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martes, mayo 31, 2005

¡QUE VIENEN LOS LIBERALES!

El no sé si a estas horas aún ministro de exteriores del gobierno francés, Michel Barnier, anunció ayer que el eje francoalemán se bate en retirada frente al empuje de la “Europa liberal de corte anglosajón”. Descartes huye ante Hume o la geometría cede ante la política –como nos recuerda Pendás, esa misma mañana o, mejor dicho, nos recordaría Churchill-.

El ministro mienta el liberalismo, una vez más, como quien mienta la bicha. No hay miedo. Nuestro ZP ya ha dicho que hasta el rabo todo es toro y que esto no acaba hasta que los 25 hayan dicho su última palabra. No hay riesgos para el “modelo social”. En resumidas cuentas, no piensa hacer absolutamente nada por resolver los problemas de Europa y él y sus colegas estatistas dedicarán esfuerzos dignos de mejor empeño hasta conseguir que el bodrio de Giscard entre en vigor. Si es necesario preguntarle al pueblo francés, o a quien sea, tantas veces como sea preciso hasta que enmiende su error, pues se hace, que ya lo ha apuntado ese gran estadista que es Pepiño Blanco.

Todos sabemos que el voto francés no ha sido, ni mucho menos, proliberal. Una cosa es congratularse de que al esperpento giscardiano le hayan salido termitas y otra cosa compartir las razones que, con toda probabilidad, animan al electorado galo. El mantenimiento de la salud mental de uno exige no coincidir con la pléyade de “–istas” tras el “no” –los socialistas de la rama de monsieur Fabius incluidos, claro (la otra rama también, aunque haya abogado por el “sí” esta vez)- de Francia más que lo estrictamente necesario, como quien viaja en un autobús a distintos destinos.

Barnier lo que pretende es asustar. Pero, pretendiendo asustar, da con la clave, como ya se ha tratado en otras ocasiones en esta bitácora. Cuando un gaullista mienta sus miedos, por lo común, apunta a las soluciones. Creo que el último liberal en Francia debió ser Luis XIV o, al menos, todos los que le han sucedido han sido todavía menos liberales que él.

Cambiar la geometría por la política. Anglosajonizar, de nuevo, el proceso, sí. Ésa es la clave, monsieur Barnier. Abandonen ustedes las declaraciones programáticas, la pretensión de hacer constituciones sin poder constituyente, los grandes textos. Y vuelvan a hacer Europa día a día. Mejor dicho, vuelvan a permitir que los ciudadanos la hagan.

Es curioso pero, el mismo día que se dice “no” al modelo dirigista, conocemos que numerosos bancos europeos están por la labor de fusionarse en operaciones tan grandes y tan parejas que ya no se sabrá, a ciencia cierta, quién es de un lado y quién es de otro. Si Unicredito absorbe a HVB, el banco resultante ¿es alemán o italiano? Ni una cosa, ni otra, a buen seguro. Quedarán todos benditamente contaminados por la cultura del otro. Tras los bancos seguirán otras empresas, que aprovechan el terreno que han creado las directivas, los reglamentos... que se lanzan al terreno de juego. De nuevo, los mercaderes en cabeza.

Es normal que a los Barnier, Zapatero, Chirac... no digamos a los Le Pen y a los Carod les salga un auténtico sarpullido. Me temo que son conscientes de su absoluta prescindibilidad.

La izquierda, en particular, quiere secuestrar Europa. No contenta con haber arruinado la vida a tanta gente en tantos sitios, ahora que parecía que su desprestigio intelectual iba a mantenerla aparte, ha decidido hacerse europeístas. Europa es la nueva idea-fuerza. Suficientemente inconcreta como para poder hacer con ella sus malabarismos fofos, para aplicarle su pensamiento débil. Cuentan, en su empeño, con la inestimable ayuda de socialistas de todos los partidos.

El “no” francés, pues, puede ser considerado una escaramuza en una batalla más amplia. La batalla por la definición del proyecto europeo, básicamente entablada entre quienes pretenden definirlo a su manera y quienes no pretendemos definirlo en absoluto. Nosotros somos muchos menos, claro, pero a la vista esta que ellos son bastante torpes.

Y es que, en su infinito desprecio por la gente, son incapaces de pensar que puedan llevarles la contraria. No nos confiemos. Se reharán.