FERBLOG

jueves, julio 20, 2006

(OTRA VEZ) FUERA DE JUEGO

El espectáculo que se está desarrollando en el Líbano y en el norte de Israel merece el calificativo de espeluznante. Al impacto que provocan las imágenes de sufrimiento y destrucción se suma el pesimismo que provocan, por la evidencia de ese ritornello perpetuo a la violencia que parece aquejar al Oriente Próximo, donde los períodos de guerra fría –no puede, en rigor, hablarse de paz, ni siquiera en sentido zapateril- son anecdóticos por comparación con aquellos en los que las hostilidades están totalmente abiertas.

Israel está cometiendo, además, errores y abusos. Errores tanto en el terreno militar como en el diplomático y de la imagen. El país está malgastando los de por sí magros créditos que le había proporcionado la retirada de Gaza, por supuesto nunca reconocida y agradecida suficientemente, pero que sí había contribuido a aplacar algo el antisemitismo de algunos gobiernos de la Europa Occidental, siempre tan prestos a loar cualquier concesión de la alegre muchachada terrorista, pero muy reacios a valorar y elogiar las contribuciones israelíes –por lo común, las únicas tangibles-.

No es excusa, por otra parte, la brutalidad y el salvajismo de la otra parte, porque no son comparables. Hay lujos que Israel no se puede permitir. Israel es una democracia y, por eso mismo, está constreñido por restricciones morales que no afectan, claro, a las repugnantes dictaduras que lo rodean. La diferencia implica sus costes, y la superioridad en el plano de los valores hay que demostrarla.

Dicho todo lo anterior, el derecho a la defensa asiste a Israel. Primero, porque se lo otorga el derecho internacional –que sólo parece válido cuando se reclama su cumplimiento del estado hebreo, por lo visto- y segundo porque, hasta el momento, es la única parte que da visos reales de estar comprometida con una solución, que necesariamente habrá de ser parcial e imperfecta, al conflicto. Nada de lo que ocurre estaría sucediendo si Siria e Irán se condujesen como estados respetuosos, de entrada con la soberanía del Líbano –convertido en una cómoda plataforma de lanzamiento de misiles y en un verdadero escudo protector para los auténticos responsables-, probablemente, tampoco si Irán, en particular, no estuviese metido en una crisis provocada por ellos mismos y por el iluminado que les acaudilla, a cuenta de las pruebas nucleares, con evidentes necesidades de distraer la atención.

De todo ello son conscientes las cancillerías de las democracias occidentales. Dado que los Estados Unidos resultarán siempre sospechosos de connivencia con Israel, ahí está la mesura de los estados europeos, alguno de los cuales está ofreciendo sus buenos oficios como intermediario. Tampoco la propia Unión se atreve a dar pasos de los que podría arrepentirse. Todos saben que lo que se predica de Israel por parte de los antisemitas –que los créditos del sufrimiento son agotables (véase la despreciable viñeta de Romeu, hoy, en El País)- es perfectamente aplicable a quienes, una y otra vez, rechazan cualquier oportunidad de mejorar la situación de sus pueblos. Parece que se empieza a admitir que la razón pueda estar, como mínimo, repartida.

La excepción es, cómo no, el pilar europeo del eje Caracas-La Habana. En otro acto estupidez infinita, Rodríguez Zapatero se colocaba al cuello ayer mismo un pañuelo palestino, rompiendo cualquier asomo de neutralidad y haciéndose acreedor a los parabienes ¡de Hezbolah! Moratinos debería dimitir, porque semejante jefe hace del todo imposible la de por sí complicada tarea de un ministro de exteriores.

En este asunto, como en tantos otros, Rodríguez se revela absolutamente incapaz de pensar a más de unos meses vista. Naturalmente, a él, el destino del pueblo palestino le inquieta, más o menos, lo mismo que el del saharahui. Solo que en este caso no tiene ningún motivo particular para desconectarse de la corriente de simpatía que, en España, disfruta ese pueblo. Populista como es, se anuda el pañuelo al cuello en otro de sus infinitos guiños, de sus gestos de cara a la galería. El presidente de la “pa” y el buen rollo.

Paz y buen rollo. A eso se reduce la estrategia diplomática del gobierno socialista. Poco importa que España sea, cada día más, un verdadero outsider. Y lo grave es que a ello contribuyen los voceros de la causa. Ayer mismo, Cuatro abría su telediario propalando la imbecilidad presidencial de ligar este conflicto con la guerra de Irak. ¿Es que la miopía anti-PP puede llegar a extremos tales de poner en riesgo los negocios futuros del patrón? Porque hora es ya de que algunos asuman que, cuando España se quema, algo suyo se quema... señor Polanco.

Algunos deberían ser conscientes de que el del pañuelo es un tipo peligroso. Suficientemente malo y listo como para reventar el presente, pero demasiado tonto como para preocuparse por el futuro.