FERBLOG

domingo, agosto 27, 2006

DEMOSTRADO: LO DEL EUROPEÍSMO TAMBIÉN ERA MENTIRA

La Comisión Europea acaba de poner en evidencia los manejos del gobierno socialista español para intentar evitar lo que, en buena lógica, no debería encontrar obstáculos en un mercado que se dice único: la adquisición de una empresa por otra. Obstáculos que se ponen –por más que se intente disimular- bajo el inaceptable pretexto de que la potencial adquirente no es de la misma nacionalidad que la potencial adquirida. En sentido contrario, y de manera igualmente inaceptable, se espolea a otra empresa, esta vez de nacionalidad española, para que absorba otra, en nombre de un deseable “campeón nacional”. Impresentable, de principio a fin o, como mínimo, del todo incompatible con los tratados solemnemente suscritos por España.

Es verdad que el gobierno español dista de estar solo en el campo de los que intentan hacer trampas. De hecho, ese campo parece más nutrido que el de los que no las hacen. Pero, por si hiciera falta, la evidencia de que hay gente que se conduce conforme a las reglas hace insostenible emplear este dato como justificación.

Con todo, lo que más me interesa de este asunto es que pone en evidencia la última gran mentira: el supuesto europeísmo de los socialistas. El penúltimo hito en una historia que ya es larga.

En general, el devenir histórico de la izquierda española y europea puede ser descrito como un continuo desdecirse de todo sin admitir, jamás, que se está uno desdiciendo. Construida desde inicio sobre un colosal error intelectual, el marxismo, prontamente abandonado por algunos, la necesidad de ir retirándose continuamente, la derrota en todos los debates, ha ido disimulándose con una continua toma de nuevas banderas. Todo antes de admitir que, en realidad, no hay nada detrás, que hace muchos años que algunos debieron irse a su casa, pedir perdón y a otra cosa.

La bandera europeísta ha sido, ya digo, la última. Mientras que la derecha representaría un europeísmo mezquino, un europeísmo “económico” y, en fin, sería la abogada de una Europa intergubernamental, una suma de estados, la izquierda es, por supuesto, el europeísmo “de verdad”, el europeísmo generoso, el europeísmo “social”, el afán de una Europa que “existe” con independencia de los estados, un ente supranacional. Ya se sabe, toda la retórica hueca que ha conducido, entre otras cosas, al más que merecido fracaso de la mal llamada constitución de la que ya nadie habla.

Pues bien, a la hora de la verdad, hay que ser muy cínico para afirmar que la izquierda es europeísta, si es que el europeísmo ha de demostrarse con hechos (supongamos que la izquierda tuviera, por una vez, que demostrar algo en absoluto). Muy en su línea, el socialismo promueve una Europa ideal, mientras pone trabas a la única Europa realmente existente y, dicho sea de paso, la más útil para los ciudadanos europeos: la que les autoriza a concurrir en igualdad de condiciones con los nacionales en cualquier lugar de la Unión.

Como de costumbre, tampoco aspira uno a que la izquierda se autoflagele. Basta con que dejen de mirar a los demás por encima del hombro. Aunque de la desvergüenza acostumbrada cabe esperar todo, no creo que se les ocurra montar su próxima campaña bajo el lema “los primeros en Europa” (en realidad, hoy por hoy, me imagino que el eslogan con más visos es el de “no votes al PP” que, al fin y al cabo, es en lo único que están de acuerdo todos).

El votante socialista ya sabe, a poco que observe, que la izquierda no trae más igualdad, no trae mejor gestión, no trae más libertad y no suele traer más progreso. Ahora sabe que tampoco trae ninguna profundización real en la construcción europea, sino más bien lo contrario.

Bien es verdad que todo votante socialista sabe que a la izquierda se la juzga por sus intenciones, nunca por sus hechos. Así que es posible que también esto le dé igual.