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jueves, noviembre 17, 2005

LADRAN, LUEGO CABALGAMOS

Me ha encantado leer esta mañana que los chicos de “Desde el Exilio” (sírvanse ustedes utilizar con frecuencia el enlace que encontrarán en la columna de la derecha, porque merece la pena) son percibidos por el Gobierno, entre otra gente de bien, como una amenaza. En realidad, teniendo en cuenta cómo es el Gobierno, me cuestionaría seriamente la oportunidad de seguir compartiendo alojamiento en Red Liberal si fueran elogiados. Es todo un honor ser su vecino, la verdad.

La blogocosa hace pupa, parece. Y no es para menos. La parroquia izquierdosa anda de los nervios con la libertad de expresión. Lo de la COPE está cogiendo tintes de cruzada, y creo que el amigo Carlos Herrera ya ha recibido el primer zarpazo.

Comprendo que no es lo que ellos esperaban encontrar. Vuelta que era la normalidad –porque para ellos siempre es anormal que gobierne otro- lo lógico hubiese sido esperar una reproducción de los patrones del felipato, es decir: la oposición política debería haber desaparecido, la gente discrepante debería estar callada, los medios no correctos quedar silentes y, sobre todo, internet y los móviles no deberían existir.

Lo de la oposición falló, de entrada. No es que el Partido Popular se desenvuelva con mucha soltura, pero no se ha disuelto como un azucarillo. Los socialistas han perdido de vista las razones de su victoria electoral, tanto que ni siquiera aciertan, se conoce, a distinguir las enormes diferencias con la primera vez. A UCD no la descompusieron las elecciones, sino que fue a las elecciones descompuesta. Felipe González alcanzó la Moncloa, al fin, mediando un auténtico harakiri del pseudopartido político que, hasta entonces, ostentaba la mayoría. Por el contrario, el edificio del PP era razonablemente sólido, tanto que alguien decidió que era necesario volarle los cimientos, literalmente. Es tan poco lo que ha pensado el Esdrújulo en los sucesos del 11M que, por lo visto, pierde de vista que sin semejante salvajada, la historia de España sería muy otra. Así pues, primer contratiempo: la oposición se niega a autodisolverse, que es lo que se esperaba de ella.

Segundo problema. Hay un número relevante de medios no adictos, porque Polanco aún no ha sido capaz de coparlo todo –y, ojito, hagan el favor de sintonizar lo de Gabilondo de vez en cuando, porque como el amo considere que los índices de audiencia son bajos, puede que terminen prohibiendo los demás canales-. Es verdad que están dispersos y en lugares como Cataluña son virtualmente inexistentes. Pero existen. Y no solo existen, sino que, por más que ello suponga poner en riesgo la licencia, se atreven a criticar, no ocultan las vergüenzas de nuestro particular PRI. Y, además, algunos ponen en ello dosis enormes de demagogia. O sea, como si Carlos Carnicero les hubiera dado un cursillo de entrenamiento en la Selva Lacandona. Resulta, mira tú por dónde, que el modelo de la SER puede funcionar contra cualquier gobierno, y si alguien puede decir sin prueba alguna que “sin duda había suicidas en los trenes del 11M”, otro alguien puede afirmar que “la prima de la cuñada de la sobrina del hermano del jefe de policía de Marruecos es militante del PSOE desde el día 12, y saquen ustedes conclusiones”. Y, a dormir.

Lo que ocurre, claro, es que para desgracia de los adictos, los niveles de inutilidad del Gobierno son tan enormes que no hace falta ni recurrir a la demagogia –lo que no obsta para que se haga uso intensivo de ella por amor al arte-. ¿Hay algo más ilustrativo que reproducir, literalmente, las declaraciones de la ministra de vivienda, por ejemplo? Para qué inventar nada, cuando la realidad ofrece estas perlas.

Y para redondear el círculo, internet, los móviles, y los bloggers, que son todos unos fachas redomados –creo que era Carmen Rigalt la que decía que en la blogocosa hay mucho neocon agazapado-. Mira tú por dónde, lo del “pásalo” hizo fortuna, y resulta un poco chocante que algunos, los inventores de la cosa precisamente, se extrañen.

Nuestra izquierda empieza, pues, a parecerse a estos fabricantes de armas químicas a las que ni se les pasa nunca por la cabeza que podrían ser usadas contra ellos mismos. Y eso que la tecnología es de fácil acceso –no la de las armas, espero-. Pero, claro, ellos conciben el mundo desde su superioridad moral. Ese es el problema de fondo. La crítica les pone de los nervios, sencillamente, porque les resulta, amén de novedosa, inconcebible. Es de buen tono, por ejemplo, mofarse de los católicos y sus creencias, pero es absolutamente inconcebible que alguien haga lo mismo con otras convicciones políticamente correctas; es del todo normal que los “intelectuales” del cine conviertan cada ocasión que tienen en la oportunidad de lanzar un exabrupto contra la mitad de los españoles que los sostienen con sus impuestos, pero es fascista y anticultura pretender que esos impuestos se reduzcan o, al menos, sólo se financie cultura de calidad; hablar de Franco todo el día es “memoria histórica”, pero recordar Paracuellos es “revisionismo”... y así un largo etcétera de ejemplos que vienen a mostrar como esa asimetría se ha vuelto tan corriente que algunos han terminado por confundirla con el estado normal de las cosas.

Pues que se vayan acostumbrando... y los del otro lado, que vayan tomando nota, porque esto arrecia. No hay Montilla que lo detenga.

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