LA ASIGNATURA DE RELIGIÓN
Parece que, recién llegada al cargo de ministra de Educación, Mercedes Cabrera se enfrenta al espinoso tema de la asignatura de religión. Creo que ya ha habido reuniones con el Episcopado y volverá a haberlas en breve. A sabiendas de que lo que voy a decir no gustará a algunos de mis lectores habituales, he de decir que, en este asunto, me encuentro mucho más cerca del Gobierno –lo que, sin duda, es simple casualidad, porque el Gobierno no suele tener ninguna razón particular para estar en ningún sitio- que en otros temas.
¿Ha de ser la religión (entendiendo por tal la formación en doctrina católica o en cualquier otra) una asignatura evaluable igual que las demás? A mi juicio, en absoluto. Intentaré explicar por qué, por si a alguien le interesa.
Ya he comentado en otras ocasiones que, en mi opinión, la única función genuinamente pública en el sistema educativo es la expedición de títulos, la evaluación de conocimientos y su certificación erga omnes. Cualquier ciudadano debe tener derecho a que sus saberes sean evaluados conforme a un baremo igual para todos, sea cual sea el proceso que haya seguido para acumularlos (sé que suena exótico en estos tiempos, pero creo que, si existe algún derecho irrenunciable en materia educativa, ése es el derecho a ser examinado en pruebas libres, iguales para todos y, por supuesto, organizadas por una instancia independiente). Ni que decir tiene que esto no tiene por qué conducir a no ya a que el estado monopolice la prestación educativa, sino ni tan siquiera a que tome parte en ella a través de una red pública.
Ningún estado ni poder público que se reclame respetuoso con la libertad de conciencia está capacitado para evaluar creencias ni opiniones. Se trata de una imposibilidad a radice, absoluta. Se sigue, por tanto, que quienes piden una religión evaluable como las demás asignaturas o bien están sugiriendo que tal evaluación sea delegada por el Estado en otras instancias, o bien piden un imposible. En mi opinión, el Estado no debe delegar su función de evaluación ni puede –en el sentido más profundo del término- evaluar la aptitud de un sujeto en materia de creencias.
En suma, el origen del problema reside en que el saber religioso no es, en absoluto, un saber similar a los demás que forman el currículo. Es algo cualitativamente diferente y tampoco veo muy lógico que su impartición siga métodos similares. Antes al contrario, y aunque esto no sea objeto de comentario habitual, me temo que una de las razones de que tantos españoles formados en la religión católica –una de las muchas- estemos hoy distanciados de la práctica ha sido, precisamente, la incorporación de esa formación religiosa a nuestro currículo en forma de asignatura ordinaria.
En la medida en que, guste o no, nuestro Estado es aconfesional pero no laico, esto es, en la medida en que las creencias religiosas de la población no pueden ser del todo indiferentes a los Poderes Públicos, sino que estos han de procurar su protección –España, a diferencia de otros Estados, está obligada a tener una política en materia religiosa que ha de ir más allá del mero registro de asociaciones- y tomarlas en consideración, ningún inconveniente debería haber para que los padres que lo soliciten puedan obtener formación religiosa –a cargo del correspondiente ministro o persona que la confesión respectiva considere apta- en el mismo centro. Por otra parte, es sobradamente conocido que puede haber centros en los que la religiosidad sea el eje vertebrador de un ideario –esto es, trascienda el adoctrinamiento en forma de asignatura para impregnar todos los órdenes de la vida-. Pero de esto no se sigue, en absoluto que la religión haya de convertirse en evaluable. Ni tampoco que haya que disponer alternativas para quienes no deseen ser adoctrinados en una religión.
Si los obispos, con buen juicio, temen que la pérdida del aval curricular o la existencia de alternativas más cómodas perjudicará la asistencia a clase o el aprovechamiento de los estudiantes, ese es su problema. Los demás nada podemos hacer para remediarlo. La fuerza del título público no puede extenderse a saberes que nada tienen de científicos, literarios o artísticos ni, por tanto, de evaluables. Dicho sea con todos los respetos, pero con toda intención, la media entre la nota de matemáticas y la de religión es un contradiós.
En otro orden de cosas, y entrando ya en cuestiones más prácticas, me parece lamentable que este debate centre la atención hasta el punto de convertirse poco menos que en el nudo gordiano de la educación en España. Por desgracia, me temo que la preocupación de los monseñores sobre el tema se limita a esto. Y no sé si al PP le ocurre tres cuartos de lo mismo. Da la sensación de que, mientras unos quieren analfabetos a secas, otros quieren analfabetos de comunión diaria.
En el desastre educativo español, los conciertos y la religión no son más que un grano en el desierto. Un grano que consume muchas fuerzas, que bien podrían ir destinadas a atacar los cimientos del problema. Pero esto sólo parece preocupar, una vez más, a esa “tercera España” que sale siempre perdedora.
¿Ha de ser la religión (entendiendo por tal la formación en doctrina católica o en cualquier otra) una asignatura evaluable igual que las demás? A mi juicio, en absoluto. Intentaré explicar por qué, por si a alguien le interesa.
Ya he comentado en otras ocasiones que, en mi opinión, la única función genuinamente pública en el sistema educativo es la expedición de títulos, la evaluación de conocimientos y su certificación erga omnes. Cualquier ciudadano debe tener derecho a que sus saberes sean evaluados conforme a un baremo igual para todos, sea cual sea el proceso que haya seguido para acumularlos (sé que suena exótico en estos tiempos, pero creo que, si existe algún derecho irrenunciable en materia educativa, ése es el derecho a ser examinado en pruebas libres, iguales para todos y, por supuesto, organizadas por una instancia independiente). Ni que decir tiene que esto no tiene por qué conducir a no ya a que el estado monopolice la prestación educativa, sino ni tan siquiera a que tome parte en ella a través de una red pública.
Ningún estado ni poder público que se reclame respetuoso con la libertad de conciencia está capacitado para evaluar creencias ni opiniones. Se trata de una imposibilidad a radice, absoluta. Se sigue, por tanto, que quienes piden una religión evaluable como las demás asignaturas o bien están sugiriendo que tal evaluación sea delegada por el Estado en otras instancias, o bien piden un imposible. En mi opinión, el Estado no debe delegar su función de evaluación ni puede –en el sentido más profundo del término- evaluar la aptitud de un sujeto en materia de creencias.
En suma, el origen del problema reside en que el saber religioso no es, en absoluto, un saber similar a los demás que forman el currículo. Es algo cualitativamente diferente y tampoco veo muy lógico que su impartición siga métodos similares. Antes al contrario, y aunque esto no sea objeto de comentario habitual, me temo que una de las razones de que tantos españoles formados en la religión católica –una de las muchas- estemos hoy distanciados de la práctica ha sido, precisamente, la incorporación de esa formación religiosa a nuestro currículo en forma de asignatura ordinaria.
En la medida en que, guste o no, nuestro Estado es aconfesional pero no laico, esto es, en la medida en que las creencias religiosas de la población no pueden ser del todo indiferentes a los Poderes Públicos, sino que estos han de procurar su protección –España, a diferencia de otros Estados, está obligada a tener una política en materia religiosa que ha de ir más allá del mero registro de asociaciones- y tomarlas en consideración, ningún inconveniente debería haber para que los padres que lo soliciten puedan obtener formación religiosa –a cargo del correspondiente ministro o persona que la confesión respectiva considere apta- en el mismo centro. Por otra parte, es sobradamente conocido que puede haber centros en los que la religiosidad sea el eje vertebrador de un ideario –esto es, trascienda el adoctrinamiento en forma de asignatura para impregnar todos los órdenes de la vida-. Pero de esto no se sigue, en absoluto que la religión haya de convertirse en evaluable. Ni tampoco que haya que disponer alternativas para quienes no deseen ser adoctrinados en una religión.
Si los obispos, con buen juicio, temen que la pérdida del aval curricular o la existencia de alternativas más cómodas perjudicará la asistencia a clase o el aprovechamiento de los estudiantes, ese es su problema. Los demás nada podemos hacer para remediarlo. La fuerza del título público no puede extenderse a saberes que nada tienen de científicos, literarios o artísticos ni, por tanto, de evaluables. Dicho sea con todos los respetos, pero con toda intención, la media entre la nota de matemáticas y la de religión es un contradiós.
En otro orden de cosas, y entrando ya en cuestiones más prácticas, me parece lamentable que este debate centre la atención hasta el punto de convertirse poco menos que en el nudo gordiano de la educación en España. Por desgracia, me temo que la preocupación de los monseñores sobre el tema se limita a esto. Y no sé si al PP le ocurre tres cuartos de lo mismo. Da la sensación de que, mientras unos quieren analfabetos a secas, otros quieren analfabetos de comunión diaria.
En el desastre educativo español, los conciertos y la religión no son más que un grano en el desierto. Un grano que consume muchas fuerzas, que bien podrían ir destinadas a atacar los cimientos del problema. Pero esto sólo parece preocupar, una vez más, a esa “tercera España” que sale siempre perdedora.
10 Comments:
Coincido contigo, no veo ninguna razón por la cual en la educación pública se deba dar clases de religión. Yo he vivido en tres países (Estados Unidos, México y Portugal), y en ninguno de ellos la religión es una materia que se estudie en el colegio.
Si un católico quiere que su hijo estudie religión, que lo lleve a la parroquia, el judío a la sinagoga yel mahometano a la mezquita.
En el colegio, que estudien matemáticas, lengua, filosofía ciencias, etc.
By Anónimo, at 6:11 p. m.
Totalmente de acuerdo. Aún así me da pena ver como retiran de un colegio sevillano (para mas inri llamado "San Juan de la Cruz"), todos los crucifijos. Comprendo que a los padres católicos no les haga pizca de gracia.
Creo que la solución es el cheque escolar, que les daría libertad para escoger centro. En cuanto al currículo a nivel nacional, estaría bien una enseñanza no confesional de religiones como el Cristianismo, Islam, Judaísmo, los mitos grecoromanos, los fundamentos filosóficos del ateísmo, etc. Probablemente como parte del temario de filosofía. La enseñanza confesional, que se la den donde corresponda: la católica en las catequesis, la islámica en la mezquita y la "educación para la ciudadanía progre" en la sede del PSOE, IU o sindicato mas cercano.
By Anónimo, at 6:29 p. m.
He dado clases de Religión durante trece años y nunca he tenido que evaluar las creencias de mis alumnos. No veo cuál es la diferencia entre estudiar literatura y estudiar en qué consiste una religión (en este caso la católica que impregna una enorme cantidad de hechos culturales, –empezando por la fecha con la que encabezan los alumnos sus trabajos– en España). Creo que la LOCE derogada daba una solución aceptable con una asignatura sobre el hecho religioso con la opción confesional y la aconfesional. Saber qué significa (por ejemplo) la señal de la Cruz no es lo mismo que hacer un acto de fe en la redención. Como digo, en mis clases al menos,no se evaluaba la fe, ni las opciones morales. Sólo unos conocimientos que espero hayan hecho de algunos de mis alumnos unas personas un poco más cultas o más instruidas, si lo prefieres.
By Anónimo, at 7:18 p. m.
Coincido plenamente con Teófila. Vale, clases "de religión" no, pero un mínimo de cultura religiosa... Más que nada, para evitar las burradas que sueltan los becarios de periodista, formados con la LOGSE, cada vez que tocan un tema del que no tienen ni zorra idea. No sólo por cuestiones que afectan a la Iglesia Católica, sino cuando se ponen estupendos y pontifican acerca de chiíes y sunníes en Irak... que es como para echarse a llorar.
By Anónimo, at 9:19 p. m.
dagwood, una de mis favoritas fue uno que habló por la tele de "Yéison y los argonautas" así tal cual, como si fueran un grupo de rock.
Aunque he de reconocer que los artículos que verdaderamente ponen los pelos de punta son los referidos a ciencia y tecnología. Ahí se lucen los señores becarios.
By Anónimo, at 10:55 p. m.
Sólo una apostilla, por si hay lugar a confusión...
Al hablar de "religión" me refiero estrictamente a la doctrina. Por supuesto que el hecho religioso y sus implicaciones culturales han de ser tratados en el currículo, como parte imprescindible, además.
Pero no es lo mismo entender qué significa la señal de la cruz que enseñar a santiguarse.
Saludos
By FMH, at 11:03 a. m.
En la actual configuración de Europa ha sido decisivo el cristianismo, como fe personal y como síntesis superadora de la moral judía. De él, en diálogo o lucha con Grecia, Roma, la ilustración y la modernidad, han surgido categorías d persona, libertad, comunidad, prójimo, historia, esperanza, vocación, misión, responsabilidad, dignidad humana o democracia. El reconocimiento de todo hombre como imagen de Dios ha llevado consigo el reconocimiento de su valor absoluto. Ello ha hecho posible y necesario el ordenamiento jurídico y social que tenemos hoy (de momento). Olvidar, excluir, cegar o no cultivar ya esas fuentes de orientación para la vida humana equivale a serrar la rama del árbol sobre la que estamos sentados, pensando que separados del tronco podremos crecer con mayor autonomía y fecundidad.
Por eso, es razonable que la religión, pensada en su forma y en sus deformaciones, sea enseñada con el mismo rigor, seriedad y exigencia que las demás disciplinas.
By Anónimo, at 11:16 a. m.
La religión podría tener dos formas de enseñanza en la escuela:
Una, la correspondiente a la mayoría de la población que la solicita en el ejercicio de sus derechos y que luego la legislación articula.
Otra, para comprender lo que ha sido la Hª humana general y nuestra particular Hª hispánica, a la vez para que el trato entre grupos religiosos distintos sea real convivencia y no mera tolerancia a la espera de resarcimiento. (*)
En un caso se estudiaría la religión como hecho humano general (cultura) y en el otro como hecho vivido en la fe.
El profesorado en ningún caso hará proselitismo ni juzgará la fe personal. Lo mismo que en derecho filosofía y ética, el profesor no juzga el sentido de la justicia, la sabiduría interior o la vida moral del alumno, sino lo saberes y métodos objetivos de cada uno de esos campos, igual ocurre con la enseñanza de la religión.
(*) La democracia exige, además de tolerancia, sobre todo comprensión real del prójimo, de sus situaciones y de uss razones de vida; no necesariamente para compartirlas, `pero sí para saber cuál es su proyecto de existencia, compararlo con el nuestro y juntos desarrollar una sociedad algo más concorde y reconciliada que sus modelos exteriores: GB, Francia, Suecia, Holanda, Bélgica... desastre sobre desastre.
By Anónimo, at 11:17 a. m.
No es lo mismo catequesis que teología. No existe la razón por la cual la ética o la literatura (leer http://www.libertaddigital.com/opiniones/opi_desa_31638.html) pueda estudiarse "científicamente" y la teología no. Yo quiero para mis hijos teología adaptada a su edad como quiero matemáticas adaptadas a su edad o literatura adaptada a su edad. Creo que aunque fuese ateo podría querer estudiar teología, mas que nada para no decir cuando lea el testamento de algún Papa que "Nunc dimittis" significa ahora dimito. Señor que pandilla.
By Anónimo, at 8:08 p. m.
La asignatura de religión está en la escuela en base a un derecho fundamental reconocido en la Constitcuión española , art 27.3
By Anónimo, at 12:02 a. m.
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