FERBLOG

viernes, mayo 27, 2005

ALEMANIA, EUROPA

Es cierto que Gerhard Schröder lidera el que, probablemente, era el gobierno más esperpéntico de Europa, con permiso del Cavaliere y, como es natural, hasta la llegada de nuestro Esdrújulo, actual líder indiscutible de la categoría. Es cierto que el Bundeskanzler es maestro en el arte del que ZP es discípulo aventajado: la producción continuada de naderías, conceptos vacíos y discursos biensonantes enteramente privados de contenido. Es cierto, en fin, que determinados elementos del SPD merecerían estar en un museo.

Pero no es menos cierto que Alemania padece problemas estructurales graves, unos endémicos, otros compartidos con el común de los europeos. Y la única alternativa creíble –sin descartar, claro, que el Canciller vuelva a ganar (¿se prevén lluvias torrenciales para este otoño?) a un candidato más solvente que él (Merkel lo es, pero también lo era Stoiber)- tampoco parece aportar verdaderas soluciones. Alguien apuntaba no hace mucho que no puede decirse que la CDU esté por la labor de acometer la tarea que Alemania necesita. Tan solo los liberales –por supuesto, incapaces de formar gobierno por sí mismos- se atreven a mentar la bicha de las auténticas reformas.

Hay quien insiste en ver en la situación alemana un problema coyuntural, de largo alcance, pero coyuntural en suma. Estaríamos, conforme a esta tesis –y empleo el plural porque lo que ocurre en Berlín repercute indudablemente en todo el continente- pagando los costes de una reunificación mal ejecutada y peor digerida. Convengo en que la reunificación pudo hacerse mejor. No convengo, no obstante, en que hubiera sido mejor no hacerla. Creo que terminar con el monstruo comunista, del que la RDA era punta de lanza justificaría, en última instancia, incluso sacrificios duraderos en el bienestar de todos. Lo siento, no comparto esa idea, tan cara a algunos, tan amigos del “equilibrio de poder” por la que el “equilibrio” lo pagan otros con sus libertades, no puedo aceptar ningún “equilibrio” que no se derive de la sana competencia entablada con igualdad de armas.

Pero me desvío del asunto. Decía que convengo en que la reunificación puede ser un problema, de acuerdo. Pero el verdadero problema alemán, el verdadero problema europeo es, hoy por hoy, la constitucionalización de ese modelo socialdemócrata-socialcristiano –lo que se quiera pero, en todo caso, contaminado por ese “social”, el gran anulador de significados, el disolvente lingüístico e ideológico más potente jamás inventado-. Por constitucionalización entiendo exclusión del debate político o incorporación al marco de las reglas básicas, como se prefiera.

En su día, tuve ocasión de hablar de este asunto a propósito del estado mínimo y la constitución española. Decía, entonces, que nuestra norma fundamental había incorporado en su esquema –elevado por encima del debate, por tanto- un determinado modelo socioeconómico. Mutatis mutandi, lo mismo ocurre a escala general europea y, desde luego, en Alemania, yéndose mucho más lejos, en este y otros países, en el terreno de las realizaciones prácticas –hay quien opina que esto es una deficiencia española, yo pienso que eso significa que España es un país que, afortunadamente, conserva aún mayor capacidad de maniobra.

Los ciudadanos alemanes y europeos tienen, en consecuencia, razones profundas para el escepticismo. El escepticismo que, a través de múltiples canales, termina alimentando el “no” francés. Escepticismo basado en la muy fundada sospecha de que, elijan los políticos que elijan, terminarán por no ocuparse nunca de sus problemas reales.

Ante esto, los políticos europeos reaccionan con soberbia o, como comentaba ayer mismo Glucksmann, incluso con una fuerte dosis de narcisismo. No solo no admiten posibles fallos del modelo, sino que se reafirman en sus principios e incluso se felicitan por “lo diferente” que es Europa.

Nadie parece querer entender, nadie parece querer interpretar nada. Acontecimientos tan chocantes como el ascenso de la ultraderecha en Austria, la recurrente indiferencia en los comicios europeos o las últimas elecciones presidenciales francesas no suponen ninguna consecuencia. Nadie entiende que los ciudadanos pueden estar hartos de esta especie de sopa de consensos transversales que es la política europea, que hace poco menos que imposible tomar las medidas que el continente necesita.

Porque Alemania, Europa, necesitan menos estado y más mercado. Necesitan más libertad. Necesitan menos política –en el sentido menor- y más políticos. Gente que resuelva los problemas de la gente y que no se los cree –justamente al revés que Maragall, vamos-. Necesitan libertad, recuperación de las iniciativas, remoción de obstáculos.

No es fácil, desde luego, solucionar el principal problema europeo. Porque ese problema es la atonía. Una situación en la que nada funciona mal del todo y nada funciona como debiera. Una certeza, compartida por muchos, de que no vamos por buen camino pero, al tiempo, nos es imposible virar. Los políticos, entretanto, no paran de jugar a aprendiz de brujo. No contentos con haber introducido una moneda única que, a estas alturas, quizá mereciera una revisión crítica –Recarte lo apunta en Libertad Digital, ojo, hablo de revisión crítica, simplemente, hablo de poder preguntarse cosas, de que no haya tabúes-, siguen empeñados en hacer descarrilar el tren de la Unión Europea a fuerza de acelerarlo. Es harto probable que la dichosa constitución termine en el cubo de la basura porque media docena de imbéciles han querido darse un baño de multitudes en el que pueden acabar ahogados.

Y es que nuestra clase política es una parte importante del problema. El ciudadano medio europeo quizá no sabe muchas cosas, pero sí que intuye que está en apuros cuando para apagar el fuego sólo tiene el número de teléfono de una colección de pirómanos.

4 Comments:

  • Perfecto tu analisis. Nada que añadir. Si acaso recalcar que los liberales del FDP han de tragar siempre con la rueda de molino del CDU. Ellos, los pobres, lo intentan, pero...

    By Blogger Luis I. Gómez, at 10:49 a. m.  

  • Ojalá estés en lo cierto, ferblog, y termine le Constitución en el cubo de la basura. España saldrá muy beneficiada. Y si se mantiene Niza, miel sobre hojuelas.

    By Anonymous Anónimo, at 11:08 a. m.  

  • Gracias por el elogio, Luis, que aprecio doblemente viniendo de quien, como tú, es un experto en la situación alemana.

    En efecto, el FDP representa muy bien lo poco que los liberales podemos hacer en el contexto europeo: introducir un cierto elemento, a mi juicio positivo, en gobiernos que, por lo común, serán de derecha -porque la derecha es poco liberal, pero, desde luego, la izquierda no lo es nada-.

    Con todo, la existencia del FDP es algo digno de envidia. Ojalá también aquí tuviéramos nuestro propio partido, aunque fuese pequeño (abundaré en este tema este fin de semana).

    Smith, no sé si, finalmente, el tratado acabará en el basurero (sospecho que sí, en cuanto pase por las horcas caudinas de sociedades menos anestesiadas que la nuestra - donde la palabra "Europa" no haya sido objeto de tanta demagogia). Sí estoy convencido de que es donde merece estar, en parte por la sustancia, pero sobre todo por las formas.

    By Blogger FMH, at 11:32 a. m.  

  • No soy un experto en la situación alemana, pero sí creo que sus principales problemas derivan de la mal llamada unificación. Precisamente, el problema es que no hubo tal, sino una mera absorción precipitada de la República Democrática por la Federal, un "anschluss" de proporciones descomunales y de imposible digestión a medio plazo por la parte fagocitante. Una vez caído el muro, restablecidas las libertades en el Este y restituida la soberanía plena a sus ciudadanos, lo sensato habría sido que una negociación bilateral –con la consiguiente implicación de la Unión en el proceso– hubiera establecido un calendario y un programa de reformas que, en un plazo determinado, culminara con la fusión de ambos estados en una nueva República integrada en la Unión Europea. El problema no es sólo de desequilibrio económico; de algún modo, los ciudadanos de la antigua DDR tienen un cierto sentimiento retrospectivo de no haber sido dueños de su destino, si bien es cierto que, en su momento, consintieron la operación y se dejaron embaucar paladinamente por la megalomanía de Kohl. Se podrá tener la opinión que se quiera de Schröder, pero es indiscutible que está pagando las facturas de otro y que se está jugando su suerte política al ligarla a unas reformas sobre las que los demás cacarean, pero que él ha puesto con decisión sobre la mesa.

    La cuestión de la presunta constitucionalización de un modelo socieconómico es un asunto muy interesante. Sólo un par de trazos gruesos para no extenderme: no creo que, en general, las normativas constitucionales de los países europeos hagan tal cosa de modo expreso. Más bien elevan a rango constitucional ciertas garantías complementarias por las que los poderes públicos vienen obligados a velar, bien entendido que, sin ellas, los derechos fundamentales no son más que papel mojado o privilegio de unos pocos. El modo en que se deban promover –y eso es lo que conforma el modelo propiamente dicho– queda abierto. El famoso modelo social-lo-que-sea que tantos sarpullidos levanta entre los liberales a la moda de hoy es una venerable tradición política, un precipitado histórico más bien difuso y lleno de variantes, pero no una ineluctable emanación constitucional. Nadie niega que tenga fisuras y disfunciones, pero también es indiscutible que ha dado lugar a las sociedades más habitables del planeta, así que, antes de pensar en liquidarlo por las bravas, yo me tentaría la ropa. ¿O no habíamos quedado en que la ingeniería social produce monstruos?

    By Anonymous Anónimo, at 7:27 p. m.  

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