PRIMEROS ECOS DEL DEBATE
Por lo poco que voy oyendo del Debate sobre el Estado de la Nación, Rajoy y ZP andan tirándose los trastos a cuenta de la política antiterrorista. Bueno, para ser más exactos (aún sin réplica conocida): Rajoy le ha negado al presidente el apoyo para sus nuevas aventuras y su nuevo enfoque del problema.
Es ciertamente duro oír eso del líder de la oposición, porque todos esperamos que gobierno y oposición vayan codo con codo en este importante asunto. Y a Rajoy le lloverán críticas mañana. Pero creo que tiene razón. Creo, en primer lugar, que es el gobierno quien, conscientemente, ha abandonado el consenso al que él mismo se obligó, disminuyendo la importancia del Pacto Antiterrorista hasta su efectiva extinción. Por más que Rubalcaba o el propio ZP digan que el Pacto está vivo, los hechos les desmienten. Es más, creo que los socialistas jamás tuvieron la intención de mantener el Pacto. El Pacto les fue útil porque les permitió no perder el tren de una política antiterrorista probadamente eficaz. Más bien, parece que fue el PSOE el que sintió verdadero pavor de que ETA se acabara sin su concurso (¿suena odioso, verdad? – pues esto es, literalmente, lo que algún dirigente socialista “pixit”). ¿Por qué afirmo que es el gobierno el que ha dado el paso atrás?
En primer lugar, por sus claras intenciones de “abrir” el Pacto. Si el Pacto no se abrió en su día no fue más que porque otros posibles signatarios no compartían su espíritu. Espíritu que, guste o no, no dejaba indemne al denominado “nacionalismo democrático”. Si ahora se quiere abrir el pacto, o bien se suavizan sus términos –con lo que ya no se buscará la derrota real del terrorismo y de todas sus derivaciones- o bien es que los demás grupos de la Cámara han cambiado de idea. ¿Alguien puede creerse, sinceramente, que los nacionalismos, especialmente el vasco, han cambiado de actitud con respecto al problema? Desde luego, personalmente, estoy dispuesto a hacer un acto de fe con muchas cosas, pero jamás con nuestros nacionalistas patrios.
En segundo lugar porque el Pacto proscribía, y proscribe, ciertas clases de acciones que están siendo, hoy mismo, acometidas por el Gobierno y su partido.
En tercer lugar porque el mismo Gobierno ha afirmado que el Pacto, sin haber perdido validez, sí ha perdido importancia, debido “al cambio de las condiciones en el País Vasco”. Pues bien, lo único que, efectivamente, había cambiado en Euskadi, de veras, era la capacidad operativa del mundo etarra. Y eso se debe, precisamente, al Pacto. ¿Cómo puede sostenerse con seriedad que un instrumento cualquiera pierde importancia precisamente porque funciona? Por si no me he explicado bien: la afirmación de ZP equivale a ir retirando agentes de policía... porque van bajando los delitos. Es un absurdo monumental.
Así pues, creo que no puede sostenerse seriamente que el Gobierno se sienta vinculado por el Pacto. Más bien, ahora que es líder, ahora que ya sí puede desarrollar –con plena legitimidad, por supuesto- una política propia, le estorba. No es un secreto, por otra parte, que muchos elementos del socialismo no estuvieron de acuerdo jamás con ese Pacto.
Pero aunque así fuere, aunque convengamos en que la actitud del PSOE no ha sido leal, ello tampoco eximiría a Rajoy de apoyar la nueva política si la prevé exitosa o la encuentra aceptable. Y casi todos, creo, convenimos en que podría ser aceptable –no sin mucho esfuerzo y sin exigir, desde luego, a las víctimas que hagan un supremo sacrificio- renunciar a la total derrota del terrorismo, con la condición de que no se pague un precio político. En resumidas cuentas, lo único moralmente disculpable es negociar generosas condiciones de rendición.
Si no me equivoco, ZP ha dicho que la paz no tiene precio político “aunque la política puede contribuir”. Desde luego, el eufemismo contribuye a allanar el camino a lo que viene. Y lo que viene es que ese precio político se ha empezado ya a pagar.
Ese precio se ha empezado a pagar porque ZP ha reconocido al mundo batasuno capacidad de interlocución –y, por tanto, rol activo en el proceso, porque escuchar también podían desde fuera del Parlamento-; con toda probabilidad permitirá el acceso del mundo abertzale a los ayuntamientos en 2007 (por si alguien lo desconoce, el mundo municipal es donde más y mejor se desenvuelve la autodenominada izquierda abertzale; allí funcionan mejor sus capacidades coactivas y desde allí pueden dedicarse a subvertir el orden constitucional sin poner al Gobierno Vasco en un verdadero aprieto) y, sobre todo, está dispuesto a negociar con el nacionalismo cambios en el status jurídico de Euskadi, incluso aunque eso implique poner en jaque la estructura territorial de España en su conjunto.
Así pues, el proyecto del Presidente adolece de muy serias fallas. Pero es que, además, incluso en el supuesto de aceptar lo inaceptable, nuestra historia –nuestra triste historia- enseña que lo más probable es que eso salga mal. Puede salir mal a corto plazo, si ETA encuentra capacidad operativa, Dios no lo quiera, y vuelve a las andadas pero, sobre todo, puede salir mal a medio plazo, cuando el enorme precio político de la “paz” se vea claro. Cuando se vea que, a cambio de renunciar al programa máximo, por el momento, una vez más, se han obtenido logros. ¿Es posible desconocer lo que esto significa?
Rajoy tiene múltiples motivos para no querer compartir esa aventura. Aunque sólo sea porque quede alguien que, a riesgo de echarse encima a todo el imperio polanquista, a riesgo, incluso, de quedar fuera de la foto, a riesgo de que se le acuse de no haber querido “la pacificación” (obsérvese el lenguaje y comprobaremos cómo, en realidad, ya nos han vencido), conserve la capacidad de maniobra necesaria para echarse atrás si esto acaba en desastre.
Es ciertamente duro oír eso del líder de la oposición, porque todos esperamos que gobierno y oposición vayan codo con codo en este importante asunto. Y a Rajoy le lloverán críticas mañana. Pero creo que tiene razón. Creo, en primer lugar, que es el gobierno quien, conscientemente, ha abandonado el consenso al que él mismo se obligó, disminuyendo la importancia del Pacto Antiterrorista hasta su efectiva extinción. Por más que Rubalcaba o el propio ZP digan que el Pacto está vivo, los hechos les desmienten. Es más, creo que los socialistas jamás tuvieron la intención de mantener el Pacto. El Pacto les fue útil porque les permitió no perder el tren de una política antiterrorista probadamente eficaz. Más bien, parece que fue el PSOE el que sintió verdadero pavor de que ETA se acabara sin su concurso (¿suena odioso, verdad? – pues esto es, literalmente, lo que algún dirigente socialista “pixit”). ¿Por qué afirmo que es el gobierno el que ha dado el paso atrás?
En primer lugar, por sus claras intenciones de “abrir” el Pacto. Si el Pacto no se abrió en su día no fue más que porque otros posibles signatarios no compartían su espíritu. Espíritu que, guste o no, no dejaba indemne al denominado “nacionalismo democrático”. Si ahora se quiere abrir el pacto, o bien se suavizan sus términos –con lo que ya no se buscará la derrota real del terrorismo y de todas sus derivaciones- o bien es que los demás grupos de la Cámara han cambiado de idea. ¿Alguien puede creerse, sinceramente, que los nacionalismos, especialmente el vasco, han cambiado de actitud con respecto al problema? Desde luego, personalmente, estoy dispuesto a hacer un acto de fe con muchas cosas, pero jamás con nuestros nacionalistas patrios.
En segundo lugar porque el Pacto proscribía, y proscribe, ciertas clases de acciones que están siendo, hoy mismo, acometidas por el Gobierno y su partido.
En tercer lugar porque el mismo Gobierno ha afirmado que el Pacto, sin haber perdido validez, sí ha perdido importancia, debido “al cambio de las condiciones en el País Vasco”. Pues bien, lo único que, efectivamente, había cambiado en Euskadi, de veras, era la capacidad operativa del mundo etarra. Y eso se debe, precisamente, al Pacto. ¿Cómo puede sostenerse con seriedad que un instrumento cualquiera pierde importancia precisamente porque funciona? Por si no me he explicado bien: la afirmación de ZP equivale a ir retirando agentes de policía... porque van bajando los delitos. Es un absurdo monumental.
Así pues, creo que no puede sostenerse seriamente que el Gobierno se sienta vinculado por el Pacto. Más bien, ahora que es líder, ahora que ya sí puede desarrollar –con plena legitimidad, por supuesto- una política propia, le estorba. No es un secreto, por otra parte, que muchos elementos del socialismo no estuvieron de acuerdo jamás con ese Pacto.
Pero aunque así fuere, aunque convengamos en que la actitud del PSOE no ha sido leal, ello tampoco eximiría a Rajoy de apoyar la nueva política si la prevé exitosa o la encuentra aceptable. Y casi todos, creo, convenimos en que podría ser aceptable –no sin mucho esfuerzo y sin exigir, desde luego, a las víctimas que hagan un supremo sacrificio- renunciar a la total derrota del terrorismo, con la condición de que no se pague un precio político. En resumidas cuentas, lo único moralmente disculpable es negociar generosas condiciones de rendición.
Si no me equivoco, ZP ha dicho que la paz no tiene precio político “aunque la política puede contribuir”. Desde luego, el eufemismo contribuye a allanar el camino a lo que viene. Y lo que viene es que ese precio político se ha empezado ya a pagar.
Ese precio se ha empezado a pagar porque ZP ha reconocido al mundo batasuno capacidad de interlocución –y, por tanto, rol activo en el proceso, porque escuchar también podían desde fuera del Parlamento-; con toda probabilidad permitirá el acceso del mundo abertzale a los ayuntamientos en 2007 (por si alguien lo desconoce, el mundo municipal es donde más y mejor se desenvuelve la autodenominada izquierda abertzale; allí funcionan mejor sus capacidades coactivas y desde allí pueden dedicarse a subvertir el orden constitucional sin poner al Gobierno Vasco en un verdadero aprieto) y, sobre todo, está dispuesto a negociar con el nacionalismo cambios en el status jurídico de Euskadi, incluso aunque eso implique poner en jaque la estructura territorial de España en su conjunto.
Así pues, el proyecto del Presidente adolece de muy serias fallas. Pero es que, además, incluso en el supuesto de aceptar lo inaceptable, nuestra historia –nuestra triste historia- enseña que lo más probable es que eso salga mal. Puede salir mal a corto plazo, si ETA encuentra capacidad operativa, Dios no lo quiera, y vuelve a las andadas pero, sobre todo, puede salir mal a medio plazo, cuando el enorme precio político de la “paz” se vea claro. Cuando se vea que, a cambio de renunciar al programa máximo, por el momento, una vez más, se han obtenido logros. ¿Es posible desconocer lo que esto significa?
Rajoy tiene múltiples motivos para no querer compartir esa aventura. Aunque sólo sea porque quede alguien que, a riesgo de echarse encima a todo el imperio polanquista, a riesgo, incluso, de quedar fuera de la foto, a riesgo de que se le acuse de no haber querido “la pacificación” (obsérvese el lenguaje y comprobaremos cómo, en realidad, ya nos han vencido), conserve la capacidad de maniobra necesaria para echarse atrás si esto acaba en desastre.
1 Comments:
hola, me gustaria poderte regalar un libro en un archivo (no es políticamente correcto tampoco según una importante editorial que aún así quiso leerlo y quedarse un borrador) pero no puedo encontrar tu email para hacerlo,te dejo mi dirección de blog, por si quieres dejarme un lugar para mandártelo, estoy haciendo acopio de direcciones para "ragalarlo" a los que quieran seguir pensando.
http://elhpc.blogspot.com
Puedes darte una vuelta por un post que se llama Las mentiras de los nacionalistas (I) del mes de abril creo, y una editorial sobre la LOU.
By GVG, at 3:19 p. m.
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