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sábado, septiembre 03, 2005

TRABAJAR LA PROSPERIDAD

El Mundo publicaba ayer un interesante artículo de opinión de uno de sus colaboradores habituales, a la sazón catedrático de economía en la Universidad Politécnica de Madrid. Partiendo de la más que razonable hipótesis de que nos hayamos instalado en un ciclo de precios altos del crudo, ciclo que, por el carácter agotable del recurso, puede ser irreversible, el artículo llamaba la atención sobre algunos puntos de gran interés sobre la situación española en materia energética: merced, entre otras cosas, a una estúpida política antinuclear –que, antes o después veremos revisada, y será divertido ver como nuestros ecocretinos inventan fórmulas para ello- nuestra dependencia del petróleo, recurso del que carecemos por completo de yacimientos, es mucho mayor que la de los países de nuestro entorno; nuestros procesos productivos son intensivos en energía –consumimos más por unidad de PIB y nuestros sistemas de refino están obsoletos.

Otras cuestiones no mencionadas, pero importantes son los justificados motivos para pensar que nuestras redes de distribución eléctrica no parecen suficientes a medio plazo y que, siendo un país altamente dependiente, no somos lo que se dice punteros en investigación de energías alternativas (aunque, hoy por hoy, la única energía alternativa económicamente viable parece que está descubierta: es la innombrable).

No sé si el artículo pecaba o no de catastrofista pero lo que es claro es que, con que las afirmaciones en él contenidas sean válidas en líneas generales, y creo que lo son, estamos frente a un cuello de botella, una hipoteca para nuestro crecimiento futuro.

Hay otras hipotecas de parecida trascendencia, como pueden ser el retraso relativo de nuestras telecomunicaciones, las carencias de la red ferroviaria de transporte de mercancías y, sobre todo, la hecatombe educativa, que puede dañar, que está dañando ya, muy seriamente la calidad de nuestro capital humano – y ese es el cataclismo menos superable de todos.

Traigo a colación todo esto como forma de constatar una realidad por lo demás evidente: este país tiene problemas. Tiene problemas reales, presentes y futuros, que afectan y afectarán a la mayoría de los ciudadanos, por no decir a todos.

Lo sorprendente, claro, no es que España tenga problemas de carácter estructural, porque muchos países los tienen. No hay arcadias perpetuas. Todo país, toda sociedad, por próspera que sea su situación en un momento dado, encontrará siempre debilidades que prevenir. No hay, en realidad, eras de prosperidad perpetua, sino eras de prosperidad cuidada. El país próspero no disfruta, simplemente, su prosperidad, sino que la trabaja. Hasta aquí, no digo más que obviedades. Lo increíble, sin embargo, es la indolencia con que la sociedad española toma todo esto, su especie de narcotización colectiva que lleva no ya a que los problemas reales del país se debatan poco, sino a que no se debatan en absoluto.

Es responsable de esto, claro, la clase política, encabezada por un gobierno nulo, un no-gobierno, un ejecutivo que es un simple error histórico. La clase política no solo no hace nada por abordar los grandes problemas colectivos reales –quizá porque ello pueda implicar también asunciones de responsabilidades que no se desean- sino que los elude inventándose otros diferentes, a poder ser no solucionables, para que den de sí lo imposible. Me temo que hay aquí mucho de la política como juego, como mundo paralelo. Se saben nulos, se saben inútiles o, simplemente, no quieren afrontar ninguna responsabilidad real. El político profesional prefiere problemas profesionales. Cabe pensar que algunos lo hacen, incluso, en la confianza de que ello no va a tener efecto alguno real en la vida de los ciudadanos. La política como espectáculo. Algo que podría ser hasta aceptable si los políticos no controlaran directamente un 40 por cien del PIB e indirectamente todo. Ese podría ser un buen trato, que nos devuelvan los medios para solucionar nuestros problemas por nosotros mismos y, después, que nos entretengan por un módico estipendio.

Pero hay algo más. La clase política actúa así porque opera sobre una sociedad que sigue lamentablemente desvertebrada, que es incapaz de expresarse por sí misma y no puede marcar la agenda de nadie. Una sociedad tiene, debería tener, medios para expresarse, además de las elecciones periódicas. Una sociedad consciente debería ser capaz de movilizarse por sí sola, debería contar con elites capaces de formar opinión y crear debates.

La sociedad española carece de todo eso, y lo pagará caro. No atiende realmente su prosperidad, y por eso no podrá durarle indefinidamente.

1 Comments:

  • ¿Y el cataclismo empezo el 13M del 2004?

    By Anonymous Anónimo, at 8:11 p. m.  

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