KATRINA, ALEMANIA Y EL FEDERALISMO
Si este país se dirigiera con la cabeza en vez de con otras partes del cuerpo, y si los votantes fuéramos capaces de sacarnos algún día de encima nuestro pasotismo y nuestra indolencia, que hace perfectamente posible que nuestros políticos sigan haciendo la guerra por su cuenta mientras nosotros somos conscientes de ello, quizá encontraríamos tiempo para echar un vistazo a nuestro alrededor y sacar algunas conclusiones.
El primer centro de nuestro interés debería ser Alemania. Ese país que en tantas cosas ha sido nuestro modelo es uno de los prototipos de sistema federal y, por consiguiente, debería merecer la atención de quienes no dejan de mentar el federalismo como quien habla del bálsamo de fierabrás, una suerte de técnica de organización y articulación capaz de solventar de un plumazo todos los problemas. No digo yo que no pueda, el federalismo, resolver algunos problemas, pero puede ser al precio de crear otros y muy graves. Como recordaba, recientemente, creo que Zarzalejos en una tercera de ABC, empiezan a surgir voces muy críticas con el sistema federal alemán. Un sistema, se dice, en el que nadie puede decir “sí”, pero todo el mundo parece poder decir “no”.
La aspiración federalista consiste en que el poder central no tenga nada que decir y, por tanto, cuando es necesario que diga algo... resulta que es mudo.
Hay, en estos días, voces que se dejan oír cada vez más alto, clamando por reformas en el sistema federal alemán ante la constatación de que, aun cuando puede que el sistema en sí mismo no sea un problema, no contribuye a solucionar asuntos que sí lo son. Y he aquí otro principio que conviene no soslayar: las instituciones políticas deben probar que son útiles, no basta con que no estorben. Con seguridad, siempre hemos de procurar desprendernos de aquellos artificios que agravan las dificultades, pero es igualmente razonable no mantener, cuando menos potenciar, aquellos que, sin dañar, tampoco benefician porque, en el mejor de los casos, siempre serán caros de mantener. Tampoco tiene un sentido excesivo reformar las instituciones inútiles hasta que se puedan casar con una necesidad real. Nuestro senado es un buen ejemplo de lo que estoy diciendo, pero hay otros, múltiples.
La segunda idea sobre la que quisiera hoy abundar tiene que ver con el otro sistema federal por excelencia: el de los Estados Unidos. Concretamente, con la demostrada capacidad de la gobernadora de Luisiana para mimetizarse, para desaparecer por completo y dejar al gobierno federal en el centro de toda la crítica. Por supuesto, nada hay de malo en que el gobierno federal reciba la crítica que merece por su deficiente respuesta ante la catástrofe, pero ello no exime a los que tienen otras responsabilidades de pechar con ellas.
El proceso es natural. El presidente Bush es una víctima mediática mucho más apetecible. Al fin y al cabo, ¿quién es la señora Blanco?, ¿a quién le dice nada su cara? El problema es que la señora Blanco es muy importante en el estado que gobierna. Pero las instancias intermedias resultan muy apropiadas para guarecerse cuando hay quien dé sombra por encima.
Parece, entonces, que aquello del “mejor cuanto más cerca” se revela, por enésima vez, como una falacia. No es cierto, con carácter general, que “mejor cuanto más autogobierno”. En el caso español, no necesariamente más autonomía se traduce en mayor bienestar o mayor avance relativo. Algunas comunidades autónomas reclaman más autogobierno para poder recuperar puestos en las listas de riqueza y desarrollo relativos. Cataluña era la región más rica de España cuando recibió la autonomía, ¿cómo es que no se ha salido ahora que tiene más capacidad de autogobierno que nunca en su historia?
No, no es cierto que la administración más cercana sea siempre la más adecuada para gestionar según que cosas y según qué problemas. Lo que sí se cumple, como una ley de hierro, es que el grado de transparencia y la calidad del control disminuyen a medida que nos acercamos al ciudadano. Nadie rinde más cuentas en los Estados Unidos que el presidente Bush, de eso no cabe la menor duda, porque ningún periodista está más pendiente de nadie que de él. A ningún ciudadano le interesa más lo que diga el gobernador de su estado que lo que diga el Presidente. Y por eso, su incompetencia, cuando se produce, parece subsumir toda la de los escalones inferiores de la administración.
La cuestión es que, probablemente, exista un óptimo de descentralización, política y administrativa. Y hoy, en España, muchos parecen dar por hecho, como de costumbre sin mediar la más mínima discusión, que ese óptimo se encuentra en un extremo. Sólo así es posible entender ese continuo poner el carro delante de los bueyes, en cuya virtud más (en número) y más cercanas administraciones serán fantásticas para resolver problemas que hoy no tenemos, pero que alguien se encargará de crear.
Entre tanto, ¿dónde diablos está la gobernadora de Luisiana?
El primer centro de nuestro interés debería ser Alemania. Ese país que en tantas cosas ha sido nuestro modelo es uno de los prototipos de sistema federal y, por consiguiente, debería merecer la atención de quienes no dejan de mentar el federalismo como quien habla del bálsamo de fierabrás, una suerte de técnica de organización y articulación capaz de solventar de un plumazo todos los problemas. No digo yo que no pueda, el federalismo, resolver algunos problemas, pero puede ser al precio de crear otros y muy graves. Como recordaba, recientemente, creo que Zarzalejos en una tercera de ABC, empiezan a surgir voces muy críticas con el sistema federal alemán. Un sistema, se dice, en el que nadie puede decir “sí”, pero todo el mundo parece poder decir “no”.
La aspiración federalista consiste en que el poder central no tenga nada que decir y, por tanto, cuando es necesario que diga algo... resulta que es mudo.
Hay, en estos días, voces que se dejan oír cada vez más alto, clamando por reformas en el sistema federal alemán ante la constatación de que, aun cuando puede que el sistema en sí mismo no sea un problema, no contribuye a solucionar asuntos que sí lo son. Y he aquí otro principio que conviene no soslayar: las instituciones políticas deben probar que son útiles, no basta con que no estorben. Con seguridad, siempre hemos de procurar desprendernos de aquellos artificios que agravan las dificultades, pero es igualmente razonable no mantener, cuando menos potenciar, aquellos que, sin dañar, tampoco benefician porque, en el mejor de los casos, siempre serán caros de mantener. Tampoco tiene un sentido excesivo reformar las instituciones inútiles hasta que se puedan casar con una necesidad real. Nuestro senado es un buen ejemplo de lo que estoy diciendo, pero hay otros, múltiples.
La segunda idea sobre la que quisiera hoy abundar tiene que ver con el otro sistema federal por excelencia: el de los Estados Unidos. Concretamente, con la demostrada capacidad de la gobernadora de Luisiana para mimetizarse, para desaparecer por completo y dejar al gobierno federal en el centro de toda la crítica. Por supuesto, nada hay de malo en que el gobierno federal reciba la crítica que merece por su deficiente respuesta ante la catástrofe, pero ello no exime a los que tienen otras responsabilidades de pechar con ellas.
El proceso es natural. El presidente Bush es una víctima mediática mucho más apetecible. Al fin y al cabo, ¿quién es la señora Blanco?, ¿a quién le dice nada su cara? El problema es que la señora Blanco es muy importante en el estado que gobierna. Pero las instancias intermedias resultan muy apropiadas para guarecerse cuando hay quien dé sombra por encima.
Parece, entonces, que aquello del “mejor cuanto más cerca” se revela, por enésima vez, como una falacia. No es cierto, con carácter general, que “mejor cuanto más autogobierno”. En el caso español, no necesariamente más autonomía se traduce en mayor bienestar o mayor avance relativo. Algunas comunidades autónomas reclaman más autogobierno para poder recuperar puestos en las listas de riqueza y desarrollo relativos. Cataluña era la región más rica de España cuando recibió la autonomía, ¿cómo es que no se ha salido ahora que tiene más capacidad de autogobierno que nunca en su historia?
No, no es cierto que la administración más cercana sea siempre la más adecuada para gestionar según que cosas y según qué problemas. Lo que sí se cumple, como una ley de hierro, es que el grado de transparencia y la calidad del control disminuyen a medida que nos acercamos al ciudadano. Nadie rinde más cuentas en los Estados Unidos que el presidente Bush, de eso no cabe la menor duda, porque ningún periodista está más pendiente de nadie que de él. A ningún ciudadano le interesa más lo que diga el gobernador de su estado que lo que diga el Presidente. Y por eso, su incompetencia, cuando se produce, parece subsumir toda la de los escalones inferiores de la administración.
La cuestión es que, probablemente, exista un óptimo de descentralización, política y administrativa. Y hoy, en España, muchos parecen dar por hecho, como de costumbre sin mediar la más mínima discusión, que ese óptimo se encuentra en un extremo. Sólo así es posible entender ese continuo poner el carro delante de los bueyes, en cuya virtud más (en número) y más cercanas administraciones serán fantásticas para resolver problemas que hoy no tenemos, pero que alguien se encargará de crear.
Entre tanto, ¿dónde diablos está la gobernadora de Luisiana?
1 Comments:
En verso te digo, amigo,
que no veo a la gobernadora,
porque desde mi ventana,
solo atisbo tuneladoras.
Con tu acostumbrada solidez de ideas,
del estado federal alemán rajas,
pero el argumento de la negación
en tu discurso no barajas.
¿Qué va a ser del pobre zamorano,
ese que en el parlamento
por todos es vilipendiado?
¿Es un acierto permitir su desamparo,
para mantener este sistema que solo resuelve
si eres de cataluña ciudadano?
Edmundo, para servirle.
P.d. En sucesivas, mejoraré la métrica.
P.d.d. Este cutre-soneto podría ser homenaje al zamorano Ángel Nieto, que pese a haber sido 12+1 veces campeón del mundo de motociclismo, verá en la tele al casicampeón asturiano recoger el premio del príncipe de su pueblo.
By Anónimo, at 3:42 p. m.
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