NON
Es insufrible la cantidad de tonterías que se han dicho y se seguirán diciendo acerca de los efectos del “no” francés. Ahora resulta que tirar el tocho de Giscard al cubo de la basura puede causar una crisis similar a la caída del Imperio Romano. En todo caso, no está mal poner las cosas claras: si dependemos de cualquier cosa que haga Giscard es que, en efecto, esto no tiene solución y lo mejor es acabar cuanto antes.
Resulta indecente la actitud del politiquerío continental –especialmente francés, pero lo cierto es que se ha paseado estos días por el Hexágono cuanto cantamañanas tenía gana de lucir palmito, con los resultados esperables- que, no contento con no escuchar -¿hacía falta una segunda vuelta de unas presidenciales que ya resultaron de lo más rarito, que indicaban algo, que exigían pensar?- encima, amenaza con las siete plagas de Egipto si se desdeña el resultado de su magnífica gestión.
Tampoco entiendo la forma de afrontar el asunto de numerosos intelectuales, algunos de ellos muy respetables y con los que, en otros temas, convengo. Ayer mismo, en el ABC, su director calcaba, a propósito de Francia, la misma colección de argumentos con que se apoyaba ese “sí” desganado que nuestra prensa correcta propugnó en febrero. La clase política es completamente inadecuada, carece de respuestas y crea más problemas de los que resuelve pero... a pesar de todo, hemos de apoyarles, en el sagrado nombre de Europa y para no coincidir con Le Pen, con ERC y los troskistas. ¿Acaso la crisis es menos crisis porque queramos mantenerla larvada? ¿Un “sí”, para qué? ¿Para ver cómo se ufanan, lo contentos que se ponen? Han recibido multitud de mensajes en tono suave y han sido incapaces de reaccionar. No escuchan, y no creen que tengan por qué hacerlo. Son los neodéspotas no ilustrados. Son la maldita burocracia que se ha adueñado de Europa y la está infectando como un cáncer con su mediocridad. No, no es verdad, con ellos, con esta farragosa “constitución”, Europa no avanza. Europa decae, Europa se muere.
¿Por qué hay que conceder un aval a semejante caterva? ¿Por qué tiene el pueblo que responder afirmativamente a la desvergüenza de quien, ni corto ni perezoso, pretende que la gente se pronuncie sobre un tratado de cuatrocientos artículos? ¿A santo de qué se tiene que tolerar tanta chulería, tanta falta de respeto, tanta inutilidad? El viejo truco de envolverse en la bandera está ya muy visto. No contentos con oír todos los días que es “Cataluña” la que lo quiere, o que es “la sociedad vasca” la que dice las barbaridades que algunos profieren, tenemos que soportar, ahora, el “L’Europe, c’est moi” de Giscard y sus adláteres.
Francia ha dicho “no”. Es probable que Holanda diga “no” también. Los franceses son unos chovinistas, de acuerdo, ¿son también chovinistas los holandeses? ¿tiene algo, verdaderamente, que temer de Europa el país más abierto del mundo?
Es verdad que el “no” tiene tras de sí una amalgama heterogénea de razones. Es cierto que no todas ellas son plausibles. Es cierto, por último, que los franceses han votado, en buena medida, en clave nacional. Pero creo que el “no” es valioso, refleja un estado de opinión y que, sobre todo, los franceses se han hecho un favor a sí mismos y, quizá de rebote, a Europa. Hace falta, de entrada, una cierta independencia de juicio para sobreponerse a la campaña lanzada desde el Elíseo, apoyada por todo el aparato presidencial y por algo más de la mitad del PS. Bien por Francia.
No es verdad. No va a suceder ninguna catástrofe. No va a suceder nada que no esté ya sucediendo. Pretender negarlo es absurdo. El sistema no funciona, y no funciona porque nuestra miserable clase política lo ha hecho descarrilar. Todos estos dirigistas que en sus países ya no pueden dirigir nada han encontrado en la Unión, donde el control democrático es más débil, el caldo de cultivo ideal para dar rienda suelta a su forma de de ver la política.
Han abierto un auténtico abismo entre las instituciones y los ciudadanos. No hay más que ver las sucesivas elecciones al Parlamento Europeo –siempre seguidas de golpes de pecho, lágrimas de cocodrilo y ayes que acallan enseguida las suculentas dietas-. Pero no ha habido forma. Son incapaces de reflexionar. Su soberbia es sólo paralela a su incapacidad.
España, a mi modo de ver, ha hecho el ridículo. No importa porque, al fin y al cabo, no hay más que ver el distinto grado de atención que se ha prestado a cada referéndum para darnos cuenta de hasta qué punto nos hemos vuelto un país prescindible. Otros deciden. Nosotros sólo hacemos nuestros deberes. Me imagino que, a estas horas, Mariano Rajoy estará algo apurado por haber cedido a la corrección política y no haber defendido, verdaderamente, sus ideas. Él no creía que la constitución fuese buena para España, pero la apoyó para no quedar fuera de juego. Por responsabilidad –similar responsabilidad a la que lleva a todos los partidos catalanes a coserse la boca en cuanto se habla de ciertas cosas, supongo y es que, cuando no es “Cataluña” es “España” y cuando no, “Europa”; cualquier día, no se podrá hablar de ciertas cosas menores en aras de la estabilidad geopolítica mundial-. Sabor agridulce, pues. Son otros los que se atreven a decirle a Giscard que lo intente de nuevo.
Esa sociedad de socorros mutuos en que se ha convertido el neodespotismo nada ilustrado europeo ya tiene la solución. Giscard y el PSOE (obsérvese la amalgama, nada casual) ya andan proponiendo un segundo referéndum. Así pues, ¿a qué tantas alharacas? Supongo que terminarán sacando adelante lo que crean que les viene mejor. Que, encima, quieran hacerlo con dignidad, ya me parece un poquito pretencioso.
Resulta indecente la actitud del politiquerío continental –especialmente francés, pero lo cierto es que se ha paseado estos días por el Hexágono cuanto cantamañanas tenía gana de lucir palmito, con los resultados esperables- que, no contento con no escuchar -¿hacía falta una segunda vuelta de unas presidenciales que ya resultaron de lo más rarito, que indicaban algo, que exigían pensar?- encima, amenaza con las siete plagas de Egipto si se desdeña el resultado de su magnífica gestión.
Tampoco entiendo la forma de afrontar el asunto de numerosos intelectuales, algunos de ellos muy respetables y con los que, en otros temas, convengo. Ayer mismo, en el ABC, su director calcaba, a propósito de Francia, la misma colección de argumentos con que se apoyaba ese “sí” desganado que nuestra prensa correcta propugnó en febrero. La clase política es completamente inadecuada, carece de respuestas y crea más problemas de los que resuelve pero... a pesar de todo, hemos de apoyarles, en el sagrado nombre de Europa y para no coincidir con Le Pen, con ERC y los troskistas. ¿Acaso la crisis es menos crisis porque queramos mantenerla larvada? ¿Un “sí”, para qué? ¿Para ver cómo se ufanan, lo contentos que se ponen? Han recibido multitud de mensajes en tono suave y han sido incapaces de reaccionar. No escuchan, y no creen que tengan por qué hacerlo. Son los neodéspotas no ilustrados. Son la maldita burocracia que se ha adueñado de Europa y la está infectando como un cáncer con su mediocridad. No, no es verdad, con ellos, con esta farragosa “constitución”, Europa no avanza. Europa decae, Europa se muere.
¿Por qué hay que conceder un aval a semejante caterva? ¿Por qué tiene el pueblo que responder afirmativamente a la desvergüenza de quien, ni corto ni perezoso, pretende que la gente se pronuncie sobre un tratado de cuatrocientos artículos? ¿A santo de qué se tiene que tolerar tanta chulería, tanta falta de respeto, tanta inutilidad? El viejo truco de envolverse en la bandera está ya muy visto. No contentos con oír todos los días que es “Cataluña” la que lo quiere, o que es “la sociedad vasca” la que dice las barbaridades que algunos profieren, tenemos que soportar, ahora, el “L’Europe, c’est moi” de Giscard y sus adláteres.
Francia ha dicho “no”. Es probable que Holanda diga “no” también. Los franceses son unos chovinistas, de acuerdo, ¿son también chovinistas los holandeses? ¿tiene algo, verdaderamente, que temer de Europa el país más abierto del mundo?
Es verdad que el “no” tiene tras de sí una amalgama heterogénea de razones. Es cierto que no todas ellas son plausibles. Es cierto, por último, que los franceses han votado, en buena medida, en clave nacional. Pero creo que el “no” es valioso, refleja un estado de opinión y que, sobre todo, los franceses se han hecho un favor a sí mismos y, quizá de rebote, a Europa. Hace falta, de entrada, una cierta independencia de juicio para sobreponerse a la campaña lanzada desde el Elíseo, apoyada por todo el aparato presidencial y por algo más de la mitad del PS. Bien por Francia.
No es verdad. No va a suceder ninguna catástrofe. No va a suceder nada que no esté ya sucediendo. Pretender negarlo es absurdo. El sistema no funciona, y no funciona porque nuestra miserable clase política lo ha hecho descarrilar. Todos estos dirigistas que en sus países ya no pueden dirigir nada han encontrado en la Unión, donde el control democrático es más débil, el caldo de cultivo ideal para dar rienda suelta a su forma de de ver la política.
Han abierto un auténtico abismo entre las instituciones y los ciudadanos. No hay más que ver las sucesivas elecciones al Parlamento Europeo –siempre seguidas de golpes de pecho, lágrimas de cocodrilo y ayes que acallan enseguida las suculentas dietas-. Pero no ha habido forma. Son incapaces de reflexionar. Su soberbia es sólo paralela a su incapacidad.
España, a mi modo de ver, ha hecho el ridículo. No importa porque, al fin y al cabo, no hay más que ver el distinto grado de atención que se ha prestado a cada referéndum para darnos cuenta de hasta qué punto nos hemos vuelto un país prescindible. Otros deciden. Nosotros sólo hacemos nuestros deberes. Me imagino que, a estas horas, Mariano Rajoy estará algo apurado por haber cedido a la corrección política y no haber defendido, verdaderamente, sus ideas. Él no creía que la constitución fuese buena para España, pero la apoyó para no quedar fuera de juego. Por responsabilidad –similar responsabilidad a la que lleva a todos los partidos catalanes a coserse la boca en cuanto se habla de ciertas cosas, supongo y es que, cuando no es “Cataluña” es “España” y cuando no, “Europa”; cualquier día, no se podrá hablar de ciertas cosas menores en aras de la estabilidad geopolítica mundial-. Sabor agridulce, pues. Son otros los que se atreven a decirle a Giscard que lo intente de nuevo.
Esa sociedad de socorros mutuos en que se ha convertido el neodespotismo nada ilustrado europeo ya tiene la solución. Giscard y el PSOE (obsérvese la amalgama, nada casual) ya andan proponiendo un segundo referéndum. Así pues, ¿a qué tantas alharacas? Supongo que terminarán sacando adelante lo que crean que les viene mejor. Que, encima, quieran hacerlo con dignidad, ya me parece un poquito pretencioso.
3 Comments:
"Giscard y el PSOE (obsérvese la amalgama, nada casual". Mucha "gran arquitectura" en común... Si, en vez de déspotas ilustrados y rancios jacobinos, fueran demócratas, ya habrían retirado el tocho de Tratado y estarían buscando una Constitución mucho más genérica, con capacidad de unir a todos los europeos. O a la mayoría.
En fin. Se les nota el sectarismo. Además, personajes como Giscard o Zapatero no tienen el más mínimo empuje. Por muchos apoyos ocultos de que dispongan.
By Anónimo, at 10:44 a. m.
Quien surge como vencedor y nuevo líder es Blair.
El eje franco alemán y sus políticas está contra las cuerdas, e inevitablemente, y en contra de sus deseos o mediante cambios de sus líderes, deberán buscar refugio en las políticas liberalizadoras de Blair.
¿alguien sabe sí está festejando Bush, y el trío de las azores?
By Anónimo, at 11:15 a. m.
El no francés es un gallinero y, por tanto, carece de significado como respuesta a una consulta plebiscitaria. No dice nada sobre la posición de los franceses ante el tratado constitucional, mero pretexto, sino sobre sus miedos atávicos y sobre la relación esquizoide que mantienen con su clase política. Es, por una parte, un acto estrictamente reaccionario, un virgencita, que me quede no como estoy, sino como mi fantasía me hace creer que estaba en ese pasado manriquiano siempre mejor por definición. Y por otra, un acto de infantilismo político, una pedorreta autosatisfecha acogida al anonimato de la urna, como quien deposita una bomba fétida en lugar de una papeleta. Es cierto que va a suponer una cierta convulsión a escala europea, no puede ser de otro modo; pero como órdago no va a funcionar. Aunque Holanda se sume al carro del no, si al final no se llega al cupo de los cinco que frenaría automáticamente la entrada en vigor del tratado, Francia lo va a pasar mal. Aunque consigan algún tipo de renegociación superficial del Tratado para salvar la cara, los franceses han abdicado hoy de su histórico liderazgo en la Unión. Esa me parece la consecuencia más importante a medio plazo de esta jaimitada y, seguramente, la única irreversible.
By Anónimo, at 9:19 p. m.
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