá algún día quede reflejado en una película española. Yo empiezo a dudar de que algún día lo veré y mientras tanto me dedicaré a leer este blog, por ejemplo, que sí vale la pena y es un orgullo que un conciudadano escriba asi.
By Anónimo, at 12:46 a. m.
Hombre, yo creo que la música, cuando menos la del final es acertadísima..... no creo que se trate de hacer una musica que sea pegadiza.... para eso ya están los de OT.
Aquí tenéis la justificacion de la música en la escena final.
La Batalla de Rocroi en la cinematografía
El 1 de septiembre de 2006 se estrenó la película Alatriste, dirigida por Agustín Díaz Yanes y basada en la serie de novelas Las aventuras del capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte, en la que se recogen en su escena final los momentos últimos de esta famosa batalla. Para su ambientación se utilizó la conocida marcha fúnebre de "La Madrugá", compuesta por el coronel Abel Moreno para la Semana Santa de Sevilla e interpretada curiosamente por el Regimiento Soria 9, descendiente del que participó en los Viejos Tercios en dicha batalla, siendo además la unidad más antigua del Ejército Español, y que desde entonces cogió el sobrenombre del "Tercio de la sangre".
By Anónimo, at 2:02 p. m.
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