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sábado, marzo 25, 2006

SER LIBERAL, SEGÚN F.J. LAPORTA

Un buen amigo me hace llegar un extenso artículo publicado en El País, el 18.03.06, con el llamativo título de “Ser Liberal”. Lo firma Francisco J. Laporta, catedrático de filosofía del derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Pueden consultar el artículo entero en este enlace, por ejemplo (cortesía de la bitácora “El Almendrón”).

La tesis central del artículo es que, so capa de liberal, circula mucho bulto sospechoso, mucho insultón y mucho periodista crispador. Dice el autor que lo del liberalismo marida mal con el Opus y la Conferencia Episcopal y que, además, confundir liberales con “libremercadistas” es un reduccionismo inadmisible.

Para Laporta, liberalismo y temple en la crítica, tolerancia, respeto por el otro y rechazo de la creencia impuesta viajan juntos. Se concluye, en suma, que no son liberales muchos de los que así se proclaman. Cita el autor una nómina de españoles excelsos que él adscribe al liberalismo genuino, de Ayala a Ortega, pasando por Unamuno, Giner de los Ríos o Caro Baroja. Lo hace para concluir que Esperanza Aguirre no forma parte del grupo sino que es punto menos que su antípoda y que esos liberales egregios malamente encontrarían acomodo en una derecha española como la actual, que califica de “zafia”.

Estoy de acuerdo con el autor en muchas cosas. Sí creo que mucho autodenominado liberal de liberal no tiene nada –no porque crispe más o menos, sino porque anda muy lejos de unas convicciones que puedan calificarse auténticamente de liberales- y que, desde luego, el PP no es un partido liberal (otra cosa es que, en su seno, acoja liberales genuinos, que sí podrían formar una corriente). Creo que, en efecto, el liberalismo es la doctrina del respeto por el otro, y del debate de ideas como motor de la vida pública. También convengo, por último, en que reducir el liberalismo político al libre mercado es una simplificación intolerable, sin que eso implique negar que el mercado es una institución central del pensamiento liberal, porque donde el mercado está ausente no hay libertades económicas, pero tampoco políticas.

Ahora bien, el evidente sesgo que impone el autor ya es menos digno de ser compartido.

Me resulta muy poco aceptable la especie de disociación necesaria que establece entre credo cristiano y liberalismo. Hablando de Termes, por ejemplo, afirma que es un tanto contradictorio presentarse como liberal y numerario del Opus Dei. Es cierto que la Iglesia Católica condenó durante siglos al liberalismo –al librepensar, más bien- pero esas cosas quedaron bastante superadas con el Concilio Vaticano II, creo.

No es verdad que el liberal sea, por definición “resistente a toda verdad revelada”. Lo genuino del liberal es resistirse a la imposición a otros de esa revelación. Ha habido siempre, por qué no, liberales creyentes, en la fe católica o en cualquier otra. El liberalismo, como he comentado en otras ocasiones, no es exactamente una ideología ni una cosmovisión sino, más bien, una actitud ante la vida y, en este sentido, es compatible, aunque no con todas, sí con un buen número de cosmovisiones diferentes. La cristiana incluida, por supuesto.

La historia de nuestro siglo XIX nos enseña que la lucha por la aconfesionalidad del Estado –una de las banderas de nuestro liberalismo decimonónico- fue llevada a cabo por creyentes virtuosos (ateos, lo que se dice ateos, pocos). No cuestionaban, en absoluto, el magisterio moral de la Iglesia, ni mucho menos el dogma católico, sino la pretensión de la Institución Eclesial de seguir ocupando un espacio público que, a su juicio, entonces novedoso, no le correspondía.

Más sospechosa es la alineación del autor con las tesis de la izquierda. Los liberales “no crispan”. Y los que crispan no son liberales, se sigue. Si hemos de creer al señor Laporta, a los liberales les corresponde siempre mantener una elegancia florentina, cualquiera que sea el ambiente en el que se desenvuelvan.

Pues si el señor Laporta repasa su nómina de liberales excelsos, concluirá que ellos también crisparon, y mucho. Fueron muy críticos cuando hubo que serlo. Ortega es un ejemplo señero –hasta el punto de que la izquierda española le volvió la espalda para siempre, por “crispador”.

Es verdad que la derecha española tiene gestos zafios. Muy similares a los de la izquierda, por cierto. El nivel de la política española es, en general, subterráneo. Pero existe también gente que hace por salir de ese cenagal y explicar cumplidamente sus puntos de vista, sin que eso implique perder un ápice de severidad.

Porque es muy posible que los Unamuno, Larra, Giner, Ortega, Caro Baroja, etc. no se sintieran muy inclinados a militar en el PP, pero con toda seguridad, no hubieran permanecido callados ante los desmanes de una izquierda descerebrada, que se mueve por el mundo con la sutileza de un elefante en una cacharrería. Repásense, insisto, las palabras de Ortega en situaciones tensas –como las actuales-, que no se encontrarán paños calientes ni, desde luego, la menor cercanía a las tesis sostenidas desde el periódico en el que escribe el señor Laporta, entre otros medios.

El liberal, hoy, puede sentir disgusto ante la grosería y el mal hacer de la derecha, sí, pero, precisamente por su compromiso con las libertades y la tolerancia y por la renuencia a comulgar con ruedas de molino, debe sentirse mucho más amenazado por una izquierda que ha perdido completamente el norte.

Es posible, sí, que Esperanza Aguirre no sea Blanco White, ni una liberal de libro. Pero siempre será preferible al corto –en todos los sentidos de la palabra- rival que la izquierda le planta delante. El que, dicho sea de paso, sólo tiene como rival en zafiedad y mal gusto, a Pepe Blanco.

Apuntarse al PP puede no ser un plato de gusto –por cierto, las limitaciones, la reducción de complejidad que se opera en los partidos políticos, hace difícil que el liberal se encuentre plenamente bien en ninguno (si bien se mira, ¿hay algo menos liberal que apuntarse a un partido político?)-, pero hacerlo al PSOE es un imposible. ¿Cómo acercarse, si quedamos en que el liberalismo es la creencia firme en la razón, a una formación que ha derogado la racionalidad, que ha apostado por la antipolítica?

Ya sabemos que la izquierda quiere liberales caballeros, calladitos y en una esquina. Para que den lustre a los parlamentos. No es eso, no es eso.

8 Comments:

  • Tanta razón tiene Laporta que ni siquiera con el ytumasismo consigues desmentirle.
    El artículo es simplemente glorioso aunque una perdida de tiempo para los abducidos

    By Anonymous Anónimo, at 6:29 p. m.  

  • EL señor Laporta podrá filosofar todo lo que quiera y hablar de la condición humana, el talante y el buen rollito que todo liberal debe poseer. Pero habria que recordarle que la base del liberalismo poco tienen que ver con el talante y mucho que ver con los siguirentes aspectos:

    - Individuo
    - Propiedad privada(Incluyendo la vida como primera propiedad)
    - Gobierno limitado(Para los liberales mas suaves)
    - Paz

    Con respecto a los comentarios economicos que hace. Me parecen cargados del tipico prejucio de estos intelectuales y su odio instintivo al lo que ellos llaman homo economicus.A ver si se enteran que el mercado es una consecuencia de la libertad, es un producto de la libertad y no una causa. Los liberales defendemos el mercado no por motivos ontologicos o metafisicos sino porque cuando los hombres son libres generan mercados de forma expontanea. Ahhhh... resulta triste que nuestros catedraticos que filosofia que seguramente concen bien a Locke o a Hume, nunca llegen a entenderlo.

    Realmente el problema me parece que esta en las diferentes conotaciones que la palabra Liberal en nuestra lengua.

    By Blogger Peripatético, at 6:44 p. m.  

  • "es muy posible que los Unamuno, Larra, Giner, Ortega, Caro Baroja, etc. no se sintieran muy inclinados a militar en el PP, pero con toda seguridad, no hubieran permanecido callados ante los desmanes de una izquierda descerebrada, que se mueve por el mundo con la sutileza de un elefante en una cacharrería."
    Llamar "descerebrada" a alguien es algo que ninguno de los aludidos haria jamas. Por eso usted y los de su cuerda podran ser calificados de muchas cosas, pero nunca de liberales. Aunque en España todo sea posible, sigue habiendo limites ... y clases.

    By Anonymous Anónimo, at 7:43 p. m.  

  • Por eso el 80% de los liberales que se autoprocloman como tales y que critica el articulo,al menos,se consideran herederos de la constitucion de 1812,un liberalismo de construccion nacional española frente al invasor frances y de fe catolica frente a las obscenas teorias de la enciclopedia.
    En cuanto a que Esperanza Aguirre no es liberal podria hacer una larga lista con sus HECHOS como Presidenta de la CAM y no PALABRAS para que le den un premio a la mas liberal del reino.
    Los liberales en España siguen bastante sobrados con un autobus.

    By Anonymous Anónimo, at 8:35 p. m.  

  • Vaya, vaya, se ve que a algunos eso de dar carnés de demócrata se les ha quedado corto y ahora también quieren repartir carnés de liberal.

    p.d. ¿Para cuándo un "Ser de izquierdas" del señor Laporta?

    By Anonymous Anónimo, at 10:04 p. m.  

  • Y cuando lo escriba ,quizas podemos hacer un test tipo Cosmopolitan a ver quien es mas de izquierdas si Zaplana o Gallardon o Aguirre.
    Fijandonos en lo que hacen y no en lo que dicen.
    Nos ibamos a llevar una sorpresa.
    Mientras seguire repartiendo carnes de liberal,porque no es mas liberal quien le da las subvenciones a las monjas en vez de a los titiriteros.¿O si?

    By Anonymous Anónimo, at 10:36 p. m.  

  • LIBERAL DE IDEAS Y DE RUANA

    Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
    leoquevedom@hotmail.com

    Ahora que los partidos se han disuelto o aguado en un diluvio de matices, me pareció refrescante revolver el frasco a ver si salían a flote, en ese precipitado, el color y el sabor del liberalismo.

    Acabo de leer el libro de André Maurois editado en 1951 por Aguilar, “D´Israeli”, el famoso primer ministro de Inglaterra por allá en 1870. Habla de la historia de los dos grandes partidos de esa nación: los whigs y los tories, los liberales y los conservadores. Me apasiona un liberalismo al estilo de los whigs, con su espíritu rebelde, amigos de la disidencia, amantes de la poesía y la inspiración, con raigambre en las necesidades del pueblo, dispuestos a estimular en sus mentes el arte y la fanfarria. Del otro lado, estaban los fríos tories del orden, y cuyo principio “el pueblo no puede ser más feliz de lo que es”, me aleja de ellos a cien kilómetros de distancia. Por supuesto, -como hoy- también había “radicales” a las dos alas : a la izquierda y a la derecha.

    Me eduqué en un ambiente conservador, derechista, cerrado, elitista, ordenado hasta la cuadratura. Apenas lo pude resistir 17 años.

    Me gusta el liberalismo de Rousseau, por sus ideas pragmáticas de libertad, fraternidad e igualdad, democracia y contrato social. Me gusta el liberalismo escéptico y crítico y el “rechazo de Voltaire a todo lo que fuera irracional e incomprensible y su lucha activa contra la intolerancia, la tiranía y la superstición”. Que dudara y se burlara del establecimiento. Me gusta el liberalismo de Bentham que propugnaba por la mayor felicidad para el mayor número y no al contrario. No soy liberal con las ideas de Malthus y aplicadas al hombre colombiano en forma de neoliberalismo : que en el mundo no hay comida sino para los mejores y los más fuertes. Los débiles deben dejarse de pasto para el Abandono y los buitres.

    Me gusta el liberalismo al estilo de Murillo Toro : el cultivo debe ser la base de la propiedad de la tierra y la acumulación de tierras debe ser limitada de forma legal. Me gusta un liberalismo de franqueza, de ruana y sin caballo, como el de López Pumarejo, solidario del campesino, de sus tierras y su suerte. Me gusta el liberalismo de Gaitán y de Galán, frentero, de plaza, con la bandera de las inmensas mayorías pobres en su mano alzada. A ellos nadie los tildó de guerrilleros, y el pueblo sintió que no lo estaban engañando con unos pesos de hambre en el bolsillo. Sintieron que el partido no estaba en los salones ni en cocteles sino en la calle, la tienda y en las fábricas. Se aliaron con los descamisados y no toleraron las gavelas.

    Ah, liberalismo amado : por qué eres tan fuerte de ideas, tan poético y caliente pero no tienes quien lidere!!! ¿Será que todos se han vendido y que su pensamiento tiene quebrado su fondo como un vaso de vidrio ya inservible? Se acabó el líder que se untara de pola, tejo y chicha de Soacha y Tuta, del sancocho y atollado del Valle y del cuy de tierra fría, del resobado de La Vega, que anduviera por mercados de plaza y comiera papa y yuca y ternera a la brasa sin el sabor de la mentira.

    Busco con ojos ansiosos un liberalismo rojo y no lo veo. Sólo veo disputas de poder y distracciones. Sólo veo intento de alianzas oportunas, mas no hay principios. Veo respuestas mas no hay propuestas. Veo defensiva, pelotas a ala a ala, pero no veo ni delanteros ni goles.

    El liberalismo en Colombia hoy parece un viejo decrépito y chocho al que no creen ni sus hijos ni sus nietos y al que sólo desean un lugar lejano en donde saboree el último sorbo de cerveza.

    By Anonymous Anónimo, at 9:43 p. m.  

  • LA HORA DE LA VERDAD Y DEL TRAPO ROJO

    www.lablaa.org/.../febrero1998/9803.htm

    Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
    Colombiano

    Se me vienen a la comisura de los labios las palabras del Tribuno del Pueblo: “Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor…”. Las elecciones de dignatarios del Congreso el pasado 20 de julio en el Capitolio Nacional dejan una luz de esperanza. Que antiguos pala-ciegos y espada-chines hayan roto los a-cuerdos, da la im-presión de que las relaciones con el de arriba se han interrumpido y que tanto lobby los dejó al borde de la Corte o de la Fiscalía. Tanto roce y llamadera a desayunos los ha dejado, perdón, estragados.

    Esta situación debiera aprovecharla el liberalismo, para volver a tender sus toldos en las plazas. Que se vea la alegría de la democracia. Que se vean los candidatos con las manos libres saludando sin necesidad de cheques ni rosarios. Que se abracen nuevamente los desruanados con los de ruana, que vuelvan los carros por las carreteras para ver cómo están de destapadas. Que ya no se visite a toda hora por helicóptero pues desde allá no se ve la miseria ni la deserción de los niños a la selva, ni la desidia de los concesionarios y ministros en las obras.

    Que los amigos de Gaitán, de los Lleras, de Lara, de Galán salgan a sacar el brillo de las obras y las ejecutorias que ellos trazaron. Que se vuelva a hablar de pueblo, de trabajo, de la tierra y sus cultivos como lo hicieron López Pumarejo y el negro Gaitán. Que se agite el trapo rojo, no para que siga la guerra, sino para que se encienda a amor por la patria que se cambió por dólares, subsidios y prebendas.

    Después de ocho años de acabar con tantas fuentes de trabajo, de pender la seguridad de un Plan Colombia, de pelearse con altanerías las llamadas autoridades que representan a Colombia, es justo que volvamos a tener un presidente firme como Carlos Lleras, progresista como él, con ministros que trabajen en sus carteras de Salud, de Trabajo, de Hacienda, de Agricultura, de Obras y Transporte (¿?). Que vuelvan los tractores con sus arados, que vuelvan los campos a verse cultivados de papa, arroz, maíz, cacao, tabaco, naranjas y que el ganado sea garantía de paz y leche en las sabanas y los valles.

    Pareciera, a veces, poesía esto que escribo. Eso puede ser y también es una queja de lo que le duele a nuestra Patria. De ver cómo se desmadeja en sus ríos, en sus árboles, en su producción, cómo se vende al extranjero y los líderes venden y se encierran con su plata en el silencio.

    Es hora de que quienes no se aliaron con el gobierno de turno saquen sus ases y el honor del espíritu nacional de sus ancestros. La ideología liberal de algo tiene que servir ahora que se ha cambiado por el “pensamiento” neoliberal y el clientelismo. Uribe Uribe, Mosquera, Murillo Toro, Hilario López, López Pumarejo, Santos, Lleras Camargo, Lleras Restrepo, Gaitán y Galán dejaron ideas, obras, leyes que han sido suprimidas y derogadas. Habrá que volver a alzar el puño y gritar de nuevo: “¡A la carga!”, con sangre nueva y sin tapujos en la manga.

    Si no aprovechamos este momento feliz, dentro un año seremos tratados de nuevo como insurgentes. No podemos dejar que el tiempo arregle lo que la inteligencia no consigue.

    By Blogger BULEVAR de los dias, at 4:08 p. m.  

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