SEMANA ACIAGA
O mucho me equivoco, o esta semana que termina ha tenido algo diferente. Cabría pensar que el recrudecimiento de la tensión política en una legislatura que, por lo demás, viene siendo bastante bronca tiene que ver solo con la nada desdeñable circunstancia de que abrimos un curso electoral, el que nos conduce al último domingo de mayo de 2007, con unos comicios municipales y autonómicos cuyo resultado, importante por sí mismo, puede determinar también si se anticipan o no las elecciones generales – porque es harto probable que, si las urnas le regalan, por fin, a ZP, una victoria que no pueda calificarse de raquítica, el presidente nos haga la merced de ahorrarnos los meses postreros de un mandato cuyos argumentos están todos más que desplegados.
Pero tengo para mí que eso no es suficiente. Hay algo más. Esta ha sido la semana de la decantación definitiva de las posiciones. Todos los actores políticos y mediáticos han tomado partido y parecen anunciar que la lucha no va a conocer cuartel. La ofensiva abierta del diario El Mundo ya no deja lugar a dudas: si existió un período de gracia para el Presidente del Gobierno, ese período ha concluido. Pero lo más llamativo de todo ha sido, claramente, la bajada a la arena del caballero blanco del socialismo. Ofendida, la dama ha clamado y su campeón ha acudido raudo. El diario El País hace suyas –por si cupieran dudas- las afrentas al Partido y al Gobierno con el que forma ya un todo indistinguible, una amalgama de intereses mezclados hasta volverse inseparables. Socialismo y polanquismo comparten suerte y, por tanto, aparecen litisconsorciados en esta causa.
A muchos llama la atención que la antaño venerable cabecera madrileña, el ABC, aparezca del lado en el que a priori no se le esperaba. Al fin y al cabo, poco tiene de raro. Por si no bastaran todos los elementos anteriores para dar un inconfundible aire de déja vu a todo esto, un perfume claramente tardofelipista, ahí está el tancredismo del ABC. El mismo que practicaron con los GAL, cuando decidieron que ellos de cosas de dinero sí hablaban –salvo cuando afectaran a ciertas instancias (¿alguien se acuerda de aquella hilarante expresión de la “trifulca entre financieros” para aludir a los rifirrafes entre Javier de la Rosa y quien, al fin y al cabo, no era más que un testaferro de alguien mucho más importante?)-, pero que su “sentido del Estado” les impedía mancillar el honor de las instituciones.
Paradojas de la vida, aquí el único que no termina de definirse, perdido en sus tribulaciones, es el principal partido de la oposición, tan dividido, me temo, como la derecha mediática (permítaseme que utilice esta noción para agrupar el conglomerado de todo lo diferente a El País y los dos periódicos catalanes de importancia nacional).
Como trasfondo, el 11M. Siempre el 11M. El pecado original de la legislatura. Unas palabras sobre este asunto... pese a que es un charco en el que preferiría no meterme. Pero es inevitable, toda vez que parece que se va convirtiendo en el mismo eje de la política española.
No he seguido con detalle las polémicas acerca de las pruebas, los indicios y la evolución del sumario. No sé si Luis del Pino y Fernando Múgica ven lo que quieren ver, simplemente deliran o qué. Y por esto mismo creo, modestamente, representar a un porcentaje significativo de la población española. Hay mucha gente que cree, creemos, que las acusaciones sin pruebas, sobre todo en este terreno, se convierten en infamias y que, en tanto no se disponga de pruebas en contra, lo que es de dominio público, y en los términos que se ha hecho público es lo único que sabemos. Y esto se reduce a que una serie de individuos volaron los trenes con los consiguientes efectos.
Eso es todo lo que podemos decir sobre lo que conocemos. Pero eso mismo llama la atención sobre lo que no conocemos que es, básicamente, quién ordenó y planificó esos atentados. No creo que sea irrazonable exigir que la investigación continúe hasta que eso se sepa, asumiendo que puede ocurrir que no se sepa nunca. Por lo mismo, no parece muy sensato, ni muy decente, afirmar que “ya se sabe todo”, porque es obvio que no es así, y mucho menos sugerir que se abandonen los esfuerzos o se permita que el asunto quede en el olvido.
Pero es que, además, se da un montón de circunstancias que no parecen invitar a la tranquilidad como, por ejemplo (y cito de memoria y sin ánimo de exhaustividad): parece evidente que la custodia de pruebas esenciales para el sumario no fue todo lo diligente que hubiera debido ser, pese a la gravedad del asunto; el crimen se urde y materializa en un ambiente literalmente trufado de confidentes de la policía; los autores materiales del atentado mueren todos en una operación policial que, según cuentan, no se ajustó en exceso a los protocolos habituales de los GEO (y en la que esta unidad pierde un policía, por primera vez en su historia); se reconoce que existen informes policiales sobre una posible conexión con ETA que, por lo visto, descartan tal cosa, pero, vaya usted a saber por qué, nadie quiso hacer referencia a ellos; se reconoce que, a estas alturas, no es posible conocer con certeza cuál fue el explosivo utilizado, pese a que, de nuevo, según dicen, tal cosa es detectable con microgamos de sustancia; y, sobre todo... el atentado cambia el Gobierno de España por otro mucho más favorable a las tesis de mucha gente que estaba muy incómoda con el anterior. Cuando digo “cambia el gobierno de España” no estoy afirmando que, sin mediar atentado, el señor Rajoy hubiese sido presidente del Gobierno, sino que fue el atentado lo que eliminó todas sus opciones. No estaba escrito, me temo, que las urnas del 14M fuesen a arrojar una incontestable mayoría absoluta para el PP, pero parece evidente que tampoco hubieran garantizado al PSOE, sin más, la opción de gobernar.
Buena parte de la ciudadanía –sin llegar a extremos “conspiranoicos”, como ahora se dice, con un desprecio un tanto insensato, por cierto- no ha saciado, ni mucho menos, sus ansias de saber sobre el asunto, percibe muchos aspectos grises y, sobre todo, percibe muy poco interés en otra parte por conocer. Y, casualmente, la parte que no parece querer saber nada se diferencia de la primera en una cosa: siendo el atentado igualmente trágico para todos, es evidente que sus tesis políticas se vieron favorecidas. Lo que he dicho no implica más que una mera concatenación de hechos, por supuesto, pero debería ser más que suficiente para generar una incomodidad tal en los ganadores de aquella elección como para extremar su celo investigador. Tanto más cuanto que, como han repetido hasta la saciedad, ellos no eran gobierno cuando el atentado se produjo.
Otra cuestión llamativa es que los socialistas actúan como si hubieran vuelto a nacer el 14 de marzo de 2004. Curiosamente, un partido político que no duda en invocar su historia cuando así le conviene, sufre de amnesia respecto a episodios recientes y, además, pretende que el resto del mundo también la sufra. Solo así puede explicarse que alguien pueda esperar que la presencia de Pérez Rubalcaba y otra gente por el estilo en todo lo relacionado con el 11M (empezando por las aciagas horas inmediatas) no active una desconfianza inevitable en quienes tienen algo de memoria y no han caído subyugados por el encanto del talante. No fiarse, conociendo a todos estos clásicos, tiene bastante de natural, la verdad.
Todo lo anterior viene, simplemente, a sustentar que, en mi opinión, El Mundo no está cometiendo ningún crimen de lesa patria. Ni siquiera cuando entrevista a personajes cuya catadura pudiera ser dudosa –quedando, por supuesto, a juicio de los lectores valorar esas declaraciones- y que, por cierto, no tienen por qué tener menos valor en sus palabras que algún convicto y confeso que goza de toda la estima de según que ambientes.
La reacción de El País el otro día, amén de estar plenamente en la línea de la casa, no se compadece para nada con la tesis oficial de que todo el que cuestiona la versión correcta, o alberga la menor duda sobre lo que sucedió el 11M (en los días posteriores no hay ninguna duda, se conoce) es un loco peligroso. ¿Ha hecho El País un favor al Gobierno que dice estar “harto” de la teoría de la conspiración?
Creo que la polémica solo ha servido para ahondar en las respectivas posiciones. Quiero decir: el ataque del diario gubernamental ha reforzado, probablemente, a los “conspiranoicos” en sus posiciones, creando una clara impresión de que el Gobierno está tocado y un aire de “ladran, luego cabalgamos” y, desde luego, habrá reforzado la convicción, extendida en su propia parroquia, de que los de enfrente, además de unos enajenados, son unos antidemócratas y poco menos que unos golpistas. La polarización de la sociedad española sobre este asunto es total, me temo.
¿Y el Partido Popular? El caso es que el diario ABC, arrimando al ascua su sardina de la confrontación con la COPE y El Mundo, ha denunciado otra conspiración (y van...). Esta vez se trataría de algo puramente intra-derecha. La derechona intratable, que tiene en FJL su ayatolá particular y en Ramírez su propio Cebrián querría provocar la caída de Rajoy por la vía de hacerle estrellarse contra un muro. La derecha exaltada querría ver cómo el gallego se desloma en los próximos comicios generales, y contra este tipo de gente le previene la derecha “buena”, o sea la moderna, la tolerante, la centrada, la de toda la vida, cuyos representantes son, el propio diario de Vocento en lo mediático y ¿no lo adivinan? Alberto Ruiz Gallardón en lo político. Piensan los analistas (es un decir) del diario monárquico, que la insistencia en el asunto del 11M no hace sino restar votos al Partido Popular, que queda desacreditado ante su electorado.
Es muy cierto, probablemente, que este asunto sirve para poner en evidencia que la derecha no está pasando por sus mejores momentos, pero convendría hacer dos puntualizaciones.
La primera es que, si de veras Pedro Jota y compañía creen lo que hacen y se creen lo que dicen, proseguir su investigación debería ser para ellos un imperativo moral. Por lo mismo, si alguien en el PP cree que no ya que hay cosas insuficientemente aclaradas –que esto está fuera de duda- sino que el Gobierno no es todo lo diligente que debiera en relación con el criminal atentado que segó la vida de más de 190 ciudadanos, debe actuar en consecuencia, pase lo que pase y sean cuales sean los impactos electorales. Por lo mismo, espero que, si algún día ese diario u otro investigador dispone de evidencias que contradigan o cuestionen – mediando pruebas, por supuesto- la versión conocida, lo haga público inmediatamente, porque Dios nos libre de los periodistas con “sentido del Estado”. Para decir que “no hay pruebas ni las habrá” ya están quienes todos ustedes saben.
Segundo. No está nada claro que esto tenga por qué dañar las expectativas electorales del PP. Lo que es seguro es que las daña mucho más el barrunto de que se trata de un partido que quiere hacerse grato a Pepe Rubianes. El ABC acierta al hablar de la necesidad de una derecha “diferente”, pero yerra muy gravemente cuando se autoproclama depositario de los valores que la inspiran. Si por algo sigue sin ser aceptable la derecha –o aceptable a regañadientes- me temo que es porque continúa pareciéndose demasiado al ABC, no por lo contrario.
Lo dicho. Terminó el verano...y algo más. Bienvenidos a la guerra.
Pero tengo para mí que eso no es suficiente. Hay algo más. Esta ha sido la semana de la decantación definitiva de las posiciones. Todos los actores políticos y mediáticos han tomado partido y parecen anunciar que la lucha no va a conocer cuartel. La ofensiva abierta del diario El Mundo ya no deja lugar a dudas: si existió un período de gracia para el Presidente del Gobierno, ese período ha concluido. Pero lo más llamativo de todo ha sido, claramente, la bajada a la arena del caballero blanco del socialismo. Ofendida, la dama ha clamado y su campeón ha acudido raudo. El diario El País hace suyas –por si cupieran dudas- las afrentas al Partido y al Gobierno con el que forma ya un todo indistinguible, una amalgama de intereses mezclados hasta volverse inseparables. Socialismo y polanquismo comparten suerte y, por tanto, aparecen litisconsorciados en esta causa.
A muchos llama la atención que la antaño venerable cabecera madrileña, el ABC, aparezca del lado en el que a priori no se le esperaba. Al fin y al cabo, poco tiene de raro. Por si no bastaran todos los elementos anteriores para dar un inconfundible aire de déja vu a todo esto, un perfume claramente tardofelipista, ahí está el tancredismo del ABC. El mismo que practicaron con los GAL, cuando decidieron que ellos de cosas de dinero sí hablaban –salvo cuando afectaran a ciertas instancias (¿alguien se acuerda de aquella hilarante expresión de la “trifulca entre financieros” para aludir a los rifirrafes entre Javier de la Rosa y quien, al fin y al cabo, no era más que un testaferro de alguien mucho más importante?)-, pero que su “sentido del Estado” les impedía mancillar el honor de las instituciones.
Paradojas de la vida, aquí el único que no termina de definirse, perdido en sus tribulaciones, es el principal partido de la oposición, tan dividido, me temo, como la derecha mediática (permítaseme que utilice esta noción para agrupar el conglomerado de todo lo diferente a El País y los dos periódicos catalanes de importancia nacional).
Como trasfondo, el 11M. Siempre el 11M. El pecado original de la legislatura. Unas palabras sobre este asunto... pese a que es un charco en el que preferiría no meterme. Pero es inevitable, toda vez que parece que se va convirtiendo en el mismo eje de la política española.
No he seguido con detalle las polémicas acerca de las pruebas, los indicios y la evolución del sumario. No sé si Luis del Pino y Fernando Múgica ven lo que quieren ver, simplemente deliran o qué. Y por esto mismo creo, modestamente, representar a un porcentaje significativo de la población española. Hay mucha gente que cree, creemos, que las acusaciones sin pruebas, sobre todo en este terreno, se convierten en infamias y que, en tanto no se disponga de pruebas en contra, lo que es de dominio público, y en los términos que se ha hecho público es lo único que sabemos. Y esto se reduce a que una serie de individuos volaron los trenes con los consiguientes efectos.
Eso es todo lo que podemos decir sobre lo que conocemos. Pero eso mismo llama la atención sobre lo que no conocemos que es, básicamente, quién ordenó y planificó esos atentados. No creo que sea irrazonable exigir que la investigación continúe hasta que eso se sepa, asumiendo que puede ocurrir que no se sepa nunca. Por lo mismo, no parece muy sensato, ni muy decente, afirmar que “ya se sabe todo”, porque es obvio que no es así, y mucho menos sugerir que se abandonen los esfuerzos o se permita que el asunto quede en el olvido.
Pero es que, además, se da un montón de circunstancias que no parecen invitar a la tranquilidad como, por ejemplo (y cito de memoria y sin ánimo de exhaustividad): parece evidente que la custodia de pruebas esenciales para el sumario no fue todo lo diligente que hubiera debido ser, pese a la gravedad del asunto; el crimen se urde y materializa en un ambiente literalmente trufado de confidentes de la policía; los autores materiales del atentado mueren todos en una operación policial que, según cuentan, no se ajustó en exceso a los protocolos habituales de los GEO (y en la que esta unidad pierde un policía, por primera vez en su historia); se reconoce que existen informes policiales sobre una posible conexión con ETA que, por lo visto, descartan tal cosa, pero, vaya usted a saber por qué, nadie quiso hacer referencia a ellos; se reconoce que, a estas alturas, no es posible conocer con certeza cuál fue el explosivo utilizado, pese a que, de nuevo, según dicen, tal cosa es detectable con microgamos de sustancia; y, sobre todo... el atentado cambia el Gobierno de España por otro mucho más favorable a las tesis de mucha gente que estaba muy incómoda con el anterior. Cuando digo “cambia el gobierno de España” no estoy afirmando que, sin mediar atentado, el señor Rajoy hubiese sido presidente del Gobierno, sino que fue el atentado lo que eliminó todas sus opciones. No estaba escrito, me temo, que las urnas del 14M fuesen a arrojar una incontestable mayoría absoluta para el PP, pero parece evidente que tampoco hubieran garantizado al PSOE, sin más, la opción de gobernar.
Buena parte de la ciudadanía –sin llegar a extremos “conspiranoicos”, como ahora se dice, con un desprecio un tanto insensato, por cierto- no ha saciado, ni mucho menos, sus ansias de saber sobre el asunto, percibe muchos aspectos grises y, sobre todo, percibe muy poco interés en otra parte por conocer. Y, casualmente, la parte que no parece querer saber nada se diferencia de la primera en una cosa: siendo el atentado igualmente trágico para todos, es evidente que sus tesis políticas se vieron favorecidas. Lo que he dicho no implica más que una mera concatenación de hechos, por supuesto, pero debería ser más que suficiente para generar una incomodidad tal en los ganadores de aquella elección como para extremar su celo investigador. Tanto más cuanto que, como han repetido hasta la saciedad, ellos no eran gobierno cuando el atentado se produjo.
Otra cuestión llamativa es que los socialistas actúan como si hubieran vuelto a nacer el 14 de marzo de 2004. Curiosamente, un partido político que no duda en invocar su historia cuando así le conviene, sufre de amnesia respecto a episodios recientes y, además, pretende que el resto del mundo también la sufra. Solo así puede explicarse que alguien pueda esperar que la presencia de Pérez Rubalcaba y otra gente por el estilo en todo lo relacionado con el 11M (empezando por las aciagas horas inmediatas) no active una desconfianza inevitable en quienes tienen algo de memoria y no han caído subyugados por el encanto del talante. No fiarse, conociendo a todos estos clásicos, tiene bastante de natural, la verdad.
Todo lo anterior viene, simplemente, a sustentar que, en mi opinión, El Mundo no está cometiendo ningún crimen de lesa patria. Ni siquiera cuando entrevista a personajes cuya catadura pudiera ser dudosa –quedando, por supuesto, a juicio de los lectores valorar esas declaraciones- y que, por cierto, no tienen por qué tener menos valor en sus palabras que algún convicto y confeso que goza de toda la estima de según que ambientes.
La reacción de El País el otro día, amén de estar plenamente en la línea de la casa, no se compadece para nada con la tesis oficial de que todo el que cuestiona la versión correcta, o alberga la menor duda sobre lo que sucedió el 11M (en los días posteriores no hay ninguna duda, se conoce) es un loco peligroso. ¿Ha hecho El País un favor al Gobierno que dice estar “harto” de la teoría de la conspiración?
Creo que la polémica solo ha servido para ahondar en las respectivas posiciones. Quiero decir: el ataque del diario gubernamental ha reforzado, probablemente, a los “conspiranoicos” en sus posiciones, creando una clara impresión de que el Gobierno está tocado y un aire de “ladran, luego cabalgamos” y, desde luego, habrá reforzado la convicción, extendida en su propia parroquia, de que los de enfrente, además de unos enajenados, son unos antidemócratas y poco menos que unos golpistas. La polarización de la sociedad española sobre este asunto es total, me temo.
¿Y el Partido Popular? El caso es que el diario ABC, arrimando al ascua su sardina de la confrontación con la COPE y El Mundo, ha denunciado otra conspiración (y van...). Esta vez se trataría de algo puramente intra-derecha. La derechona intratable, que tiene en FJL su ayatolá particular y en Ramírez su propio Cebrián querría provocar la caída de Rajoy por la vía de hacerle estrellarse contra un muro. La derecha exaltada querría ver cómo el gallego se desloma en los próximos comicios generales, y contra este tipo de gente le previene la derecha “buena”, o sea la moderna, la tolerante, la centrada, la de toda la vida, cuyos representantes son, el propio diario de Vocento en lo mediático y ¿no lo adivinan? Alberto Ruiz Gallardón en lo político. Piensan los analistas (es un decir) del diario monárquico, que la insistencia en el asunto del 11M no hace sino restar votos al Partido Popular, que queda desacreditado ante su electorado.
Es muy cierto, probablemente, que este asunto sirve para poner en evidencia que la derecha no está pasando por sus mejores momentos, pero convendría hacer dos puntualizaciones.
La primera es que, si de veras Pedro Jota y compañía creen lo que hacen y se creen lo que dicen, proseguir su investigación debería ser para ellos un imperativo moral. Por lo mismo, si alguien en el PP cree que no ya que hay cosas insuficientemente aclaradas –que esto está fuera de duda- sino que el Gobierno no es todo lo diligente que debiera en relación con el criminal atentado que segó la vida de más de 190 ciudadanos, debe actuar en consecuencia, pase lo que pase y sean cuales sean los impactos electorales. Por lo mismo, espero que, si algún día ese diario u otro investigador dispone de evidencias que contradigan o cuestionen – mediando pruebas, por supuesto- la versión conocida, lo haga público inmediatamente, porque Dios nos libre de los periodistas con “sentido del Estado”. Para decir que “no hay pruebas ni las habrá” ya están quienes todos ustedes saben.
Segundo. No está nada claro que esto tenga por qué dañar las expectativas electorales del PP. Lo que es seguro es que las daña mucho más el barrunto de que se trata de un partido que quiere hacerse grato a Pepe Rubianes. El ABC acierta al hablar de la necesidad de una derecha “diferente”, pero yerra muy gravemente cuando se autoproclama depositario de los valores que la inspiran. Si por algo sigue sin ser aceptable la derecha –o aceptable a regañadientes- me temo que es porque continúa pareciéndose demasiado al ABC, no por lo contrario.
Lo dicho. Terminó el verano...y algo más. Bienvenidos a la guerra.
1 Comments:
Qué decepción. No esperaba leer esto aquí desde luego. Y no me explicaré mucho más porque, supongo, todo se sobreentiende... y me niego rotundamente a hacer consideraciones en torno a las informaciones de "El Mundo", ya no sobre su poso de realidad factual, que se contradice con todas las versiones policiales sino su objetivo último, implicar de alguna manera al PSOE. Esto puede matizarse (lo de El Mundo) y decirse también que el PP nunca lo ha dicho -dando a entender incluso que nunca indujo a nadie a pensarlo; y aún más, que con El Mundo pasa lo mismo- pero como todo se encuentra en el dominio de la opinión yo opino: haría falta tener poca vergüenza para hacer tal cosa.
Esto es una inmoralidad, sencillamente, y creo haber demostrado -de manera acertada o errando siempre- que no soy de los que apoyan lo sobreentendido ni tengo excesos de confianza en nadie ni tampoco soy poco crítico (en ambos casos para con el PSOE, obviamente). Pero cuestionarse ciertas cosas es una inmoralidad, así de sencillo, se quiera que caiga Rajoy y los conservadores (ABC) o no -y poniéndome "filosófico" apunto, no es una inmoralidad en sí, pero es un buen síntoma [*]. El que se lo cree es porque se lo quiere creer, sin más, y el que se lo cree ataca frontalmente las instituciones del Estado, más allá de la opinión si esto no es así que venga Dios y lo vea.
[*]Como se acude a lugares comunes (los GAL), digo yo, que quien no crea en el holocausto nazi tiene como imperativo moral el indagar sobre su posible falsedad, pero a estas alturas hace falta ser bastante sinvergüenza, así de claro.
Muy, muy, muy decepcionante.
By Fritz, at 6:03 a. m.
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