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viernes, mayo 19, 2006

EL LEMA

Una cosa deberíamos agradecer al socialismo catalán, y es el habernos proporcionado un ejemplo útil cuando tengamos que responder a la pregunta de qué es el fascismo. Normalmente, una respuesta mínimamente acabada a semejante cuestión requiere un largo excurso por la historia de las ideas, y se echa de menos algún referente contemporáneo del que tirar, ahora que la cartelería guerracivilista sólo puede verse en exposiciones del Instituto Cervantes y que de la Italia de los años veinte tampoco queda mucho material.

Y es que el famoso lema, por llamarlo de algún modo, elegido por el PSC para su campaña del referéndum condensa en pocas palabras (el PP utilizará tu NO contra Cataluña) los rasgos más señeros de la propaganda genuinamente fascista: simplificación hasta la caricatura, demonización del adversario, identificación de lo propio con lo general, explotación del miedo... En fin, un destilado de basura que no debería ser tolerado por la Administración Electoral y que retrata a sus promotores.

No se trata de una ocurrencia extemporánea provocada por un más que comprensible miedo al fracaso de la iniciativa estatutaria. Si así fuera, podría atribuirse a la indigencia mental del responsable de turno de la campaña. No es así porque no se trata de un hecho aislado. Antes al contrario, se inscribe en una línea que ya ha conocido muchos precedentes; el famoso doberman fue uno muy sonado pero, a mí, el más antológico me pareció aquel de “ser de izquierdas es no ser de derechas” (y como ser de izquierdas es lo mismo que ser bueno, y todos queremos ser buenos en la vida pues, ya sabes....). Este es el nivel de complejidad con el que operan estos tíos, así de simple.

El lema resulta repugnante, y dice mucho del clima que se vive en la Cataluña actual, pero mucho más repugnantes resultan las justificaciones en los líderes nacionales del Partido. Sin ir más lejos, el inefable López Garrido dice que tiene “un fondo de verdad” (que el mínimo Puig –ya saben, el que se baña en piscinas ajenas con el carné de diputado en la boca- diga que “el PP se lo ha buscado”, o que Esquerra emplee esos argumentos entra dentro de lo previsible), reforzando la impresión de que, hay quien, al ir a trabajar, la decencia la deja en casa.

Hay quien compara el, digamos, aserto del lema con las opiniones que vierten los responsables del PP y que a muchos les parecen absolutamente fuera de tono –“España se rompe”, “España se balcaniza”-. Aun cuando debiera ser innecesario, porque los que establecen semejantes comparaciones son perfectamente conscientes de que son falaces, cabe puntualizar: ese tipo de juicios no han sido, ni mucho menos, privativos del PP (Alfonso Guerra mismo se encarga de decir cosas parecidas – otra cosa es que no tenga lo que hay que tener para sostener sus propias opiniones en foros donde hacerlo conlleva algún riesgo) y son eso, opiniones, juicios de valor, exagerados o no, pero en ningún caso lemas electorales, producto de una supuesta reflexión que implica un salto cualitativo de increíbles proporciones, tanto más desvergonzado cuanto que, además, coincide con un solapamiento inaceptable entre la campaña de partido desarrollada por el PSC y la campaña institucional desde el Gobierno de la Generalidad. Desde luego, en el PP se han empleado palabras gruesas a menudo, con razón o sin ella pero, que se sepa, jamás se ha hecho una cosa semejante. En realidad, si bien se mira, en el lema hay poco nuevo, porque la idea del PP como enemigo de Cataluña ha sido repetida hasta la extenuación por el socialnacionalismo catalán; lo genuinamente nuevo es que hayan dar el paso de convertir el exabrupto en el leitmotiv de lo que, se supone, es el hito consagrador de su gestión como gobierno autonómico, sin el mínimo de disimulo habitual que, aun mientras se causan estragos en la ética, exige rendir tributo a una cierta estética.

Otro aspecto interesante de la cuestión es que el dichoso lema da la medida del respeto del PSC por sus electores. Al emplear esta técnica despreciable –ya digo, fascista en sentido estricto-, saben que pueden provocar dos reacciones: la primera es, cuando menos, la incomodidad de la gente más sensible, a la que esto no puede parecerle bien, la segunda, por el contrario, es la pasión agitada de la quien no tiene más clave mental que la de la “caña a la derecha”. Como no creo que tengan la menor intención de ahuyentar a sus propios votantes, parece evidente que piensan que el segundo grupo es más numeroso que el primero.

No es de extrañar que a algunos nos parezca que el socialismo está, hace muchos años, instalado en la ofensa sistemática a la inteligencia. Me temo que han concluido que hay poca inteligencia que ofender, lo cual no deja de ser una impresión, si no lógica sí comprensible en quien, cualesquiera que sean los desmanes que venga cometiendo, recibe siempre, una y otra vez, el apoyo de sus electores.

Hay quien reprocha al PSC que no haga campaña en positivo, es decir, que ni se moleste en explicar las bondades de este estatuto cuyo apoyo reclama –si bien de un modo peculiar, a través de un sofisticado razonamiento del tipo “si votas no, eres un c...” (inciso: creo que deberían completar el eslogan con un recordatorio, en letra algo más pequeña, algo así como “vota sí, gilipollas”, no vaya a ser que alguno se pierda en la profundidad silogística del mensaje)-. Esto puede ser cualquier cosa menos sorprendente.

En primer lugar, difícilmente vas a hacer campaña a favor de algo en lo que no crees y que, en muchos casos, ni has leído. En segundo lugar, es más que probable que, escarbando, escarbando, alguien –sobre todo algún charnego desconfiado- caiga en la cuenta de que el estatuto igual no le beneficia y, tercero, ¿por qué molestarse en explicar nada a un votante del que se tiene un concepto como el que se deduce del mensaje elegido? Si piensas que tus votantes son sensibles a este tipo de lenguaje no les motivas, los azuzas.

El Partido Popular deberá buscar el amparo de los tribunales. Es lo lógico, pero así no resolverá nunca el problema de fondo.

Nuestro problema es que necesitamos una izquierda democrática. Hay que parar esto. Por higiene. Por decencia.