EL LIBERALISMO TIENE POCA ELECCIÓN
De nuevo los comentaristas de esta bitácora se muestran como una fuente inagotable de inspiración. Ayer mismo, en respuesta a mi artículo, a su vez fundado en unas palabras de Arcadi Espada, un corresponsal, que se declara militante socialista, me deja alguna indicación sobre flecos pendientes.
De entrada, me deja una dirección (ésta) donde puede leerse un tan largo como interesante artículo –que les recomiendo efusivamente-, escrito por él mismo, que viene a demostrar que sí existen, en el seno de la izquierda, autocrítica y formas alternativas de ver las cosas. Al menos, su escrito revela una gran honestidad intelectual (y, por ello, puede el autor estar seguro de que, al menos un servidor, seguirá sus trabajos con atención en el futuro). En realidad, nadie duda de que tales reflexiones se hacen, y de que hay, en los partidos de izquierda –en el PSOE en particular- corrientes más o menos articuladas de opinión, discrepantes del discurso oficial.
El problema es, claro, el nulo peso específico que esas corrientes parecen tener a la hora de conformar la política real de los partidos. No dudo de la existencia de gente que se autoproclama de izquierda y que nada tiene de nihilista, ni tiene tampoco sus patrones morales trastocados. Pero lo cierto es que, hoy por hoy, esa gente no tiene fuerza suficiente para hacerse oír, me temo.
Pero mi comentarista lanza también preguntas, a la que es necesario responder si se quiere mantener la misma honradez que se está exigiendo a la otra parte. Dice, con buen juicio, que también otra derecha es posible, y que sobre esto lee poco. Afirma también que si compleja es la convivencia entre socialdemócratas, socialistas y demás fauna que anida en la izquierda, qué puede decirse del cóctel de liberales, conservadores y otros bichos que se acogen a las siglas de la derecha. Me he ocupado otras veces de este asunto, pero sí, creo que una presentación equilibrada del tema requiere echar la vista a la derecha.
Y hay que empezar dándole la razón en lo que la tiene. La mezcla que, más o menos, atiende por voto del Partido Popular puede ser explosiva. Desde el punto de vista liberal, que es el que a mí me toca, he de decir que, en efecto, hay tensiones que se me hacen malamente soportables en políticas, actitudes y principios abanderados por el PP.
En alguna otra ocasión he comentado que los liberales, a falta de alternativas políticas propias, como tanta otra gente, no tenemos más remedio que inclinarnos por uno de los dos grandes partidos a la hora de votar. De un tiempo a esta parte, la adscripción del voto liberal al PP se viene dando por hecha, como algo absolutamente necesario. En realidad, no es así, y si esto sucede es porque el Partido Socialista ha abandonado –si es que alguna vez lo tuvo- todo interés por esta parroquia. Pero, en realidad, y puestos a elegir entre males, la convivencia con una socialdemocracia mínimamente cabal no tendría por qué ser más complicada que la que suele darse con un conservadurismo de corte demócrata cristiano – que es la corriente dominante en el Partido Popular, no nos engañemos.
La experiencia de los ocho años del PP probó que, a la hora de la verdad, el compromiso de esta fuerza política con la igualdad, la libertad y la propiedad no va mucho más allá de la que muestran unos socialistas constreñidos por cierta lógica de los mercados internacionales. Un mejor gobierno, una mejor gestión, sí, pero no ideas radicalmente diferentes.
Por añadidura, los liberales laicos tenemos, con el alma conservadora del PP, una cuita difícilmente resoluble, la relativa al papel de la Iglesia, su magisterio y la influencia de éste en la vida pública, que puede generar conflictos complejos.
En materia de política exterior, otro de los grandes terrenos de posible divergencia entre modelos, la historia demuestra que la socialdemocracia española es capaz de cierto atlantismo, quizá no de convicción, pero sí de hechos y, en todo caso, suficiente para ser capaces de ubicar racionalmente a España en el mapa.
En suma, la orientación hacia el PP tiene bastante de natural, sí, pero no tiene por qué ser “contra viento y marea” ni el voto liberal tiene por qué ser un voto cautivo. Digamos que, en condiciones normales, Rajoy y sus muchachos deberían trabajárselo, al menos.
El problema es que estas no son circunstancias normales. Creo que no se le escapa a nadie –los socialistas más reflexivos incluidos- que el actual contexto no nos deja mucho margen a la elección. Cualesquiera que sean nuestras cuitas con la derecha realmente existente, las circunstancias nos colocan inequívocamente a su lado, por dos razones.
La primera es que no hay, en estos momentos, una alternativa socialdemócrata, sino un algo indefinible marcado por el nihilismo más absoluto. Un gobierno malo de solemnidad, cuyo nivel de respeto por el derecho está bajo mínimos y que, en el aspecto exterior, está abonado a un tercermundismo que, directamente, nos saca del mundo civilizado –amén, claro, de sospechosos, muy sospechosos quereres con países que no cabe calificar de amigos de España-. Un gobierno del “como sea” que no es ya que no comparta valores liberales, sino que es su antípoda.
Frente al derecho como marco inalienable, el derecho como medio maleable. Frente a la igualdad de oportunidades, una nueva oleada de iniciativas destinadas a la igualdad de resultados. El exacerbo de la manipulación, la intervención y, en fin, la falta de respeto más absoluta hacia la media docena de ideas, no más, que los liberales consideramos imprescindibles para que un régimen político –sea cual sea el gobierno que lo encabece circunstancialmente- pueda considerarse digno.
Pero la segunda razón es que la distancia con la izquierda no es, en estos momentos, estrictamente política. Es moral. Porque, más allá de las concretas actuaciones, que pueden ser buenas, malas o malísimas, el socialismo, la izquierda realmente existente, está faltando al compromiso ético que sustenta el edificio de nuestra democracia. El proceso de demolición –que no reforma, porque la noción de “reforma”, con consenso o sin él, exige, con necesidad lógica, un punto claro de destino que, me temo, es inexistente- del consenso del 78 se realiza desde la traición más profunda a sus principios, con voluntad excluyente.
El liberalismo no puede colaborar con la instauración de un régimen cuyo único norte es que, pase lo que pase, gobiernen siempre los mismos –salvo episodios anecdóticos de alternancia que habrían de servir como fachada-, porque eso es su misma negación. La idea cardinal del liberalismo es que el poder ha de estar limitado para proteger lo auténticamente importante, que es la libertad individual. ¿Cómo podríamos, entonces, conformarnos con unas fuerzas políticas que aspiran, ni siquiera muy veladamente, a que su poder no se limite nunca, y están dispuestas a hacer “lo que sea” para lograrlo?
En suma, admito que “otra derecha es posible”. Pero me temo que –más allá de aspectos estéticos- ese será un debate de futuro. Hoy por hoy, no podemos elegir.
De entrada, me deja una dirección (ésta) donde puede leerse un tan largo como interesante artículo –que les recomiendo efusivamente-, escrito por él mismo, que viene a demostrar que sí existen, en el seno de la izquierda, autocrítica y formas alternativas de ver las cosas. Al menos, su escrito revela una gran honestidad intelectual (y, por ello, puede el autor estar seguro de que, al menos un servidor, seguirá sus trabajos con atención en el futuro). En realidad, nadie duda de que tales reflexiones se hacen, y de que hay, en los partidos de izquierda –en el PSOE en particular- corrientes más o menos articuladas de opinión, discrepantes del discurso oficial.
El problema es, claro, el nulo peso específico que esas corrientes parecen tener a la hora de conformar la política real de los partidos. No dudo de la existencia de gente que se autoproclama de izquierda y que nada tiene de nihilista, ni tiene tampoco sus patrones morales trastocados. Pero lo cierto es que, hoy por hoy, esa gente no tiene fuerza suficiente para hacerse oír, me temo.
Pero mi comentarista lanza también preguntas, a la que es necesario responder si se quiere mantener la misma honradez que se está exigiendo a la otra parte. Dice, con buen juicio, que también otra derecha es posible, y que sobre esto lee poco. Afirma también que si compleja es la convivencia entre socialdemócratas, socialistas y demás fauna que anida en la izquierda, qué puede decirse del cóctel de liberales, conservadores y otros bichos que se acogen a las siglas de la derecha. Me he ocupado otras veces de este asunto, pero sí, creo que una presentación equilibrada del tema requiere echar la vista a la derecha.
Y hay que empezar dándole la razón en lo que la tiene. La mezcla que, más o menos, atiende por voto del Partido Popular puede ser explosiva. Desde el punto de vista liberal, que es el que a mí me toca, he de decir que, en efecto, hay tensiones que se me hacen malamente soportables en políticas, actitudes y principios abanderados por el PP.
En alguna otra ocasión he comentado que los liberales, a falta de alternativas políticas propias, como tanta otra gente, no tenemos más remedio que inclinarnos por uno de los dos grandes partidos a la hora de votar. De un tiempo a esta parte, la adscripción del voto liberal al PP se viene dando por hecha, como algo absolutamente necesario. En realidad, no es así, y si esto sucede es porque el Partido Socialista ha abandonado –si es que alguna vez lo tuvo- todo interés por esta parroquia. Pero, en realidad, y puestos a elegir entre males, la convivencia con una socialdemocracia mínimamente cabal no tendría por qué ser más complicada que la que suele darse con un conservadurismo de corte demócrata cristiano – que es la corriente dominante en el Partido Popular, no nos engañemos.
La experiencia de los ocho años del PP probó que, a la hora de la verdad, el compromiso de esta fuerza política con la igualdad, la libertad y la propiedad no va mucho más allá de la que muestran unos socialistas constreñidos por cierta lógica de los mercados internacionales. Un mejor gobierno, una mejor gestión, sí, pero no ideas radicalmente diferentes.
Por añadidura, los liberales laicos tenemos, con el alma conservadora del PP, una cuita difícilmente resoluble, la relativa al papel de la Iglesia, su magisterio y la influencia de éste en la vida pública, que puede generar conflictos complejos.
En materia de política exterior, otro de los grandes terrenos de posible divergencia entre modelos, la historia demuestra que la socialdemocracia española es capaz de cierto atlantismo, quizá no de convicción, pero sí de hechos y, en todo caso, suficiente para ser capaces de ubicar racionalmente a España en el mapa.
En suma, la orientación hacia el PP tiene bastante de natural, sí, pero no tiene por qué ser “contra viento y marea” ni el voto liberal tiene por qué ser un voto cautivo. Digamos que, en condiciones normales, Rajoy y sus muchachos deberían trabajárselo, al menos.
El problema es que estas no son circunstancias normales. Creo que no se le escapa a nadie –los socialistas más reflexivos incluidos- que el actual contexto no nos deja mucho margen a la elección. Cualesquiera que sean nuestras cuitas con la derecha realmente existente, las circunstancias nos colocan inequívocamente a su lado, por dos razones.
La primera es que no hay, en estos momentos, una alternativa socialdemócrata, sino un algo indefinible marcado por el nihilismo más absoluto. Un gobierno malo de solemnidad, cuyo nivel de respeto por el derecho está bajo mínimos y que, en el aspecto exterior, está abonado a un tercermundismo que, directamente, nos saca del mundo civilizado –amén, claro, de sospechosos, muy sospechosos quereres con países que no cabe calificar de amigos de España-. Un gobierno del “como sea” que no es ya que no comparta valores liberales, sino que es su antípoda.
Frente al derecho como marco inalienable, el derecho como medio maleable. Frente a la igualdad de oportunidades, una nueva oleada de iniciativas destinadas a la igualdad de resultados. El exacerbo de la manipulación, la intervención y, en fin, la falta de respeto más absoluta hacia la media docena de ideas, no más, que los liberales consideramos imprescindibles para que un régimen político –sea cual sea el gobierno que lo encabece circunstancialmente- pueda considerarse digno.
Pero la segunda razón es que la distancia con la izquierda no es, en estos momentos, estrictamente política. Es moral. Porque, más allá de las concretas actuaciones, que pueden ser buenas, malas o malísimas, el socialismo, la izquierda realmente existente, está faltando al compromiso ético que sustenta el edificio de nuestra democracia. El proceso de demolición –que no reforma, porque la noción de “reforma”, con consenso o sin él, exige, con necesidad lógica, un punto claro de destino que, me temo, es inexistente- del consenso del 78 se realiza desde la traición más profunda a sus principios, con voluntad excluyente.
El liberalismo no puede colaborar con la instauración de un régimen cuyo único norte es que, pase lo que pase, gobiernen siempre los mismos –salvo episodios anecdóticos de alternancia que habrían de servir como fachada-, porque eso es su misma negación. La idea cardinal del liberalismo es que el poder ha de estar limitado para proteger lo auténticamente importante, que es la libertad individual. ¿Cómo podríamos, entonces, conformarnos con unas fuerzas políticas que aspiran, ni siquiera muy veladamente, a que su poder no se limite nunca, y están dispuestas a hacer “lo que sea” para lograrlo?
En suma, admito que “otra derecha es posible”. Pero me temo que –más allá de aspectos estéticos- ese será un debate de futuro. Hoy por hoy, no podemos elegir.
7 Comments:
Un liberal votando socialista es como un cordero votando a los lobos.
By Anónimo, at 3:41 p. m.
Creo que me ha malinterpretado. Yo no digo que los liberales voten socialista, eso es absurdo, tanto el socialismo como la socialdemocracia, como el social-liberalismo, son, desde el punto de vista, filosófico-ideológico ideologías irreconciliables con el liberalismo individualista. Se lo dice un ex-liberal.
Lo que yo intentaba señalar era que en el sistema actual con tendencia al bipartidismo, solo se puede trazar una línea y dibujar dos lados, y en cada lado puede haber fauna de todos los colores y sabores, hasta el punto que lo único que tienen en común es negarse a ponerse del otro.
Yo por ejemplo, me afilié al PSOE por pragmatismo, al dia siguiente de la espantada de tamayo y saez y en pleno mandato final del PP con el tema de la guerra y demás en primera fila (no quiero abrir un debate sobre ese asunto, solo quiero ilustrar el porqué). Pensé que era necesario "hacer algo", tomar algún tipo de responsabilidad para con el sistema y que ello pasaba por afiliarse a uno de los dos partidos que menos me molestaba, en este caso el psoe (de IU prefiero no hablar). Y eso es así en una importante parte de la gente que tiene militancia política explícita o no (ERC, por ejemplo, se nutre fundamentalmente de la reacción al españolismo del PP, el PP se nutrió fundamentalmente durante bastante tiempo de los descontentos del felipismo igual que el PCE en la transición guardaba entre sus filas a todos los que se oponían al franquismo, sin que por ello fueran comunistas).
En otras palabras, al final las opciones se cubren por defecto y no por afecto. Por eso, lo que yo intentaba decir es que, si es cierto que es inexplicable que el PSOE aloje a gente de todos los colores dentro, también es inexplicable que el PP tenga en su seno a la a vez a rato o pio garcía escudero y a zaplana o martinez pujalte. Me llamó la atención particularmente el último libro de jimenez losantos donde intenta hacer una especie de síntesis(para mí incomprensible) entre España y la libertad o cuando en sus comentarios explica que es liberal y conservador.
Por otro lado, que no haya debate interno palpable dentro de las corrientes políticas es algo normal o relativamente normal, la lógica del partido-lobby hace que la mayoría de la gente cierre filas entorno a una determinada opción, al menos de cara al público. Asuntos como la ley de matrimonios homosexuales o la guerra de iraq lo ilustran bastante bien, salvo ejemplos palpables y que llamaban la atención (paco vazquez, pimentel o celia villalobos) que hay gente se qeu calla aunque no esté de acuerdo.
Pero bueno, yo dedico mi blog a hacer disidencia (nunca he entendido cuál es la ventaja de tener un blog donde todo el mundo te dice lo de acuerdo qeu está contigo y nadie está en desacuerdo) y a debatir con los dos o tres liberales que me leen porque me parece enriquecedor. A veces echo de menos ese tipo de opciones dentro del entorno de red liberal (y dentro del de red progresista también, que conste) porque la logica de la disciplina interna hace que al final esto se transforme en una lógica de equipo de futbol donde uno siempre está de acuerdo con los suyos y en desacuerdo con los otros, algo que a mi me resulta bastante imposible teniendo en cuenta con quien comparto lado, y que no entiendo como a otros les puede resultar posible.
En fin, un saludo y perdona el rollo
PD:¿Para cuando un partido liberal español a la alemana o a la inglesa?
By Citoyen, at 5:55 p. m.
No sabes cómo me alegro de que haya gente en el PSOE, por una parte con sentido crítico, y por otra de talante verdaderamente democrático. Lo malo es lo que dice FMH, el nulo peso específico de los verdaderos socialdemócratas en el PSOE; lo mismo pasa con los verdaderos liberales en el PP, claro está.
Pero no iba yo por ahí en el anterior post: está claro que tanto Citoyen como yo cambiaríamos muchas cosas del PP si de nosotros dependiera, aunque creo que no coincidiríamos en casi nada. Pero hay lo que hay, y a lo que yo iba es que para que una país no se vaya por el retrete sus dos principales partidos -en el sistema bipartidista de equilibrio normal- deben ser democráticos. Por mucho que no coincida con el PP en muchas cosas, es un partido democrático; a mí me parece que el PSOE no lo es. Ya expliqué en el post anterior que el Partido Socialdemócrata de Fernández Ordóñez debería haber echado a andar independientemente, con la UCD "a la derecha". Posiblemente el PSD habría acabado marginando al PSOE tanto como al PCE, y ahora tendríamos un país estable con una izquierda democrática -con la que yo todavía no estaría de acuerdo- como en EEUU, Alemania, etc.
Respecto a un partido liberal independiente, por supuesto en principio parece buena idea. Pero la mayoría de los partidos que se llaman "liberales" en realidad se adscriben a una línea claramente izquierdista jacobina del tipo del Partido Radical de Emma Bonnino, que nada tiene que ver con Stuart Mill, con el estado mínimo o con el isonomismo. Ni siquiera su mayor bandera, el laicismo, es verdadero sino que es idéntico al del resto de socialistas: anticristianismo más fortísima islamofilia.
Respecto a lo de Ciutadans, no es que sea optimista pero no creo que pueda hacer daño. Tanto los votos que rasquen al PSC de Maragall como al PPC de Piqué serán para mí una buena noticia.
Por cierto, al discutir teóricamente de ideologías políticas hay que hacerlo atendiendo únicamente a las razones de cada uno. Pero al contemplar la implantación en la práctica hay que tener en cuenta que la mayoría de los votantes no saben casi nada de ideologías propias o extrañas: la política de masas -valga la redundancia- es un fenómeno *sociológico*.
By JP, at 6:32 p. m.
Citoyen un día te contaré cuál es el problema de las redes de blogs, en general, para que lleven a la talibanización y la satanización del que se identifica como rival. Hasta el momento, lo único que se puede hacer es mantener las formas y el respeto por el otro dentro de lo posible.
By Anónimo, at 9:06 p. m.
Citoyen,
No creo que la izquierda (marxista o marxistoide) sea irreconcilible con el liberalsimo. Tanto liberales como izquierdistas marxistoides, o sea casi todos los izquierdistas, tienen en comun el materialismo, el economicismo, los derechos humanos levantados a la categoria de dogma, la fe en el progreso, el universalismo, el globalismo en el que solo difieren en la gestion no en los objetivos ... Que les separa? Pues tan solo el libre mercado. Nada insuperable, como se esta viendo estos dias.
Por cierto, lo de "marxistiode" no es por insultar sino para remarcar que el marxismo de hoy no es el de antes.
By Anónimo, at 8:42 a. m.
Demosthenes:
Yo lo único que cambiaría en el pp es que no nos vieran como los malvados destructores de españa y solo nos vieran como los adversarios (no enemigos) políticos con ideas distintas con los que vale la pena sentarse a negociar para discutir los asuntos que necesitan consenso. Ese es el punto en el que yo le reprocho al pp la dinámica que siguió el primer año de oposición (el no por principio a todo lo que hiciera el gobierno porque era ilegítimo y tal y tal). Claro que después de las circunstancias de cambio de gobierno y la campaña electoral tan chunga qeu hubo, habría sido complicado volverse a poner a dialogar, ahora claro, en posiciones de fuerza distintas. Aquí es donde empieza el debate de quién disparó primero, que me parece un debate estéril y del que la gente debería olvidarse para empezar a resolver problemas. El problema es, claro, quien da el primer paso.
Aparte de eso, me gustaría tener un partido de oposición con un discurso mas claro y no basado en dialécticas dobles triples y cuadruples (aunque admito que eso es algo que también hay en el psoe que es lo que ilustraba con mi artículo) donde se mezcla la democracia cristiana, el conservadurismo rancio, el liberalismo económico, el liberalismo político...
Otro:
A mi no me parece que eso esté tan claro. Si esa fuera la única diferencia el problema habría sido arreglado hace mucho. Personalmente soy moderadamente partidario del libre mercado y eso no me hace ser menos de izquierda.
Yo como militante de la izquierda veo claras diferencias en relación con la gente que se dice liberal. Yo creo que el individuo y el grupo son dos asuntos inseparables y que por tanto todos los fines individuales deben ser conciliados con los colectivos. La perspectiva de un liberal es distinta: ellos creen que los fines individuales son los que priman y que, si aceptamos un Estado es como asociación utilitaria para lograr esos fines. Es decir es la diferencia entre el voluntarismo de Rousseau o Kant y el utilitarismo de Stuart Mill y Bentham. Yo oriento todas las libertades individuales a la consecución de la harmonía social, a la organización social, los liberales a proteger al individuo. Efectivamente, un liberal y yo podemos estar de acuerdo en la necesidad de proteger la libertad de expresión, pero lo estaremos por distintos motivos, yo porque creo que ayuda a organizar la sociedad, él porque piensa qeu hay que proteger al individuo.
Claro, el problema es que la mayoría de la gente que vota socialista o liberal no han leído a rousseau, a kant ni a stuart mill, así que les dará relativamente igual. A mi no me da igual :)
Has mencionado el marxismo. Si echas un vistazo a algún libro sobre marxismo te darás cuenta de que no tiene mucho que ver con el economicismo (por ejemplo "elementos Fundamentales de materialismo histórico" de Marta Hannecker dedica un capítulo a explicar porque es totalmente incompatible). Yo personalmente no soy marxista (de hecho, mi campo es el jurídico, no hay teoría jurídica marxista porque para marx el derecho era un instrumento de alienación integrado en la estructura...), hay gente qeu sí lo es, pero esos, te lo aseguro, sí que son incompatibles con el liberalismo.
By Citoyen, at 5:11 p. m.
Otro, yo no dije que la izquierda fuera incompatible con el liberalismo -para no forzar los términos prefiero decir "con la democracia"-, dije que la izquierda *española* es incompatible con la democracia.
Cuando un izquierdista, es decir un socialista en sentido amplio, es decir un utopista, renuncia a la revolución extrademocrática para implantar su modelo de sociedad, y no intenta destruir el sistema de libertades, entonces entra en el conjunto de los demócratas; aunque no en el de los liberales tal como se usa este término en español actualmente.
Estos socialistas demócratas, o socialdemócratas, puedo verlos en casi cualquier país occidental. Pero no me parece que ningún partido de izquierda de España tenga respeto por la democracia, me parece que tanto el PSOE como IU como los nacionalistas de izquierda se demuestran revolucionarios. Por supuesto hay mucha gente, como Citoyen, que son incluso militantes y que son demócratas. Pero lo que importa es la ideología que guíe a la cúpula decisoria de los partidos.
Además de que ésta arrastra a todos los que se consideran de izquierdas pero, a diferencia de Citoyen, no ha reflexionado sobre sus ideas; éstos pueden perder el respeto por las libertades si el partido con el que simpatizan sigue esa línea. Pongamos por ejemplo el PSE, y cómo ha cambiado la actitud de sus militantes por puro seguidismo, desde la secretaría general de Redondo Terreros hasta la actual de López.
By JP, at 7:35 p. m.
Publicar un comentario
<< Home