Y MÁS SOBRE EL CENTRO
El debate es algo viejo, y por viejo algo aburrido. Sin embargo, es crucial para la derecha española y, por extensión, para nuestra democracia. Me refiero, cómo no, a la “búsqueda del centro”.
El esquema del razonamiento vendría a ser el siguiente: el electorado español es un electorado escorado de natural hacia el centro-izquierda, así pues, y de entrada, la derecha debe siempre ser consciente de ese hándicap. De ahí que se eluda, incluso, la propia etiqueta de derecha, optando por las más tibias de centro-derecha o “centro reformista”. Partiendo de ese estado de cosas, la derecha debe intentar, en todo caso, retener a sus votantes más próximos a la izquierda –los de derecha-derecha se consideran, por obvias razones de falta de alternativa, cautivos- a través de un discurso moderado en la forma y en el fondo, que no dé una imagen extremosa y que, por supuesto, no deje al Partido Popular (que ése es el nombre de pila del invento) como un outsider permanente.
Quienes así razonan siguen tirando del hilo: aun cuando todos somos perfectamente conscientes de los enormes riesgos que la actual coyuntura comporta para nuestro país, y aun cuando sabemos que todo el modelo constitucional está siendo puesto en cuestión, hemos de tirar de “cintura” e intentar nadar en esta agua tumultuosas con un perfil bajo. Al menos, se concluye, hasta que sea posible recuperar el poder y, desde ahí, lanzar la regeneración que el país necesita.
Así pues, nos encontramos, de nuevo, ahora desde el lado diestro, ante una reedición del “el fin justifica los medios” o el París bien vale una misa. Sacrifiquemos el discurso de principios y conceptos rotundos, precisamente para que, llegados de nuevo al gobierno, podamos ponerlo en práctica. Unos llaman a eso táctica, otros cinismo.
Y un servidor, en cualquier caso, lo llama error, error craso, además. Porque lo menos que puede esperarse de un táctico o de un cínico que te pide que te metas tus principios donde te quepan, aunque sea por un tiempo, es que sepa lo que hace. Y creo que buena parte de los inspiradores del discurso de la derecha no lo saben.
Aceptemos por un momento dos premisas: la primera, sin discusión, es que conviene ser moderado en la expresión, porque eso es una regla de la buena educación que ninguna coyuntura debe abolir. Se pueden decir cosas muy fuertes sin perder las formas, eso es evidente. La segunda premisa que vamos a aceptar en nuestro análisis es que, en efecto, convenga asegurar el voto de “centro”.
Y ahora pregunto yo, ¿de qué “centro” estamos hablando? ¿qué es eso del centro? Se supone que el centro es ese espacio sociológico en el que convive una masa de indecisos que, en principio, podría decantarse por cualquiera de los dos grandes partidos, y que muchas veces lo hará por simple descarte. Un votante ideológicamente poco marcado. Pues bien, hay varios matices que hacer al respecto.
El primero es que, hoy por hoy, el partido socialista no representa ninguna alternativa moderada o, al menos, más moderada que el Partido Popular. Ha quedado más que evidenciado a lo largo de estos dos años y pico en qué consistía el famoso “talante” y lo poco que da de sí. Por tanto, nuestro votante de centro ideológicamente poco marcado, si tiene las características que de él se predica, no debe encontrarse muy a gusto con la alternativa socialista (otra cosa es que sea un votante socialista más o menos convencido y, por consiguiente, sólo oscilante entre su partido y la abstención – pero jamás votante de derecha).
El socialismo está abandonando a su suerte grandes espacios políticos que nada tienen de “radicales”, salvo que los propios socialistas quieran motejar así posturas que ellos mismos defendían hasta no hace mucho. Así pues, el Partido Popular no tendría ninguna necesidad de viajar hacia el centro, porque el centro estaría viajando hacia él.
En realidad, podría darse la paradoja de que, en su búsqueda de un votante de centro, el PP perdiera muchos de los que ya tiene o a los que no les queda más remedio. Los liberales, por ejemplo. Hoy por hoy, hemos de aceptar un partido de derecha con desagradables ribetes clericales y muy dudosas convicciones liberales en lo económico porque es el único que nos garantiza un discurso firme en tres o cuatro cosas de comer. Si el PP elige gallardonear, o buscar su sitio en la neoespaña zapateril, nos encontraremos con un cuadro que, además de apestar a sotana, nos presente un perfil equívoco en lo fundamental. Servidor se va de najas a la abstención, casi seguro que para no salir más. Y me temo que no sería el único.
Rajoy y compañía pueden elegir. Es posible que el discurso de la firmeza institucional y el compromiso con una reforma constitucional que frene el desmadre en el que se está convirtiendo nuestro país y conjure el peligro de que España se convierta en una agregación de territorios y no en una comunidad de ciudadanos le reste algún voto, aunque tengo para mí que quienes no gustan de ese discurso no iban a votar al PP nunca, pero puede dar por hecho que la tibieza le va a costar una auténtica sangría.
Lamentablemente, algunos sí tenemos memoria, y recordamos perfectamente en qué queda eso de “primero, el poder, luego la regeneración”. José Mª Aznar llegó al Gobierno con la promesa de una regeneración democrática. En ocho años, ni se atisbó. Así pues, ¿qué cabe esperar cuando ya todo se fía a una futura vuelta a la poltrona? Es verdad que los políticos mienten, y que las promesas electorales no tienen valor contractual pero, ¿qué esperar cuando ni siquiera en la oposición se atreven a llamar a las cosas por su nombre?
Ellos sabrán.
El esquema del razonamiento vendría a ser el siguiente: el electorado español es un electorado escorado de natural hacia el centro-izquierda, así pues, y de entrada, la derecha debe siempre ser consciente de ese hándicap. De ahí que se eluda, incluso, la propia etiqueta de derecha, optando por las más tibias de centro-derecha o “centro reformista”. Partiendo de ese estado de cosas, la derecha debe intentar, en todo caso, retener a sus votantes más próximos a la izquierda –los de derecha-derecha se consideran, por obvias razones de falta de alternativa, cautivos- a través de un discurso moderado en la forma y en el fondo, que no dé una imagen extremosa y que, por supuesto, no deje al Partido Popular (que ése es el nombre de pila del invento) como un outsider permanente.
Quienes así razonan siguen tirando del hilo: aun cuando todos somos perfectamente conscientes de los enormes riesgos que la actual coyuntura comporta para nuestro país, y aun cuando sabemos que todo el modelo constitucional está siendo puesto en cuestión, hemos de tirar de “cintura” e intentar nadar en esta agua tumultuosas con un perfil bajo. Al menos, se concluye, hasta que sea posible recuperar el poder y, desde ahí, lanzar la regeneración que el país necesita.
Así pues, nos encontramos, de nuevo, ahora desde el lado diestro, ante una reedición del “el fin justifica los medios” o el París bien vale una misa. Sacrifiquemos el discurso de principios y conceptos rotundos, precisamente para que, llegados de nuevo al gobierno, podamos ponerlo en práctica. Unos llaman a eso táctica, otros cinismo.
Y un servidor, en cualquier caso, lo llama error, error craso, además. Porque lo menos que puede esperarse de un táctico o de un cínico que te pide que te metas tus principios donde te quepan, aunque sea por un tiempo, es que sepa lo que hace. Y creo que buena parte de los inspiradores del discurso de la derecha no lo saben.
Aceptemos por un momento dos premisas: la primera, sin discusión, es que conviene ser moderado en la expresión, porque eso es una regla de la buena educación que ninguna coyuntura debe abolir. Se pueden decir cosas muy fuertes sin perder las formas, eso es evidente. La segunda premisa que vamos a aceptar en nuestro análisis es que, en efecto, convenga asegurar el voto de “centro”.
Y ahora pregunto yo, ¿de qué “centro” estamos hablando? ¿qué es eso del centro? Se supone que el centro es ese espacio sociológico en el que convive una masa de indecisos que, en principio, podría decantarse por cualquiera de los dos grandes partidos, y que muchas veces lo hará por simple descarte. Un votante ideológicamente poco marcado. Pues bien, hay varios matices que hacer al respecto.
El primero es que, hoy por hoy, el partido socialista no representa ninguna alternativa moderada o, al menos, más moderada que el Partido Popular. Ha quedado más que evidenciado a lo largo de estos dos años y pico en qué consistía el famoso “talante” y lo poco que da de sí. Por tanto, nuestro votante de centro ideológicamente poco marcado, si tiene las características que de él se predica, no debe encontrarse muy a gusto con la alternativa socialista (otra cosa es que sea un votante socialista más o menos convencido y, por consiguiente, sólo oscilante entre su partido y la abstención – pero jamás votante de derecha).
El socialismo está abandonando a su suerte grandes espacios políticos que nada tienen de “radicales”, salvo que los propios socialistas quieran motejar así posturas que ellos mismos defendían hasta no hace mucho. Así pues, el Partido Popular no tendría ninguna necesidad de viajar hacia el centro, porque el centro estaría viajando hacia él.
En realidad, podría darse la paradoja de que, en su búsqueda de un votante de centro, el PP perdiera muchos de los que ya tiene o a los que no les queda más remedio. Los liberales, por ejemplo. Hoy por hoy, hemos de aceptar un partido de derecha con desagradables ribetes clericales y muy dudosas convicciones liberales en lo económico porque es el único que nos garantiza un discurso firme en tres o cuatro cosas de comer. Si el PP elige gallardonear, o buscar su sitio en la neoespaña zapateril, nos encontraremos con un cuadro que, además de apestar a sotana, nos presente un perfil equívoco en lo fundamental. Servidor se va de najas a la abstención, casi seguro que para no salir más. Y me temo que no sería el único.
Rajoy y compañía pueden elegir. Es posible que el discurso de la firmeza institucional y el compromiso con una reforma constitucional que frene el desmadre en el que se está convirtiendo nuestro país y conjure el peligro de que España se convierta en una agregación de territorios y no en una comunidad de ciudadanos le reste algún voto, aunque tengo para mí que quienes no gustan de ese discurso no iban a votar al PP nunca, pero puede dar por hecho que la tibieza le va a costar una auténtica sangría.
Lamentablemente, algunos sí tenemos memoria, y recordamos perfectamente en qué queda eso de “primero, el poder, luego la regeneración”. José Mª Aznar llegó al Gobierno con la promesa de una regeneración democrática. En ocho años, ni se atisbó. Así pues, ¿qué cabe esperar cuando ya todo se fía a una futura vuelta a la poltrona? Es verdad que los políticos mienten, y que las promesas electorales no tienen valor contractual pero, ¿qué esperar cuando ni siquiera en la oposición se atreven a llamar a las cosas por su nombre?
Ellos sabrán.
2 Comments:
La imagen del PP para el 80% de los jóvenes es esta:
http://www.libertaddigital.com/php3/noticia.php3?cpn=1276254457
http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2004-09-28&num_edi_on=1446&cpn=1276233870&seccion=SOC_D
Y lo que es el PP es esto:
http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2006-03-02&num_edi_on=1453&cpn=1276273324&seccion=ESP_D
Troupe de burócratas que van a decir lo que toque en cada momento.
Te resumo el drama del PP en una anecdota:
Por las mañanas les casca uno, que si se cargan el matrimonio, que si el loby gay, que si la católica España, etc.......
Concienciados los muchachos del PP deciden llevar al experto del programa de por las tardes, pos si es la misma cadena tampoco importará, dice el astuto político del PP, ese liberá epañol.
Con el resultado de que el de por las mañanas les da de hostias que como se les ocurre llevar a ese "personaje", que de que cueva lo han sacado.
En fin, el destino de los que cambian de ideas y no de personas.
Lo que le pide la gente que critica al PP es que se dedique a la acción y no a la "reacción" y que se hagan propuestas y no "contrapropuestas". Eso sin contar que la apariencia que da el PP hoy en dia es de ser la "correa de transmisión" de la Iglesia Católica. Lo del "centrismo" se lo ha inventado un periodista.
By Anónimo, at 4:39 p. m.
Muy bueno FMH. En mi comunidad gobierna el PP impulsando un nuevo estatuto de consenso, y estoy a punto de abstenerme en las próximas autonómicas. A pesar de que si ganara el PSOE sería una hecatombe, o quizás sólo lo mismo pero más rápido.
Anónimo, a ver si comprendes mínimamente la posición del contrario. Yo pienso que una vez que hay una democracia establecida no es necesaria ninguna "acción" revolucionaria para cambiarla por el chavismo o el Frente Popular, y que si alguien lo intenta cabe una "reacción" para impedirlo.
By Anónimo, at 3:49 a. m.
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