EL CARNÉ DE LIBERAL
El artículo que publiqué ayer, comentando otro de F.J. Laporta –con el que, conviene recordar, me manifestaba de acuerdo en líneas generales- suscitó una serie de comentarios, todos ellos muy respetables, que merece la pena glosar. Naturalmente, uno puede encontrar mi análisis del texto de Laporta más o menos acertado, pero no es esta la cuestión. Lo relevante es, como dice un comentarista, la tendencia de cierta gente a conceder o retirar patentes.
Entre mis lectores de izquierda –que los tengo, y me siento muy orgulloso y honrado por ello- que se animan a dejarme un comentario, pueden identificarse algunos grupos. Hay uno muy, muy minoritario, que, directamente, se desahoga, insulta y demás –ya digo que es raro afortunadamente, será porque esta bitácora no parece estar catalogada entre las más “agresivas” de la blogocosa liberal (otros compañeros lo llevan peor)-. Un segundo grupo es el que entra a comentar el fondo, o la forma de lo que digo, desde la discrepancia, es decir, me concede la dignidad de interlocutor y se aviene a establecer un diálogo conmigo. Por último, un tercer grupo es, ya digo, el de los repartidores de carnés. Los que, por ejemplo, me niegan la condición de liberal o de demócrata, porque no me comporto según unos determinados cánones (ayer mismo, un comentarista me expulsaba de las filas del liberalismo por usar el apelativo “descerebrada”, para referirme a “cierta izquierda”, decía el corresponsal que los liberales señeros jamás hubieran usado ese lenguaje – inciso: recomiendo a ese lector que tome nota de los lujos con los que Ortega se despachaba con respecto a ciertos personajes en la época de la República y, por favor, no se entienda esto con que uno pretenda compararse).
Sin ir más lejos –y por poner un ejemplo propio que podría apoyarse en unos cuantos cientos extraídos de las bitácoras afines-, en otro lugar (mi artículo en Hispalibertas), otro lector se permite dudar de mis convicciones democráticas porque sostengo, de manera algo hiperbólica, que el PP representa “a medio país”. Aun dando por bueno el argumento del comentarista, nótese que, si la exageración o la simple inexactitud aritmética (me dice, con razón, que el PP es “sólo” un 40 por cien del voto emitido) expulsaran del ámbito democrático, más de uno iría de ala. En rigor, se tratará de un cierto abuso del lenguaje pero, ¿es eso una mentira que permita poner en solfa mi adhesión a los principios más elementales? Más parece que algunos tienen siempre dispuesta el arma de grueso calibre, y hacen uso de ella a las primeras de cambio.
No deja de ser curioso que sea también recurrente, por parte de ciertos comentaristas, acusarnos de “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”. Al parecer yo, por el mero hecho de autoproclamarme liberal y ni tan siquiera cuestionarme mis convicciones democráticas, estoy obligado a un tipo de conducta que a casi nadie que no aparezca en Red Liberal o en otros medios similares le es exigible. La cosa no funciona a la inversa. A quien me llama, abiertamente, “facha” o se permite cuestionar mis compromisos democráticos sin mayor fundamentos, todo lo más, tendré que decirle que está errado, pero jamás poner en duda, a mi vez, sus propios valores.
Nadie está, ni mucho menos –empezando por quien esto escribe- libre de pecado, pero sí estoy convencido de que quien busque calidad en el análisis y racionalidad en los argumentos o, al menos, material del que uno pueda discrepar sin rebajarse, encontrará mucha más satisfacción en las bitácoras autodenominadas liberales que en las de signo opuesto. Al menos lo intentamos. Ya digo, lo que se dice se dirá con palabras más o menos afortunadas, según el buen escribir de cada uno, sin excluir que, en muchas ocasiones, el vocablo grueso esté bien traído y la ofensa nazca, más bien, de los propios prejuicios del lector, que tampoco puede cuidarse uno de todas las sensibilidades ajenas más allá de ciertos límites.
Porque, como bien decía ayer otro comentarista, anda muy desenfocado quien piense que esto es una cuestión de talante. Nuestro objetivo no es ser más o menos simpáticos o educados (que creo, sinceramente, que la mayor parte de las veces lo somos o, por lo menos, intentamos no ofender demasiado), sino analizar la realidad de acuerdo con el conjunto de convicciones de cada uno. El “test de liberalismo” no se pasa por comparación con Jiménez Losantos, sino por cómo están presentes una serie de principios que, al final, se resumen en uno: el individuo y sus libertades como medida de todas las cosas. Aspiramos, en suma, a que nuestros argumentos sean contradichos con otros argumentos. A sabiendas de que uno se mete en charcos, y contando siempre con una minoría a la que le gustaría que no existiéramos, directamente, no parece mucho pedir.
Pero no es eso lo que encontramos, o no lo encontramos con la deseable frecuencia. Encontramos un tribunal que, oída nuestra exposición, nos da o quita el carné de liberal, o incluso el de demócrata.
Entre mis lectores de izquierda –que los tengo, y me siento muy orgulloso y honrado por ello- que se animan a dejarme un comentario, pueden identificarse algunos grupos. Hay uno muy, muy minoritario, que, directamente, se desahoga, insulta y demás –ya digo que es raro afortunadamente, será porque esta bitácora no parece estar catalogada entre las más “agresivas” de la blogocosa liberal (otros compañeros lo llevan peor)-. Un segundo grupo es el que entra a comentar el fondo, o la forma de lo que digo, desde la discrepancia, es decir, me concede la dignidad de interlocutor y se aviene a establecer un diálogo conmigo. Por último, un tercer grupo es, ya digo, el de los repartidores de carnés. Los que, por ejemplo, me niegan la condición de liberal o de demócrata, porque no me comporto según unos determinados cánones (ayer mismo, un comentarista me expulsaba de las filas del liberalismo por usar el apelativo “descerebrada”, para referirme a “cierta izquierda”, decía el corresponsal que los liberales señeros jamás hubieran usado ese lenguaje – inciso: recomiendo a ese lector que tome nota de los lujos con los que Ortega se despachaba con respecto a ciertos personajes en la época de la República y, por favor, no se entienda esto con que uno pretenda compararse).
Sin ir más lejos –y por poner un ejemplo propio que podría apoyarse en unos cuantos cientos extraídos de las bitácoras afines-, en otro lugar (mi artículo en Hispalibertas), otro lector se permite dudar de mis convicciones democráticas porque sostengo, de manera algo hiperbólica, que el PP representa “a medio país”. Aun dando por bueno el argumento del comentarista, nótese que, si la exageración o la simple inexactitud aritmética (me dice, con razón, que el PP es “sólo” un 40 por cien del voto emitido) expulsaran del ámbito democrático, más de uno iría de ala. En rigor, se tratará de un cierto abuso del lenguaje pero, ¿es eso una mentira que permita poner en solfa mi adhesión a los principios más elementales? Más parece que algunos tienen siempre dispuesta el arma de grueso calibre, y hacen uso de ella a las primeras de cambio.
No deja de ser curioso que sea también recurrente, por parte de ciertos comentaristas, acusarnos de “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio”. Al parecer yo, por el mero hecho de autoproclamarme liberal y ni tan siquiera cuestionarme mis convicciones democráticas, estoy obligado a un tipo de conducta que a casi nadie que no aparezca en Red Liberal o en otros medios similares le es exigible. La cosa no funciona a la inversa. A quien me llama, abiertamente, “facha” o se permite cuestionar mis compromisos democráticos sin mayor fundamentos, todo lo más, tendré que decirle que está errado, pero jamás poner en duda, a mi vez, sus propios valores.
Nadie está, ni mucho menos –empezando por quien esto escribe- libre de pecado, pero sí estoy convencido de que quien busque calidad en el análisis y racionalidad en los argumentos o, al menos, material del que uno pueda discrepar sin rebajarse, encontrará mucha más satisfacción en las bitácoras autodenominadas liberales que en las de signo opuesto. Al menos lo intentamos. Ya digo, lo que se dice se dirá con palabras más o menos afortunadas, según el buen escribir de cada uno, sin excluir que, en muchas ocasiones, el vocablo grueso esté bien traído y la ofensa nazca, más bien, de los propios prejuicios del lector, que tampoco puede cuidarse uno de todas las sensibilidades ajenas más allá de ciertos límites.
Porque, como bien decía ayer otro comentarista, anda muy desenfocado quien piense que esto es una cuestión de talante. Nuestro objetivo no es ser más o menos simpáticos o educados (que creo, sinceramente, que la mayor parte de las veces lo somos o, por lo menos, intentamos no ofender demasiado), sino analizar la realidad de acuerdo con el conjunto de convicciones de cada uno. El “test de liberalismo” no se pasa por comparación con Jiménez Losantos, sino por cómo están presentes una serie de principios que, al final, se resumen en uno: el individuo y sus libertades como medida de todas las cosas. Aspiramos, en suma, a que nuestros argumentos sean contradichos con otros argumentos. A sabiendas de que uno se mete en charcos, y contando siempre con una minoría a la que le gustaría que no existiéramos, directamente, no parece mucho pedir.
Pero no es eso lo que encontramos, o no lo encontramos con la deseable frecuencia. Encontramos un tribunal que, oída nuestra exposición, nos da o quita el carné de liberal, o incluso el de demócrata.
1 Comments:
Vamos a ver Fernando, yo no he dicho que "el PP es “sólo” un 40 por cien del voto emitido". No pongas en mi boca palabras que no he dicho si no va a ser dificil mantener una conversación civilizada sin caer en falacias. Haz el favor.
Yo, ante tu afirmación de que "representa a la mitad del país" (y te copio literal para que no haya dudas ni manipulaciones) te he demostrado que con los datos en la mano esa afirmación era falsa. Ante tu argumento te he dado datos que lo desmienten de raiz.
Evidentemente el hecho de que sobredimensiones la representación del partido del que te confiesas votante me llevan a plantearme dudas sobre tus convicciones democráticas. Podría haberlo hecho sobre las aritméticas, pero tu respuesta en este post me llevan a reafirmarme. Tu afirmación falsa y/o hiperbólica sobre la representación del PP me lleva a dudar de tus convicciones democráticas, lo he dicho y lo sigo manteniendo. Ahora si quieres victimizate diciendo que lo digo por no ajustarte a noseque cánones o que "parece que" yo lo hago porestoyporlootro. Pues muy bien, pero no tienes ningún dato para sostenerlo, más allá de la colectivización procustiana de quien no está de acuerdo con lo que escribes.
En definitiva, te agradecería que no adjudicaras a cada una de las personas que te contradicen una ideología determinada, sobre todo si no tienes ni un solo dato para aseverarlo, eso si que es repartir carnets y buscar un salida facil ante la falta de argumentos.
P.D.: Puestos a jugar al redondeo la representación del PP está más cercana al tercio que a la mitad del cuerpo electoral. Por eso es mejor atenerse al dato real.
By Anónimo, at 5:03 p. m.
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