FERBLOG

lunes, diciembre 12, 2005

AL RESCATE DEL PECIO

Qué oportuna la salida a flote del pecio del Prestige, unos cuantos años ya yacente sobre el lecho del mar, donde da la vuelta el viento y a tres mil y pico metros. Al parecer, la cadena SER, adalid del periodismo de investigación, ha sacado a la luz pruebas irrefutables de que el Director de la Marina Mercante entonces en el machito resultó ser un cenutrio. Apasionante.

Según cuenta Jesús Cacho, el andoba aplicó la misma táctica –mandar el barco a hacer puñetas para que se hundiera lo más lejos posible de la costa española- en una ocasión anterior con cierto éxito, de lo que se ufanaba. Así pues, cuando se vio en análogo trance con el petrolero, optó por la misma táctica que en el rugby se denomina “patada a seguir” y en cuestiones náuticas se debe llamar “a tomar por c...”, digo yo.

Qué quieren que les diga, a mí, me dan un petrolero a medio partirse y, a diferencia de mis conciudadanos, que siempre supieron, todos, sin excepción que lo mejor era remolcarlo al puerto de La Coruña, no se me ocurriría muy bien qué hacer. Es más, creo que es del todo probable que, con más o menos seguridad en mí mismo, de haber ensayado con éxito algún procedimiento anteriormente, hubiese intentado repetir la jugada. Lo confieso, sí, con más o menos chulería, me temo que yo hubiese hecho lo mismo que el tipo de la Marina Mercante. Lo mando al Canadá, vamos.

Me imagino que, hoy, todo el país andaría poniéndome a parir. Pero lo cierto es que la elección era, supongo, que reventara lo más lejos posible, y se mancharía más o menos toda la costa desde Bretaña al Estrecho de Gibraltar –y, bueno, a la vista está que mal, ahora, no parece estar- o bien asumir el riesgo de que crujiera en la bocana del puerto de La Coruña y... hoy la bella ciudad gallega sería inhabitable, me imagino. ¿Alguien puede imaginarse qué hubiera sucedido si las toneladas de crudo derramadas a lo largo de kilómetros y kilómetros de costa se hubieran concentrado en un solo punto? Bien es verdad que a lo largo de la costa se cría el marisco, y en las ciudades sólo hay personas, pero eso solo resuelve la elección para ecologistas de plantilla.

Se podrá reprochar al gobierno de entonces muchas cosas. La bobaliconada de los “hilillos de plastilina”, las chulescas actitudes de ciertos cazadores -¿igual de impertinentes que las de quien, sabiendo que arde medio Guadalajara, no puede mover el culo en la ópera, quizá?-, la insoportable tardanza del presidente del Gobierno que, cuando aparece, aparece como Napoleón en la batalla de Austerlitz... Pero, a Dios gracias, no hubo muertos, se pagaron prontamente las ayudas – a diferencia de lo sucedido con el Mar Egeo- y hoy la costa está limpia. El gobierno pudo gestionar mal la crisis –insisto en que la decisión crítica de qué hacer con el barco a mí me sigue pareciendo en extremo controvertida-, pero quizá sea oportuno recordar que el responsable de todo esto es el armador. Él es quien mantenía circulando una chatarra infecta.

No se entiende muy bien, entonces, a qué viene todo esto ahora. Es verdad que hay mucha gente que ha hecho del odio visceral no ya al Partido Popular, sino a la persona de José María Aznar el norte de su opinión. Me imagino que se trata de proporcionar a toda esa gente material comparativo para poder fundamentar la pregunta. Y Aznar, ¿qué?... No sé cuánta de esa gente hay, y supongo que habrá grados. Hay quien le compara directamente con Franco, por las buenas. Esa gente no necesita recordatorios, así que me imagino que estas pseudonoticias irán destinadas al personal que necesita bases racionales para sus manías. “Y yo, a este, ¿por qué le odiaba?”, se preguntarán. “Por esto, por esto”, contestará diligentemente la SER.

O puede que el Gobierno necesite con urgencia que se vuelva a sacar la vara de medir que se le aplicó el 14M. Con la corriente de medir gobiernos, sale corto de talla. Pero no estoy yo muy seguro de que las circunstancias de aquel día sean tan fácilmente reproducibles. Quizá una idea... el ingenioso reportero que encontró suicidas en los trenes podría buscar, y hallar, evidencias de que, en realidad, el casco lo perforó una bala perdida disparada por Álvarez Cascos. La hipótesis de que fue un submarino yanqui es mejor reservarla para otra ocasión, cuando haga más falta.