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sábado, septiembre 02, 2006

EL PLURALISMO DEL TEATRO ESPAÑOL

EL Teatro Español, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, tiene previsto estrenar una obra cuyo director es Pepe Rubianes, famoso no tanto por haber encarnado a personajes de la complejidad de Maki Navaja como por haberse despachado a gusto, en una de las exhibiciones de ordinariez más gratuitas que se recuerdan en estos pagos, contra España y los españoles.

Por supuesto, el señor Rubianes puede despreciar a los españoles todo lo que tenga por conveniente –luego matizó que sus exabruptos sólo iban dirigidos a la gente de derechas, con lo que la cosa quedó en un malentendido-, incluso de manifestarlo en público. Lo verdaderamente execrable en el comportamiento de Rubianes, y lo que le convierte en despreciable –imagino que, igual que nadie plantea objeciones a que el señor Rubianes desee que a los españoles (bueno, a los españoles de derechas) nos “exploten los cojones” (sic), tampoco deberá molestar que otros expresemos nuestro desdén por el personaje- es el contexto, de riesgo absolutamente nulo, en el que hizo sus manifestaciones. Porque, como por otra parte es habitual en estos provocadores de vía estrecha, el señor Rubianes no se subió a una estatua, digamos en Badajoz por poner un ejemplo, y empezó a escupir mierda. Lo hizo en el amoroso nidito que, para cuanto subnormal tenga alguna cuita con este país, preparan las televisiones autonómicas nacionalistas, acompañado por un público entregado y, por supuesto, por un presentador que le rió las gracias. Por cierto que el siniestro CAC despachó el triste suceso diciendo que, en efecto, las salidas de pata de banco de Rubianes y la babosa actitud del conductor del programa pudieron ser ofensivas para “algún segmento” de la audiencia (esto es, se colige que en Cataluña ya ha dejado de existir la vergüenza ajena, porque uno esperaría que semejante catarata de improperios resultara ofensiva no para “algún segmento”, sino para “casi toda” la audiencia, que sufraga con sus impuestos el espectáculo).

Pues bien, el comportamiento del señor Rubianes no solo no tiene consecuencias especialmente negativas para él –antes al contrario, una legión de tarados mentales, en Cataluña y fuera de ella, le encontrará ingenioso y hasta “audaz”- sino que se le recibe en Madrid como si fuera un director de prestigio. En el Madrid al frente de cuyo ayuntamiento se halla un político que dice pertenecer al partido que ampara a esos españoles que no tienen quien les defienda, y que ahora afirma –el político- no saber quien es Rubianes ni cuáles fueron los hechos.

La dirección del Teatro Español, algo así como un implante de valientes progres que, no obstante su manía hacia todo lo que la derecha española es y significa, no tienen inconveniente en aceptar gabelas y cargos, se conoce que con el noble fin de humanizar un poco a la bestia, dice que ellos aceptan los montajes por su calidad artística, con total independencia de las opiniones de los directores. Bonito, sí señor. Y muy noble.

Lástima que sea mentira.

Porque ni el Teatro Español, ni absolutamente ningún otro de la red pública española nacional, autonómica o local estaría dispuesto a estrenar una obra a un autor que, en una televisión autonómica hubiera deseado que “les exploten los cojones a estos (catalanes, vascos, musulmanes, homosexuales, inmigrantes, socialistas..., y un largo etcétera)”. De entrada, por supuesto, la hipótesis peca de irrealista, porque si eso hubiese sucedido el presentador se hubiese puesto verde y la cadena de marras hubiese emitido mil y un comunicados intentando echar tierra sobre el asunto. Lo que el Teatro Español, como todos los sufragados con dinero público, está dispuesto a admitir es cualquier pensamiento “heterodoxo” a condición de que sea correcto. Las patologías de otro signo, normalmente, se las ha de pagar el que hace gala de ellas. Eso las que no suponen una muy justificada muerte social.

Pero Rubianes y los que son como él tienen suerte. Suerte de vivir en una España en la que pueden disfrutar del apoyo de los propios y de los inmensos complejos de los ajenos. Sinceramente, y a no ser que su comportamiento cambie mucho, le desaconsejaría a Rubianes que emigrara. En ningún país le puede ir tan bien como en esta “puta España”- que pruebe a cagarse, ante las respectivas audiencias, en los Estados Unidos, en Francia, en Inglaterra, en Italia... o, por supuesto, en la Cataluña sagrada y mítica-. Él dice que sólo se refiere a la España de derechas, y con esto demuestra lo corto que es. Porque es ésta, y no otra derecha, la que representa para él el mejor de los mundos.

No sé cuáles eran los méritos de Pepe Rubianes antes de su intervención en TV3. Pero que no le quepa duda de que fue esa actuación y no otra la que le convirtió en estrella para el tipo de derecha que gobierna en el Ayuntamiento de Madrid. La que le convirtió en objeto de deseo y en prueba viviente de cosmopolitismo. En realidad, se quedó corto, porque imagino que, de haber sido un poquito más grosero, le hubieran ofrecido la dirección de algún teatro municipal. Por supuesto, ni Rubianes ni los que son como él pagarán jamás con la misma moneda.

Alberto Ruiz Gallardón ha dicho ya que él quiere representar un tipo de derecha fronteriza con la izquierda. Falso. Lo que quiere es representar un tipo de derecha que a la izquierda le resulte aceptable. Una derecha a la que no comparen con ETA con desventaja (Boris Izaguirre dixit). Una derecha de la que no se rían en Cuatro. Una derecha a la que él no tenga complejo de pertenecer.

No digo que los complejos del alcalde no estén justificados porque, al fin y al cabo, él es perfectamente consciente del tipo de derecha al que verdaderamente pertenece. Pero creo que sus consejeros deberían recomendarle que, si tiene problemas, se los trate de otra manera. Deberían decirle, entre otras cosas, que el intento es vano. La izquierda nunca le concederá un certificado de homologación. Tan solo le van a usar como proyectil contra la “otra” derecha, la mala, la horrible, la que no les da trabajo (en realidad, la que les da menos trabajo). Si, un buen día, no hubiera otra derecha de la que reírse, no le quepa la menor duda, señor Alcalde, de que se reirían de usted. Hoy por hoy, es usted más útil donde está y haciendo lo que hace.

Rubianes cobrará su cheque y se volverá a TV3, a desearle a usted que le exploten los cojones, entre las risas de un público entregado y los ríos de baba de un presentador sectario.