AUTOVÍAS RADIALES: EL PRECIO DE LA DEMAGOGIA
Este fin de semana he tenido ocasión de viajar por las autovías radiales –las carreteras nacionales de Primo de Rivera desdobladas, para entendernos- como me veo condenado a hacer con frecuencia, por aquello de que vivo en Madrid (para los que no estén familiarizados con esta ciudad, diré que de ella salen seis carreteras principales, que la unen con todos los puntos cardinales). Y, asimismo como siempre, me asaltan las mismas reflexiones, sobre todo en verano, cuando estas autovías se atascan más y se vuelven más peligrosas.
Las autovías radiales son las carreteras principales de la red española, junto con la autopista del Mediterráneo y algún otro eje. Dado que por ellas se va o se viene a Madrid, soportan unos niveles de tráfico fácilmente descriptibles. Aquellos que no viven la capital las conocerán por sus famosos embotellamientos. Pues bien, estas autovías son, probablemente, las más viejas y peligrosas de toda la red. Las autovías posteriores –incluso los tramos nuevos de las mismas radiales (porque tardaron años y años en acabarse)- tienen trazados y calidades próximos a las autopistas. Las radiales siguen poco más o menos el curso de las viejas nacionales. No son, por tanto, “casi autopistas”, sino verdaderas ratoneras con firmes tercermundistas, curvas imposibles, pendientes increíbles y peraltes endemoniados. Con el agravante, quizá poco observado por algunos, de que, al sustituir a las viejas carreteras, añadiéndoles un carril, eliminaron la alternativa, por lo que se ven obligados a circular por ellas todos los vehículos pesados, incluidos tractores, cosechadoras y demás ingenios necesarios en las faenas agrícolas, que suelen coincidir, claro, con la temporada de más tráfico, que es el verano (inciso: como circular es un derecho, la construcción de autopistas de peaje obliga, siempre, a dejar una alternativa para los que no lo quieren pagar).
Lo que, quizá, tampoco recuerde mucha gente, es que padecemos esta calamidad por una decisión absolutamente demagógica, de la que, cómo no, nadie quiere acordarse. Nuestros primeros gobiernos socialistas –los de antes de que los socialistas empezaran a disfrutar de coches potentes y casas de veraneo y, por tanto, a “superar aspectos obsoletos de la ideología”- decidieron que nosotros, luz de occidente, íbamos a tener una red “social” de carreteras, negándonos a la solución más lógica, que eran y son las autopistas de peaje. Las autopistas eran para ricos. Por eso inventamos el concepto de “autovía” (si ZP hubiera sido ministro de obras públicas en aquellos gabinetes, se hubieran llamado “autopistas sociales” o así).
En lugar de tener una solución sensata, como la francesa o la italiana, es decir, una red decente de carreteras nacionales (por cierto, ahora sí la tenemos y, en general, son una aceptable alternativa) complementada con una red de autopistas de peaje, optamos por la vía demagógica. Optamos por la solución genuinamente socialista, que es la de la mediocridad.
Ya digo que pronto rectificaron, y las autovías empezaron a hacerse con nuevos trazados pero, como eso es insuficiente, ha habido que recurrir de nuevo a los peajes. El inclasificable Simancas criticaba que su hubiera aplicado esta solución en las nuevas carreteras de entrada y salida de Madrid; la criticaba, claro, hasta que el Ministerio de Fomento de su partido ha empezado a cobrar 1,50 euros por acceder al aeropuerto en la nueva M12, decisión plenamente sensata cuando la alternativa es no tener autopista o tenerla en un estado lamentable.
Lo malo es que ya no tiene remedio. Las principales carreteras de España son dignas del tercer mundo. No me cabe duda de que, más pronto o más tarde, habrá nuevas autopistas, esta vez de peaje, que las sustituirán. El problema es que, entre tanto, se habrá perdido una cantidad ingente de dinero –porque no por ser malas son más baratas de mantener, antes al contrario- y, sobre todo... vidas. Afirmo, sin ningún género de dudas, que una red de autopistas de peaje para ir y venir de Madrid, en estos años, hubiera salvado miles de vidas. Esto no lo reconocerá, jamás, ningún responsable de Tráfico ni ningún ministro que haga carreteras “sociales”. Es preferible, seguro, hacer campañas tremebundas de intimidación o estudiar otras alternativas asimismo “sociales” como, por ejemplo, prohibir circular, prohibir las cosechadoras –o prohibir cosechar- o, directamente, prohibir el verano y la semana santa.
Como de costumbre, se cumple el ciclo: la izquierda afronta un problema desde una perspectiva irracional y absurda, acomete una solución mediocre, espera a que se olvide y... empieza a echarle la culpa a todo bicho viviente.
Y así siempre.
Las autovías radiales son las carreteras principales de la red española, junto con la autopista del Mediterráneo y algún otro eje. Dado que por ellas se va o se viene a Madrid, soportan unos niveles de tráfico fácilmente descriptibles. Aquellos que no viven la capital las conocerán por sus famosos embotellamientos. Pues bien, estas autovías son, probablemente, las más viejas y peligrosas de toda la red. Las autovías posteriores –incluso los tramos nuevos de las mismas radiales (porque tardaron años y años en acabarse)- tienen trazados y calidades próximos a las autopistas. Las radiales siguen poco más o menos el curso de las viejas nacionales. No son, por tanto, “casi autopistas”, sino verdaderas ratoneras con firmes tercermundistas, curvas imposibles, pendientes increíbles y peraltes endemoniados. Con el agravante, quizá poco observado por algunos, de que, al sustituir a las viejas carreteras, añadiéndoles un carril, eliminaron la alternativa, por lo que se ven obligados a circular por ellas todos los vehículos pesados, incluidos tractores, cosechadoras y demás ingenios necesarios en las faenas agrícolas, que suelen coincidir, claro, con la temporada de más tráfico, que es el verano (inciso: como circular es un derecho, la construcción de autopistas de peaje obliga, siempre, a dejar una alternativa para los que no lo quieren pagar).
Lo que, quizá, tampoco recuerde mucha gente, es que padecemos esta calamidad por una decisión absolutamente demagógica, de la que, cómo no, nadie quiere acordarse. Nuestros primeros gobiernos socialistas –los de antes de que los socialistas empezaran a disfrutar de coches potentes y casas de veraneo y, por tanto, a “superar aspectos obsoletos de la ideología”- decidieron que nosotros, luz de occidente, íbamos a tener una red “social” de carreteras, negándonos a la solución más lógica, que eran y son las autopistas de peaje. Las autopistas eran para ricos. Por eso inventamos el concepto de “autovía” (si ZP hubiera sido ministro de obras públicas en aquellos gabinetes, se hubieran llamado “autopistas sociales” o así).
En lugar de tener una solución sensata, como la francesa o la italiana, es decir, una red decente de carreteras nacionales (por cierto, ahora sí la tenemos y, en general, son una aceptable alternativa) complementada con una red de autopistas de peaje, optamos por la vía demagógica. Optamos por la solución genuinamente socialista, que es la de la mediocridad.
Ya digo que pronto rectificaron, y las autovías empezaron a hacerse con nuevos trazados pero, como eso es insuficiente, ha habido que recurrir de nuevo a los peajes. El inclasificable Simancas criticaba que su hubiera aplicado esta solución en las nuevas carreteras de entrada y salida de Madrid; la criticaba, claro, hasta que el Ministerio de Fomento de su partido ha empezado a cobrar 1,50 euros por acceder al aeropuerto en la nueva M12, decisión plenamente sensata cuando la alternativa es no tener autopista o tenerla en un estado lamentable.
Lo malo es que ya no tiene remedio. Las principales carreteras de España son dignas del tercer mundo. No me cabe duda de que, más pronto o más tarde, habrá nuevas autopistas, esta vez de peaje, que las sustituirán. El problema es que, entre tanto, se habrá perdido una cantidad ingente de dinero –porque no por ser malas son más baratas de mantener, antes al contrario- y, sobre todo... vidas. Afirmo, sin ningún género de dudas, que una red de autopistas de peaje para ir y venir de Madrid, en estos años, hubiera salvado miles de vidas. Esto no lo reconocerá, jamás, ningún responsable de Tráfico ni ningún ministro que haga carreteras “sociales”. Es preferible, seguro, hacer campañas tremebundas de intimidación o estudiar otras alternativas asimismo “sociales” como, por ejemplo, prohibir circular, prohibir las cosechadoras –o prohibir cosechar- o, directamente, prohibir el verano y la semana santa.
Como de costumbre, se cumple el ciclo: la izquierda afronta un problema desde una perspectiva irracional y absurda, acomete una solución mediocre, espera a que se olvide y... empieza a echarle la culpa a todo bicho viviente.
Y así siempre.
6 Comments:
Vaya, vaya... pues debe ser de las escasas decisiones de la política catalana con la que estarás de acuerdo. Te puedo decir que, si hay algo de lo que se quejan sin excepciones todos los barceloneses que conozco, es lo que les cobran por salir de la ciudad condal. Los atascos que se forman en algunos peajes, con pitada protesta incluida, te aseguro que llegan a ser memorables.
By Anónimo, at 8:13 p. m.
No puedes comparar ningún embotellamiento de peaje con un "retorno" navideño de la N-IV.
Yo me chupé uno de ciento veinte kilómetros. De esos no hay en Cataluña.
By Reboot, El Diablillo Cojuelo, at 12:20 a. m.
Hombre Guille, cuanto tiempo sin saber de ti! (por cierto, por si mis lectores ven -con razon- ofendida su sensibilidad ortografica, dire en mi descargo que British Airways, a cuya hospitalidad me acojo en este momento, aun no ha considerado pertinente instalarnos teclados a los hispanoparlantes).
Que joroba parar y pagar en un peaje ya lo se, y tambien se que los catalanes lo llevan fatal. Ahora bien:
En primer lugar, como bien apunta el otro comentarista, los atascos en absoluto son privativos de las carreteras con puestos de peaje. Y aqui si que no hay competencia: las carreteras capitalinas son lideres absolutas en embotellamiento anual promedio, seguro.
En segundo lugar, se soslaya que las carreteras "gratis" no son tales. Pagamos las de peaje... y las otras tambien.
En tercer lugar, a menudo se soslaya tambien que el hecho de que se hicieran autopistas de peaje -sin eliminar las nacionales, ojo- en determinadas regiones adelanto, y mucho, el momento historico en que dispusieron de vias de alta capacidad. Supongo que a la misma conclusion llegaron en Francia: mas vale empezar a construir la autopista hoy -y que empiece a rendir desde hoy, por tanto- que esperar a que los impuestos den de si. El por que se decidio aqui que fueran, precisamente, las regiones "oprimidas" las que primero dispusieran de esas vias es un tema no politicamente correcto.
Por supuesto que tengo mas argumentos, muchos de ellos de principio -si el mercado esta dispuesto a proveer esos bienes (vias de alta capacidad) a cambio de un precio (como todos), no veo por que el estado debe entrar a proveerlos a su vez-, pero los ahorro a mis sufridos lectores.
Baste decir, por cierto, que la siniestralidad catalana por kilometro recorrido es menor que la de otras regiones que disfrutan de carreteras "sociales". Y eso tambien cuenta.
Un abrazo,
F
By FMH, at 6:51 p. m.
El problema no es de izquierdas ni de derechas. La cuestión es que las carreteras hay que hacerlas bien, y punto. Con independencia de que sean o no de peaje. Y después de hacerlas, hay que mantenerlas.
Pero si la carretera pública se abandona termina deteriorándose. Y entonces es cuando aparece la alternativa... dejemos al mercado que actúe. Y actúa. Pero, curiosamente, sin aplicar las leyes del mercado. Es decir, actúa en régimen de monopolio mediante una concesión administrativa. ¡Joder con el mercado!
Además, si las carreteras de peaje no tienen trazado alguno que les haga la competencia y todos tienen que pasar por ella llegamos al mismo dilema que en la carretera pública: ¿de verdad existirá interés en gastar todo lo necesario en su mantenimiento?
Vuelvo al principio: las carreteras hay que hacerlas "con cabeza", y luego hay que gastar dinero en su mantenimiento. Da igual pagarlas con impuestos o mediante un peaje.
Pero lo que no es de recibo es pagarlas dos veces: porque si se invierte en una carretera pública que se abandona y me veo "obligado" a recurrir a la de peaje, es evidente que pago dos veces, de la misma forma que si una carretera radial no acaba de ser rentable y es la Comunidad Autónoma la que termina haciéndose cargo de ella, como será el caso de alguna radial de las cercanías de Madrid en un futuro no muy lejano, estoy pagando dos veces.
By Anónimo, at 11:53 p. m.
Menudo gilipollas el que ha escrito el comentario sobre las autovías radiales desdobladas.¿Acaso aún desea usted tener q desplazarse en las insufribles carreteras nacionales sin desdoblar?Las autovías fueron un logro de la democracia.Déjese de mirar en el modelo francés e invente algo nuevo, como hicieron los gobiernos socialistas con las autovías. Le recuerdo, por si usted no lo sabe, que actualmente el ministerio de fomento prepara un plan con una inversión aproximada de 4.000 M€ para mejorar las autovías radiales desdobladas, como la A-1 hasta Burgos, la A-2 hasta Zaragoza, la A-3 hasta Alicante o la A-4 hasta Sevilla
By Anónimo, at 1:54 p. m.
Estoy de acuerdo con todo el contenido del artículo.
Siempre he pensado que debería haber una buena red de autopistas estatales, además de las nacionales de toda la vida.
Siempre he tenido mis serias dudas sobre la viabilidad económica de las autovias.
El que quiera correr que pague y el que no, a la nacional.
Eso si, lo ideal es con un sistema de peaje blando para camiones como en la A-15 o bien obligar a los camiones a usar la autopista "salvo reparto local", como en Francia.
No se que le ve la gente de malo a ir a 100 por la nacional, que obsesión por las autovias, se esta perdiendo el placer de viajar. Por ultimo, tambien sería importante adaptar las carreteras RIGE a las especificaciones REDIA. (12 metros de calzada, dos carriles de 4 metros y dos arcenes de 2 metros).
Un saludo y gracias por el artículo
By Sankkar, at 3:01 a. m.
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