TRISTEZA Y ASCO
El Gobierno de España parece absolutamente empeñado en dar la razón a quienes establecen comparaciones entre la situación presente y las horas postreras de nuestra desdichada República o los últimos alientos de la democracia chilena en su penúltima etapa. En todos los casos, un Gobierno legítimamente elegido, con la aquiescencia de parte de la población pero con la rotunda oposición de otra parte igual, si no más amplia, ataca las mismas bases de su legitimidad, poniendo los fundamentos mismos del orden constitucional en trance de suspensión.
Hay, no obstante, diferencias. Y una de ellas, importante, es que a su desprecio por el derecho, las huestes de Zapatero unen una repugnante cobardía. En efecto, el gobierno frentepopulista o el de Allende eran poco menos que golpistas civiles, gente con el declarado propósito de subvertir el orden legal, yendo mucho más allá de lo que podía entenderse como su mandato. Pero esos inmensos fraudes iban a ser perpetrados con luz y taquígrafos, sin que nadie se llamase a engaño. Diríase que, al menos tirios y troyanos, en esas épocas, eran honestos. Totalitarios, antidemócratas, sí, pero, ¿amorales?, no, eso no. Y mentirosos tampoco.
Si algo me ha revuelto especialmente las tripas entre todo lo visto y oído estos días es, sin duda, la lluvia de sofismas y razonamientos viciosos escupidos por los que no tienen valor para decir “nos estamos cargando el orden constitucional”. De la pretendida falta de juridicidad de los preámbulos de las normas –que los constitucionalistas de plantilla, esos que han abdicado de toda dignidad profesional, saben distinguir, perfectamente, de las exposiciones de motivos- a la supuesta dualidad de las asambleas que están prohibidas si se consideran como tales, pero son lícitas como suma de derechos individuales, pasando por la supuesta irrelevancia del deber jurídico de conocer el catalán (la irrelevancia de los deberes depende del tipo de estado del que estemos hablando, en un estado totalitario como el que está en trance de instaurarse en Cataluña, ningún deber es intrascendente). Mienten, y saben que mienten. Y, por eso, mientras el transgresor consciente, el que no se oculta, puede arrebatarnos de odio, indignarnos, activar, en suma, nuestra rebeldía moral... otros sólo pueden dar asco.
Una mezcla de tristeza y repugnancia, eso es lo que inspira el proceso que estamos viviendo. Repugnancia por las formas, por el insulto permanente a la inteligencia en que se han convertido las coartadas, por la avidez con la que tragan esa porquería los periodistas adictos. Tristeza por el fondo. La tristeza que produce el suicidio de una gran nación, que ha decidido, a ojos vista, abandonar la historia por la puerta de atrás. No deja de ser paradójico que algunos analistas sagaces denuncien que la desdichada Bolivia, al apostar con buena fe por Evo Morales, al transitar de nuevo por los caminos tantas veces hollados de las soluciones mágicas, rechaza, una vez más –Dios sabe si la última- el único camino recto, que no es otro que el del esfuerzo, la estabilidad institucional, las libertades públicas... y la paciencia para andar todo lo que los demás ya anduvieron antes. La paradoja está, claro, en que mutatis mutandi, algo parecido podría decirse de nuestra menesterosa España.
Rodríguez es el íncubo, el sueño de una nación incapaz de reconciliarse con sí misma. Ese ser imposible, esa anomalía evidente hasta para sus propios compañeros, este esperpento continuo en el que estamos instalados es hijo de muchas debilidades.
La primera es, sin duda, el miedo o la falta de confianza que atenaza a los españoles. Las bombas del 11M, además de llevarse por delante a 192 conciudadanos cuyas muertes dejaron de importar tres días más tarde, activaron ese poso. Esa sensación de que nuestra posición, entonces, no nos pertenecía. Y a la vista está que era cierto. La reacción del 14M fue la prueba evidente de que Aznar se equivocó. Erró no al evaluar las potencialidades de España, sino la determinación de los españoles para aprovecharlas.
Es hijo de la ignorancia y la imbecilidad, que campean por sus fueros en nuestro país, al amparo de una legislación educativa delirante, perpetrada aprovechando unas disposiciones constitucionales sobre competencias que sólo pueden calificarse de culpablemente ingenuas.
Es hijo de la desmesurada importancia que en la sociedad española viene teniendo una organización, el PSOE, que carece ya de todo freno moral, de todo referente ideológico y, en general, de cualquier capacidad real de asumir el rol capital que la historia y las circunstancias le han otorgado. Este partido, llamado a ser el gran vertebrador del país ante la abdicación de una derecha que parece haberse especializado en gobiernos de gestión –y que ha empezado a cambiar demasiado tarde- es ya, solo, una especie de sociedad de socorros mutuos, si no un inmenso patio de monipodio, cuya dirigencia es capaz de tolerar que un tipo al que muchos de ellos consideran idiota y la gran mayoría irresponsable lleve al desastre a la nación a la que dicen tener vocación de servir.
Hijo, en fin, de la preeminencia en cátedras, columnas y foros culturales, de una progresía abonada como ninguna otra en el mundo al pensamiento fofo, mentalmente bloqueada por una historia no superada e incapaz de soslayar el odio que, en el fondo, siente por sí misma. Al levantarse cada mañana, el progre español, digno heredero de toda una tradición intelectual masoquista, abjura del país en el que le ha tocado vivir. Así de triste. La intelectualidad, aún, es visceralmente antiespañola, hasta el punto de encontrar aceptable incluso al monstruo nacionalista.
Queda, finalmente, eso, el monstruo nacionalista. El último chivo expiatorio de nuestras desgracias. Podríamos llenar páginas y páginas recordando lo totalitarios que son, que el nacionalismo es una enfermedad... Trabajo vano, porque no es ese el problema. El problema es Rodríguez, y Rodríguez es hijo nuestro, no suyo.
Para ellos es un sueño, para nosotros una pesadilla.
Hay, no obstante, diferencias. Y una de ellas, importante, es que a su desprecio por el derecho, las huestes de Zapatero unen una repugnante cobardía. En efecto, el gobierno frentepopulista o el de Allende eran poco menos que golpistas civiles, gente con el declarado propósito de subvertir el orden legal, yendo mucho más allá de lo que podía entenderse como su mandato. Pero esos inmensos fraudes iban a ser perpetrados con luz y taquígrafos, sin que nadie se llamase a engaño. Diríase que, al menos tirios y troyanos, en esas épocas, eran honestos. Totalitarios, antidemócratas, sí, pero, ¿amorales?, no, eso no. Y mentirosos tampoco.
Si algo me ha revuelto especialmente las tripas entre todo lo visto y oído estos días es, sin duda, la lluvia de sofismas y razonamientos viciosos escupidos por los que no tienen valor para decir “nos estamos cargando el orden constitucional”. De la pretendida falta de juridicidad de los preámbulos de las normas –que los constitucionalistas de plantilla, esos que han abdicado de toda dignidad profesional, saben distinguir, perfectamente, de las exposiciones de motivos- a la supuesta dualidad de las asambleas que están prohibidas si se consideran como tales, pero son lícitas como suma de derechos individuales, pasando por la supuesta irrelevancia del deber jurídico de conocer el catalán (la irrelevancia de los deberes depende del tipo de estado del que estemos hablando, en un estado totalitario como el que está en trance de instaurarse en Cataluña, ningún deber es intrascendente). Mienten, y saben que mienten. Y, por eso, mientras el transgresor consciente, el que no se oculta, puede arrebatarnos de odio, indignarnos, activar, en suma, nuestra rebeldía moral... otros sólo pueden dar asco.
Una mezcla de tristeza y repugnancia, eso es lo que inspira el proceso que estamos viviendo. Repugnancia por las formas, por el insulto permanente a la inteligencia en que se han convertido las coartadas, por la avidez con la que tragan esa porquería los periodistas adictos. Tristeza por el fondo. La tristeza que produce el suicidio de una gran nación, que ha decidido, a ojos vista, abandonar la historia por la puerta de atrás. No deja de ser paradójico que algunos analistas sagaces denuncien que la desdichada Bolivia, al apostar con buena fe por Evo Morales, al transitar de nuevo por los caminos tantas veces hollados de las soluciones mágicas, rechaza, una vez más –Dios sabe si la última- el único camino recto, que no es otro que el del esfuerzo, la estabilidad institucional, las libertades públicas... y la paciencia para andar todo lo que los demás ya anduvieron antes. La paradoja está, claro, en que mutatis mutandi, algo parecido podría decirse de nuestra menesterosa España.
Rodríguez es el íncubo, el sueño de una nación incapaz de reconciliarse con sí misma. Ese ser imposible, esa anomalía evidente hasta para sus propios compañeros, este esperpento continuo en el que estamos instalados es hijo de muchas debilidades.
La primera es, sin duda, el miedo o la falta de confianza que atenaza a los españoles. Las bombas del 11M, además de llevarse por delante a 192 conciudadanos cuyas muertes dejaron de importar tres días más tarde, activaron ese poso. Esa sensación de que nuestra posición, entonces, no nos pertenecía. Y a la vista está que era cierto. La reacción del 14M fue la prueba evidente de que Aznar se equivocó. Erró no al evaluar las potencialidades de España, sino la determinación de los españoles para aprovecharlas.
Es hijo de la ignorancia y la imbecilidad, que campean por sus fueros en nuestro país, al amparo de una legislación educativa delirante, perpetrada aprovechando unas disposiciones constitucionales sobre competencias que sólo pueden calificarse de culpablemente ingenuas.
Es hijo de la desmesurada importancia que en la sociedad española viene teniendo una organización, el PSOE, que carece ya de todo freno moral, de todo referente ideológico y, en general, de cualquier capacidad real de asumir el rol capital que la historia y las circunstancias le han otorgado. Este partido, llamado a ser el gran vertebrador del país ante la abdicación de una derecha que parece haberse especializado en gobiernos de gestión –y que ha empezado a cambiar demasiado tarde- es ya, solo, una especie de sociedad de socorros mutuos, si no un inmenso patio de monipodio, cuya dirigencia es capaz de tolerar que un tipo al que muchos de ellos consideran idiota y la gran mayoría irresponsable lleve al desastre a la nación a la que dicen tener vocación de servir.
Hijo, en fin, de la preeminencia en cátedras, columnas y foros culturales, de una progresía abonada como ninguna otra en el mundo al pensamiento fofo, mentalmente bloqueada por una historia no superada e incapaz de soslayar el odio que, en el fondo, siente por sí misma. Al levantarse cada mañana, el progre español, digno heredero de toda una tradición intelectual masoquista, abjura del país en el que le ha tocado vivir. Así de triste. La intelectualidad, aún, es visceralmente antiespañola, hasta el punto de encontrar aceptable incluso al monstruo nacionalista.
Queda, finalmente, eso, el monstruo nacionalista. El último chivo expiatorio de nuestras desgracias. Podríamos llenar páginas y páginas recordando lo totalitarios que son, que el nacionalismo es una enfermedad... Trabajo vano, porque no es ese el problema. El problema es Rodríguez, y Rodríguez es hijo nuestro, no suyo.
Para ellos es un sueño, para nosotros una pesadilla.
6 Comments:
Totalmente de acuerdo. No puede ser de otra manera.
Creo que mañana mismo deberían celebrarse elecciones generales.
Este gobierno no es digno de España. Personalmente, personalmente digo, yo aún dudo de la limpieza de esas elecciones, pero en todo caso fué un error y debe ser corregido.
Este gobierno no gobierna para España.
By Anónimo, at 12:51 p. m.
Im-presionante! ¿¿Sabes que apareces en los "customize-alerts" de google-pack?? Desde los 18 años no era nada activa políticamente hablando, es decir, ni votaba, ni me interesaba lo más mínimo la política, y, eso mismo, nos ha pasado a muchos de nuestra generación (somos de la misma quinta). Es más, diría que personas +/- moderadas están radicalizando posturas. Esto me sucede a mí y ésto quiero leer entrelíneas de tus artículos de opinión. Efectivamente, ZP es el problema, pero lo es también el nivel tan alto de conformismo que tiene el pueblo español, hasta que se "cabrea" de verdaz. Espero que llegue justo antes de las próximas elecciones, así como la renovación del PP, que ya va echando tufito también. Honestamente, como mujer lo veo clarísimo: ha llegado el momento de una Thatcher, la dama de hierro entregada y enamorada de su marido y de su país. Visualizo a Esperanza Aguirre, a la que he aprendido a apreciar como a una madre coraje: guerrera, luchadora y trabajadora incansable, inteligente, políglota, gestora, pero es un animal político y, señores, ésto es fundamental en los tiempos que corren: es SENSIBLE y CERCANA al pueblo!! Me gustaría saber tu opinión!! Saludos.
By Anónimo, at 1:25 p. m.
¿Espe-rancia presidenta?No gracias.
Si fueran hoy las elecciones,las volveríais a perder, y dentro de dos años las perdereis.OK?
By Anónimo, at 2:10 p. m.
Tienes razón es rancia, pero y
??? No es relevante el aspecto físico!! ¿¿Qué más da eso ahora???? Mira a tu alrededor!!! Búscate un Blair español y lo apoyaré!! Pero NO EXISTE!!!!
By Anónimo, at 4:29 p. m.
Mayte:
Ya me he pronunciado en alguna otra ocasión en favor de Esperanza Aguirre como una muy plausible candidata. Y me parece, sin duda, de lo mejor que puede ofrecer la política nacional -a diestra y a siniestra-.
Respecto a lo que comentas de la radicalización, me temo que lo que se está radicalizando es la política, en el sentido de que está girando cada día en torno a conceptos más fundamentales, sobre los que no son posibles las medias tintas. Si me preguntas cuál es mi modelo fiscal óptimo, podemos echar el resto del año con ello; ahora bien, si la pregunta es ¿estado de derecho o merienda de negros?... pues no se me ocurren muchos matices, la verdad.
Y, amigo Paredes, no tengo ni idea de qué pasaría si se convocaran unas elecciones ahora, y mucho menos de qué sucederá dentro de dos años. Ahora bien, sí te digo que las podemos perder todos... hasta los que las ganaríais (deduzco).
Un abrazo y gracias a todos
By FMH, at 4:48 p. m.
Esto se va a convertir en un foro de opinión que es de lo que se trata. Mira, he estado leyendo un poquito de Hayek y Buchanan que desde el proyecto fin de carrera de Política Económica no tocaba...
Mi proyecto era más solidario o progresista que un estado liberal 100%, pero con una liberalismo de mercado... modelo blair diría yo. Y me pregunto, independientemente de políticas económicas-fiscales, ideológicamente, los nacionalistas que están siendo insolidarios con comunidades menos ricas que han recibido ayudas europeas, los mismos que están excluyendo el castellano del derecho a hablar lo que le de la gana a cada uno, sabrán lo que significa el estado de derecho y libertades individuales??
Back to basics!!!
By Anónimo, at 7:37 p. m.
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