PUES IGUAL NO PASA NADA, Y SI PASA ¿IMPORTA?
Dice Josep Mª Fàbregas, a propósito del Estatuto, que iban a parir un elefante y han terminado por parir un ratón (véase su artículo de hoy). Se suma así a quienes piensan que, al final, no hubo para tanto.
Bien, esto es opinable, por supuesto, y no cabe duda de que no es prudente pronunciarse hasta que no se conozca algún texto articulado. De entrada, sólo entonces podrá enjuiciarse con algún fundamento si quedan vicios de inconstitucionalidad, o no, cuestión esta relevante, pero sin duda no la única.
Lo poco que se conoce no apunta, desde luego, a ninguna nadería. Puede que ERC piense que CiU ha tirado los precios por los suelos, pero las cifras de las que se habla son auténticamente de mareo y, por supuesto, con capacidad de afectar, y muy gravemente, a los equilibrios financieros del Estado en su conjunto. Son, por añadidura, muy preocupantes todos esos compromisos de futuro de los que se habla, y esas garantías aquí y allá, que lastrarán las posibilidades de otros.
Puede que algunos ya vean, con alegría, expedita la vuelta al paraíso de los años ochenta. Gobernando con CiU en Madrid y ésta haciendo de su capa un sayo en Barcelona, con el PNV en Vitoria y con una oposición inexistente o, en todo caso, desterrada del mundo de lo políticamente aceptable. Me temo que quienes así piensan yerran y gravemente. La situación no es, ni mucho menos, idéntica. Quienes tengan que vivir en Cataluña empezarán a comprobarlo en breve.
A mí lo que se conoce me preocupa, y mucho. ¿Dónde está el famoso interés general?... Ya sé que, en las desaforadas rebajas, habremos de darnos por contentos con que no se violente la letra de la Constitución, que el espíritu está ya para pocos trotes. Sobre las consecuencias constitucionales de esto, a mi juicio, hablaré otro día, pero me temo que ya no puede decirse que nuestro Texto Fundamental goce de buena salud.
Yo creí que la esencia del pacto era que todos perdieran algo para ganar todos un poco. Y bien, ¿qué hemos ganado los que no tendremos la dicha de regirnos por los doscientos y pico artículos del nuevo estatuto?
¿Una Cataluña satisfecha? Falso. Bien empleados podrían estar algunos sudores si se hubiesen invertido en anclar de una vez por todas esa parte de España al tronco, más allá de dudas. Pero, no, poco dura la alegría en casa del pobre. Tiempo le ha faltado a Mas para, dando la razón al Maragall de las disposiciones transitorias, recordarnos que, una vez más, sólo hemos comprado tiempo. Tiempo que quizá le baste a ZP, pero que no nos aprovecha a los demás. No hemos logrado que decaiga una sola reivindicación de fondo, y, henchidos de dignidad, nos recuerdan que no hay dinero en el mundo que compre el trago de tener que vivir con esta nación semiafricana e inculta. No hemos sido perdonados, pues.
No hay ganancia política, y el sistema autonómico lleva ya al exacerbo sus contradicciones. Continúa sin resolver el problema original para cuya enmienda fue creado y ya se ha convertido en el cáncer de nuestra democracia.
Y conste que en el camino nos hemos dejado muchas cosas.
Nos hemos dejado, de entrada, el consenso del 78, sacrificado en aras de no se sabe qué. ¿De la sonrisa de la Gioconda, quizá? El pacto constitucional, la constitución en sentido político –no el texto, sino todo lo que le rodeaba y lo que le daba vigor de constitución real- ha saltado por los aires. Zapatero es muy dueño de despreciar ese bien, y sus votantes de no reprochárselo, pero deberán, al menos, ser conscientes de lo que están haciendo. Lo triste de este asunto es que causa y efecto aparecerán distantes en el tiempo. Tanto, que quizá sea difícil acordarse de que, un día, pudimos hacer las cosas bien. Pero llegaremos a lamentarlo, seguro.
Nos hemos dejado también, ni más ni menos que al PSOE. Gracias a Zapatero y Maragall, uno de los grandes partidos nacionales ha dejado de serlo. El socialismo español se ha traicionado a sí mismo, ha cruzado la ría y la perdido la noción de cuál es su papel, de cuál es su lado. También de esto se acordarán con el tiempo. Los Bono, Barreda, Ibarra, Guerra.... se arrepentirán de haber sido tan cobardes. Me imagino que llevan tanto tiempo gobernando sus baronías que ya están exentos de explicar nada, pero estaría bien que intentaran decirle a sus votantes cómo es eso de que ahora toca ser solidario con los ricos... o que hay que empezar a vivir de lo que se siembre.
Y, a fin de cuentas, y como siempre, los grandes derrotados somos los liberales. Perdimos el XIX, perdimos el XX, y empezamos a perder el XXI. Un discurso político profundamente antiliberal, mediatizado por la noción de “territorio” se enseñorea ya completamente del panorama. Una vez más, podemos irnos a otra parte con nuestra ciudadanía, nuestras libertades, nuestro laicismo y demás zarandajas. Es la hora de las identidades. ¿Qué pintamos nosotros en un país que no tiene ciudadanos sino diecisiete cuerpos intermedios que hacen y deshacen a su gusto en un diálogo con otro cuerpo antes preeminente y ya residual? ¿Existe algo más ajeno al liberalismo que el clima político de la España contemporánea?
Personalmente, me siento muy triste. Quizá, claro, es el sentirse minoría absoluta. Mis conciudadanos votan con entusiasmo a un ser de otra galaxia que ni tan siquiera es capaz de articular un discurso lógicamente coherente –o, para ser más exactos, al que la lógica le importa un pepino- o a unos tarados que se creen a pies juntillas que existen las “lenguas propias” y que los territorios tienen balanzas fiscales.
¿Qué se puede hacer cuando uno lee que, en Andalucía, el señor Chaves no sólo revalidaría su mayoría... sino que la ampliaría? (por favor, no se me tomen a mal el chiste, pero recuerda a la definición de diplomacia: les van a mandar al Infierno... ¡y están deseando que empiece el viaje!).
Las libertades, la igualdad, la ciudadanía. Todo eso es en lo que se ciscan bodrios como el estatuto de Cataluña. Y, la verdad, no sé si es que es cierto que no pasa nada, o que a casi todo el mundo le importa un rábano.
Bien, esto es opinable, por supuesto, y no cabe duda de que no es prudente pronunciarse hasta que no se conozca algún texto articulado. De entrada, sólo entonces podrá enjuiciarse con algún fundamento si quedan vicios de inconstitucionalidad, o no, cuestión esta relevante, pero sin duda no la única.
Lo poco que se conoce no apunta, desde luego, a ninguna nadería. Puede que ERC piense que CiU ha tirado los precios por los suelos, pero las cifras de las que se habla son auténticamente de mareo y, por supuesto, con capacidad de afectar, y muy gravemente, a los equilibrios financieros del Estado en su conjunto. Son, por añadidura, muy preocupantes todos esos compromisos de futuro de los que se habla, y esas garantías aquí y allá, que lastrarán las posibilidades de otros.
Puede que algunos ya vean, con alegría, expedita la vuelta al paraíso de los años ochenta. Gobernando con CiU en Madrid y ésta haciendo de su capa un sayo en Barcelona, con el PNV en Vitoria y con una oposición inexistente o, en todo caso, desterrada del mundo de lo políticamente aceptable. Me temo que quienes así piensan yerran y gravemente. La situación no es, ni mucho menos, idéntica. Quienes tengan que vivir en Cataluña empezarán a comprobarlo en breve.
A mí lo que se conoce me preocupa, y mucho. ¿Dónde está el famoso interés general?... Ya sé que, en las desaforadas rebajas, habremos de darnos por contentos con que no se violente la letra de la Constitución, que el espíritu está ya para pocos trotes. Sobre las consecuencias constitucionales de esto, a mi juicio, hablaré otro día, pero me temo que ya no puede decirse que nuestro Texto Fundamental goce de buena salud.
Yo creí que la esencia del pacto era que todos perdieran algo para ganar todos un poco. Y bien, ¿qué hemos ganado los que no tendremos la dicha de regirnos por los doscientos y pico artículos del nuevo estatuto?
¿Una Cataluña satisfecha? Falso. Bien empleados podrían estar algunos sudores si se hubiesen invertido en anclar de una vez por todas esa parte de España al tronco, más allá de dudas. Pero, no, poco dura la alegría en casa del pobre. Tiempo le ha faltado a Mas para, dando la razón al Maragall de las disposiciones transitorias, recordarnos que, una vez más, sólo hemos comprado tiempo. Tiempo que quizá le baste a ZP, pero que no nos aprovecha a los demás. No hemos logrado que decaiga una sola reivindicación de fondo, y, henchidos de dignidad, nos recuerdan que no hay dinero en el mundo que compre el trago de tener que vivir con esta nación semiafricana e inculta. No hemos sido perdonados, pues.
No hay ganancia política, y el sistema autonómico lleva ya al exacerbo sus contradicciones. Continúa sin resolver el problema original para cuya enmienda fue creado y ya se ha convertido en el cáncer de nuestra democracia.
Y conste que en el camino nos hemos dejado muchas cosas.
Nos hemos dejado, de entrada, el consenso del 78, sacrificado en aras de no se sabe qué. ¿De la sonrisa de la Gioconda, quizá? El pacto constitucional, la constitución en sentido político –no el texto, sino todo lo que le rodeaba y lo que le daba vigor de constitución real- ha saltado por los aires. Zapatero es muy dueño de despreciar ese bien, y sus votantes de no reprochárselo, pero deberán, al menos, ser conscientes de lo que están haciendo. Lo triste de este asunto es que causa y efecto aparecerán distantes en el tiempo. Tanto, que quizá sea difícil acordarse de que, un día, pudimos hacer las cosas bien. Pero llegaremos a lamentarlo, seguro.
Nos hemos dejado también, ni más ni menos que al PSOE. Gracias a Zapatero y Maragall, uno de los grandes partidos nacionales ha dejado de serlo. El socialismo español se ha traicionado a sí mismo, ha cruzado la ría y la perdido la noción de cuál es su papel, de cuál es su lado. También de esto se acordarán con el tiempo. Los Bono, Barreda, Ibarra, Guerra.... se arrepentirán de haber sido tan cobardes. Me imagino que llevan tanto tiempo gobernando sus baronías que ya están exentos de explicar nada, pero estaría bien que intentaran decirle a sus votantes cómo es eso de que ahora toca ser solidario con los ricos... o que hay que empezar a vivir de lo que se siembre.
Y, a fin de cuentas, y como siempre, los grandes derrotados somos los liberales. Perdimos el XIX, perdimos el XX, y empezamos a perder el XXI. Un discurso político profundamente antiliberal, mediatizado por la noción de “territorio” se enseñorea ya completamente del panorama. Una vez más, podemos irnos a otra parte con nuestra ciudadanía, nuestras libertades, nuestro laicismo y demás zarandajas. Es la hora de las identidades. ¿Qué pintamos nosotros en un país que no tiene ciudadanos sino diecisiete cuerpos intermedios que hacen y deshacen a su gusto en un diálogo con otro cuerpo antes preeminente y ya residual? ¿Existe algo más ajeno al liberalismo que el clima político de la España contemporánea?
Personalmente, me siento muy triste. Quizá, claro, es el sentirse minoría absoluta. Mis conciudadanos votan con entusiasmo a un ser de otra galaxia que ni tan siquiera es capaz de articular un discurso lógicamente coherente –o, para ser más exactos, al que la lógica le importa un pepino- o a unos tarados que se creen a pies juntillas que existen las “lenguas propias” y que los territorios tienen balanzas fiscales.
¿Qué se puede hacer cuando uno lee que, en Andalucía, el señor Chaves no sólo revalidaría su mayoría... sino que la ampliaría? (por favor, no se me tomen a mal el chiste, pero recuerda a la definición de diplomacia: les van a mandar al Infierno... ¡y están deseando que empiece el viaje!).
Las libertades, la igualdad, la ciudadanía. Todo eso es en lo que se ciscan bodrios como el estatuto de Cataluña. Y, la verdad, no sé si es que es cierto que no pasa nada, o que a casi todo el mundo le importa un rábano.
2 Comments:
Catalunya está en un proceso de construcción nacional. Una Nación está naciendo. llevan por lo menos tres generaciones comiendo el coco en los colegios. A mi ya me lo comían en los años 70 (por cierto ya entonces todo se daba en catalán excepto los libros de texto). Ya sabemos que mientras dure la "guerra de Independencia" muchas cosas habrán de ser sacrificadas (libertades, derechos y carreras profesionales de los disidentes). !Todo por la Patria¡ ¡Abajo la Inteligencia!
Lo peor de todo es la falta de disidencia tanto de políticos como de ciudadanos. No puedo opinar ni siquiera en casa. Cualquier nota discordante es trachada de radical. Lo siento por mis hijas.
By Anónimo, at 10:54 p. m.
anon 10:54
Sé cómo te sientes. Pero, poniendome rojete, puedes resistir.
Somos más de los que te imaginas.
El PP en Cataluña, fue segunda fuerza en elecciones europeas.
Y era segunda fuerza en generales el 10 de marzo de 2004, víspera trágica.
La mayoría no es ni nacionalista ni no-nacionalista.
Sólo hay que saber jugar al juego.
¿Has visto la pelicula Acoso? "Arregla el problema".
Nacionalismo=corrupción.
By Anónimo, at 1:01 a. m.
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