FERBLOG

miércoles, septiembre 20, 2006

LA MARCHA DEL PENÚLTIMO BARÓN

Dice que se va. Y habrá que creerle, digo yo. En sí mismo es una buena noticia porque, como mínimo, facilitará un cambio de estilo aunque sigan gobernando los mismos, y puede que haga más sencilla una alternancia. Por otra parte, y lamentablemente, no puede decirse que los problemas de salud de Juan Carlos Rodríguez Ibarra sean ningún invento. Son muy reales, y ojalá el paso a una vida más tranquila sirva para que no vayan a más.

No parece nada bueno que una misma persona ejerza más de veinte años un cargo de tanta enjundia como el de presidente de una comunidad autónoma. El proceso de acoplamiento que se da entre culo y sillón tiende a convertirlos en cuerpo único, y luego cuesta un mundo separarlos. No estoy seguro de que, como piden algunos, una limitación de mandatos por ley cuadre a la esencia de nuestro sistema que, al fin y al cabo, es parlamentario. Pero sí creo que debía implantarse como uso, como buena costumbre, la retirada voluntaria al cabo de ocho años, si no existen razones que aconsejen continuar –no parece muy elegante hacer mutis por el foro en mitad de la tormenta, por ejemplo.

No creo que haya sido un buen gobernante para Extremadura. En realidad, lo que no creo es que el socialismo tenga respuestas para Extremadura –en el fondo no creo que tenga respuestas para casi nada, la verdad-. Sería una necedad negar que la hermosa región occidental ha progresado, y mucho, desde que accedió a la autonomía. Pero, en primer lugar, contra lo que piensan los políticos, el desarrollo no suele deberse solo a su venturosa presencia y, segundo, no ha habido una mejora palpable en términos relativos. Extremadura sigue primera por la cola en casi todos los índices de desarrollo.

Justo es reconocer que el reto no debe minimizarse. La tarea no es fácil, porque Extremadura no es ninguna Arcadia mal explotada. Los desequilibrios regionales –a menudo causados por el capricho gubernamental, que prima unas zonas en detrimento de otras- son difíciles de corregir. Las oportunidades no llueven del cielo y lo cierto es que Cáceres y Badajoz quedan lejos de casi todo, como capítulo más señalado del más amplio problema del Poniente español.

Pero, difícil como es, el reto del progreso no encuentra, por lo común, buena solución en la demagogia izquierdista. Es conocido que, si la izquierda hace poco por el mundo en general, suele hacer menos aún por los que menos tienen. Más que producir progreso, lo que proporciona son coartadas para explicar que no lo hay y echarle la culpa a alguien. El discurso reivindicativo algún fundamento tiene, la verdad, porque los gobiernos de España no nacieron ayer y llevan tiempo haciendo y deshaciendo como para que sea pertinente pedirles explicaciones acerca de por qué a unos sí y a otros no. Pero no basta con eso. No basta con gestos efectistas, ni con la creación de impuestos extemporáneos que lleven a la gente a ver en su gobierno autónomo una suerte de Robin de los Bosques.

Los extremeños deberían aprovechar para sacudirse la inercia y dar una oportunidad a otras formas de hacer las cosas que, quizá, sea también una manera de darse una oportunidad a sí mismos.

Pero la salida del lenguaraz Rodríguez Ibarra se está leyendo también como la caída del penúltimo contestatario. Repasando la historia, los cronistas dan cuenta de cómo el otro Rodríguez, el monclovita, ha ido eliminando poco a poco las notas discordes, cada una en su estilo: Redondo, Vázquez, Terreros, Bono, Maragall... Todos los que, por unas razones u otras, ponían palos en las ruedas de los designios del líder han ido hallando acomodos poco molestos o, lisa y llanamente, están en casa. El Comité Federal es ahora una auténtica comunión en los principios que dieron vida a la cruzada antifascista.

Se lamentan algunos de que los bastiones de un cierto socialismo hayan ido cayendo. Ibarra y compañía representaban algo así como el muro de contención de la marea zapaterista, de un socialismo irreconocible, carente por completo de principios y sentido común.

Aunque reconozco que, en ocasiones, yo mismo piqué de ingenuo, creo que no hay nada de qué lamentarse, porque me temo que esos bastiones nunca fueron tales. Protestones, bocazas, sí, pero, a la hora de la verdad, disciplinados como el primero. El bochornoso espectáculo de la tramitación del estatuto de Cataluña, verdadera exhibición de desvergüenza por parte de algunos que se postulaban como reserva espiritual del socialismo dio la medida de lo que cabía esperar. Si alguna vez se abrigó –confieso que así fue, por lo menos en mi caso- la esperanza de una reforma desde dentro, creo que nunca fue una esperanza fundada. El Partido va antes de todo, Patria y libertades incluidas.

Comprendo que haya quien se niegue a aceptarlo, pero me temo que es un empeño vano. El socialismo zapateril es el único realmente existente, y quien se quiera socialista de otro se quiere partícipe de una quimera. Ni Rodríguez Ibarra, ni Bono ni nadie. El Partido Socialista que estamos esperando no existe. No está ni se le espera.

En cuanto al todavía Presidente de la Junta de Extremadura, solo queda darle la enhorabuena por su sabia decisión. Agradecerle, lo que se dice agradecerle... que nos haya entretenido con alguna voz discorde. Insuficiente para aliviarle de su responsabilidad, me temo.