AÑO NUEVO, ENCUESTAS NUEVAS
Año nuevo, encuestas nuevas. No acabábamos de atragantarnos con las uvas cuando aparecen, ya, las primeras encuestas del año con intención de voto. En síntesis, y con matices, vienen a decir lo mismo que las anteriores, es decir, que el Partido Socialista cae, pero el Partido Popular no consigue despegar.
Las encuestas, que son sólo eso, encuestas, admiten múltiples lecturas, asimismo desde múltiples puntos de vista. Al menos podrían interesar tres: la del PSOE, la del PP y la del Presidente del Gobierno. Obsérvese que la primera y la última no tienen por qué ser necesariamente coincidentes, ni mucho menos. Podemos intentar imaginárnoslas.
Para los socialistas, las noticias no son del todo buenas. No es habitual que en sólo dos años y con bonanza económica se dilapide el efecto inercia de una victoria electoral inesperada y que, por añadidura, por su carácter de sorpresa, dejó a la oposición noqueada durante un tiempo. Los estrategas del Partido se ven en una extraña situación defensiva, que tan bien ejemplifica la última campaña de imagen, que configura al Gobierno no como tal, sino como oposición a la oposición.
En general, la difícil papeleta electoral no deja de ser la traducción de un estado de cosas muy incómodo, de una legislatura marcada por una serie de alianzas imposibles, que se están volviendo muy complejas de administrar.
A la vista de los números, no creo que los socialistas tengan motivo excesivo para la inquietud, si ello quiere decir temor a la pérdida del poder. Podría suceder alguna desgracia, pero no entra dentro de lo previsible. Lo malo es que las cifras no sólo auguran la dependencia de aliados más o menos indeseables durante lo que queda de mandato, sino que pueden deparar una situación igual de compleja, o más, para el futuro.
Es más, bien podría darse que el PSOE fuese el segundo partido en escaños, lo que a la incomodidad añadiría el bochorno de repetir a escala nacional el patrón que ya se aplica en todas las comunidades autónomas donde los socialistas dicen que gobiernan –excepto, claro, en los fieles caladeros del sur-. Habrá que ir desempolvando, por si acaso, el repertorio de frases estúpidas para noches electorales: “ha ganado la mayoría progresista”, “hay una mayoría de progreso”... Aglutinando, de nuevo, al partido del no-PP.
El Partido Popular, por su parte, tiene ya más que diagnosticados sus males, y hay que reconocer que no tienen fácil remedio. Parece ser que, en las autonomías en las que gobierna, el PP podría obtener triunfos sonados, incluyendo una importante mayoría en Madrid. Visto que el avance es insuficiente, sólo cabe concluir que las carencias tradicionales de la derecha no sólo no mejoran, sino que se agravan.
Hablo, claro, de la insuficiente cosecha en Andalucía y en Cataluña –es posible que en otros lugares también, pero el peso demográfico será menor-. Digámoslo claramente. Si el PP no solventa sus problemas en estas dos grandes zonas de España, no puede aspirar más que a mayorías circunstanciales, fundadas, sobre todo, en un alto abstencionismo de la izquierda.
Decía que el asunto tiene mal arreglo. En el caso andaluz porque el socialismo es allí ya un régimen, algo muy complicado de desmontar. “Socialismo” y “Andalucía” han terminado por mimetizarse. Y en el caso catalán, porque el discurso nacional del PP es fácilmente manipulable y es sencillo que allí se vuelva odioso. Pero, claro, ese discurso es su principal activo electoral en el resto de España, con diferencia.
No parece haber más solución posible que el equilibrio y la pedagogía. Intentar explicar, por activa y por pasiva, que el PP no está contra Cataluña, en absoluto, cosa por lo demás evidente, sobre todo a la vista de la historia reciente.
A este respecto, cabe señalar algo muy importante, que seguro que no ha pasado inadvertido a Rajoy ni a Artur Mas. Me refiero al carácter natural que tiene una alianza potencial entre el PP y CiU –en términos de interés electoral, claro-. Unos buenos resultados de CiU en Cataluña minimizan las carencias del PP a escala nacional, porque implican que los votos que ellos no ganan tampoco los gana su única alternativa real, que es el PSOE. En Cataluña sucede algo parecido, pero con el PP de partido minoritario. Aquí hay tela que cortar.
Queda, por último, el análisis de ZP.
Y ZP tiene motivos para estar contento. Sí, los tiene. Al menos si la tesis que yo vengo sosteniendo desde hace tiempo es cierta. Recuérdese que afirmo que el Presidente del Gobierno no sólo no se siente incómodo sino que, al contrario, está más que a gusto como está.
El Presidente no es el político calculador que busca la mayoría que le permita hacer y deshacer sin ataduras. Es, por el contrario, un hombre abierto al pacto, al diálogo y a la negociación, con la sola condición de que la contraparte no sea el Partido Popular.
A diferencia de lo que sucede con el propio PSOE, el Pacto del Tinell no es para su líder un trágala indigesto, sino algo que cuadra perfectamente con su ideario político. Toda vez que el presidente no es tan idiota –no es idiota en absoluto- como para no darse cuenta de que la mitad del país se siente y se sabe por completo ignorada, sólo puede concluir que las cosas le van bien.
Es cierto que algunos de sus apoyos desertan, porque no están, en el fondo, por su proyecto. Como diría Arzallus, la España de nuevo cuño está perdiendo michelines. Lo que importa, sobre todo, es que la derecha no avanza, o no lo hace significativamente.
Sólo si Carod no sabe administrar la presión, si se excede e intenta imponer un tempo que, más que molestar a los pactistas del PSOE, les lleve a la sublevación, será posible romper esta dinámica. Si lo hace, será un grave error porque, hoy por hoy, le aguarda un futuro esplendoroso.
Así pues, no todo es malo. Hay, al menos, un español contento.
Las encuestas, que son sólo eso, encuestas, admiten múltiples lecturas, asimismo desde múltiples puntos de vista. Al menos podrían interesar tres: la del PSOE, la del PP y la del Presidente del Gobierno. Obsérvese que la primera y la última no tienen por qué ser necesariamente coincidentes, ni mucho menos. Podemos intentar imaginárnoslas.
Para los socialistas, las noticias no son del todo buenas. No es habitual que en sólo dos años y con bonanza económica se dilapide el efecto inercia de una victoria electoral inesperada y que, por añadidura, por su carácter de sorpresa, dejó a la oposición noqueada durante un tiempo. Los estrategas del Partido se ven en una extraña situación defensiva, que tan bien ejemplifica la última campaña de imagen, que configura al Gobierno no como tal, sino como oposición a la oposición.
En general, la difícil papeleta electoral no deja de ser la traducción de un estado de cosas muy incómodo, de una legislatura marcada por una serie de alianzas imposibles, que se están volviendo muy complejas de administrar.
A la vista de los números, no creo que los socialistas tengan motivo excesivo para la inquietud, si ello quiere decir temor a la pérdida del poder. Podría suceder alguna desgracia, pero no entra dentro de lo previsible. Lo malo es que las cifras no sólo auguran la dependencia de aliados más o menos indeseables durante lo que queda de mandato, sino que pueden deparar una situación igual de compleja, o más, para el futuro.
Es más, bien podría darse que el PSOE fuese el segundo partido en escaños, lo que a la incomodidad añadiría el bochorno de repetir a escala nacional el patrón que ya se aplica en todas las comunidades autónomas donde los socialistas dicen que gobiernan –excepto, claro, en los fieles caladeros del sur-. Habrá que ir desempolvando, por si acaso, el repertorio de frases estúpidas para noches electorales: “ha ganado la mayoría progresista”, “hay una mayoría de progreso”... Aglutinando, de nuevo, al partido del no-PP.
El Partido Popular, por su parte, tiene ya más que diagnosticados sus males, y hay que reconocer que no tienen fácil remedio. Parece ser que, en las autonomías en las que gobierna, el PP podría obtener triunfos sonados, incluyendo una importante mayoría en Madrid. Visto que el avance es insuficiente, sólo cabe concluir que las carencias tradicionales de la derecha no sólo no mejoran, sino que se agravan.
Hablo, claro, de la insuficiente cosecha en Andalucía y en Cataluña –es posible que en otros lugares también, pero el peso demográfico será menor-. Digámoslo claramente. Si el PP no solventa sus problemas en estas dos grandes zonas de España, no puede aspirar más que a mayorías circunstanciales, fundadas, sobre todo, en un alto abstencionismo de la izquierda.
Decía que el asunto tiene mal arreglo. En el caso andaluz porque el socialismo es allí ya un régimen, algo muy complicado de desmontar. “Socialismo” y “Andalucía” han terminado por mimetizarse. Y en el caso catalán, porque el discurso nacional del PP es fácilmente manipulable y es sencillo que allí se vuelva odioso. Pero, claro, ese discurso es su principal activo electoral en el resto de España, con diferencia.
No parece haber más solución posible que el equilibrio y la pedagogía. Intentar explicar, por activa y por pasiva, que el PP no está contra Cataluña, en absoluto, cosa por lo demás evidente, sobre todo a la vista de la historia reciente.
A este respecto, cabe señalar algo muy importante, que seguro que no ha pasado inadvertido a Rajoy ni a Artur Mas. Me refiero al carácter natural que tiene una alianza potencial entre el PP y CiU –en términos de interés electoral, claro-. Unos buenos resultados de CiU en Cataluña minimizan las carencias del PP a escala nacional, porque implican que los votos que ellos no ganan tampoco los gana su única alternativa real, que es el PSOE. En Cataluña sucede algo parecido, pero con el PP de partido minoritario. Aquí hay tela que cortar.
Queda, por último, el análisis de ZP.
Y ZP tiene motivos para estar contento. Sí, los tiene. Al menos si la tesis que yo vengo sosteniendo desde hace tiempo es cierta. Recuérdese que afirmo que el Presidente del Gobierno no sólo no se siente incómodo sino que, al contrario, está más que a gusto como está.
El Presidente no es el político calculador que busca la mayoría que le permita hacer y deshacer sin ataduras. Es, por el contrario, un hombre abierto al pacto, al diálogo y a la negociación, con la sola condición de que la contraparte no sea el Partido Popular.
A diferencia de lo que sucede con el propio PSOE, el Pacto del Tinell no es para su líder un trágala indigesto, sino algo que cuadra perfectamente con su ideario político. Toda vez que el presidente no es tan idiota –no es idiota en absoluto- como para no darse cuenta de que la mitad del país se siente y se sabe por completo ignorada, sólo puede concluir que las cosas le van bien.
Es cierto que algunos de sus apoyos desertan, porque no están, en el fondo, por su proyecto. Como diría Arzallus, la España de nuevo cuño está perdiendo michelines. Lo que importa, sobre todo, es que la derecha no avanza, o no lo hace significativamente.
Sólo si Carod no sabe administrar la presión, si se excede e intenta imponer un tempo que, más que molestar a los pactistas del PSOE, les lleve a la sublevación, será posible romper esta dinámica. Si lo hace, será un grave error porque, hoy por hoy, le aguarda un futuro esplendoroso.
Así pues, no todo es malo. Hay, al menos, un español contento.
4 Comments:
Dos ideas:
Dejando de lado la encuesta de La Razón que es un chiste, la encuesta de El Mundo sí que refleja un cambio importante: la recuperación de punto y medio del PSOE frente al PP en dos meses. Y eso con el Estatut sin resolver es más que significativo. Por eso la estrategia del PP ha pegado el volantazo que nadie ha explicado.
Otra cosa es el mito del "efecto inercia de una victoria electoral". Es eso, un mito. Por ejemplo en la primera legislatura Aznar, este no paro de bajar hasta la tregua de ETA. Felipe Gonzalez, que de politica y calculo electoral sabe un huevo aunque sea un canalla, lo dijo el 15M en el Comité Ejecutivo: ojo a la derecha que para las europeas estará recuperada. El PP no tenía ninguna razón para seguir bajando en las encuestas...más que seguir empeñado en cometer los errores que le llevaron a perder las elecciones. Y, en fin, en esas están...de derrota en derrota hasta que algunos tengan todas las televisiones digitales en la cartera.
By Anónimo, at 1:41 p. m.
El chiste está en hacer proyección de escaños en base a un universo tan exiguo: 16 encuestados de media por cada provincia, 2,2 encuestados por cada escaño.
Un chiste es poco, estoy blandito hoy
By Anónimo, at 2:07 p. m.
No comprendo porque dices que los socialistas no tienen motivo de inquietud a la vista de estas encuestas.
A mi entender el suelo del pp se ha visto claro que está en los 9,5m
de votos. El psoe ya ha dilapidado toda la afluencia masiva del 11M que supuso 1,6m de votos de movilización más otro millón prestado de la izquierda y está por ver si la alianza se mantiene.
Por el momento yo también veo moverse como pez en el agua a ese Zapatiesto pero poco a poco se va desenmascarando su idelogía Trotskista ((Si,sí,ahí subyacen los términos de nación política de efímera historia y patriotismo social)y la alineación con el bloque populista Sudamericano.
En fin que si no ocurre otro desaguisado catastrófico sus mismos parientes lo defenestrarán.
Saludos.Rolan
By Anónimo, at 6:21 p. m.
Leo las últimas opiniones de Montilla sobre la entrevista con Evo Morales. Según Libertad Digital Montilla admitió que Morales impulsará " un cierto cambio de las reglas de juego".
O sea que expropiará o nacionalizará poco o un poco o lo que pueda.
Está claro.Estos jodidos tienen miedo de decir que son comunistas
o marxistas y van por atrás,por la espalda y a la callada. ¡ Hágase la luz recoño ¡
Rolan.
By Anónimo, at 6:43 p. m.
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