FRIEDMAN ATACA DE NUEVO
Me sorprendió encontrarme ayer un artículo de Friedman en Libertad Digital. Nada nuevo, desde luego, porque el viejo liberal insiste en una de sus propuestas más conocidas: el cheque escolar. Siempre es agradable saber que el combativo profesor sigue de actualidad (inciso: los liberales tenemos también nuestros iconos, como los intervencionistas los suyos; nosotros a Friedman, ellos a José Bové... todos contentos).
La idea del cheque escolar parte de considerar que el derecho a la educación comprende tres aspectos diferenciados, a saber, la regulación misma, la financiación y la realización práctica en forma de enseñanza. Friedman, como la mayor parte de los liberales –que, conviene recordarlo, entienden que la igualdad de oportunidades (que no de resultados) es presupuesto indispensable de otras muchas cosas- ve justificada la intervención estatal en las dos primeras cuestiones, es decir, es sensato que el Estado obligue a todo el mundo a educarse y garantice que todo el mundo pueda acceder a la educación, lo que conlleva que haya de ocuparse de la financiación. Lo que no se sigue, en absoluto, es que el Estado tenga que ejercer él mismo como empresario en el ramo educativo. Sí es posible, e incluso conveniente, sin embargo, que el Estado retenga para sí, la capacidad de emitir títulos válidos frente a todos, mediando el necesario examen nacional –es decir, el Estado puede y debe fijar cuáles han de ser los conocimientos mínimos necesarios para que el aprovechamiento se entienda bastante (nuevo inciso: la patulea que despotrica año tras año contra los exámenes de ingreso en la universidad debería ser consciente de que en esta capacidad estatal de evaluar –por tanto, en esta oportunidad de todos de demostrar la propia valía- reside la clave de una efectiva igualdad de oportunidades; pero a ver cómo les explicas esto a unos tíos cuya higiene mental les lleva a presentarse a sí mismos como un “sindicato” de estudiantes, por ejemplo).
El cheque escolar, que tiene en común muchas cosas con otras propuestas audaces de Friedman, permite disociar adecuadamente el tercer aspecto de los dos primeros. Al mismo tiempo, permite introducir en el mercado de los servicios educativos el elemento dinamizador por excelencia: la competencia. El cheque escolar pondría en manos de los padres los recursos financieros para que ellos los apliquen a la escuela que les parezca más oportuna. Evidentemente, la implantación práctica de la medida requeriría de muchos ajustes, matices y cautelas, pero esta es, en esencia, la cuestión.
Hay varias razones por las que los socialistas de todos los partidos dejarán caer a las generaciones venideras en el analfabetismo antes de implantar una medida así. De hecho, ya se ha intentado y siempre, invariablemente, ha sido frenada por entes anticompetitivos como sindicatos de profesores (estos sí, sindicatos en sentido estricto). Veamos.
La primera, no por ser rematadamente imbécil, es menos recurrente. Por alguna razón, hay quien siente instintivos escrúpulos ante la aplicación a la educación de “soluciones de mercado”. Mediante frases como “la educación no es una mercancía” se pretende exorcizar al demonio neoliberal: ¡quita tus sucias manos de nuestros niños! (y nuevo inciso: no me acuerdo cuándo, pero en un debate sobre empleo en el Congreso, el entonces jerifalte socialista, Borrell, le espetó a Aznar que el empleo “no era una mercancía, sino un derecho” – semejante tontería, claro es, ni crea un solo puesto de trabajo ni contribuye a entender los problemas del mercado laboral pero, ¿a que suena bien?). Recuerdo que, en su día, un profesor de la Facultad de Económicas, siendo yo estudiante –mi profesor era de izquierdas, como todos- me previno contra mis desviadas lecturas, porque yo llevaba un libro de Gary Becker bajo el brazo. Becker (premio Nobel en 1992) no sólo realiza, según es conocido, análisis económicos de la educación, sino también del matrimonio y otras cosas. Ha contribuido, como otros, a que la teoría económica extendiera su aparato conceptual y analítico a multitud de problemas. En la medida en que los científicos serios (sí, yo pienso que algunos economistas lo son) se ocupen de ella y la rescaten de la horda que la acosa, la educación mejorará, seguro.
La segunda razón por la que la solución de Friedman se desdeñará es, precisamente, por eso, porque es una solución. Y el socialismo no soluciona los problemas: los marea. Los marea porque está tan sumamente anclado en tabúes y preconcepciones que no es capaz de salir de su estrecho marco de referencia. Si uno parte de que, en todo caso, las escuelas públicas “tienen que existir”, necesariamente, y es incapaz de plantearse, ni siquiera como hipótesis, una situación alternativa, es difícil que llegue a nada.
La tercera razón es la que lógica aplicada por Friedman es completamente inasequible a muchos. Supongamos que el sistema educativo público funcionase de cine, ¿habría aún motivos para aplicar el cheque escolar? Pues sí, los habría. Y los habría porque siempre sería una solución más respetuosa con la libertad individual –en este caso, la libertad de los padres en tanto el niño no sea capaz de elegir por sí mismo-. La solución del cheque escolar parte de considerar, claro, que la intervención pública es necesaria (en las dos primeras fases: establecimiento del derecho-obligación y financiación), pero puede y debe acotarse al mínimo imprescindible, como renuncia que es a la libertad individual.
Por último claro, está la realidad observada en la práctica de la resistencia de las burocracias. Lo último que desean los centros escolares (que, ojo, a unas malas podrían seguir siendo de titularidad pública) es competir. Quieren, por todos los medios, que el sistema mantenga una tónica de mediocridad absoluta hasta desembocar en la apoteosis de dicha mediocridad, que es nuestro sistema universitario.
No harán caso nunca. Lo que no implica, desde luego, que haya que rendirse.
La idea del cheque escolar parte de considerar que el derecho a la educación comprende tres aspectos diferenciados, a saber, la regulación misma, la financiación y la realización práctica en forma de enseñanza. Friedman, como la mayor parte de los liberales –que, conviene recordarlo, entienden que la igualdad de oportunidades (que no de resultados) es presupuesto indispensable de otras muchas cosas- ve justificada la intervención estatal en las dos primeras cuestiones, es decir, es sensato que el Estado obligue a todo el mundo a educarse y garantice que todo el mundo pueda acceder a la educación, lo que conlleva que haya de ocuparse de la financiación. Lo que no se sigue, en absoluto, es que el Estado tenga que ejercer él mismo como empresario en el ramo educativo. Sí es posible, e incluso conveniente, sin embargo, que el Estado retenga para sí, la capacidad de emitir títulos válidos frente a todos, mediando el necesario examen nacional –es decir, el Estado puede y debe fijar cuáles han de ser los conocimientos mínimos necesarios para que el aprovechamiento se entienda bastante (nuevo inciso: la patulea que despotrica año tras año contra los exámenes de ingreso en la universidad debería ser consciente de que en esta capacidad estatal de evaluar –por tanto, en esta oportunidad de todos de demostrar la propia valía- reside la clave de una efectiva igualdad de oportunidades; pero a ver cómo les explicas esto a unos tíos cuya higiene mental les lleva a presentarse a sí mismos como un “sindicato” de estudiantes, por ejemplo).
El cheque escolar, que tiene en común muchas cosas con otras propuestas audaces de Friedman, permite disociar adecuadamente el tercer aspecto de los dos primeros. Al mismo tiempo, permite introducir en el mercado de los servicios educativos el elemento dinamizador por excelencia: la competencia. El cheque escolar pondría en manos de los padres los recursos financieros para que ellos los apliquen a la escuela que les parezca más oportuna. Evidentemente, la implantación práctica de la medida requeriría de muchos ajustes, matices y cautelas, pero esta es, en esencia, la cuestión.
Hay varias razones por las que los socialistas de todos los partidos dejarán caer a las generaciones venideras en el analfabetismo antes de implantar una medida así. De hecho, ya se ha intentado y siempre, invariablemente, ha sido frenada por entes anticompetitivos como sindicatos de profesores (estos sí, sindicatos en sentido estricto). Veamos.
La primera, no por ser rematadamente imbécil, es menos recurrente. Por alguna razón, hay quien siente instintivos escrúpulos ante la aplicación a la educación de “soluciones de mercado”. Mediante frases como “la educación no es una mercancía” se pretende exorcizar al demonio neoliberal: ¡quita tus sucias manos de nuestros niños! (y nuevo inciso: no me acuerdo cuándo, pero en un debate sobre empleo en el Congreso, el entonces jerifalte socialista, Borrell, le espetó a Aznar que el empleo “no era una mercancía, sino un derecho” – semejante tontería, claro es, ni crea un solo puesto de trabajo ni contribuye a entender los problemas del mercado laboral pero, ¿a que suena bien?). Recuerdo que, en su día, un profesor de la Facultad de Económicas, siendo yo estudiante –mi profesor era de izquierdas, como todos- me previno contra mis desviadas lecturas, porque yo llevaba un libro de Gary Becker bajo el brazo. Becker (premio Nobel en 1992) no sólo realiza, según es conocido, análisis económicos de la educación, sino también del matrimonio y otras cosas. Ha contribuido, como otros, a que la teoría económica extendiera su aparato conceptual y analítico a multitud de problemas. En la medida en que los científicos serios (sí, yo pienso que algunos economistas lo son) se ocupen de ella y la rescaten de la horda que la acosa, la educación mejorará, seguro.
La segunda razón por la que la solución de Friedman se desdeñará es, precisamente, por eso, porque es una solución. Y el socialismo no soluciona los problemas: los marea. Los marea porque está tan sumamente anclado en tabúes y preconcepciones que no es capaz de salir de su estrecho marco de referencia. Si uno parte de que, en todo caso, las escuelas públicas “tienen que existir”, necesariamente, y es incapaz de plantearse, ni siquiera como hipótesis, una situación alternativa, es difícil que llegue a nada.
La tercera razón es la que lógica aplicada por Friedman es completamente inasequible a muchos. Supongamos que el sistema educativo público funcionase de cine, ¿habría aún motivos para aplicar el cheque escolar? Pues sí, los habría. Y los habría porque siempre sería una solución más respetuosa con la libertad individual –en este caso, la libertad de los padres en tanto el niño no sea capaz de elegir por sí mismo-. La solución del cheque escolar parte de considerar, claro, que la intervención pública es necesaria (en las dos primeras fases: establecimiento del derecho-obligación y financiación), pero puede y debe acotarse al mínimo imprescindible, como renuncia que es a la libertad individual.
Por último claro, está la realidad observada en la práctica de la resistencia de las burocracias. Lo último que desean los centros escolares (que, ojo, a unas malas podrían seguir siendo de titularidad pública) es competir. Quieren, por todos los medios, que el sistema mantenga una tónica de mediocridad absoluta hasta desembocar en la apoteosis de dicha mediocridad, que es nuestro sistema universitario.
No harán caso nunca. Lo que no implica, desde luego, que haya que rendirse.
3 Comments:
Frente a tu argumentación me surge una duda. ¿Por qué, en el mundo real, va nadie a poner un colegio o a dar clase en una zona empobrecida por el mismo precio, vía cheque escolar, que en una zona con un buen nivel económico y social? Hay que desengañarse, no es lo mismo dar clase en un colegio donde la mayor parte de los alumnos tienen una biblioteca en su casa y padres con titulación universitaria, que en un colegio en el que los alumnos sólo ven el Marca, ni siquiera leen más allá de los titulares, y sus familiares están subempleados o en paro (este problema se está incrementando con la inmigración). Necesariamente esto último tiene que ser mucho más caro. Yo apostaría mas por crear plazas escolares de calidad donde se necesiten, financiadas con recursos públicos. Además, para conseguir la igualdad de oportunidades real, no sólo se requiere dinero, se necesita una elevada calidad acompañada de un alto nivel de exigencia que sea capaz de extraer a los alumnos, si así lo desean, de las limitaciones que pueden suponer sus orígenes económicos mediante su propio esfuerzo. Lo ideal sería que la calidad de las instituciones públicas fuera tal, que los profesionales que produjeran fueran reclamados por el mundo laboral por delante de los que produjeran las instituciones privadas. Eso si que sería igualdad de oportunidades y es posible, es lo que ha pasado siempre en la Universidad española.
By Anónimo, at 2:03 p. m.
De acuerdo. El porqué la izquierda no aceptaría nunca una solución como la del cheque escolar ha quedado claro. Y, en líneas generales, y una vez corregido el sesgo de posibles prejuicios, se puede compartir. Faltaría, no obstante, argumentar por qué la derecha tampoco la quiere llevar a la práctica. Pero aquí lo tienen más fácil: basta con decir que la izquierda nunca lo aceptaría para no pasar a reflexionar seriamente sobre el tema.
Sin embargo, el problema no es si la izquierda aceptaría o no esta propuesta, sino si esta propuesta elevaría el nivel general de la educación que, supongo, es el objetivo. Esto no me parece tan claro. Aunque, para ser sinceros, tampoco estoy seguro de que un sistema educativo basado exclusivamente en la enseñanza pública sea la panacea.
Volviendo al cheque escolar, y a la necesidad de contrastar la educación con el filtro del mercado, debemos tener en cuenta varios aspectos.
Primero: todos deseamos llevar a nuestros hijos al mejor colegio, y para ello, claro está, estamos dispuestos a pagar un precio. Y podríamos pensar que disponer del cheque escolar nos facilitaría acceder al colegio que queremos. Pero esto es una falacia. Es cierto que disponemos de más recursos. Pero no sólo nosotros: todos los padres han visto aumentar sus recursos en la misma medida. Por tanto, el precio de la enseñanza (que no el coste) se verá también incrementado: el cheque escolar será el precio mínimo que habrá que pagar para entrar en el peor colegio, y el precio del mejor será el actual más el importe del cheque escolar. Es decir, irán al mejor colegio los que puedan pagar más. Creo que no estoy descubriendo nada nuevo. En el mercado, el bien se lo lleva quién más puede pagar por él: un Jaguar lo compra quien tiene más dinero no quien más lo desea.
Segundo: en una economía de mercado, las empresas intentan conseguir la mejor “materia prima” para ofrecer un producto de mayor calidad. Si hablamos de educación, los centros escolares intentarán tener los mejores profesores, pero, también, que el nivel de sus estudiantes no se deteriore por factores externos al propio proceso de enseñanza. En el extremo, tendremos un centro escolar que fabrica “Jaguars”. Perfecto, es más de lo que esperaríamos. Lo que no sabemos es si la calidad del resto ha aumentado. Es más, siguiendo con las reglas del mercado, las empresas, cuando no son capaces de ofrecer el producto que se demanda, quiebran y desaparecen. Esta fórmula que parece adecuada cuando hablamos de la generalidad de los bienes, y sobre la que no tengo nada que objetar, empieza a resultar problemática cuando el bien es la educación de los alumnos. ¿Estamos dispuestos a permitir la quiebra de centros escolares por falta de calidad? En realidad, ¿estamos dispuestos a que un centro escolar se deteriore paulatinamente hasta desaparecer? Antes hablábamos de la “materia prima”. No todos los centros dispondrán de los mejores profesores, y es muy posible que, además, sus alumnos tampoco reúnan las mejores condiciones (y perdón si esto puede ofender a alguien). Una empresa si no obtiene las mejores materias primas de un proveedor, acude a otro. Pero aquí los alumnos son los que son, no hay posibilidad de cambiar de proveedor.
La solución, como es evidente, es conseguir elevar el nivel educativo de todos. El problema es cómo llevamos esto a la práctica. Aquí sólo he pretendido mostrar algunos de los problemas que, a mi juicio, tiene el cheque escolar. Es decir, sólo he incidido en los “contras” de esta fórmula, los “pros” los dejo para sus defensores.
El que la actual educación pública tiene problemas es algo tan evidente que no hace falta repetir. Y el que su situación se ha deteriorado en los últimos diez o doce años, es algo que casi todos compartimos. Analizarlos y proponer soluciones desde la educación pública es algo que excede la finalidad de estas líneas. Simplemente observar que si la situación ha empeorado quiere decir, obviamente, que antes era mejor, es decir, que dentro de un esquema público de enseñanza existe la posibilidad de mejorar (y me temo que al ritmo que vamos su capacidad de mejora aumenta cada año).
Aunque quizás, cuando realmente afrontemos los problemas de la educación en serio, al margen de prejuicios ideológicos y pongamos sobre la mesa los pros y contras de distintas alternativas, quizás, digo, hayamos iniciado el camino para dar respuestas a las graves carencias que afectan a nuestro sistema educativo.
By Anónimo, at 11:56 a. m.
Es que lo que no se puede es mezclar la educación americana con la europea y viceversa y menos aún con la nefasta educación española en los colegios tanto públicos como privados.
Como diría Ortega y Gasset "Yo soy yo y mís circunstancias"
El tener los mejores profesores no te asegura tener los mejores éxitos, ni que tu alumnos vayan a ser premios nobeles. Como se ve en universidades privadas americanas que han estudiado por ejemplo Bush, que este tipo de genio o listo tiene lo que Cuba de democrática.
El problema de la derecha es que todo se lo achaca a la izquierda, que la ven sólo como mezcla de comunismo y socialismo, error la izquierda en su conjunto no son sólo esas dos vertientes.
En la Universidades españolas lo que se viene arrastrando en una enfermedad endemica que creo el franquismo, que expulso a todo el que no pensaba como los vencederos de la guerra, genios como Severo Ochoa... etc la fuga de gran cantidad de cualificadas personas en la educación que dejó un vacio que toda vía tenemos.
Estados Unidos por su parte tuvo una época dorada en la cual muchos de los grandes genios eran acogidos allí, con grandes medios y ayudas económicas para que estos desempeñaran sus funciones. De ahí la enorme cantidad de premios nobeles muchos de estos nacionalizados norteamericanos. Actualmente se esta creando una sensación de imperialismo por estos, se creen muchos de ellos que sólo america es el centro del mundo, si hasta no les interesa mucha la selección de su propio país, por no hablar de los conocimientos de un americano medio por debajo de la media europea. Parte se debe en que un país gobernado por un señor como Bush en el que no importan los medios sino el negocio personal, en el cual las libertades se estan acortando vease la ley para escuchas teléfonicas del terrorismo. Me temo que Estados Unidos tendrá que acometer un cambió tanto en su enseñanza como en su política.
Lo de Becker esta muy bien, pero me quedó con un tal Samuelson, lo mismo no te suena :)
Por último el cheque escolar no creo que mejorará la educación, porque antes de esto en USA había una excelente educación pero de unos años atrás se ha deteriorado, incluso con el uso del cheque escolar.
El dato es que muchos de los grandes profesores de las universidades privadas americanas proceden de haber cursado su enseñanza en colegios públicos o universidades públicas, ahí esta el dato, luego claro está el que más dinero pone en la mesa es quien se lleva el gato al agua.
Por Ejemplo: Thomas Schelling premio nobel de economía estudió en universidad pública da clases en Harvard.
Y así muchos y viceversa, al igual que los estudiantes que se pelean las universidades privadas por llevarselos, por no hablar del deporte allí que puedes ser un cero a la izquierda en los estudios pero entrar a la mejor universidad.
El problema de España por encima aquí lo que más importa a parte de la población joven son el botellón, las fiestas y las drogas.
Y las universidades en las cuales uno no encontrará en la biblioteca ni un libro decente de la carrera
No preguntes quien es tal escritor, político o el alcalde de tu ciudad porque no sabrá decirtelo. Así vivimos una sociedad en la que nos da plin la mayoría de las cosas que hacen los políticos.
Bueno no tengo mucho tiempo así que he tenido que tocar diversos temas pero es que hay tantos interralicionados que se podrían escribir varios libros.
Respecto a tu profesor de izquierda no se tiene porque generalizar, yo tenía uno de derechas hasta la medula e iba siempre con mís libros a mí me daba igual lo que me diga un profesor cada uno es libre de los libros que lee.
Pero te dire algo te suena la palabra progresista.
El terminó liberal se esta acuñando con equivocación ya que el nombre indica una cosa pero en la práctica tiene varios significados según la vertiente e incluso el país. Este sería un tema interesante a tratar.
By Anónimo, at 10:31 a. m.
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