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sábado, diciembre 03, 2005

ERC:LA PIEDRA DE TOQUE PARA EL PRESIDENTE

Rosa Díez, que toda su vida ha hablado muy clarito, se refirió en un mitin, en una ocasión, a la costumbre, común en los medios del nacionalismo vasco y sus reflejos madrileños, de referirse a las hordas de batasunos recién destetados como “jóvenes radicales”. Lo que Rosa dijo, más o menos, es “¿radicales?, radical soy yo, esos son fascistas, jóvenes o viejos, pero fascistas”.

Ojalá fuera posible despachar a los diputados de ERC que tanto gustan de métodos expeditivos y sus adláteres con un apelativo como “macarras”. Pero pecaríamos de lo mismo que Díez denunciaba. Minusvaloraríamos el problema de manera inaceptable. Son fascistas, con o sin cara de bobo, pero fascistas. Ese apelativo que escupen a diestro y siniestro, todo el puñetero día, sin parar, les va como anillo al dedo. Ya destacan por las camisas pardas, sólo les falta el manganello. En la Italia de los años 20 había también alegres muchachos que, en posesión de la verdad, perdían enseguida la paciencia con los discrepantes. A menudo, además, sostenían que el discrepante “provocaba”.

Aún no han pegado a nadie, es cierto. Pero tampoco los batasunos, cuando se cuelan en los colegios electorales –ante la pasividad de fuerzas del orden, miembros de las mesas, y conciudadanos- llegan a agredir físicamente a los representantes de los partidos no nacionalistas que van a votar. Simplemente, despliegan pancartas y lanzan invectivas a diez centímetros de la cara del votante, que sólo puede mirar para otro lado. Imagino que habrá quien crea que las jornadas electorales en Euskadi son siempre “una fiesta de la democracia” y lo que acabo de describir “un uso de la libertad de expresión”, pero se entenderá que algunos pensemos de forma diferente.

No sé si merece la pena cansarse en ilustrar la diferencia entre las cosas que hace y dice la COPE y el comportamiento de los diputados de ERC, pese a que hay gente que afirma estos días que “la violencia engendra violencia” (¿el presidente del Gobierno, quizá?). Es algo que, o se entiende con facilidad, o no se va a entender nunca. Lo mismo que la patulea que ahora compara a la COPE con Egunkaria. Si alguien no es capaz de distinguir entre una acción gubernativa –como las que se proponen contra esa cadena de radio- y una instrucción judicial, no merece la pena explicar mucho más. Tampoco es necesario aburrir a los lectores sensatos trayendo a colación por qué Garzón entendió oportuno el cierre de Egunkaria.

A mi entender, ERC no es un partido aceptable para sostener el gobierno democrático de una nación que se pretenda avanzada. Es verdad que ERC no es Batasuna. Pero es que Batasuna, también conviene recordarlo, es solo un interlocutor válido para Patxi López, José Luis Rodríguez Zapatero, Joseba Egibar y algunos más. La mayor parte de la gente, incluida la Unión Europea, lo sigue considerando la rama política de un grupo terrorista. Pero es que el mundo no se divide entre terroristas y beatos, afortunadamente. El campo de lo aceptable para un gobierno que pretenda serlo de todos es, o debería ser, bastante más restringido que el arco parlamentario cuando, como es el caso, el arco aloja opciones que deberían entrar, más bien, en el apartado de las curiosidades y a las que se ha de tributar, por supuesto, el respeto debido a toda minoría, pero nada más.

Es perfectamente posible, incluso, que un partido político haya podido ser apto en el pasado y deje de serlo. En PNV, por ejemplo, gobernó, en Vitoria y en Madrid, con socialistas y populares. Algunos tenemos nuestras reservas acerca de esto, y pudo ser un error, y todas las coaliciones implican riesgos, pero el PNV dio un paso, en 1998, que fue Estella. Ese paso, además de cambiar profundamente su discurso, lo convirtió en un partido incapaz de contribuir a la estabilidad de ninguna institución española – porque terminó de dejar claro, entre otras cosas, que las instituciones españolas no le valen para nada o, todo lo más, le parecen meramente instrumentales.

Supongamos que ERC hubiera podido parecer aceptable a alguien en algún momento. Incluso el independentismo, coyunturalmente y en este extraño juego que es la política, podría llegar a soslayarse. Pero no se puede dejar de lado la actitud buscabroncas –no me refiero a obstruccionismo parlamentario o a agresividad política, que también, sino a broncas en sentido estricto- y escasamente democrática que muestran, día tras día, los dirigentes de ese partido. Usufructuarios de un regalo, absurdo, de la aritmética electoral, su irresponsabilidad solo es comparable con su endiosamiento y pretenciosidad.

En este contexto, Rodríguez debe sopesar, y muy seriamente, la oferta que le hace Artur Mas. No es que el señor Mas sea santo de mi devoción, pero creo que, se encuentre en el estado anímico que se encuentre, jamás se le va a pasar por la cabeza allanar en calzoncillos moradas ajenas, por muy incómodo que le resulte el titular de las mismas. Y no me cabe la menor duda de que si el señor Mas creyera que la libertad de expresión no ampara las manifestaciones de algunos locutores de radio, acudiría al los tribunales, pero no ordenaría a sus juventudes que se encadenaran frente a la sede de la emisora. Eso, en el estado actual de la política española, es un activo digno de la mayor ponderación.

ZP debería entender –recuérdese que lo que hablábamos el otro día de la ligazón entre estatuto catalán y problema vasco (hipótesis que, resultando muy incómoda, permite hallar, cuando menos, una cierta lógica en la actuación gubernamental que, de otro modo, se le hace inasequible)- que los demás le juzgamos por sus actos, no por sus palabras. Es evidente que, todo lo verde que se quiera, se le está ofreciendo una alternativa. Es una posibilidad no exenta de riesgos, sí, pero que debería ser estudiada.

Porque si no, lo que habremos de concluir –porque el supuesto de que el presidente sea masoquista no entra, por el momento, en juego- es que Rodríguez está cómodo con su situación actual, sea por la razón que sea. Si la coartada de la imposibilidad de un arreglo diferente deja de ampararle, no se nos podrá criticar a quienes pensamos, desde hace algún tiempo, la situación gubernamental –incómoda para muchos analistas- es, en verdad, la que este hombre desea.

A unas malas, se puede entender que cuente hasta con ERC alguien que carece de otras opciones. Otras situaciones ya requieren otras explicaciones, que no tienen nada que ver con la aritmética parlamentaria.