LA IMAGEN DE ESPAÑA
En su despedida del Instituto Cervantes de Nueva York, Antonio Muñoz Molina ha hecho inteligentes observaciones sobre la imagen exterior de España y su relación con la promoción de la lengua y la cultura o, dicho de otro modo, cómo la deficiente imagen de nuestro país se convierte en un hándicap para los que tienen la tarea de trabajar en nuestro primer instituto cultural allende las fronteras, compitiendo con otras ofertas. Sobre el mismo tema, encuentro este artículo en el diario Expansión. Como se ha apuntado en múltiples ocasiones por expertos y gente interesada, el español, la lengua de mayor potencial de entre las grandes, se encuentra tarada por una deficiencia compleja de superar: la carencia de prestigio científico, económico y cultural de las naciones de las que es idioma oficial, y en particular de España como solar patrio.
Se dirán ustedes que a cuento de qué viene sacar este tema tan interesante pero extemporáneo con la que está cayendo. La respuesta, evidente, es que siempre es pertinente tratar de algo que, como el español, es, sin duda, la primera riqueza nacional –un petróleo sin problemas ecológicos, en afortunada expresión de Muñoz Molina- cuya aportación al producto interior bruto es creciente y podría ser muy superior. Pero es que, además, la muy mejorable imagen exterior de España está muy relacionada con “lo que está pasando”.
Como se apunta en el artículo de Expansión que cito, la imagen exterior del país es también un problema interior. Es cierto que España choca, en la ardua tarea de fabricar una marca exitosa, con el lastre heredado de una leyenda negra que ha demostrado ser mucho más rotunda que la propia potencia a la que pretendía combatir. Nuestros adversarios, inventores de la guerra psicológica, siguieron alanceando al moro muerto, ya inofensivo e incapaz de dar más la tabarra. Por si eso fuera poco, las campañas turísticas de los sesenta giraron en torno a la explotación del tópico y, para nuestra desdicha, crearon una impresión algo más que coyuntural –no hay ingreso sin coste, y está visto que la millonada de turistas que empezaron a visitarnos y a llenar nuestras maltrechas arcas nos dejaron algo más que un urbanismo deleznable en las costas.
Todo lo anterior es verdad, sí. Y es verdad, también, que el país no ha destacado, a lo largo del último siglo y medio, por dar buenas noticias al mundo. Nuestra exigua nómina de premios nobel da fe de ello. Con todo, nada sería igual si los españoles tuvieran la confianza en sí mismos que su desempeño como país se merece. Aunque esto de las estadísticas es muy variable, puede decirse que somos la novena potencia económica mundial y, con toda seguridad, uno de los veinte o veinticinco países más desarrollados del planeta, desde todos los puntos de vista. Pues bien, sólo la Alemania lastrada por el trauma de la Segunda Guerra Mundial ofrece al mundo un perfil tan desequilibrado (aquella historia del “gigante económico y enano político” que sólo ahora empieza a corregirse, y siempre teniendo mucho cuidado de no sacar pecho en exceso).
Un país en crisis de identidad permanente transmite muy malas sensaciones al entorno. Sea cual sea el ámbito en el que nos desenvolvamos, se verá que las campañas institucionales aparecen trufadas de “pluralidad”, “novedad”, “juventud”... Aspectos todos ellos asociados a la noción de “país recién llegado” que permiten, con todo rigor, que la prensa extranjera siga refiriéndose a España como una “joven” o “nueva” democracia. Es decir, en los mismos términos que se emplean para hablar, por ejemplo, de las naciones del Este de Europa, a las que llevamos casi veinte años de ventaja en esta materia.
Cuenta Ignacio Cembrero en su libro Vecinos Alejados (sobre la complicada convivencia entre España y Marruecos, asunto en el que el veterano periodista de El País es un auténtico experto) que la crisis de Perejil puso a Aznar ante una difícil disyuntiva. Lo que el mundo hubiera esperado de España es el recurso a medios acordes con su perfil, es decir, una búsqueda de una mediación o algún tipo de salida amistosa (de hecho, la contrariedad de diarios como el Financial Times ante la decisión española fue muy ilustrativa – y aún más las opiniones que se recogieron en su sección de cartas al director), auspiciada, claro, por potencias que, de haberse visto en la misma situación hubieran reaccionado en un lapso de tiempo entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas (en realidad, la situación no pasa de ser un ejercicio teórico, porque al Rey de Marruecos ni se le hubiera pasado por la imaginación hacer un acto de fuerza sobre un territorio en disputa con Francia, el Reino Unido o la misma Italia). La reacción española –intermedia y, por eso, acorde con el peso real (no el aparente) del país, es decir, contundente pero no inmediata, ni mucho menos- llamó la atención a propios y extraños. No se reflexionó, a mi juicio, suficientemente sobre ese asunto y su tratamiento en la prensa española y extranjera. Hubiera sido muy ilustrativo.
Pongámonos en la piel de un corresponsal extranjero para el que, siguiendo la pauta general, una buena noticia jamás será noticia. ¿Qué sensación pueden estar transmitiendo ahora? ¿Qué puede decirse de un país con evidentes problemas para tratar con sus símbolos nacionales? ¿Qué puede decirse de un país en el que siguen corriendo ríos de tinta sobre asuntos como el del derecho de autodeterminación de algunas regiones, que en otras naciones igualmente plurales no merecerían ni la más mínima atención? Es verdad que algunos columnistas alaban la “sanidad” de nuestra democracia y elogian nuestra capacidad para tratar de asuntos trascendentes de manera abierta y sin partirnos la cara como antaño. Pero, además del tono de insufrible paternalismo, ¿qué opinarían si semejantes debates se dieran en sus propias naciones?
Nuestro empeño en sacar buenas notas, en que nada se nos pueda reprochar, en no salir nunca en las listas, en no ser considerados malos demócratas, dan fe de nuestro complejo, de nuestra necesidad de avales externos que la trayectoria de nuestro país no necesita.
Especialmente por parte de algunos, se dice que el español es una lengua de pobres. Ciertamente, no es así en España. Con todo, esto es lo de menos. Lo de más es que es una lengua acomplejada, discutida y discutible.
Se dirán ustedes que a cuento de qué viene sacar este tema tan interesante pero extemporáneo con la que está cayendo. La respuesta, evidente, es que siempre es pertinente tratar de algo que, como el español, es, sin duda, la primera riqueza nacional –un petróleo sin problemas ecológicos, en afortunada expresión de Muñoz Molina- cuya aportación al producto interior bruto es creciente y podría ser muy superior. Pero es que, además, la muy mejorable imagen exterior de España está muy relacionada con “lo que está pasando”.
Como se apunta en el artículo de Expansión que cito, la imagen exterior del país es también un problema interior. Es cierto que España choca, en la ardua tarea de fabricar una marca exitosa, con el lastre heredado de una leyenda negra que ha demostrado ser mucho más rotunda que la propia potencia a la que pretendía combatir. Nuestros adversarios, inventores de la guerra psicológica, siguieron alanceando al moro muerto, ya inofensivo e incapaz de dar más la tabarra. Por si eso fuera poco, las campañas turísticas de los sesenta giraron en torno a la explotación del tópico y, para nuestra desdicha, crearon una impresión algo más que coyuntural –no hay ingreso sin coste, y está visto que la millonada de turistas que empezaron a visitarnos y a llenar nuestras maltrechas arcas nos dejaron algo más que un urbanismo deleznable en las costas.
Todo lo anterior es verdad, sí. Y es verdad, también, que el país no ha destacado, a lo largo del último siglo y medio, por dar buenas noticias al mundo. Nuestra exigua nómina de premios nobel da fe de ello. Con todo, nada sería igual si los españoles tuvieran la confianza en sí mismos que su desempeño como país se merece. Aunque esto de las estadísticas es muy variable, puede decirse que somos la novena potencia económica mundial y, con toda seguridad, uno de los veinte o veinticinco países más desarrollados del planeta, desde todos los puntos de vista. Pues bien, sólo la Alemania lastrada por el trauma de la Segunda Guerra Mundial ofrece al mundo un perfil tan desequilibrado (aquella historia del “gigante económico y enano político” que sólo ahora empieza a corregirse, y siempre teniendo mucho cuidado de no sacar pecho en exceso).
Un país en crisis de identidad permanente transmite muy malas sensaciones al entorno. Sea cual sea el ámbito en el que nos desenvolvamos, se verá que las campañas institucionales aparecen trufadas de “pluralidad”, “novedad”, “juventud”... Aspectos todos ellos asociados a la noción de “país recién llegado” que permiten, con todo rigor, que la prensa extranjera siga refiriéndose a España como una “joven” o “nueva” democracia. Es decir, en los mismos términos que se emplean para hablar, por ejemplo, de las naciones del Este de Europa, a las que llevamos casi veinte años de ventaja en esta materia.
Cuenta Ignacio Cembrero en su libro Vecinos Alejados (sobre la complicada convivencia entre España y Marruecos, asunto en el que el veterano periodista de El País es un auténtico experto) que la crisis de Perejil puso a Aznar ante una difícil disyuntiva. Lo que el mundo hubiera esperado de España es el recurso a medios acordes con su perfil, es decir, una búsqueda de una mediación o algún tipo de salida amistosa (de hecho, la contrariedad de diarios como el Financial Times ante la decisión española fue muy ilustrativa – y aún más las opiniones que se recogieron en su sección de cartas al director), auspiciada, claro, por potencias que, de haberse visto en la misma situación hubieran reaccionado en un lapso de tiempo entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas (en realidad, la situación no pasa de ser un ejercicio teórico, porque al Rey de Marruecos ni se le hubiera pasado por la imaginación hacer un acto de fuerza sobre un territorio en disputa con Francia, el Reino Unido o la misma Italia). La reacción española –intermedia y, por eso, acorde con el peso real (no el aparente) del país, es decir, contundente pero no inmediata, ni mucho menos- llamó la atención a propios y extraños. No se reflexionó, a mi juicio, suficientemente sobre ese asunto y su tratamiento en la prensa española y extranjera. Hubiera sido muy ilustrativo.
Pongámonos en la piel de un corresponsal extranjero para el que, siguiendo la pauta general, una buena noticia jamás será noticia. ¿Qué sensación pueden estar transmitiendo ahora? ¿Qué puede decirse de un país con evidentes problemas para tratar con sus símbolos nacionales? ¿Qué puede decirse de un país en el que siguen corriendo ríos de tinta sobre asuntos como el del derecho de autodeterminación de algunas regiones, que en otras naciones igualmente plurales no merecerían ni la más mínima atención? Es verdad que algunos columnistas alaban la “sanidad” de nuestra democracia y elogian nuestra capacidad para tratar de asuntos trascendentes de manera abierta y sin partirnos la cara como antaño. Pero, además del tono de insufrible paternalismo, ¿qué opinarían si semejantes debates se dieran en sus propias naciones?
Nuestro empeño en sacar buenas notas, en que nada se nos pueda reprochar, en no salir nunca en las listas, en no ser considerados malos demócratas, dan fe de nuestro complejo, de nuestra necesidad de avales externos que la trayectoria de nuestro país no necesita.
Especialmente por parte de algunos, se dice que el español es una lengua de pobres. Ciertamente, no es así en España. Con todo, esto es lo de menos. Lo de más es que es una lengua acomplejada, discutida y discutible.
7 Comments:
Bla bla bla. España ha muerto, ¿por qué coño no os queréis enterar¿ Parecéis judíos en 1938... Salid por piernas en cuanto podáis. España es un cadáver cuya corrupción os va a salpicar a todos. ETA gobierna el país y lo que va a venir en estos años no está ni en vuestras peores pesadillas. ¿De verdad no os dais cuenta, liberales¿
By Anónimo, at 11:45 p. m.
Aznar debió romper con Marruecos en junio del 2000, tras las amenazas de un atentado similar a los de Kenia y Tanzania del 98, efectuadas por el nuevo sultán marroquí a Piqué en una visita a Rabat de éste, recién comenzada la legislatura, si España no modificaba su política acerca del Sáhara.
El PP ocultó a la opinión pública este detalle, y aunque no varió su opinión sobre la ex-colonia, tampoco mandó a Marruecos a hacer gárgaras, como habría sido lógico. Una ruptura diplomática hubiera sido perfectamente comprendida por los ciudadanos.
Más tarde, en el otoño del 2000, Marruecos retiró su embajador en Madrid, sin motivo aparente. Otra ocasión perdida para hacer nosotros lo mismo.
Entonces, ZP, líder del PSOE desde julio, se plantó en Marruecos para "intentar mejorar las relaciones, etc, etc...", cuando nadie le había pedido una gestión como ésta. El 11-M debió de empezar a diseñarse en esta visita.
Posteriormente vino Perejil (julio del 2002). Doble error de Aznar: retirarse de allí y aceptar la mediación americana. No había nada que negociar. Aparte de ser otra (la enésima) oportunidad perdida para romper relaciones diplomáticas de una puñetera vez, que no nos hacen ninguna falta, así como empaquetar (de regreso, por descontado) a toda la inmigración marroquí, fácilmente reemplazable por inmigrantes de otros países.
Nada de esto se hizo, y marzo del 2004 fue la traca final, evitable si se hubieran hecho las cosas que una potencia económica como España no debía haber pasado por alto.
Cuando el enemigo ve que todas sus acciones le salen gratis, sin ningún coste, sigue por la misma vía.
By Anónimo, at 12:24 a. m.
Parte de los males y de las decepciones del nacionalismo español viene de no querer asumir la realidad. España no es la nación unitaria que les gustaría. En Cataluña y País Vasco hay una mayoría que vota a partidos nacionalistas en las elecciones autónomicas (o votarían si no les ilegalizasen su partido), y las encuestas siempre muestran un porcentaje significativo de ciudadanos de estos territorios que no se sienten nada españoles o que se sienten más vascos o catalanes que españoles.
Hay dos estrategias ante esta realidad. O hacer uso de la mayoría de votos de la España nuclear (especialmente Castilla) para atar corto aunque democráticamente a estas provincias “rebeldes”, o darles más cuerda para que se sientan más a gusto dentro de un Estado compartido.
Zapatero parece haber optado por esta segunda opción con el Estatuto catalán y el futuro político vasco. No hay ninguna garantía de que funcione, porque la razón de ser de los nacionalismos es siempre pedir más, pero personalmente creo que es la que tiene más y mejores posibilidades.
Cataluña y el País Vasco son de los territorios más dinámicos de España económica y culturalmente y también en tecnología. La proyección internacional de España pasa por trabajar juntos en lugar de andar a la gresca. Llegar a un entendimiento en el que nos dejemos de peleas y nos pongamos todos a arrimar el hombro, si no bajo el signo de una nación unitaria, al menos compartiendo el mismo Estado. Algunos seguirán sin utilizar la marca España para su proyección, pero creo que eso ya forma parte inseparable de nuestro pintoresco paisaje.
Pero llegar a un entendimiento supone dejarse los maximalismos en casa y hacer concesiones por parte de todos. Tampoco hay que tener miedo a cambiar la Constitución. Y si el entendimiento no es posible siempre se puede barajar la escisión. No ha sido tan traumático para Chequia y Eslovaquia.
By Anónimo, at 11:36 a. m.
Natan Sharansky propone trazar la línea entre sociedades libres y sociedades no libres (él las llama sociedades del miedo) mediante lo que llama el 'test de la plaza del pueblo': Cuando uno puede ir a la plaza del pueblo y hablar públicamente de lo que sea (salvo insultos amenazas y otras obviedades) sin temor a represalias, se esta en una sociedad libre. Si no es el caso, se esta en una sociedad del miedo.
Repetidamente durante estos últimos años hemos visto cómo las dos regiones que menciona Gulliver suspenden en el test de la plaza del pueblo, mientras que el resto de España aprueba brillantemente.
El problema no es que los liberales -que no nacionalistas españoles- no reconozcamos la autodeterminación a los pueblos, sino que consideramos que todo ejercicio de autodeterminación colectiva debe estar precedido de autodeterminación individual, de un debate en libertad, y además, nos atrevemos a pensar que si se diera tal debate, las mayorías serían muy otras.
Por mi parte yo sigo esperando que algún nazionanista me explique las ventajas reales y concretas que para el ciudadano de a pié tendría una separación, porque a mi sólo se me ocurren problemas y sólo en el mejor de los casos posibles quedarse igual.
No se trata de no reconocer situaciones de hecho o aspiraciones más o menos legítimas, sino de no ceder ante los nazis.
By Anónimo, at 12:08 p. m.
Bueno, no sé, yo veo a España muy bien, sobre todo porque le veo buen futuro. El tema de los nacionalismos es un tema, o si se quiere problema, de grados, ellos se ven más iguales entre ellos -"los vascos", "los catalanes", etc- pero ni saben decir qué son ellos mismos ni es esta suficiente razón para hacer nada. Decía Ortega que es un problema que sólo se puede conllevar, y quizá tenía razón, seguramente, pero-y aunque suene ya a topicazo, algo que se dice cuando no se sabe qué decir- "todo esto de la Globalización" acabará con los nacionalismos regionales, los nacionalistas se verán "más parecidos" a los españoles (en fin...) que a otros muchos, franceses y portugueses incluidos, ni que decir tiene, y verán que entre ellos no se desestructurarán esas culturas milenarias y demás; a su vez nosotros terminaremos por vernos nacionales europeos (y los nacionalismos regionales serán el decirse y QUERERSE sólo español, francés, alemán).
Todo esto está muy bien y quizá sea hasta compartido por muchos que no vean buena salud a España en la manera en que aquí se la está tratando (económicamente está genial), se trataría entonces de no llegar al colapso antes de que todo ésto suceda, o al menos estas tendencias comiencen a revertir ciertos procesos. Yo creo que no hay peligro y que no tienen nada que hacer, sinceramente. Estamos en una etapa muy crispada en la que ante el miedo se gira la cabeza a lo conocido, y qué más hay conocido que un símbolo, conocido, reconocible y simple. Pues bien, los nacionalistas regionales sólo pueden ofrecer símbolos, la lengua, la historia, y todo eso. Digo símbolos porque lo son de identidad según dicen, y digo según dicen porque tiene un carácter histoicista un "somos esto por el pasado"... "tenemos que ser ésto por el pasado, porque hablamos esto desde el año tal y todo lo demás". Cuando esta etapa de crispación termine -y creo que no llegaremos al colapso, NI DE LEJOS- para tener adeptos independentistas o aún sólo "muy nacionalistas" habrán de explicarle a sus respectivos electores qué ganarían ellos mismos con una escisión o con todo eso que proponen y no un simple acudir a los símbolos de una manera absolutamente retórica como ocurre ahora. Quizá en otro momento no -no tanto me refiero- pero "todo esto de la Globalización" presenta de manera más que convincente que es mejor lo grande que lo pequeño y cuanto más tiempo pasa más todavía.
El nacionalismo entendido coloquialmente -en sentido historicista, casi místico- no tiene ningún futuro, esto es indiscutible y creo que no llegaremos al colapso.
Respecto de lo que aparece en el blog propiamente dicho sobre la visión exterior que se tiene de España de acuerdo, paternalismos y demás, pero creo que es inevitable, aunque sólo sea por el asunto de la "leyenda negra". Por cierto, el futuro de la lengua española no puede ser sino muy bueno y consecuentemente, en tanto "solar patrio" de lo que España pueda aportar en este tema.
Mañana contesto a lo de la violencia xD
Saludos
By Fritz, at 7:31 a. m.
Me parece que no te enteras Gulliver. Castilla no existe ya que fue dividida entre Cantabria, La Rioja, Castilla La Mancha, Castilla y Leon y Madrid. En cuanto a lo que dices de que las Provincias más dinámicas son las Vascas y Catalanas tu debes haber estado encerrado en algún sitio los últimos treinta años. Compara el crecimiento del resto de España con el Vasco o Catalán y no me vengas con lo del centralismo y la capitalidad de Madrid, que para centralismo ya tuvimos los años de Franco y eso no impidió que Cataluña y País Vasco se pusieran en cabeza en aquella época. Te doy un consejo, viaja un poco más y compra algún períodico no nacionalista, más que nada por higiene mental.
Saludos.
By Anónimo, at 6:13 p. m.
Más sobre corrupción...
II. JOSÉ MARTÍ GÓMEZ, Premio Nacional de Periodismo de Cataluña 2008,
LA VANGUARDIA, Y JAVIER DE LA ROSA.
Rafael del Barco Carreras
Abril 2009. Del libro “La Catalunya mes fosca” de Victor Saura, periodista catalanista de izquierdas, recién editado, releo traduciendo del catalán… “Los periodistas, y en general las personas, tenemos esta manía de creernos lo que leemos. Uno escribe una cosa porque una supuesta buena fuente se lo ha explicado (y los De la Rosa, Piqué Vidal, Estevill, Aguilera, Oubiña y compañía eran grandísimas fuentes para muchos periodistas encantados de tenerlos) y a partir de aquí el resto lo vamos repitiendo acríticamente, como si hubiéramos presenciado el crimen en directo. No he visto nunca a ningún periodista admitir un error así. Admitir que con un artículo inspirado por alguno que le parecía de confianza y que años después se ha comprobado que era un auténtico pirata malparido hundió la reputación de algún otro que posiblemente no tenía ninguna culpa”… y amplío mi escrito del 26-10-08, cuando a Martí Gómez le otorgan el gran galardón en el teatro Kursal de Manresa.
José Martí Gómez inició el linchamiento y juicio paralelo en el caso Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, 1980. Insisto, ni se le ocurrió hablar conmigo, ¿para qué? ¡yo no le pagaría tanto como De la Rosa! Durante 30 años me he preguntado cuánto. Ver las imágenes adjuntas en www.lagrancorrupcion.blogspot.com. Dice investigó, no investigó nada, porque la patraña es falsa. NO EXISTÍAN ESOS SUPUESTOS FINANCIEROS DE DUDOSA REPUTACIÓN, apenas unos socios menores de los varios con quienes Antonio de la Rosa realizaba sus negocios (preferencia y a dúo con su hijo Javier), y en cuanto a las señoritas, ese SAN ANTONIO, arrastraba una doble vida al igual que tantos otros de los adinerados y corrompidos franquistas.
Los De la Rosa le proporcionaron las claves del guión. La más rentable de sus novelas. Victor Saura confunde ERROR por CORRUPCIÓN. Hasta los jueces dictarán en la sentencia; dinero parte GASTADO EN VICIOS. Tengo 68 años (a estas alturas de la vida no debo justificarme ante nadie) jamás he tenido un VICIO (ni fumo) como demostraría el más profundo e imaginable examen médico, añadiendo de paso que nunca he estado enfermo con un solo día de cama, jamás una baja en mis trabajos o negocios, y demostrable en el expediente carcelario o en los archivos de todo el Sistema Sanitario. Por no tomar, ni aspirinas... la antítesis de Javier de la Rosa.
La portada y primera página de CAMBIO 16 del 18-11-79 inicia en la Prensa la consolidación del primer gran desfalco de los De la Rosa y su corte, o de quienes se añadirían al engaño, Serra, Maragall… la Prensa…abogados, jueces, policías…
By Rafael del Barco Carreras, at 2:34 p. m.
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