OTRO REFERENTE CAÍDO
Conmoción en el mundo de la cultura alemana, de la socialdemocracia y, por extensión, de la izquierda europea. Uno de los iconos, de los referentes morales de media Europa, Günther Grass, resulta haber sido, en su temprana juventud, miembro de las Waffen SS.
No hay en ello nada extraordinario. Grass era, en los años más oscuros de la historia de Alemania, poco más que un crío. Y no creo que nadie esté en posición de juzgarle. No, al menos, con facilidad. Hay que ponerse en la piel de aquellos a los que le tocó vivir en aquellas circunstancias y preguntarnos a nosotros mismos qué hubiéramos hecho. Es recurrente, por otra parte, que, de cuando en cuando, surjan revelaciones “impactantes” sobre el pasado de tal o cual personalidad germanoparlante. Desde Kart Waldheim a Von Karajan, pasando por el propio Joseph Ratzinger. Es evidente que los casos son distintos. No todos tenían, ni mucho menos, la misma edad, ni las mismas posibilidades. Algunos, ya digo, apenas eran niños, otros frisaban la edad adulta, otros fueron entusiastas.
Todo el mundo sabe, por otra parte, que la “desnazificación” fue un sarampión pasajero. Por la sencilla razón de que no se puede prescindir de todo y de todos. Si todos los alemanes que hubiesen tenido remotamente algo que ver con el nazismo hubiesen sido preteridos de por vida de un mínimo protagonismo social, es de suponer que la república federal no hubiese podido nacer jamás.
Personalmente, y sin salir de España, conozco casos de adhesión entusiasta a uno u otro bando por razones tan dignas de comprensión como las de salvar el pellejo, propio o de un cercano.
O sea que, hasta aquí, todo normal o, al menos, todo comprensible. Lo que no lo es tanto es el empeño del señor Grass en ocultarlo prácticamente hasta anteayer. Dicho sea de paso es, además, pasmoso que lo consiguiera porque es evidente que Günther Grass no es ningún anónimo Herr Schmitt cuyo pasado le importe una higa a todo el mundo. Se conoce que su aura de respetabilidad era tan amplia que a nadie se le ocurrió, jamás, ir a hurgar en sus miserias. Pero incluso esto sería disculpable, sí. Al fin y al cabo, a nadie tiene por qué pedírsele que vaya aireando sus vergüenzas por ahí, ni proclamando haber sido nazi.
Pero es que el señor Grass, como tantos otros, aceptó sin empacho el papel de nuevo azote de Dios. El del intelectual incorruptible y, por supuesto, de izquierdas (perdón por el pleonasmo) siempre dispuesto a hacer frente a los totalitarios –de un lado, se entiende- (inciso: aburre recordarlo, pero si el señor Grass hubiese sido militante del Partido Comunista de cualquier dictadura del mundo, nunca se hubiera molestado en ocultarlo, porque nadie, al menos “nadie” del mundo que al señor Grass interesa, se lo hubiera afeado). Grass pasa a engrosar, por tanto, la inmensa lista de contradicciones, la historia de la gran mentira. Lo que ya tiene visos de ser la mayor impostura de todos los tiempos. Bienvenido, señor Grass –referente moral del Occidente en lengua alemana- al mundo de la más frívola gauche divine, de los comunistas millonarios y de los columnistas que, bien oculto su propio pasado bajo la alfombra, fustigan sin piedad a los que, por la razón que sea, no tienen o no quieren tener una coartada.
En los periódicos se plantea la cuestión de si, de haberse conocido esta circunstancia, le hubiese sido concedido el Nobel. La respuesta es, creo, que depende. Los que dicen que, a buen seguro, la Academia Sueca le hubiera rechazado, tienen buenas razones. Se basan en la vergonzante politización de un premio que no tiene necesariamente que ver con la literatura (lo que no obsta para que lo ostenten excelentes escritores, entre ellos el propio Grass, que lo es sin ningún género de dudas) y que, por añadidura, es canónicamente progre (es decir, fascistas no, estalinistas sí).
Personalmente creo, que de haberse hecho público este “problemilla” a su debido tiempo, hubiese sido más que compensado por la intachable trayectoria correcta del señor Grass. Nada indica que los severos jueces de la progresía sean del todo incapaces de aceptar la fe del converso, a condición de que este predique con especial celo. Grass no llegó, claro, a hacer un viaje tan espectacular como otros, pero todo apunta a que sus méritos hubiesen sido más que suficientes.
Lo que hubiese sido de todo punto intolerable y, desde luego, le hubiera privado del Nobel es que, tras la guerra, Grass se hubiera instalado en una militancia errónea, o en ninguna militancia en absoluto. Que se hubiese limitado a ser el maravilloso escritor que ha sido, pero sin la menor intención de expiar nada. Que, como un Miguel Delibes cualquiera, se hubiese abstenido de tener, en rigor, una vida pública –cosa que, me temo, le privará del premio Nobel al que, por méritos literarios, bien podría optar-.
En resumen, Grass podría, simplemente, y con razón, haberse autoabsuelto como se autoabsolvió la sociedad alemana en su conjunto. Tras entender y admitir el error, sentirse libre para empezar de nuevo.
No hay en ello nada extraordinario. Grass era, en los años más oscuros de la historia de Alemania, poco más que un crío. Y no creo que nadie esté en posición de juzgarle. No, al menos, con facilidad. Hay que ponerse en la piel de aquellos a los que le tocó vivir en aquellas circunstancias y preguntarnos a nosotros mismos qué hubiéramos hecho. Es recurrente, por otra parte, que, de cuando en cuando, surjan revelaciones “impactantes” sobre el pasado de tal o cual personalidad germanoparlante. Desde Kart Waldheim a Von Karajan, pasando por el propio Joseph Ratzinger. Es evidente que los casos son distintos. No todos tenían, ni mucho menos, la misma edad, ni las mismas posibilidades. Algunos, ya digo, apenas eran niños, otros frisaban la edad adulta, otros fueron entusiastas.
Todo el mundo sabe, por otra parte, que la “desnazificación” fue un sarampión pasajero. Por la sencilla razón de que no se puede prescindir de todo y de todos. Si todos los alemanes que hubiesen tenido remotamente algo que ver con el nazismo hubiesen sido preteridos de por vida de un mínimo protagonismo social, es de suponer que la república federal no hubiese podido nacer jamás.
Personalmente, y sin salir de España, conozco casos de adhesión entusiasta a uno u otro bando por razones tan dignas de comprensión como las de salvar el pellejo, propio o de un cercano.
O sea que, hasta aquí, todo normal o, al menos, todo comprensible. Lo que no lo es tanto es el empeño del señor Grass en ocultarlo prácticamente hasta anteayer. Dicho sea de paso es, además, pasmoso que lo consiguiera porque es evidente que Günther Grass no es ningún anónimo Herr Schmitt cuyo pasado le importe una higa a todo el mundo. Se conoce que su aura de respetabilidad era tan amplia que a nadie se le ocurrió, jamás, ir a hurgar en sus miserias. Pero incluso esto sería disculpable, sí. Al fin y al cabo, a nadie tiene por qué pedírsele que vaya aireando sus vergüenzas por ahí, ni proclamando haber sido nazi.
Pero es que el señor Grass, como tantos otros, aceptó sin empacho el papel de nuevo azote de Dios. El del intelectual incorruptible y, por supuesto, de izquierdas (perdón por el pleonasmo) siempre dispuesto a hacer frente a los totalitarios –de un lado, se entiende- (inciso: aburre recordarlo, pero si el señor Grass hubiese sido militante del Partido Comunista de cualquier dictadura del mundo, nunca se hubiera molestado en ocultarlo, porque nadie, al menos “nadie” del mundo que al señor Grass interesa, se lo hubiera afeado). Grass pasa a engrosar, por tanto, la inmensa lista de contradicciones, la historia de la gran mentira. Lo que ya tiene visos de ser la mayor impostura de todos los tiempos. Bienvenido, señor Grass –referente moral del Occidente en lengua alemana- al mundo de la más frívola gauche divine, de los comunistas millonarios y de los columnistas que, bien oculto su propio pasado bajo la alfombra, fustigan sin piedad a los que, por la razón que sea, no tienen o no quieren tener una coartada.
En los periódicos se plantea la cuestión de si, de haberse conocido esta circunstancia, le hubiese sido concedido el Nobel. La respuesta es, creo, que depende. Los que dicen que, a buen seguro, la Academia Sueca le hubiera rechazado, tienen buenas razones. Se basan en la vergonzante politización de un premio que no tiene necesariamente que ver con la literatura (lo que no obsta para que lo ostenten excelentes escritores, entre ellos el propio Grass, que lo es sin ningún género de dudas) y que, por añadidura, es canónicamente progre (es decir, fascistas no, estalinistas sí).
Personalmente creo, que de haberse hecho público este “problemilla” a su debido tiempo, hubiese sido más que compensado por la intachable trayectoria correcta del señor Grass. Nada indica que los severos jueces de la progresía sean del todo incapaces de aceptar la fe del converso, a condición de que este predique con especial celo. Grass no llegó, claro, a hacer un viaje tan espectacular como otros, pero todo apunta a que sus méritos hubiesen sido más que suficientes.
Lo que hubiese sido de todo punto intolerable y, desde luego, le hubiera privado del Nobel es que, tras la guerra, Grass se hubiera instalado en una militancia errónea, o en ninguna militancia en absoluto. Que se hubiese limitado a ser el maravilloso escritor que ha sido, pero sin la menor intención de expiar nada. Que, como un Miguel Delibes cualquiera, se hubiese abstenido de tener, en rigor, una vida pública –cosa que, me temo, le privará del premio Nobel al que, por méritos literarios, bien podría optar-.
En resumen, Grass podría, simplemente, y con razón, haberse autoabsuelto como se autoabsolvió la sociedad alemana en su conjunto. Tras entender y admitir el error, sentirse libre para empezar de nuevo.
4 Comments:
Esto es un insulto a miles de alemanes que fueron movilizados obligatoriamente para participar en la Wehrmacht. O sea, en el ejército. Como Ratzinger. Como cientos de miles de alemanes.
Pero esos alemanes jamás pertenecieron a las juventudes nazis, jamás militaron en el partido nazi. Por eso, aunque hubieran querido, no hubieran sido admitidos jamás en las WAFFEN SS, ese cuerpo de élite criminal-delator al que se accedía previa solicitud y tras demostrar la fidelidad a la causa.
Que compare usted a esos alemanes con el SS Grass -que llega a vomitar que anduvo por ahí buscando contraer una hepatitis para no ejercer aquello a lo que voluntariamente se había apuntado- es, sencillamente, deleznable.
¿Acaso es lo mismo cualquier español que luchó en el bando republicano durante la GC que los chequistas? ¿A qué no?
Pues eso.
By Anónimo, at 3:08 p. m.
Se me ponga la camiseta del Che un año y cante tres veces La Internacional.
Ego te absolvo, pecatis tuis...
By Anónimo, at 7:20 p. m.
Es verosímil que la posibilidad de recibir un premio Nobel enturbiase su memoria, sí. Es triste llegar a viejo.
By Anónimo, at 2:54 p. m.
Hola de nuevo;
Yo tengo entendido que el Sr. Grass tenía más bien poco amor al bloque soviético y así es de suponer que menos aún a lo que se dice "estalinismo", pero bueno... A mi me cae bien y todo eso y si la circunstancia que acabo de apuntar es cierta no sé a qué tanta crítica hacia su persona; bien es cierto que tal crítica se puede enunciar en general, hay mucho hipócrita por el mundo, pero en estos, en ésos términos casi parece que debería ir destinada a una suerte de revolucionario o cuando menos "comunista" (creo que, por ejemplo, Breznev, era todo lo contrario a un revolucionario y así la inmensa mayoría de sus compañeros) y no a alguien a quien se califica de "socialdemócrata". Es decir que no creo ver en su persona tanta hipocresía respecto de los totalitarismos pues criticó el que había -comunismo, "socialismo real"- , luego ya si por ser un "progre" ha de ser pobre pues es un tema en el que no entro y si por no serlo se es hipócrita casi que me subo la manta -y esto en verano- y me pongo a dormir.
Creo asimismo que los premios a Pasternak y Soljenitsin tenían algo de políticos, por mucho que como Grass los pudieran merecer, se ve que pasa como con las víctimas del terrorismo, que unas lo son más que otras, si son, claro, de las "nuestras".
¿Por qué todos los "liberales" españoles son de derechas? o ¿por qué toda la derecha española quiere convencernos, ahora, de que es liberal?; ¿es esto un pleonasmo?, ¿hacen las comillas, de la primera pregunta, que ésta lo sea?
Un saludo
[Tengo mis dudas sobre el subscriptor de este blog que sí podría ser liberal. Sobre el PP no tengo ni la menor duda]
By Fritz, at 4:05 a. m.
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