FERBLOG

lunes, mayo 15, 2006

PERIPECIAS DE UNA MESA

Leo hoy, en ABC, la columna de Juan Velarde Fuentes. Y me llena de tristeza. El profesor no habla hoy de asuntos económicos, presupuestarios, ni cuenta sus cuentos del abuelo cebolleta de la época del Plan de Estabilización. Nos cuenta el viejo economista las peripecias... de una mesa.

La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas ha salvado del vertedero, por lo visto, una mesa carente de cualquier valor estético y, desde luego, de imposible catalogación como antigüedad. Han salvado, pues, un pedazo de madera que su propietaria, creo que la Universidad Autónoma de Madrid, pensaba tirar a la basura. Como los señores académicos peinan todos canas, pensarán ustedes que ya chochean o que sufren síndrome de Diógenes. Nada de eso, el asunto se explica si tenemos en cuenta que la mesa en cuestión era la de trabajo de don José Castañeda Chornet. Obviamente, al lector joven o no versado en la intrahistoria de la ciencia económica española, el nombre nada le dice. Pero a los académicos sí, claro, porque fue maestro de casi todos ellos. El mueble tiene, entonces, un alto valor sentimental para toda una generación de economistas venerables.

Aunque su nombre va cayendo en el olvido, creo no exagerar si digo que José Castañeda fue el introductor, en España, de una ciencia económica de método riguroso. De hecho, fue el primer catedrático que explicó una materia tan innovadora como la “teoría económica”. Quienes han conocido ya unas ciencias económicas plenamente consolidadas, con facultades propias –y atestadas de alumnos, por lo demás- harían bien en recordar que, a finales de los cuarenta, la única aproximación posible, en nuestro país, a la economía era a través de la carrera de derecho. Algo que hoy nos parece tan elemental como el aparato matemático del marginalismo –con unas pocas derivadas parciales aquí y allá que parecen palotes de párvulo al lado del fastuoso aparato de cálculo que rodea hoy a la disciplina- era completamente inasequible para la mayoría de los estudiantes. De hecho, Castañeda –aconsejado por otro ilustre, Flores de Lemus- hubo de procurarse el necesario utillaje por el nada cómodo método de cursar, de cabo a rabo, la titulación de ingeniero superior industrial, cosa que hizo, por cierto, con premio extraordinario.

El tránsito de aquella asignatura apendicular en los planes de derecho a una economía autónoma y con métodos medianamente modernos fue obra de toda una generación de estudiosos españoles ilustres, de los que Castañeda fue maestro. Temido por su rigor y su altísima exigencia, sus discípulos –a alguno de los cuales he tenido el gusto de conocer- le respetaban y hablaban con veneración de sus “lecciones de teoría económica” –probablemente, el primer libro de economía científica digno de tal nombre escrito en España, por un autor español.

Comprendo, pues, la tristeza de Velarde y sus compañeros. Me entristezco por ellos y, cómo no, me entristezco por todos nosotros.

Me entristece profundamente la incapacidad española para el reconocimiento. Es verdad, claro, que ni Castañeda ni ninguno de sus discípulos fueron candidatos al Premio Nobel. Jamás hicieron una aportación original. Pero no se les debería escatimar el mérito –como a otros colegas de otras disciplinas- de haber conseguido elevar la universidad española, en mitad de las mayores dificultades, a un rango homologable al de otros países, quizá no punteros, pero sí algo más decentes. Hacer eso, no obstante, implica tener que reconocer que, en un ambiente francamente hostil para la creación científica, no todo fue páramo o, cuando menos, hubo quien se aplicó con tesón a roturar tanta tierra inculta. Luego vendrían los “genios” fascinados por la autogestión yugoslava y la ideologizadísima universidad de los setenta y los ochenta, por lo visto mucho más “creativa”.

Objetivos humildes, pero transmitidos con rigor. Porque lo que no se tenía en medios, se suplía con trabajo (¿alguien se imagina qué sucedería si, hoy, un catedrático recomendara a su doctorando que supliera sus lagunas ¡cursando una ingeniería superior!?). Cuentan que Castañeda fue uno de los muchos catedráticos “juzgados” en la época revolucionaria (¿?) de nuestra universidad (con especial frecuencia, dada su severidad académica). Como representante “del régimen” fue sometido a las pertinentes inquisitorias de un alumnado soliviantado. Los que, apeándose del apriorismo, aceptaron el combate dialéctico con el profesor –que el aceptaba gustoso sin más límite que la corrección en las maneras- hubieron, cuando menos, de reconocerle una solvencia intelectual suficiente para salir con bien del trance.

Y es que entonces, como ahora, la fuerza de las ideas de más de uno tiembla ante una simple pizarra. Basta, para desarmar algunas pretendidamente lúcidas construcciones intelectuales que se solicite una explicación, sin dar nada por supuesto ni conceder nada a priori. Entonces, como ahora, el mundo se dividía en dos tipos de personas, las que pretenden convencer y las que pretenden adoctrinar. Para las primeras están las universidades, para las segundas, las Iglesias y los partidos políticos.

Velarde y compañía dieron por bien empleados los sufrimientos para obtener aprobados y buenas calificaciones en memorias y exámenes. Y agradecen, hoy, al profesor, que se las hiciera pasar canutas, que impusiera filtros exigentes. Sólo un imbécil redomado puede pretender que es mejor enseñante el que menos exige.

Hoy, en el país de ZP, de la insolvencia, de la falta de rigor, de la ofensa continuada a la inteligencia y de el desdén por cuanto implique esfuerzo, no hay lugar para el recuerdo. Por simple incomprensión.

2 Comments:

  • Respetado Fer,
    El último inciso del párrafo "Entonces, como ahora, el mundo se dividía en dos tipos de personas, las que pretenden convencer y las que pretenden adoctrinar. Para las primeras están las universidades, para las segundas, las Iglesias y los partidos políticos" es un buen ejemplo de lo que en inglés se llama Wishful Thinking, y pensar así te honra. Sólo que eso el deber ser; lamentablemente, no es lo que es.

    By Blogger Hans, at 3:19 p. m.  

  • Quizá tengas razón, Hans. Creo que, a veces, no puedo evitar confundir la realidad con mis deseos.

    Un abrazo y gracias por tus comentarios

    By Blogger FMH, at 4:06 p. m.  

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