NUESTRO VERDADERO DRAMA
Hay quien piensa que el drama de España es la existencia de una minoría de ciudadanos que no se sienten ni quieren ser españoles. Ese drama es tanto más trágico cuanto que una proporción de esos ciudadanos contrariados por su pasaporte amparan, promueven o, en el extremo, practican la violencia de múltiples formas contra quienes no piensan como ellos. Hemos tenido la mala suerte de que han arraigado entre nosotros, probablemente por nuestras carencias seculares, por el subdesarrollo intelectual, pseudoideologías premodernas, no pertenecientes al mundo de lo aceptable. Me refiero a las ideas que hacen posible que, ni siquiera traicionado por el subconsciente, alguien afirme que no se puede ser presidente de cierta comunidad autónoma por no haber nacido en ella.
En suma, hay quien cree que nuestro drama presente no deja de ser la coda del fracaso de la revolución liberal, la malformación de un estado que nunca consiguió librarse del todo del mal sueño del antiguo régimen, enquistado aún en diversas formas. Mientras haya quien siga apelando a los “derechos históricos” como fundamento del orden político, es obvio que esa revolución no habrá concluido.
Y, sin embargo, lo anterior, siendo una desgracia y un desgracia importante, no es lo fundamental. Los nacionalismos y las deformidades congénitas de nuestro estado son, qué duda cabe, una patología, una enfermedad crónica que, en grado diverso, padecen también otros países. Pero al menos yo tengo la convicción de que esta condición no tendría por qué ser mortal de necesidad.
El verdadero drama de nuestro país reside en que hay un número inmenso de españoles a los que el odio por lo ajeno sigue movilizando más que la estima de lo propio. No hace mucho, nos escandalizábamos de la falta de gusto, de la grosería, la indigencia mental y la profunda indignidad política de la elección de lemas del PSC para la campaña de referéndum de Cataluña. El infamante eslogan inicial se resolvió en algo igualmente estúpido aunque algo menos sonoro. Se invitaba, se invita a votar a favor del engendro malparido por el Parlamento Catalán y las Cortes “para que no gane el PP”. Por supuesto, no para que “no gane ERC” o para que “no gane Ciutadans”. No. Para que “no gane el PP”. ¿Por qué? Porque ni ERC ni Ciutadans representan a “la derecha”. Carecen de anclaje sentimental en el alma de la izquierda española.
Lo verdaderamente escandaloso, sin embargo, es que el lema funciona. Que, en efecto, moviliza a la gente. Que, tras semejante apelación a sus tripas, a lo más podrido de su alma, el electorado de izquierda va a votar y, en efecto, votará para que “se joda el PP”. Y, jodiendo al PP, los charnegos, los inmigrantes, votarán a favor de un estatuto que, en su largo texto, no les dedica una sola palabra de cariño, que es incapaz de reconocer que, sin su aporte, Cataluña tendría hoy dos millones de habitantes y sería algo muy diferente. Harán, por tanto, su labor como granero de un voto no exigente, sosteniendo a quien piensa que ellos, en realidad, no pueden presidir el gobierno de la región en la que viven.
Ayer, en la concentración de las víctimas del terrorismo, pensé para mis adentros que los mensajes, los discursos, las inquietudes y los temores que allí se expresaron podrían ser compartidos por mucha, muchísima gente en España. Es verdad que la muestra que uno conoce nunca es representativa, porque siempre está sesgada, pero la mayoría de la gente de izquierda que conozco tiene muy claros cuáles son los límites de lo aceptable. Hay muchas más Maites Pagaza que Patxis López en la izquierda española. Mucha más gente intelectualmente honesta que personajillos de la cola del Alphaville. La Bardem y compañía sólo se representan a sí mismos.
Pero con la misma convicción que digo lo anterior, me temo que buena parte de esa gente odia más al PP, odia más a “la derecha” de lo que quiere a su propio país, incluso a sus propias ideas. Es un odio abstracto, inconcreto, una especie de barrera inconsciente, alimentada por años y años de frentismo. Mucha gente piensa como Maite Pagaza, pero muy poca es capaz de dar el paso que dio ella ayer. El paso de estar con sus conciudadanos porque, antes que discrepantes son eso, conciudadanos –es más, la condición previa necesaria del discrepante es esa, la de conciudadano-. El paso de estar con quienes no necesariamente piensan como uno a pedir –en realidad, por qué no decirlo, a implorar, a rogar- un mínimo de sensatez.
Pero no será posible. Mientras la izquierda siga dirigida por una jauría de progres resentidos y una verdadera legión de oportunistas sin escrúpulos, mientras una verdadera horda de malnacidos siga dedicando sus horas a pensar y escribir lemas que sólo son variaciones del “jódete” no hay nada que hacer.
Ése es nuestro drama. No otro.
En suma, hay quien cree que nuestro drama presente no deja de ser la coda del fracaso de la revolución liberal, la malformación de un estado que nunca consiguió librarse del todo del mal sueño del antiguo régimen, enquistado aún en diversas formas. Mientras haya quien siga apelando a los “derechos históricos” como fundamento del orden político, es obvio que esa revolución no habrá concluido.
Y, sin embargo, lo anterior, siendo una desgracia y un desgracia importante, no es lo fundamental. Los nacionalismos y las deformidades congénitas de nuestro estado son, qué duda cabe, una patología, una enfermedad crónica que, en grado diverso, padecen también otros países. Pero al menos yo tengo la convicción de que esta condición no tendría por qué ser mortal de necesidad.
El verdadero drama de nuestro país reside en que hay un número inmenso de españoles a los que el odio por lo ajeno sigue movilizando más que la estima de lo propio. No hace mucho, nos escandalizábamos de la falta de gusto, de la grosería, la indigencia mental y la profunda indignidad política de la elección de lemas del PSC para la campaña de referéndum de Cataluña. El infamante eslogan inicial se resolvió en algo igualmente estúpido aunque algo menos sonoro. Se invitaba, se invita a votar a favor del engendro malparido por el Parlamento Catalán y las Cortes “para que no gane el PP”. Por supuesto, no para que “no gane ERC” o para que “no gane Ciutadans”. No. Para que “no gane el PP”. ¿Por qué? Porque ni ERC ni Ciutadans representan a “la derecha”. Carecen de anclaje sentimental en el alma de la izquierda española.
Lo verdaderamente escandaloso, sin embargo, es que el lema funciona. Que, en efecto, moviliza a la gente. Que, tras semejante apelación a sus tripas, a lo más podrido de su alma, el electorado de izquierda va a votar y, en efecto, votará para que “se joda el PP”. Y, jodiendo al PP, los charnegos, los inmigrantes, votarán a favor de un estatuto que, en su largo texto, no les dedica una sola palabra de cariño, que es incapaz de reconocer que, sin su aporte, Cataluña tendría hoy dos millones de habitantes y sería algo muy diferente. Harán, por tanto, su labor como granero de un voto no exigente, sosteniendo a quien piensa que ellos, en realidad, no pueden presidir el gobierno de la región en la que viven.
Ayer, en la concentración de las víctimas del terrorismo, pensé para mis adentros que los mensajes, los discursos, las inquietudes y los temores que allí se expresaron podrían ser compartidos por mucha, muchísima gente en España. Es verdad que la muestra que uno conoce nunca es representativa, porque siempre está sesgada, pero la mayoría de la gente de izquierda que conozco tiene muy claros cuáles son los límites de lo aceptable. Hay muchas más Maites Pagaza que Patxis López en la izquierda española. Mucha más gente intelectualmente honesta que personajillos de la cola del Alphaville. La Bardem y compañía sólo se representan a sí mismos.
Pero con la misma convicción que digo lo anterior, me temo que buena parte de esa gente odia más al PP, odia más a “la derecha” de lo que quiere a su propio país, incluso a sus propias ideas. Es un odio abstracto, inconcreto, una especie de barrera inconsciente, alimentada por años y años de frentismo. Mucha gente piensa como Maite Pagaza, pero muy poca es capaz de dar el paso que dio ella ayer. El paso de estar con sus conciudadanos porque, antes que discrepantes son eso, conciudadanos –es más, la condición previa necesaria del discrepante es esa, la de conciudadano-. El paso de estar con quienes no necesariamente piensan como uno a pedir –en realidad, por qué no decirlo, a implorar, a rogar- un mínimo de sensatez.
Pero no será posible. Mientras la izquierda siga dirigida por una jauría de progres resentidos y una verdadera legión de oportunistas sin escrúpulos, mientras una verdadera horda de malnacidos siga dedicando sus horas a pensar y escribir lemas que sólo son variaciones del “jódete” no hay nada que hacer.
Ése es nuestro drama. No otro.
5 Comments:
"Lo verdaderamente escandaloso, sin embargo, es que el lema funciona."
Menos de lo que esperaban. Es muy posible que incluso sea contraproducente. Son los magos de la propaganda pero no pueden con imposibles. Probaron con los eslóganes a la cotra pero los están retirando ya. Si funcionara seguirían con ellos.
By Anónimo, at 4:12 p. m.
tío, no te había leído hasta ahora pero respaldo lo dicho. Resulta sorprendente hoy en día oír hablar a alguien bien de algunos de los aspectos de Mariano, sin ser del partido, y sin caer en los topicazos de la derecha golpista, tardofranquista. No dejo de recordar ese documental del final de Aznar "Hay motivos". Si repasamos la mayor parte de sus aspectos, estos continúan hoy vigentes, y aumentados. Seles acabó el video.
By Anónimo, at 5:51 p. m.
El drama de España es el antiliberalismo que une a derecha y izquierda. Bono-Guerra-Acebes-Zaplana-Aznar...
¿Para cuando una derecha civilizada como el Pnv, Ciu, Cdu o los conservatives?
By Pedro, at 8:46 p. m.
¿Llamas derecha civilizada al PNV o a CiU? Te recuerdo que CiU y el PNV han educado a la generación que hoy vota a ERC y que votará a Batasuna en cuanto la legalicen, que será pront.
By Anónimo, at 10:04 p. m.
Ja, y también ha educado a muchos votantes del Pp y mira, qué le voy a hacer, eso es la democracia.
Como mínimo en PNV i CIU no hay franquistas de presidentes.
By Pedro, at 2:04 a. m.
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