LA TAREA DE RAJOY
Como me imagino que él mismo esperaba, el discurso de Mariano Rajoy en el debate del Estado de la Nación y la subsiguiente posición ante la infamante moción que ayer votó el Congreso (inciso: el Presidente del Gobierno se ufana de que le apoyaron 8 de 9 grupos, pero soslaya que el que no le apoyó es algo menos de media Cámara – en otras palabras, su política antiterrorista tiene, desde ayer, mucho menos apoyo del que tenía) le han traído críticas e incomprensión.
Críticas e incomprensión desde las falanges socialpolanquistas, que eso va de suyo pero, sobre todo, críticas e incomprensión de la “gente de centro”. Concretamente, los tácticos del lado de la derecha –que también los hay, claro- le acusan de lo de siempre: renunciar al centro. Al hablar como lo hace, Rajoy acojona a Juan Español, que no siente que las cosas vayan tan mal como él dice, que puede pagar todavía la hipoteca sin agobios y que está ocupado en algo mucho más importante: dónde pasar las vacaciones este año. Ante eso, lo último que quiere Juan Español es ponerse a pensar en la tragedia griega que pinta don Mariano. Al contrario, prefiere confiar en las buenas intenciones de ZP y en su rostro sonriente... mientras intenta componérselas para encontrar un apartamento en primera línea de playa para el mes de agosto, que eso sí que no es fácil.
Perdóneseme la comparación, muy hiperbólica sin duda, pero, ¿es preciso recordar que, en los años 30, cuando Churchill clamaba por la acción, sus colegas en los Comunes aún hablaban del Canciller de Alemania como “señor Hitler”? En aquel momento, el que luego sería Primer Ministro encargado de arreglar el desaguisado hizo de profeta incómodo. Naturalmente, pudo haberse equivocado, y pudo haber estado más cómodo con el consenso. Y es que la aversión profunda al conflicto no es algo nuevo. Es connatural a las sociedades acomodadas.
Rajoy no debe, no puede callarse. Aunque eso le cueste perder votos en “el centro”. Aunque hipoteque con ello sus posibilidades de llegar a ser presidente del Gobierno. No deja de ser paradójico que, en la era de las pancartas, la antiglobalización, las soflamas pacifistas, la era de los pretendidos valores, en suma, se estile tanto este neomaquiavelismo barato, que parece eximir a la política de todo freno moral, con tal de que un fin pretendidamente superior lo justifique. Esto no es nuevo, y creía yo que ya había pasado la época en que el político definía, basándose única y exclusivamente en su juicio más informado, qué es aceptable y qué no lo es. Los liberales del siglo XVIII inventaron un sistema –cuyas bases, un tanto alteradas, juzgaba yo aún vigentes- que funciona exactamente al revés: la moral pública viene dada por el derecho; es el derecho el que le marca al político las reglas del juego. No al contrario.
Rajoy ni puede ni debe callarse ante el despropósito absoluto en el que nos encontramos inmersos. No puede permitir que el derecho se subvierta, no puede permitir ese retroceso a un despotismo, esta vez nada ilustrado y trufado de demagogia, a una especie de leninismo posmoderno, en el que no necesitamos libertad porque ya tenemos gobierno revolucionario. El hecho de que muchos conciudadanos hayan abdicado de su deber de pensar (cosa que no está tan clara, ojo, que tampoco conviene dar más importancia de la que tienen a encuestas de primera hora) no justifica que él deje de hacerlo y de obrar en consecuencia.
Cuando se le dice a Rajoy que se sale del centro, se está omitiendo, con evidente intención y mala fe –explicable en algunos, menos explicable en otros y, desde luego, inexcusable en todos- el deslizamiento del concepto. “El centro” es una noción lábil, dependiente, en cada momento, de la composición aritmética del Congreso o, más en general, del espectro político – por eso es una noción absolutamente inútil, más allá del puro cálculo electoral. El centro, se dice, es la moderación. De nuevo, neomaquavelismo: son las posturas de los partidos las que dictan que es lo moderado y lo no moderado, ¿no? Tómese la media aritmética entre ERC y el PNV ¿alguien puede sostener, seriamente, que el “centro” entendido como moderación queda ahí? Y es que cuando se dice que el PP está fuera de la mayoría, se obvia referirse a la composición de esa mayoría. Aquí, la técnica es genuinamente Goebbelsiana: a fuerza de repetirlo, se trata de que nos convenzamos de que el PP “está muy solo” y, sobre todo, de que el heptapartido que tiene enfrente está integrado por gente toda ella moderada y, sobre todo, muy comprometida con los españoles y su forma de vida. Al fiar su herencia a semejantes albaceas y quedarse tranquilo, Juan Español se retrata como ciudadano, las cosas como son.
No, Rajoy debe resistir esta demagogia por la que quedan fuera de juego todos los que no acepten el “lenguaje nuevo”. Como decía ayer Luis Herrero, no nos hemos pasado la vida clamando contra el lenguaje de lo políticamente correcto para, a las primeras de cambio, correr a refugiarnos en el “diálogo”, “la paz perpetua” y otros vocablos de parecido tenor. Rajoy, al hablar claro, le está prestando un servicio impagable a la democracia y a la libertad.
Por otra parte, quizá las posturas en el bando correcto no sean tan monolíticas como parece, a tenor de la desabrida respuesta del indefinible Patxi López a quienes le afeaban su indecente conducta con María San Gil. “PL” (así evitamos el muy sonoro y castellanísismo “López”) les invita a abandonar el partido. Convengo con él en que es lo más correcto. Quizá ellos (hablo de Rosa Díez, entre otros) terminen por entender que la virtud no tiene por qué estar necesariamente donde está el partido. La trayectoria de alguno de ellos no deja lugar a dudas: saben distinguir qué raya no se debe traspasar. Por eso mismo, saben que PL no sabe, o no quiere.
Savater, Rosa Díez y compañía saben que la única esperanza para este país está en la Constitución del 78 y en su consenso –Constitución y consenso que, aunque imperfectos, agigantan su valor a medida que, poco a poco, los enanos mentales que pululan a su alrededor los van dañando-. Y su supervivencia exige que alguien, al menos unos cuantos, sean leales.
A Rajoy le compete esa tarea. Quizá no sea nunca presidente del Gobierno. Apuesto a que no será por esta causa. Pero es igual, no es necesario ocupar la primera magistratura, en ocasiones, para hacer política en su único sentido recto, que es en aras del bien común... Bueno, a la vista está que la primera magistratura, a veces, parece comportarse más bien como el peor enemigo.
Críticas e incomprensión desde las falanges socialpolanquistas, que eso va de suyo pero, sobre todo, críticas e incomprensión de la “gente de centro”. Concretamente, los tácticos del lado de la derecha –que también los hay, claro- le acusan de lo de siempre: renunciar al centro. Al hablar como lo hace, Rajoy acojona a Juan Español, que no siente que las cosas vayan tan mal como él dice, que puede pagar todavía la hipoteca sin agobios y que está ocupado en algo mucho más importante: dónde pasar las vacaciones este año. Ante eso, lo último que quiere Juan Español es ponerse a pensar en la tragedia griega que pinta don Mariano. Al contrario, prefiere confiar en las buenas intenciones de ZP y en su rostro sonriente... mientras intenta componérselas para encontrar un apartamento en primera línea de playa para el mes de agosto, que eso sí que no es fácil.
Perdóneseme la comparación, muy hiperbólica sin duda, pero, ¿es preciso recordar que, en los años 30, cuando Churchill clamaba por la acción, sus colegas en los Comunes aún hablaban del Canciller de Alemania como “señor Hitler”? En aquel momento, el que luego sería Primer Ministro encargado de arreglar el desaguisado hizo de profeta incómodo. Naturalmente, pudo haberse equivocado, y pudo haber estado más cómodo con el consenso. Y es que la aversión profunda al conflicto no es algo nuevo. Es connatural a las sociedades acomodadas.
Rajoy no debe, no puede callarse. Aunque eso le cueste perder votos en “el centro”. Aunque hipoteque con ello sus posibilidades de llegar a ser presidente del Gobierno. No deja de ser paradójico que, en la era de las pancartas, la antiglobalización, las soflamas pacifistas, la era de los pretendidos valores, en suma, se estile tanto este neomaquiavelismo barato, que parece eximir a la política de todo freno moral, con tal de que un fin pretendidamente superior lo justifique. Esto no es nuevo, y creía yo que ya había pasado la época en que el político definía, basándose única y exclusivamente en su juicio más informado, qué es aceptable y qué no lo es. Los liberales del siglo XVIII inventaron un sistema –cuyas bases, un tanto alteradas, juzgaba yo aún vigentes- que funciona exactamente al revés: la moral pública viene dada por el derecho; es el derecho el que le marca al político las reglas del juego. No al contrario.
Rajoy ni puede ni debe callarse ante el despropósito absoluto en el que nos encontramos inmersos. No puede permitir que el derecho se subvierta, no puede permitir ese retroceso a un despotismo, esta vez nada ilustrado y trufado de demagogia, a una especie de leninismo posmoderno, en el que no necesitamos libertad porque ya tenemos gobierno revolucionario. El hecho de que muchos conciudadanos hayan abdicado de su deber de pensar (cosa que no está tan clara, ojo, que tampoco conviene dar más importancia de la que tienen a encuestas de primera hora) no justifica que él deje de hacerlo y de obrar en consecuencia.
Cuando se le dice a Rajoy que se sale del centro, se está omitiendo, con evidente intención y mala fe –explicable en algunos, menos explicable en otros y, desde luego, inexcusable en todos- el deslizamiento del concepto. “El centro” es una noción lábil, dependiente, en cada momento, de la composición aritmética del Congreso o, más en general, del espectro político – por eso es una noción absolutamente inútil, más allá del puro cálculo electoral. El centro, se dice, es la moderación. De nuevo, neomaquavelismo: son las posturas de los partidos las que dictan que es lo moderado y lo no moderado, ¿no? Tómese la media aritmética entre ERC y el PNV ¿alguien puede sostener, seriamente, que el “centro” entendido como moderación queda ahí? Y es que cuando se dice que el PP está fuera de la mayoría, se obvia referirse a la composición de esa mayoría. Aquí, la técnica es genuinamente Goebbelsiana: a fuerza de repetirlo, se trata de que nos convenzamos de que el PP “está muy solo” y, sobre todo, de que el heptapartido que tiene enfrente está integrado por gente toda ella moderada y, sobre todo, muy comprometida con los españoles y su forma de vida. Al fiar su herencia a semejantes albaceas y quedarse tranquilo, Juan Español se retrata como ciudadano, las cosas como son.
No, Rajoy debe resistir esta demagogia por la que quedan fuera de juego todos los que no acepten el “lenguaje nuevo”. Como decía ayer Luis Herrero, no nos hemos pasado la vida clamando contra el lenguaje de lo políticamente correcto para, a las primeras de cambio, correr a refugiarnos en el “diálogo”, “la paz perpetua” y otros vocablos de parecido tenor. Rajoy, al hablar claro, le está prestando un servicio impagable a la democracia y a la libertad.
Por otra parte, quizá las posturas en el bando correcto no sean tan monolíticas como parece, a tenor de la desabrida respuesta del indefinible Patxi López a quienes le afeaban su indecente conducta con María San Gil. “PL” (así evitamos el muy sonoro y castellanísismo “López”) les invita a abandonar el partido. Convengo con él en que es lo más correcto. Quizá ellos (hablo de Rosa Díez, entre otros) terminen por entender que la virtud no tiene por qué estar necesariamente donde está el partido. La trayectoria de alguno de ellos no deja lugar a dudas: saben distinguir qué raya no se debe traspasar. Por eso mismo, saben que PL no sabe, o no quiere.
Savater, Rosa Díez y compañía saben que la única esperanza para este país está en la Constitución del 78 y en su consenso –Constitución y consenso que, aunque imperfectos, agigantan su valor a medida que, poco a poco, los enanos mentales que pululan a su alrededor los van dañando-. Y su supervivencia exige que alguien, al menos unos cuantos, sean leales.
A Rajoy le compete esa tarea. Quizá no sea nunca presidente del Gobierno. Apuesto a que no será por esta causa. Pero es igual, no es necesario ocupar la primera magistratura, en ocasiones, para hacer política en su único sentido recto, que es en aras del bien común... Bueno, a la vista está que la primera magistratura, a veces, parece comportarse más bien como el peor enemigo.
6 Comments:
Te transcribo de un medio de prensa nacional una noticia de fecha 5 de noviembre de 1998.
"El portavoz del Gobierno, Josep Piqué, aclaró ayer que la voluntad del Ejecutivo es mantener contactos "directos" con ETA. "Si se trata de contrastar la voluntad de diálogo de ETA, habrá que hacerlo directamente con la organización armada". Pocas horas antes, en una rueda de prensa en La Moncloa con Yasir Arafat, el presidente José María Aznar había dicho que está a la espera de una respuesta de la banda terrorista o su entorno a su iniciativa para abrir el diálogo por la paz."
Como bien dijo Steiner, no hay mayor imbecilidad que la preterición de la memoria como fuente de conocimiento.
Así que ya sabes, FMH, deja de preterir lo que te conviene en cada caso, que equivale a hacerse el imbécil según te convenga.
By Anónimo, at 11:44 a. m.
Estimado Steiner Jr:
Nadie se olvida de nada. Precisamente son los precedentes los que permiten establecer las importantes diferencias entre unos casos y otros.
El Gobierno Aznar, que empleó su cuota de adanismo en la materia, como todo el mundo sabe y como todos los gobiernos anteriores hicieron (derecho que nadie ha negado a ningún gobierno, ni a este tampoco):
- Sólo se sentó a hablar con ETA una vez que ésta declaró una tregua, no al contrario.
- Hizo pública, con luz y taquígrafos la circunstancia de que estaba hablando con ETA
- No humilló al Parlamento de la Nación. Empeñó su propio prestigio político como Ejecutivo, pero no el de la Cámara
- Negoció con una ETA acosada, pero mucho más fuerte que ahora.
- No dejó en ningún momento de cumplir con sus responsabilidades: durante la tregua se detuvo a etarras.
- No pagó precio político, más allá, claro, de que el mero hecho de sentarse en una mesa con esos hijos de Satanás es, en sí, un precio político enorme.
Así pues, no se me ha olvidado, descuida.
Gracias por tu comentario y un saludo,
Fernando
By FMH, at 12:16 p. m.
"Así que ya sabes, FMH, deja de preterir lo que te conviene en cada caso, que equivale a hacerse el imbécil según te convenga."
Ya vemos que tienes aprendida la lección. Tú podrás hacer lo que quieras, pero los demás no. La selección de declaraciones es bastante impresionante, pero, es natural, te dejas cosas. No nos gusta la gente que da lecciones prácticas de cómo hacerse el imbécil.
Lo qu eme fascina es la persistencia que tienen algunos en la trola. Pero los embustes tienen las patas cortas. Veamos qué pasó:
ETA estaba en tregua, no había puesto bombas como ahora. Aznar consultó con todos los grupos, cosa que no pasa ahora. Es más, Aznar fue tildado por la gentuza que ahora critica otra cosa, que no tomara medidas más "generosas" (de hecho lo insultaban de la manera más soez). Las víctimas del terrorismo fueron claras. No insultaba Aznar a los qu eles llevaban la contraria, al contrario que ahora. La oposición estuvo informada puntualmente de los límites de las concesiones, al contrario que ahora. ETA cerró todos los contactos, escasísimos, cuando vio que no había nada más como contrapartida a su disolución que lo que se anunciaba en los diarios, el reagrupamiento y, tal vez, aligerar las penas de los delitos que no fueran de sangre.
ZP se rinde, ponen bombas y se rinde más y vienen los matones de la historiografía a darnos lecciones de chulería.
Steiner habló de las imbecilidades, pero habría que hablar de la gentuza que miente.
Dodgson.
By Anónimo, at 12:26 p. m.
Transcribo una parte de la editorial (la parte que no es propaganda) de El País, bajo el título Resolución y ruptura que dice:
"...De momento, la perspectiva de una salida avalada por el Parlamento español puede animar y dar credibilidad a movimientos del entorno de ETA y Batasuna en favor del abandono de las armas.
Si aparecen posibilidades de avanzar por ese camino, el respaldo de otros partidos será conveniente, especialmente el del PNV, pero el del PP será tarde o temprano imprescindible. No sólo para evitar que el miedo al fracaso paralice iniciativas plausibles, sino porque el proceso, si arranca, durará años, incluso varias legislaturas, como el de Irlanda, iniciado en 1993. Si se esperaba recuperar al PP para el consenso mediante la resolución votada ayer, alguien ha cometido un error. Tras lo oído en el debate sobre el estado de la nación era evidente que el PP no la apoyaría; la astucia de incluir en el texto párrafos del Pacto de Ajuria Enea, firmado en su día por el PP, no ha sido una buena idea. El argumento del PP es precisamente que la experiencia que culminó en Argel y Zúrich (y en Lizarra en su versión nacionalista) demostró la imposibilidad de alcanzar la paz por la vía negociadora; y por eso se planteó, tras la ruptura de la tregua, cerrar el paso, mediante el Pacto Antiterrorista, a cualquier expectativa de diálogo con los terroristas.
La ruptura, casi consumada, de ese pacto sería una desgracia en la misma medida en que su existencia ha sido un éxito: las condiciones que hoy hacen verosímil la hipótesis de la derrota de ETA, cualquiera que sea la forma en que se concrete, son efecto en buena medida de ese entendimiento entre PP y PSOE."
Como es de acceso libre, es lo único que puedo leer de mis adversarios ideológicos.
Creo que el triunfalismo de algunos "próceres" del PSOE contrasta con esta editorial y la cara que tenía ayer ZP en sus comentarios a la salida de la votación.
O me pareció a mí, pero no era la cara de felicidad de una persona que supuestamente había triunfado.
Pablo
By Anónimo, at 12:28 p. m.
Steiner jr. tiene su parte de razón. Espero con ansia oir lo que dirán Zaplana y Acebes cuando ZP emplee la expresión "Movimiento Vasco de Liberación" y se produzca el primer acercamiento de presos etarras. Recordad que no sería la primera vez: a finales del 98 se trajo a los presos de las cárceles de Canarias a la Península, eso sí, sin traicionar a los muertos, ya que lo de "Liberación" no era más que una palabra mal elegida, sí, pero que no debe llevarse más allá de eso bla bla bla..
Y en realidad se decía "diálogo" cuando se quería decir "monólogo de ETA rindiéndose ante el Paladín de la Paz y la Justicia"...
Nota: si yo tuviera un familiar asesinado por ETA y oigo que a los asesinos les llama liberadores un político que ha reconocido que va a dialogar con ellos,cuando menos pienso que este es un traidor a los muertos, por no escribir otras cosas más fuertes.
Un beso
By Anónimo, at 11:27 p. m.
Nadie duda que Aznar (que por otra parte no me cae especialmente bien)jamás ha insultado ni vejará a ninguna víctima del terrorismo; entre otras cosas porque él es una de ellas.
Si a mí me hubieran puesto una bomba en el coche y llego a presidente de Gobierno, Atila hubiera sido un niño de San Ildefonso a mi lado.
Sin embargo, pensó que era mejor para España acabar con ETA que una posición personal.
Si a Mr X le ponen una bomba lo del Gal hubiera sido guerra total y sin cuartel.
Cómo me fastidian todos estos comunistas pijos de salón.
By Anónimo, at 5:57 p. m.
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