A PROPÓSITO DEL PP
En un foro de debate en Baleares, la periodista Cayetana Álvarez de Toledo –que es no ya una de las grandes promesas, sino una de las grandes realidades de nuestro periodismo de opinión- se sumó al coro de quienes piden una derecha “liberal y moderna” y dijo creer que el Partido Popular puede estar en condiciones de ganar las próximas elecciones generales, a condición de que mejore su estrategia de comunicación. Estoy profundamente de acuerdo con el deseo, y comparto la afirmación, con algún matiz que diré.
Hay que comprender que el PP es un partido destinado a aglutinar todas las sensibilidades de la derecha que, disociadas entre sí, tendrían mucho más difícil llegar a constituir una mayoría en algún momento. En este sentido, los liberales no podemos aspirar a que ese partido se nos ajuste como un guante. Siempre estaremos, por tanto, viviendo en corral parcialmente ajeno a la hora de depositar nuestro voto. Nótese que doy por hecho que los liberales españoles, en general, terminaríamos siendo votantes del PP, toda vez que el de enfrente, el PSOE, no da hoy los mínimos exigibles de seriedad, pero eso no tendría por qué ser así. En condiciones normales, el PP podría verse obligado a competir por la familia liberal. El hecho de que los deméritos ajenos sean insuficientes para invertir las tornas no debería ocultar el hecho de que el partido de la derecha se está beneficiando –de cara al mantenimiento de su “suelo electoral”- de un socialismo esperpéntico.
Dicho lo anterior, tampoco creo que el PP ofrezca un panorama equilibrado. No sé si en los órganos del partido, pero sí en su proyección pública, existe un predominio claro del “alma demócrata-cristiana” que se debería intentar corregir, en palabras y en hechos. No es sólo una cuestión de oportunidad electoral –insisto, hoy por hoy, no creo que el PP tenga que hacer mucho esfuerzo por competir con éxito por los segmentos de la burguesía ilustrada y secularizada- sino, efectivamente, un problema de modernización en el mejor sentido de la palabra.
No puede ser que la voz no ya predominante, sino casi única, de la derecha española esté integrada por sectores próximos a la Conferencia Episcopal, y lo afirmo sin negar en absoluto cuanto de valioso hay en ellos y, desde luego, el impagable servicio que esos sectores realizan, en condiciones de desventaja, para que el pensamiento único, siendo dominante, no arrolle.
Hay todo un pensamiento laico –que no laicista-, liberal, atlantista, con referencias históricas propias y comprometido con el orden constitucional que puede servir de base para desarrollar en España un proyecto de derecha distinto, que no opuesto ni enfrentado, al tradicional. En mi opinión, Mariano Rajoy debería volver los ojos a ese pensamiento, que tiene representantes en su propio partido.
La izquierda española es de una endeblez intelectual tan brutal que asombra cómo puede mantenerse en pie. No hay, prácticamente, debate de fondo que pueda resistir sin graves daños. En particular, el zapaterismo se caracteriza por una carencia total de ideas dignas de tal nombre. Es, en esencia, una colección de eslóganes. Y la acción de gobierno, como no podía ser de otra manera, refleja esa nada profunda , ese insulto a la inteligencia continuado que tan bien se manifiesta en cada intervención pública de nuestro amado líder. Se añade, cómo no, el problema de la provisionalidad, de la accidentalidad que caracterizó el origen de la gloriosa revolución que hoy disfrutamos, pero conviene no engañarse, el pensamiento zapateril no es pensamiento, y ni a base de horas, ni de meses ni de años puede parir un programa de gobierno coherente. De donde no hay no se puede sacar.
Y eso nos conduce al segundo aspecto apuntado certeramente por Álvarez de Toledo: el problema de la comunicación. Alguien dijo, a través de un símil muy correcto, que el PP, durante ocho años, gobernó pero no reinó. Y es verdad. El problema de la comunicación, la conexión entre el partido y una gran masa social, no es nuevo. Persiste en la oposición porque existió en el gobierno. El socialismo lo sabe y lo explota. De hecho, sugiere, velada y arteramente, una solución, a través de la “teoría de la crispación”. Los socialistas saben de sobra que muchos dirigentes del PP, en el fondo, se mueren porque les aplaudan en una gala de los Goya, ya saben que morderán con facilidad ese cebo.
Se sigue, a menudo, que “mejorar la comunicación” es “no crispar”. Eso es, evidentemente, falso. La política de comunicación correcta no consiste en hacerle la vida cómoda al rival político. En la denuncia y en la crítica lo que se ha de buscar es un fundamento veraz y, raramente, una oportunidad política –sí, existen ocasiones en las que el superior interés del país exige envainársela, pero son pocas- pero no el gusto o disgusto del gobierno y sus adláteres. En este sentido, una política de oposición sensata buscará maximizar el eco de los aciertos propios y los desaciertos ajenos. Y no se puede negar que, en este sentido, el gobierno socialista deja hueco para tirar no con bala, sino con obús.
Una política de comunicación correcta no puede aspirar, pongamos por caso, a que la gente del cine cambie de parecer, porque eso es imposible. Más bien se trata de que algunos podamos tener la convicción de que, si el PP vuelve a gobernar algún día, esa sangría se terminará y más de uno tendrá que empezar a trabajar para vivir... o que el que quiera insultar a la mitad de los españoles tendrá que hacer lo con su dinero.
El PP tiene muchos activos que explotar, entre ellos el de ser el único partido constitucionalista de España. Debe empezar a venderse, ya.
Hay que comprender que el PP es un partido destinado a aglutinar todas las sensibilidades de la derecha que, disociadas entre sí, tendrían mucho más difícil llegar a constituir una mayoría en algún momento. En este sentido, los liberales no podemos aspirar a que ese partido se nos ajuste como un guante. Siempre estaremos, por tanto, viviendo en corral parcialmente ajeno a la hora de depositar nuestro voto. Nótese que doy por hecho que los liberales españoles, en general, terminaríamos siendo votantes del PP, toda vez que el de enfrente, el PSOE, no da hoy los mínimos exigibles de seriedad, pero eso no tendría por qué ser así. En condiciones normales, el PP podría verse obligado a competir por la familia liberal. El hecho de que los deméritos ajenos sean insuficientes para invertir las tornas no debería ocultar el hecho de que el partido de la derecha se está beneficiando –de cara al mantenimiento de su “suelo electoral”- de un socialismo esperpéntico.
Dicho lo anterior, tampoco creo que el PP ofrezca un panorama equilibrado. No sé si en los órganos del partido, pero sí en su proyección pública, existe un predominio claro del “alma demócrata-cristiana” que se debería intentar corregir, en palabras y en hechos. No es sólo una cuestión de oportunidad electoral –insisto, hoy por hoy, no creo que el PP tenga que hacer mucho esfuerzo por competir con éxito por los segmentos de la burguesía ilustrada y secularizada- sino, efectivamente, un problema de modernización en el mejor sentido de la palabra.
No puede ser que la voz no ya predominante, sino casi única, de la derecha española esté integrada por sectores próximos a la Conferencia Episcopal, y lo afirmo sin negar en absoluto cuanto de valioso hay en ellos y, desde luego, el impagable servicio que esos sectores realizan, en condiciones de desventaja, para que el pensamiento único, siendo dominante, no arrolle.
Hay todo un pensamiento laico –que no laicista-, liberal, atlantista, con referencias históricas propias y comprometido con el orden constitucional que puede servir de base para desarrollar en España un proyecto de derecha distinto, que no opuesto ni enfrentado, al tradicional. En mi opinión, Mariano Rajoy debería volver los ojos a ese pensamiento, que tiene representantes en su propio partido.
La izquierda española es de una endeblez intelectual tan brutal que asombra cómo puede mantenerse en pie. No hay, prácticamente, debate de fondo que pueda resistir sin graves daños. En particular, el zapaterismo se caracteriza por una carencia total de ideas dignas de tal nombre. Es, en esencia, una colección de eslóganes. Y la acción de gobierno, como no podía ser de otra manera, refleja esa nada profunda , ese insulto a la inteligencia continuado que tan bien se manifiesta en cada intervención pública de nuestro amado líder. Se añade, cómo no, el problema de la provisionalidad, de la accidentalidad que caracterizó el origen de la gloriosa revolución que hoy disfrutamos, pero conviene no engañarse, el pensamiento zapateril no es pensamiento, y ni a base de horas, ni de meses ni de años puede parir un programa de gobierno coherente. De donde no hay no se puede sacar.
Y eso nos conduce al segundo aspecto apuntado certeramente por Álvarez de Toledo: el problema de la comunicación. Alguien dijo, a través de un símil muy correcto, que el PP, durante ocho años, gobernó pero no reinó. Y es verdad. El problema de la comunicación, la conexión entre el partido y una gran masa social, no es nuevo. Persiste en la oposición porque existió en el gobierno. El socialismo lo sabe y lo explota. De hecho, sugiere, velada y arteramente, una solución, a través de la “teoría de la crispación”. Los socialistas saben de sobra que muchos dirigentes del PP, en el fondo, se mueren porque les aplaudan en una gala de los Goya, ya saben que morderán con facilidad ese cebo.
Se sigue, a menudo, que “mejorar la comunicación” es “no crispar”. Eso es, evidentemente, falso. La política de comunicación correcta no consiste en hacerle la vida cómoda al rival político. En la denuncia y en la crítica lo que se ha de buscar es un fundamento veraz y, raramente, una oportunidad política –sí, existen ocasiones en las que el superior interés del país exige envainársela, pero son pocas- pero no el gusto o disgusto del gobierno y sus adláteres. En este sentido, una política de oposición sensata buscará maximizar el eco de los aciertos propios y los desaciertos ajenos. Y no se puede negar que, en este sentido, el gobierno socialista deja hueco para tirar no con bala, sino con obús.
Una política de comunicación correcta no puede aspirar, pongamos por caso, a que la gente del cine cambie de parecer, porque eso es imposible. Más bien se trata de que algunos podamos tener la convicción de que, si el PP vuelve a gobernar algún día, esa sangría se terminará y más de uno tendrá que empezar a trabajar para vivir... o que el que quiera insultar a la mitad de los españoles tendrá que hacer lo con su dinero.
El PP tiene muchos activos que explotar, entre ellos el de ser el único partido constitucionalista de España. Debe empezar a venderse, ya.
2 Comments:
Supongo que el PP debería volver a la teoría de la "lluvia fina" de los tiempos de Aznar en la oposición. Como bien dices, la pobreza intelectual del zapaterismo y la forma en que el gobierno actual da palos de ciego (condicionado, para rematar la faena, por sus hipotecas con aliados poco recomendables) deberían bastar y sobrar para desacreditar con un mínimo de argumentación la mayor parte de la acción de Gobierno. Pero me temo que ésa es una estrategia que sólo puede dar frutos a medio o largo plazo, y no veo al PP preparado, en estos momentos, para asumir una larga travesía en el desierto, tras haber visto que la mayoría que todos daban por descontada (vale, los propagandistas del PSOE lo niegan basándose en imaginarias "encuestas internas", pero no engañan ni a su abuela) se volatilizaba en 72 horas tras el 11-M y todo lo que pasó inmediatamente después.
La izquierda ha demostrado una capacidad tremenda para imponer sus consignas, por más alejadas de la verdad que estuvieran, en la estela de Goebbles (al que han conseguido convertir en un claro ejemplo de la "extrema derecha", cuando era, mira tú por dónde, nacional-SOCIALISTA).
La política de comunicación del PP ha sido un desastre de principio a fin, y el PSOE se ha aprovechado de ello y seguirá haciéndolo mientras pueda. La batalla por el mundo de la farándula está perdida por muchos años. ¡Si hasta en las elecciones del '96, cuando el PSOE estaba desacreditado hasta la médula, los apoyos que consiguió el PP no iban más allá del prestigio intelectual de Norma Duval! Pocos años más tarde, los actores y demás gente del mundo del autoproclamado "mundo de la Cultura" (¿ein?), que habían callado como putas ante la sucesión de escándalos del PSOE, volvían a envalentonarse y a hablar de "un gobierno facha" sin que se les cayera de vergüenza la cara de cermento armado que tienen. Y sin dejar de embolsarse subvenciones y contratos (¿verdad, Ana Belén?).
Me temo que es todo muy complicado, y que realmente el PP no tendrá una oportunidad de volver al poder en un plazo relativamente corto a menos que el gobierno del PSOE empiece a encadenar escándalos en el mejor estilo del felipismo tardío.
By Anónimo, at 3:52 p. m.
comunicar, dice.hay que comunicar bien.pero que ?????
alguna idea distinta???
en que se diferencia el pp del psoe en valencia,murcia o madrid??
estaba pensando en una revolucion ideologica tipo tahtcher.
rajoy hoy me parece tan lejano a ella como Zp.
La unica diferencia es que uno subvenciona maricas y el otro subvenciona curas.
By Anónimo, at 5:22 p. m.
Publicar un comentario
<< Home