EL INTERÉS DE BARGALLÓ
Ayer traía a colación un panfleto publicado en el diario Avui que sólo merece el calificativo de vergonzante, y terminaba preguntándome si es que en Cataluña la tasa de tarados per cápita anda en alza desbocada. Casi al mismo tiempo, el presidente de Freixenet hacía un loable intento de capear el temporal que parece que se les viene encima con las navidades, por la vía de recordar la obviedad de que el cava no es más que un espumoso español que se produce en Cataluña. Naturalmente, a nadie se le ocurre poner en cuestión que el vino que producen en Sant Sadurní sea tan español como la sobrasada mallorquina, la torta del Casar o los piononos de Santa Fe... salvo al Consejero Jefe de la Generalitat de Cataluña.
El señor Bargalló –en los ratos libres que le deja su intensa actividad diplomática a favor de la admisión de la selección catalana a torneos internacionales de lo que sea (creo que el hockey sobre patines es la disciplina más popular – al menos casi todos sabemos lo que es, porque lo del ¿korfball, kraftball, kurball...? tuvo bemoles)- se dedica a reprender a los empresarios catalanes que, sin españolear a lo Manolo Escobar, lo que tampoco va mucho con el carácter de la gente de la terra, sostienen algo tan sencillo como que sus productos son españoles. Semejante afirmación, aunque sea con el solo objetivo de elevar las ventas, o frenar su caída, es anatema, antipatriótica y antiortodoxa. Por ende, ha de ser contestada. Sale, pues, el señor Bargallo a atajar la confusión, reforzando, claro, la determinación de aquellos que, tras la queja del bodeguero, casi habían flaqueado en su ánimo de pasar las fiestas con sidra El Gaitero o con Moët Chandon –según gustos y posibilidades económicas-.
No tengo ni la menor idea de si los empresarios catalanes son más o menos afines a según que proyectos, y tampoco osaría poner en duda la sinceridad de sus sentimientos para con el resto de sus compatriotas –me refiero a los españoles-, pero me parece completamente racional que intenten hacerse gratos a sus clientes. Y supongo que lo que uno esperaría del primer consejero del gobierno de su comunidad autónoma es verse apoyado en ese empeño. El diario El Mundo se pregunta hoy, con plena lógica, si es que esto es normal. ¿Por qué Cataluña tiene que aguantar un Gobierno que parece ser su peor enemigo?
El Gobierno de Cataluña es, sin duda, lo que quiere ser el Gobierno de España cuando sea mayor. Un ejecutivo que no es ya que no haga la vida fácil a sus ciudadanos, sino que gobierna contra ellos. Y es que parece que, quienquiera que sea el que está detrás de los supuestos boicots a los productos catalanes, quien más desea que prosperen es el Gobierno del Principado o, cuando menos, la muchachada de ERC que, junto al desquiciado presidente, parece estar al timón.
Creo que no yerran quienes así piensan. Los independentistas catalanes son los primeros interesados en esa lógica del contraboicot –porque el primer boicot es el lanzado por sus medios afines contra los productos del resto de España-. Harán lo que puedan para azuzarlo y obtener los réditos políticos del ambiente enrarecido. Por supuesto. Ellos saben que, tras una campaña de ventas mala o, en general, tras encontrar una y otra vez el rechazo del resto de los españoles, la sociedad catalana se irá cerrando más y más, para rumiar sus agravios en solitario. Al poco, nadie se acordará de que hubo un político impresentable que encendió la mecha, unos diputados descerebrados que redactaron un estatuto imposible... sólo quedará el “o ellos o nosotros”.
Y es que la táctica está probada, y no da malos resultados. Consiste en provocar el hartazgo más absoluto en el resto del país, generando rechazo por aburrimiento. Hace algún tiempo, un conocido, vasco de pro, me comentó cómo, en sus viajes a Madrid, había ido notando precisamente eso, la hartazón de la gente, el cansancio progresivo. Me decía que un taxista llegó a espetarle, entre bromas y veras, que “a ver si se independizaban de una p... vez”. Fue una experiencia, cuando menos, curiosa. Naturalmente, él estaba más que acostumbrado a oír, allá en el Norte, el memorial de agravios una y otra vez, soflamas independentistas y demás, pero no era consciente de que eso pudiera tener efectos en el resto del país. Pero los tiene. Y los vascos, antaño un pueblo simpático o, por lo menos, que no causaba ningún rechazo en el resto del país, pueden ser recibidos con miradas hoscas –naturalmente, nunca tan hoscas como las que dispersan a los de fuera algunos taberneros de la Guipúzcoa profunda, pero eso es otra historia. Conozco poca, muy poca gente, que diga ya que Euskadi es una de sus regiones favoritas para visitar, pasar fines de semana (aunque sí que es cierto que es “un país increíble”, como dice la publicidad – lo de allí es difícil de creer)... Buen trabajo nacionalista, pues.
Las sociedades vasca y catalana se han acostumbrado de tal manera a vivir en simbiosis con esa clase política desnortada que parece que ni se dieran cuenta de que lo que esa patulea dice y hace tiene efectos. Afecta a su imagen, les afecta a ellos, en definitiva. Deben creer que lo normal es lo suyo, o sea, “pasar de la política” –lo que en Euskadi implica, además, aceptar que “todos tienen sus ideas”, y ya se sabe lo que eso significa-. No se dan cuenta de que su pacto con sus políticos no es extensible, sin más, al resto del territorio. Que los demás juzgamos por lo que vemos, leemos y oímos –algunos creen que nuestro problema es, precisamente, ése, es decir, que carecemos de la imprescindible información local que es esencial para poner a cada uno en su sitio, pero me temo que no es tan sencillo.
Los tipos como Bargalló, en cambio, lo tienen claro. Hay que perseverar en la estrategia de la provocación, porque puede dar resultados a medio plazo. Lo chocante es que ya ni se molestan en disimular, y ahí puede estar su error. Yendo poco a poco, era más difícil que la gente se diese cuenta. Ahora, hace falta ser muy cerril para alegar ignorancia.
El señor Bargalló –en los ratos libres que le deja su intensa actividad diplomática a favor de la admisión de la selección catalana a torneos internacionales de lo que sea (creo que el hockey sobre patines es la disciplina más popular – al menos casi todos sabemos lo que es, porque lo del ¿korfball, kraftball, kurball...? tuvo bemoles)- se dedica a reprender a los empresarios catalanes que, sin españolear a lo Manolo Escobar, lo que tampoco va mucho con el carácter de la gente de la terra, sostienen algo tan sencillo como que sus productos son españoles. Semejante afirmación, aunque sea con el solo objetivo de elevar las ventas, o frenar su caída, es anatema, antipatriótica y antiortodoxa. Por ende, ha de ser contestada. Sale, pues, el señor Bargallo a atajar la confusión, reforzando, claro, la determinación de aquellos que, tras la queja del bodeguero, casi habían flaqueado en su ánimo de pasar las fiestas con sidra El Gaitero o con Moët Chandon –según gustos y posibilidades económicas-.
No tengo ni la menor idea de si los empresarios catalanes son más o menos afines a según que proyectos, y tampoco osaría poner en duda la sinceridad de sus sentimientos para con el resto de sus compatriotas –me refiero a los españoles-, pero me parece completamente racional que intenten hacerse gratos a sus clientes. Y supongo que lo que uno esperaría del primer consejero del gobierno de su comunidad autónoma es verse apoyado en ese empeño. El diario El Mundo se pregunta hoy, con plena lógica, si es que esto es normal. ¿Por qué Cataluña tiene que aguantar un Gobierno que parece ser su peor enemigo?
El Gobierno de Cataluña es, sin duda, lo que quiere ser el Gobierno de España cuando sea mayor. Un ejecutivo que no es ya que no haga la vida fácil a sus ciudadanos, sino que gobierna contra ellos. Y es que parece que, quienquiera que sea el que está detrás de los supuestos boicots a los productos catalanes, quien más desea que prosperen es el Gobierno del Principado o, cuando menos, la muchachada de ERC que, junto al desquiciado presidente, parece estar al timón.
Creo que no yerran quienes así piensan. Los independentistas catalanes son los primeros interesados en esa lógica del contraboicot –porque el primer boicot es el lanzado por sus medios afines contra los productos del resto de España-. Harán lo que puedan para azuzarlo y obtener los réditos políticos del ambiente enrarecido. Por supuesto. Ellos saben que, tras una campaña de ventas mala o, en general, tras encontrar una y otra vez el rechazo del resto de los españoles, la sociedad catalana se irá cerrando más y más, para rumiar sus agravios en solitario. Al poco, nadie se acordará de que hubo un político impresentable que encendió la mecha, unos diputados descerebrados que redactaron un estatuto imposible... sólo quedará el “o ellos o nosotros”.
Y es que la táctica está probada, y no da malos resultados. Consiste en provocar el hartazgo más absoluto en el resto del país, generando rechazo por aburrimiento. Hace algún tiempo, un conocido, vasco de pro, me comentó cómo, en sus viajes a Madrid, había ido notando precisamente eso, la hartazón de la gente, el cansancio progresivo. Me decía que un taxista llegó a espetarle, entre bromas y veras, que “a ver si se independizaban de una p... vez”. Fue una experiencia, cuando menos, curiosa. Naturalmente, él estaba más que acostumbrado a oír, allá en el Norte, el memorial de agravios una y otra vez, soflamas independentistas y demás, pero no era consciente de que eso pudiera tener efectos en el resto del país. Pero los tiene. Y los vascos, antaño un pueblo simpático o, por lo menos, que no causaba ningún rechazo en el resto del país, pueden ser recibidos con miradas hoscas –naturalmente, nunca tan hoscas como las que dispersan a los de fuera algunos taberneros de la Guipúzcoa profunda, pero eso es otra historia. Conozco poca, muy poca gente, que diga ya que Euskadi es una de sus regiones favoritas para visitar, pasar fines de semana (aunque sí que es cierto que es “un país increíble”, como dice la publicidad – lo de allí es difícil de creer)... Buen trabajo nacionalista, pues.
Las sociedades vasca y catalana se han acostumbrado de tal manera a vivir en simbiosis con esa clase política desnortada que parece que ni se dieran cuenta de que lo que esa patulea dice y hace tiene efectos. Afecta a su imagen, les afecta a ellos, en definitiva. Deben creer que lo normal es lo suyo, o sea, “pasar de la política” –lo que en Euskadi implica, además, aceptar que “todos tienen sus ideas”, y ya se sabe lo que eso significa-. No se dan cuenta de que su pacto con sus políticos no es extensible, sin más, al resto del territorio. Que los demás juzgamos por lo que vemos, leemos y oímos –algunos creen que nuestro problema es, precisamente, ése, es decir, que carecemos de la imprescindible información local que es esencial para poner a cada uno en su sitio, pero me temo que no es tan sencillo.
Los tipos como Bargalló, en cambio, lo tienen claro. Hay que perseverar en la estrategia de la provocación, porque puede dar resultados a medio plazo. Lo chocante es que ya ni se molestan en disimular, y ahí puede estar su error. Yendo poco a poco, era más difícil que la gente se diese cuenta. Ahora, hace falta ser muy cerril para alegar ignorancia.
2 Comments:
Efectivamente, los catalanes no veran las causas y los "periodicos" de esa comunidad se encargaran de levantar los animos de los catalanes contra el resto de España.Es tan claro como repugnante.Cada dia se hace mas dificil la situación a la que nos esta llevando Majadero y sus secuaces.Esto es ya una dictadura.
By Anónimo, at 7:03 p. m.
Yo creo que, muchas veces, los culpables de los políticos son la gente que les vota. Cuando alguien reflexione, tras haber perdido su trabajo por falta de ventas, sobre las causas, si de verdad lo hace bien, se dara cuenta que lo que se necesita es un cambio de actitud de los políticos catalanes con el resto de España y deberá buscar otra opción mas moderada. Igual deben hacer los empresarios, ser valientes y dar la cara contra sus políticos, si quieren vender deberan contentar a sus clientes y esto solo se consigue en España desmarcandose de la corriente catalanista y adoptando una españolidad que todos esperamos oir.
By Anónimo, at 9:26 p. m.
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