OJO A LOS TIEMPOS
Los socialistas van a hablar con Batasuna. Menuda novedad. Y van a hacerlo antes de que se verifique que ETA está fuera de juego. Esto sí es novedad, pero novedad no sorprendente. Dicen, matizan, que sólo irán a ver a los batasunos para recordarles cuáles son los pasos necesarios para su rehabilitación. Obviamente, los batasunos saben de sobra qué tienen que hacer, y no quieren porque han percibido de sobra que, en esta mano, pueden llevarse todos los tantos. Por eso se permiten lujos como el de jugar con las palabras y amenazar a diestro y siniestro. Como los perros, han olido la debilidad, y se van a cebar en ella. Zapatero no quiere ponerse una vez colorado, y se va a poner ciento amarillo, esto seguro.
Los periodistas adictos, los voceros y los fabricantes de coartadas hablan de “confusión” o de “sorpresa”. Sería bueno que unos y otros dejaran ya de ofender a la inteligencia. Las cartas están ya todas sobre la mesa. La “vía zapatero” es, en efecto, la única vía inexplorada hasta la fecha, que es la de ceder.
Es verdad que el “proceso” requerirá tiempo. Pero me malicio que ello no se debe a su complejidad intrínseca. Es cierto que puede ser difícil, pero eso no importa, porque Zapatero estaría dispuesto a poner toda la carne política en el asador desde ya. Lo que llevaría tiempo son las cuestiones técnicas.
En realidad, el tiempo se necesita para conseguir que la sociedad española se trague el pildorón que le va a tocar digerir. Hace falta mucho, mucho jabón, mucha SER, mucho editorial de El País y, quizá, cambiar algunos gobiernos regionales. El planteamiento es claro: paz (abandono de las armas) por un cambio del marco político. El problema no es que Zapatero no quiera cambiar el marco político –tanto como sea preciso- sino que no puede. No puede ahora, al menos.
Si algo ha enseñado el triste debate del estatuto de Cataluña son las fortísimas tensiones a las que ha habido que someter no ya a la derecha –que con esos nadie cuenta- sino a la propia izquierda, al propio socialismo y a lo que le queda de decencia. Porque resulta que muchos, muchísimos votantes socialistas no creen que España sea un concepto “discutido y discutible”, sino que piensan que, simplemente, es su país. Y tampoco pueden, ni ética ni estéticamente, consentir un resultado final que no sea una derrota sin paliativos de ETA. Y hoy por hoy, esos sentimientos son incluso más fuertes que su desdén por el Partido Popular.
Es ésa la voluntad que hay que doblegar. Para eso es necesario el tiempo. Sin ir más lejos, ni siquiera El País ha podido dar cobertura plena al anuncio de los contactos con Batasuna. Es tal la inmoralidad que ni siquiera el diario independiente menos independiente ha sido capaz de proporcionar una cobertura suficiente. No, al menos, ahora. No cuando Rajoy –para disgusto de su propia parroquia- acaba de mostrarse extremadamente responsable (hasta la candidez, pensamos algunos).
Por ahí puede entrar la peste. Por el manejo de los tiempos. Hay fotos que ni Gemma Nierga puede encontrar presentables. “El Gordo” y su banda deberían tenerlo en cuenta –al menos los más listos de entre ellos-. Es verdad que unos y otros tienen prisa, porque las elecciones municipales se acercan y es imperativo que Batasuna concurra –entre otras cosas, por motivos estrictamente financieros-. Zapatero está poniendo la mejor de las voluntades, pero los batasunos tienen que ayudar. Están siendo crueles con él, porque es muy poco lo que se les pide. Bastará la más leve insinuación, la más leve intención de una intención de desmarcarse del terrorismo para que los voceros decreten que “técnicamente”, “de hecho”, Batasuna y ETA ya no son lo mismo. A partir de ahí, todo será cuesta abajo.
Pero la pitanza no está aún suficientemente podrida para consumo de carroñeros. Hay que trabajárselo más, mucho más. Queda mucha demonización que hacer del adversario. Las víctimas aún son muy respetadas. Hace falta que contribuya la distancia que aleja el eco de la pena. Hace falta que se enfríe la compasión. Aun cuando Boris Izaguirre piense lo contrario, muchos españoles aún distinguen entre ETA y el PP y, como mínimo, les va a llevar algunos meses que ambas cosas se sitúen al mismo nivel. Probablemente más, cuanto más se empeñen Boris y sus amigos en decir lo contrario.
Los buenos aficionados a la tauromaquia saben lo peligroso que es un toro muerto. En ese momento trágico, con la vista fija en el instante final y el corazón traspasado por la espada, el animal aún puede dar una tarascada, un movimiento del pitón, un estertor y lo que iba a ser una faena espléndida se transforma en un luto por quien ya se veía con las orejas en la mano.
Queda a discreción de cada cual decidir, en este lance, quién o qué es el toro que se quiere pasaportar. Quien torea parece claro.
Los periodistas adictos, los voceros y los fabricantes de coartadas hablan de “confusión” o de “sorpresa”. Sería bueno que unos y otros dejaran ya de ofender a la inteligencia. Las cartas están ya todas sobre la mesa. La “vía zapatero” es, en efecto, la única vía inexplorada hasta la fecha, que es la de ceder.
Es verdad que el “proceso” requerirá tiempo. Pero me malicio que ello no se debe a su complejidad intrínseca. Es cierto que puede ser difícil, pero eso no importa, porque Zapatero estaría dispuesto a poner toda la carne política en el asador desde ya. Lo que llevaría tiempo son las cuestiones técnicas.
En realidad, el tiempo se necesita para conseguir que la sociedad española se trague el pildorón que le va a tocar digerir. Hace falta mucho, mucho jabón, mucha SER, mucho editorial de El País y, quizá, cambiar algunos gobiernos regionales. El planteamiento es claro: paz (abandono de las armas) por un cambio del marco político. El problema no es que Zapatero no quiera cambiar el marco político –tanto como sea preciso- sino que no puede. No puede ahora, al menos.
Si algo ha enseñado el triste debate del estatuto de Cataluña son las fortísimas tensiones a las que ha habido que someter no ya a la derecha –que con esos nadie cuenta- sino a la propia izquierda, al propio socialismo y a lo que le queda de decencia. Porque resulta que muchos, muchísimos votantes socialistas no creen que España sea un concepto “discutido y discutible”, sino que piensan que, simplemente, es su país. Y tampoco pueden, ni ética ni estéticamente, consentir un resultado final que no sea una derrota sin paliativos de ETA. Y hoy por hoy, esos sentimientos son incluso más fuertes que su desdén por el Partido Popular.
Es ésa la voluntad que hay que doblegar. Para eso es necesario el tiempo. Sin ir más lejos, ni siquiera El País ha podido dar cobertura plena al anuncio de los contactos con Batasuna. Es tal la inmoralidad que ni siquiera el diario independiente menos independiente ha sido capaz de proporcionar una cobertura suficiente. No, al menos, ahora. No cuando Rajoy –para disgusto de su propia parroquia- acaba de mostrarse extremadamente responsable (hasta la candidez, pensamos algunos).
Por ahí puede entrar la peste. Por el manejo de los tiempos. Hay fotos que ni Gemma Nierga puede encontrar presentables. “El Gordo” y su banda deberían tenerlo en cuenta –al menos los más listos de entre ellos-. Es verdad que unos y otros tienen prisa, porque las elecciones municipales se acercan y es imperativo que Batasuna concurra –entre otras cosas, por motivos estrictamente financieros-. Zapatero está poniendo la mejor de las voluntades, pero los batasunos tienen que ayudar. Están siendo crueles con él, porque es muy poco lo que se les pide. Bastará la más leve insinuación, la más leve intención de una intención de desmarcarse del terrorismo para que los voceros decreten que “técnicamente”, “de hecho”, Batasuna y ETA ya no son lo mismo. A partir de ahí, todo será cuesta abajo.
Pero la pitanza no está aún suficientemente podrida para consumo de carroñeros. Hay que trabajárselo más, mucho más. Queda mucha demonización que hacer del adversario. Las víctimas aún son muy respetadas. Hace falta que contribuya la distancia que aleja el eco de la pena. Hace falta que se enfríe la compasión. Aun cuando Boris Izaguirre piense lo contrario, muchos españoles aún distinguen entre ETA y el PP y, como mínimo, les va a llevar algunos meses que ambas cosas se sitúen al mismo nivel. Probablemente más, cuanto más se empeñen Boris y sus amigos en decir lo contrario.
Los buenos aficionados a la tauromaquia saben lo peligroso que es un toro muerto. En ese momento trágico, con la vista fija en el instante final y el corazón traspasado por la espada, el animal aún puede dar una tarascada, un movimiento del pitón, un estertor y lo que iba a ser una faena espléndida se transforma en un luto por quien ya se veía con las orejas en la mano.
Queda a discreción de cada cual decidir, en este lance, quién o qué es el toro que se quiere pasaportar. Quien torea parece claro.
2 Comments:
Hoy las conciencias del último rincón de “estepaís”
están conformadas o deformadas por los órganos de
comunicación pública, permanente e inconsciente, que
los tiene y entretiene.
Ahí es donde se gana o se pierde la mitad del alma de
los ciudadanos. Ahí son preconstruidos o destruidos de
antemano los votantes.
Y para esas tareas de construcción pública de las
conciencias desde la cultura y el pensamiento, la
palabra y la información, ¿quién destina capital y
tiempo? ¿Quién se siente responsable?
By Anónimo, at 7:39 p. m.
Estamos asistiendo a una cierta marginación de la conciencia y libertad individuales frente a las decisiones y consensos de los grupos.
Con ello se logra, a veces, la convivencia en la diversidad, pero queda siempre pendiente, por un lado, el problema del individuo y, por otro, el problema de la verdad, que nunca se decide por opinión, ni por voto, ni por estadística.
Es un eclipse social de la verdad; miedo, huida, rechazo de la verdad objetiva, personal, sagrada, esa que es inalienable, en la que se funda nuestra existencia y en la que nadie puede decidir por nosotros.
Y en este sentido, hay que decir que ciertos poderes nos están obturando la conciencia.
Un tipo de información nos ofrece tal gama de pluralismo y de diversidad, de sucesión informativa diaria de grandes simios, mutantes, derechos históricos, folclóricas, cayucos, centrocampistas y asesinos con pendiente que está llevándonos a la convicción de que la verdad no existe, que la verdad no es posible, que el pluralismo es irreductible, que la diversidad y sucesión es lo único que queda; que por tanto, hay que ir estando a lo que ocurre día a día, a merced de lo que esos poderes nos dicen, nos venden, nos piden que compremos o votemos.
Este “pluralismo salvaje” es el fin de la libertad personal.
By Anónimo, at 11:11 p. m.
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