FERBLOG

sábado, noviembre 26, 2005

EL PROBLEMA NO ESTÁ EN EL COMUNICADO

El Gobierno y los medios progubernamentales se escandalizan ante las reacciones que ha provocado el último comunicado de ETA. Es cierto que el solo hecho de andar escudriñando, leyendo entre líneas y extrayendo conclusiones de las iniciativas de esa banda de alimañas tiene en sí mismo mucho de repugnante. Y es triste, cómo no, ver a los políticos a la gresca en asunto tan delicado. Pero me temo que, una vez más, el Gobierno sigue la táctica de prender la hoguera y apuntar, después, con el dedo a los que gritan ¡fuego!

Se analizan meticulosamente las cosas que ETA dice –hasta las que se supone que dice, porque creo que no hay constancia definitiva de que lo enviado a la BBC sea, en realidad, algo producido por ETA- sencillamente porque se está esperando algo de ella. Como quien se acerca, cada día, al buzón, a ver si ha llegado la misiva que lleva tanto tiempo aguardando. Naturalmente, igual que en el buzón sólo encontramos publicidad o cartas del banco, lo que recibimos de ETA es más de lo mismo: si quieres conseguir algo de mí, dame lo que pido.

Se está esperando algo de ETA, lisa y llanamente, porque se da la increíble situación de que el Gobierno democrático de España ha hecho patente su voluntad de ofrecer algo. Y no estamos hablando de comentarios elípticos, sino de gestos concretos, entre los que sobresalen dos: la humillante resolución que se obligó a aprobar al Parlamento y el evidente cambio de línea política seguido por los socialistas en Euskadi, que ya hace mucho que abandonaron la decencia como norte (me refiero a la dirigencia, claro). Al Gobierno, pues, solo le falta alquilar una habitación de hotel –si es que no la tiene ya- donde desarrollar las conversaciones, porque ya ha puesto todo el lubricante político que es posible poner de forma completamente gratuita. En buena lógica, el siguiente paso –que es cambiar la política penitenciaria y rehabilitar a Batasuna para las municipales, que les hace mucha falta- requiere un mínimo gesto de la parte contraria.

En condiciones normales, una banda moribunda y acosada, que se supiera derrotada, llevaría la iniciativa. Porque lo que, normalmente, negocian los Gobiernos democráticos son condiciones de disolución, de cese completo de la actividad, nada más. Todos dábamos por hecho que eso sucedería algún día, si es que quedaba alguien con dos neuronas en ETA. Sería ETA la que pediría el árnica necesaria, o bien terminaría por perder el liderazgo en el mundo abertzale y por ser abandonada a su suerte por las ramas políticas de ese mundo –más que nada porque hay que comer todos los días-.

No es este el caso. ZP ha invertido los términos. Ahora, de nuevo, ETA no es un obstáculo ni un lastre, sino un activo para el mundo nacionalista –un activo capitidisminuido con respecto a lo que fue, sí, pero un activo-. De repente, hay algo que vender. No hay necesidad de ofrecer nada, sino de responder a una oferta, que es muy distinto.

Merced, entre otras cosas, a la existencia de una colaboración entre Gobierno y Oposición, gracias a ese sensacional acierto que fue el Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo, el Estado había conseguido, por vez primera el cuarenta años, tener en la mano las dos ventajas: ganaba la lucha policial y ganaba la lucha política. En términos ajedrecísticos, jugaba con blancas y dominaba las casillas centrales –la meseta desde la que se otea mejor un tablero que sólo en apariencia es plano-. De repente, en lo que puede haber sido un error sin precedentes, Zapatero abandona una de esas ventajas, precisamente la que más esfuerzo costó lograr. Es tal la rehabilitación política del mundo de Batasuna que incluso el PNV anda preocupado por no diluirse en el nuevo escenario.

Otra cosa que ha molestado mucho es que ETA haga patente que observa con cuidado el proceso catalán. A los socialistas les irrita sobremanera que se insinúe que la experiencia catalana pueda ser el ensayo general con todo de la verdadera “vía Zapatero”. Hay que comprender que es desagradable, pero es que esta tesis viene avalada por razones poderosas, que nadie parece, oportunamente, encargarse de desmentir.

En primer lugar, parece la única forma de entender una iniciativa política que sorprende a propios y a extraños. El estatuto catalán es un lío monumental que no es beneficioso para el país pero, lo que es más grave para un socialista, no es beneficioso tampoco para el Partido –antes al contrario, parece estar en la raíz de la sangría de votos que, según sondeos, padecería hoy el socialismo y, sobre todo, obliga a unos juegos malabares en el discurso que resultan en extremo complicados-. Qui prodest?, se preguntan en Génova, pero también en Gobelas y en Feraz. El argumento de que esto era necesario para sostener la legislatura no es suficiente, porque bastaba no haber promovido activamente el estatuto –que se rubricó en Barcelona, pero se desbloqueó en Madrid- para que la dichosa promesa del Palau Sant Jordi hubiera resultado imposible de cumplir y, de paso, se hubiera podido poner a CiU en un auténtico aprieto, achacándole el embarrancamiento del proyecto. ¿Entonces?

Sólo hay dos respuestas a esa pregunta: el Presidente del Gobierno ha perdido el oremus o bien cree necesitar ese estatuto como medio para otros fines. Y, bien pensado, ambas respuestas no son incompatibles, antes al contrario, maridan que da gusto.

Pero es que, además, no hace falta recurrir a retruécanos ni razonamientos alambicados. Basta con prestar la debida atención a las evoluciones de Patxi López y su gente. Basta seguir al PSE y el escenario post-ETA que dibuja. Un escenario claramente a la catalana, fácil de reproducir siempre que Batasuna se avenga a desempeñar un papel parejo al de Esquerra. Un tripartito PSE-Batasuna-IU, un PNV que seguiría siendo el partido más votado y con el que hay que contar y, por supuesto, un PP marginal y abocado a no representar nunca nada. Es verdad que los números aún no cuadran, pero todo se andaría.

Ocurre, sin embargo, que el PSC y el PSE tienen, entre sí, pocas cosas en común. Ambos tienen un voto básicamente no nacionalista, pero sus dirigencias, hasta ahora, venían siendo muy diferentes. Mientras que el primero estaba y está dirigido por el elemento progre de la burguesía catalana –tan nacionalista, probablemente, como la de CiU, pero con otros gustos y más barcelonesa- el segundo ha sido un auténtico pilar del socialismo español, forjado en la tradición de izquierda más ortodoxa en una región industrial. Por tanto, el viraje del PSE necesita avales, no es creíble por sí mismo. Eso es lo que ZP se dispondría a ofrecer.

ETA aburre a las ovejas. Es incapaz de ofrecer nada nuevo. El mismo discurso maximalista, esta vez adornado por las sempiternas llamadas a la “internacionalización del conflicto” –abundando en las delirantes comparaciones con Palestina, con Irlanda o con sabe Dios qué situaciones-. Y aprovecha lo que le salga al paso.

Aquí las novedades, desde hace muchos años, las venimos poniendo los demás. Mal que nos pese.