UNA VEZ MÁS: NO CON MI DINERO
Me había propuesto no hablar de ello, entre otras cosas porque ya dio buena cuenta del asunto Isabel San Sebastián en su atinado artículo “Rosas Fétidas”, que ha circulado por internet en estos días. Pero no lo puedo resistir, lo siento.
Me refiero, como los lectores ya saben, a la iniciativa de las titiriteras de regalar “rosas por la paz”, a... Jone Goiricelaya, por ejemplo. Ellas saben que esto es obsceno, y es innecesario que se recuerde que toda esta patulea de malnacidas, a lo largo de su carrera no ha tenido un solo minuto para mandar un mensaje de consuelo a una víctima del terrorismo. ¿Saben por qué? Aventuraré una teoría.
En primer lugar porque no es verdad que odien a los terroristas, como todo ser humano bien nacido. Muy al contrario, en el fondo, les admiran. No lo pueden confesar en público –porque ya es un mal rollo-, pero así es. La izquierda progre no puede evitar una fascinación turbadora. La imagen que los demás encontramos execrable, ellos la ven romántica. Porque son los terroristas la única y verdadera vanguardia. Los que realmente “se atreven”, los “osados”, los “audaces”. Si miras para otro lado, si te quedas en la parafernalia de los videos grabados en lenguaje pseudopolítico, en toda esa palabrería sin sentido, escupida bajo el amparo de banderas inexistentes de países imaginarios, puedes llegar a olvidar los cuerpos sin vida, las mutilaciones, las lágrimas de las madres... Sólo queda el gallardo gudari. Se mean en los pantalones cuando son detenidos, pero son los héroes de toda la progresía. En el fondo lo son, sí. Nuestro pecado de juventud, ¿no es cierto?¿quién puede, en suma, mirarles con malos ojos?
Porque, además, a todas estas miserables les han dicho tantas veces que representan a la “cultura” que las muy imbéciles se lo han creído. Ignorantes hasta la náusea, creen que hay algo “político”, un “discurso” en la sarta de disparates que profieren los amigos de Jone Goiricelaya. Hace falta ser gilipollas, sí, pero es que estamos hablando de una gente que construye todo su universo intelectual a base de estupideces parecidas. Cuando Zapatero te parece Kennedy, Arnaldo Otegi, alias “el Gordo” te parece Michael Collins.
Y no han apoyado nunca a las víctimas porque no les gustan. Porque les dan asco. Porque creen que se lo merecen. Por españoles y por fachas. Hay mucho hijo e hija (hoy sí que me apunto a la cruzada contra el plural inclusivo) de la gran puta que cree que lo único que no se puede ser en esta vida es de derechas. Todo lo demás, es lícito. Jone Goiricelaya es una tía mucho más fashion que todas esas viudas sin recursos –y con una pinta infame-. Seguro que Jone Goiricelaya, en sus ratos libres –cuando no prepara la defensa de “el Gordo” y su banda- va al cine en versión original. Es una tía como hay que ser. Es una filoterrorista, pero no es de derechas. Con eso basta.
Además es que esta manada de indeseables se siente, así, “rompedora”, “transgresora”. Como el cretino de Pepe Rubianes cagándose “en la puta España”. ¿Es rompedor darle una rosa a Jone Goiricelaya? ¿Hace falta valor para cagarse “en la puta España”? ¿Es muy “transgresor” mearse en la tapia de una Iglesia, cocinar un Cristo? Hace falta ser impotente mental para creer que tiene mérito nadar a favor de corriente. No, señora Bardem y compañía. Valor hace falta para plantarse con una bandera española en el bulevar de San Sebastián –como hicieron Savater y compañía- mientras la piara de bestias te mira torvamente, quedándose con tu cara. Valor, sin ir tan lejos –espero- tienen quienes en Cataluña se atreven a decir que el rey va desnudo, quienes no pueden hablar con libertad sin que los nuevos fascistas azucen a sus crías para que tiren dentelladas. Lo suyo tiene un nombre, señora. En Cuba, y en otros sitios, lo llaman ser un comemierda.
Traigo todo esto a colación no para desahogarme –que también-, sino para hacer, una vez más, por enésima vez, una petición: no con mi dinero. Estas señoras serían muy dueñas de hacer lo que quisieran, salvo porque la mayoría de ellas trabajan, cuando trabajan, gracias a mis impuestos, que no a los de Jone Goiricelaya –porque Goiricelaya y sus amigos son todos insolventes, o eso dicen, y los insolventes no pagan impuestos.
Hasta no hace mucho, con nuestro dinero mataban a nuestros conciudadanos. Ahora sólo nos insultan y ofenden la memoria de nuestros muertos. Es un avance, qué duda cabe, pero ya está bien. Es hora de que esto acabe. Insisto. No con mi dinero.
Si el Partido Popular gana alguna vez las elecciones –cosa difícil mientras milite en él cierta gente que sigue pensando que “meterse con la gente del espectáculo no es rentable”- espero que la partida presupuestaria destinada a dar de comer a esta jauría se aplique a fines más útiles y, sobre todo, que generen más consenso entre los españoles.
¿Venganza, represalias? No. Simple respeto al electorado.
No con mi dinero. No con mi dinero. Lo repetiré, y saldré a manifestarme con unos cuantos miles de amigos. Romperemos unos cuantos escaparates y robaremos un jamón en el Corte Inglés. Aunque sólo sea por saber qué se siente siendo “transgresor”.
Me refiero, como los lectores ya saben, a la iniciativa de las titiriteras de regalar “rosas por la paz”, a... Jone Goiricelaya, por ejemplo. Ellas saben que esto es obsceno, y es innecesario que se recuerde que toda esta patulea de malnacidas, a lo largo de su carrera no ha tenido un solo minuto para mandar un mensaje de consuelo a una víctima del terrorismo. ¿Saben por qué? Aventuraré una teoría.
En primer lugar porque no es verdad que odien a los terroristas, como todo ser humano bien nacido. Muy al contrario, en el fondo, les admiran. No lo pueden confesar en público –porque ya es un mal rollo-, pero así es. La izquierda progre no puede evitar una fascinación turbadora. La imagen que los demás encontramos execrable, ellos la ven romántica. Porque son los terroristas la única y verdadera vanguardia. Los que realmente “se atreven”, los “osados”, los “audaces”. Si miras para otro lado, si te quedas en la parafernalia de los videos grabados en lenguaje pseudopolítico, en toda esa palabrería sin sentido, escupida bajo el amparo de banderas inexistentes de países imaginarios, puedes llegar a olvidar los cuerpos sin vida, las mutilaciones, las lágrimas de las madres... Sólo queda el gallardo gudari. Se mean en los pantalones cuando son detenidos, pero son los héroes de toda la progresía. En el fondo lo son, sí. Nuestro pecado de juventud, ¿no es cierto?¿quién puede, en suma, mirarles con malos ojos?
Porque, además, a todas estas miserables les han dicho tantas veces que representan a la “cultura” que las muy imbéciles se lo han creído. Ignorantes hasta la náusea, creen que hay algo “político”, un “discurso” en la sarta de disparates que profieren los amigos de Jone Goiricelaya. Hace falta ser gilipollas, sí, pero es que estamos hablando de una gente que construye todo su universo intelectual a base de estupideces parecidas. Cuando Zapatero te parece Kennedy, Arnaldo Otegi, alias “el Gordo” te parece Michael Collins.
Y no han apoyado nunca a las víctimas porque no les gustan. Porque les dan asco. Porque creen que se lo merecen. Por españoles y por fachas. Hay mucho hijo e hija (hoy sí que me apunto a la cruzada contra el plural inclusivo) de la gran puta que cree que lo único que no se puede ser en esta vida es de derechas. Todo lo demás, es lícito. Jone Goiricelaya es una tía mucho más fashion que todas esas viudas sin recursos –y con una pinta infame-. Seguro que Jone Goiricelaya, en sus ratos libres –cuando no prepara la defensa de “el Gordo” y su banda- va al cine en versión original. Es una tía como hay que ser. Es una filoterrorista, pero no es de derechas. Con eso basta.
Además es que esta manada de indeseables se siente, así, “rompedora”, “transgresora”. Como el cretino de Pepe Rubianes cagándose “en la puta España”. ¿Es rompedor darle una rosa a Jone Goiricelaya? ¿Hace falta valor para cagarse “en la puta España”? ¿Es muy “transgresor” mearse en la tapia de una Iglesia, cocinar un Cristo? Hace falta ser impotente mental para creer que tiene mérito nadar a favor de corriente. No, señora Bardem y compañía. Valor hace falta para plantarse con una bandera española en el bulevar de San Sebastián –como hicieron Savater y compañía- mientras la piara de bestias te mira torvamente, quedándose con tu cara. Valor, sin ir tan lejos –espero- tienen quienes en Cataluña se atreven a decir que el rey va desnudo, quienes no pueden hablar con libertad sin que los nuevos fascistas azucen a sus crías para que tiren dentelladas. Lo suyo tiene un nombre, señora. En Cuba, y en otros sitios, lo llaman ser un comemierda.
Traigo todo esto a colación no para desahogarme –que también-, sino para hacer, una vez más, por enésima vez, una petición: no con mi dinero. Estas señoras serían muy dueñas de hacer lo que quisieran, salvo porque la mayoría de ellas trabajan, cuando trabajan, gracias a mis impuestos, que no a los de Jone Goiricelaya –porque Goiricelaya y sus amigos son todos insolventes, o eso dicen, y los insolventes no pagan impuestos.
Hasta no hace mucho, con nuestro dinero mataban a nuestros conciudadanos. Ahora sólo nos insultan y ofenden la memoria de nuestros muertos. Es un avance, qué duda cabe, pero ya está bien. Es hora de que esto acabe. Insisto. No con mi dinero.
Si el Partido Popular gana alguna vez las elecciones –cosa difícil mientras milite en él cierta gente que sigue pensando que “meterse con la gente del espectáculo no es rentable”- espero que la partida presupuestaria destinada a dar de comer a esta jauría se aplique a fines más útiles y, sobre todo, que generen más consenso entre los españoles.
¿Venganza, represalias? No. Simple respeto al electorado.
No con mi dinero. No con mi dinero. Lo repetiré, y saldré a manifestarme con unos cuantos miles de amigos. Romperemos unos cuantos escaparates y robaremos un jamón en el Corte Inglés. Aunque sólo sea por saber qué se siente siendo “transgresor”.
3 Comments:
Irreprochable artículo. Y la descarga de adrenalina muy terapéutica y recomendable.
Permito recordar, para enfatizar tu tesis de que siempre han estado con los terroristas, que la insigne Rossy de Palma dijo una vez que las víctimas se quejaban demasiado; que en el fondo, un atentado era como un accidente de tráfico.
Sí, una hija de puta, también. Con o sin rosa.
By Juan Estébanez, at 1:24 a. m.
Muy atinado, querido Fer. El tono justo, el verbo afilado, la expresión precisa. Qué magnífico es el castellano, que nos proporciona para definir a gente así la expresión "hijo/hija de la gran puta".
Por lo que respecta a la llamada "belleza picassiana", que una vez dijo de sí misma que tenía una imagen "muy potente"(cualquiera de las dos expresiones son excelentes ejemplos de eufemismo radical), pues qué vamos a decir. Pésima en su grupo musical, pésima actriz... Que no me jodan, hombre: si esta elementa es una artista, yo soy Elvis redivivo (por decir alguien).
By Hans, at 12:09 p. m.
Sí, magnifico castellano, que también nos permite decir a los fascistas (pues eso es lo que sois) que sois todos unos hijos de puta, y lo que os jode, es que a pesar de haber ganado la guerra, "los pogres" os estén comiendo el terreno, con su inteligencia, no con el apellido. Estoy en contra de toda violencia, y creo que la solución está en el diálogo, pero para ello, hay que dejar hablar, y no ilegalizar.
By Anónimo, at 11:23 p. m.
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