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martes, abril 26, 2005

TRES CUESTIONES CIVILES

Si no me he enterado mal, en estos días el gobierno ha promovido tres reformas de calado en la legislación civil. A saber: extensión del matrimonio a parejas del mismo sexo (bien por la precisión técnica, todo el mundo piensa en homosexuales, pero no tiene por qué ser así – sobre todo con pensiones de por medio), reforma del Código Civil para hacer obligatorio, por ley, el compartir las tareas del hogar y reforma de la ley del divorcio, para hacer más ágil la disolución matrimonial. Analicémoslas porque, salvo la primera, quizá no han recibido la atención que merecen.

El matrimonio entre personas del mismo sexo es, con toda probabilidad, además de una barbaridad desde el punto de vista cultural y un absurdo lingüístico, el mayor disparate jurídico perpetrado por estos lares desde tiempo inmemorial. No me refiero, ciertamente, a la extensión de ciertos derechos –a parte, sí, del contenido del instituto matrimonial- sino a la extensión de la denominación.

Una barbaridad desde el punto de vista cultural porque es un torpedo contra la línea de flotación de una institución que, en Occidente, viene revistiendo la misma forma desde hace varios milenios. Alguien recordaba hace unos días a nuestros bienamados griegos, tan dados ellos a la vía no recta que terminaron por dar nombre a la vía rectal. Imposible mayor tolerancia social ante el homoerotismo. Pero una cosa es que Aquiles amara a Patroclo hasta el borde mismo de la locura –que se lo digan a Héctor, que pagó los platos rotos- y otra cosa muy distinta que pretendiera casarse con él.

Absurdo lingüístico porque el gobierno ha ido tan frontalmente contra el genio de la lengua que no me extrañaría que los hablantes, digan lo que digan las leyes, conserven el uso normal o inventen nuevos términos para resaltar lo evidente: que no se llama por igual nombre a lo que es diferente.

Y, por fin, disparate jurídico al acoger en nuestro ordenamiento una institución sin apenas precedentes en el derecho comparado. En mi opinión –que me perdonen mis doctos amigos juristas que de esto saben mucho más que yo y que discrepan- y, creo, en la de muchos, entre ellos el ex presidente del Constitucional Rodríguez Bereijo, se trata de algo radicalmente inconstitucional (además de contrario al sentido común). En primer lugar, es del todo absurdo pretender que, si el constituyente hubiera querido limitar el matrimonio a la unión entre hombre y mujer en el artículo 32, lo hubiera escrito. Es una extravagancia plantear que el constituyente hubiera debido escribir “contraer... entre sí”, sencillamente porque, en 1978, nadie en su sano juicio hubiera podido interpretarlo de otro modo, por lo que el añadido era superfluo. Pero es que tampoco una interpretación “acorde con los tiempos”, de conformidad con lo dispuesto en el Código Civil sobre la interpretación de las normas jurídicas, permite plantear que sea pacífico, hoy, entender que el matrimonio puede ser entre personas del mismo sexo. Porque es completamente falso que exista un consenso social al respecto. Antes al contrario, esto no es más que una deuda contraída por el PSOE con una minoría influyente y que quiere atraer para sí, pero minoría al fin y al cabo. Por otra parte, hay quien ha sostenido, a mi juicio con acierto, desde una perspectiva no ya iusnaturalista, sino simplemente lógica, que ciertas instituciones son indisponibles para cualquier legislador, porque preexisten a las leyes mismas, incluida la constitución. El matrimonio es una de ellas (por eso no existe el derecho al matrimonio, sino el derecho a contraerlo), otras son la familia, la relación paterno-filial –que la gente tiene progenitores es algo independiente de la legislación- o, mal que le pese a alguno, la propia existencia del sujeto constituyente (la nación española, en nuestro caso) en cuya ausencia el propio hecho de legislar es ontológicamente imposible.

En cuanto a la intromisión en la intimidad familiar que supone establecer por ley un reparto de tareas domésticas. ¿Qué decir? Pues que el venerable cuerpo del Código Civil, bastión de la autonomía de la voluntad, habrá crujido ante semejante muestra de intervencionismo cuasitotalitario. Supongo que el paso siguiente de estos aprendices de peronista será imponer multas a los que sigan empleando el plural inclusivo (todos, en vez de todos y todas) o persistan en llamar de “usted” a su vecino. O, quizá, recuperar la figura del jefe de casa –igual que recuperaron el ministerio de la vivienda, ¿por qué no?- para que compruebe que yo saco la basura los lunes, miércoles y viernes y que mi mujer hace lo propio martes, jueves y sábados. Además, ¿tal es el fracaso de las parejas españolas –especialmente de los varones- que no son capaces ni de establecer un reparto satisfactorio de tareas por sí mismos? ¿cómo demonios se permite, pues, el acceso a un instituto tan complejo como el matrimonio a seres tan inmaduros que no son capaces de organizar ni siquiera su vida doméstica? Propuesta: reservar el matrimonio sólo a gays mayores de 40; el resto a internados vigilados por la policía progresista, hasta que aprendan.

Mejor opinión, sin duda, merece la reforma del divorcio. Nuestro sistema es, creo, rara avis en derecho comparado, con esa extravagancia –concesión a la Iglesia, en su día- de un prolongado período de separación previa para obtener un divorcio que, por otra parte, es incausado y, por tanto, en sentido estricto, no hay que justificar en nada. Bien está, pues, que lo que unió la voluntad, la sola voluntad lo separe y en un plazo razonablemente breve –otra cosa es que, tal como funcionan los tribunales, el plazo establecido sea o no creíble-. Hay, no obstante, algunas sombras.

La primera es que, una vez más, falta solvencia técnica en las leyes –no sé si hay urgencia a este respecto, ¿hay una semana mundial del divorciado y la divorciada con la que coincidir?- que dejan sin abordar múltiples problemas, entre ellos los económicos-fiscales, que suelen hacer la vida imposible a las parejas que se divorcian. No me pronuncio sobre la cuestión de la custodia compartida por falta de datos, pero me parece también un tema de enorme complejidad.

La segunda es un cierto malestar debido a que esta nueva legislación, bienvenida ella, no hace sino reforzar la tendencia general a la irresponsabilidad. Y es que todo tiene pros y contras. Es, ciertamente, bueno que no haya que esperar por lo que ya no tiene arreglo pero, ¿no es menos cierto que algunos matrimonios adquieren ribetes de comedia? (no entro en cuestiones puramente fraudulentas que algunos, con fundamento, creen que van ahora a multiplicarse, sino en casos más comunes). No se me malinterprete, que no estoy abogando por nada raro.

El matrimonio es un acuerdo solemne de voluntades, que implica el reconocimiento público de derechos y deberes y que las leyes entienden digno de especialísima protección –a tal fin, además de atender a su solemnidad protocolaria, conceden todo tipo de ventajas a los casados-. Es un acuerdo tendencialmente permanente –que no irrevocable, no es lo mismo- y es esa tendencial permanencia la que le concede su virtualidad social y jurídica. Pues bien, ¿acaso no es exigible un mínimo de responsabilidad a quienes, con plena libertad, acuden a contraer ese vínculo? ¿No tiene la sociedad derecho a exigir que las manifestaciones solemnes que ante ella se realizan estén presididas por un mínimo rigor? Ni que decir tiene que los errores se enmiendan, claro, y no debe haber excesivas limitaciones para ello. Pero tampoco se debe devaluar improcedentemente el carácter del error. No es algo intrascendente y tampoco digo que sea fácil hallar un justo medio: dos años es mucho pero, ¿tres meses no es demasiado poco? Se dirá, claro, que no es poco si se tienen claras las ideas, pero –salvados ciertos casos en los que el compañero sale totalmente rana- ¿qué motivos hay para confiar en la claridad de ideas de quien, a los tres meses de solemnizar, ante funcionario público, tan grave asunto, pretenden revocarlo ad nutum? Este razonamiento resultará extraño a quienes ven en el matrimonio un contenido exclusivamente contractual y que, por tanto, en nada incumbe a terceros. Ciertamente, incluso aunque fuese este el enfoque, ¿acaso no deben estar los acuerdos presididos por un mínimo de seriedad? A quienes dicen que el matrimonio es “simplemente” un contrato habría que recordarles que un contrato es una cosa muy seria; tan seria que es ley entre partes. Pero es que en absoluto es cierto que el matrimonio sea sólo eso. El matrimonio tiene influencia en el estado civil de las partes y, por tanto, reviste una enorme trascendencia pública. Amén, claro, de que el negocio matrimonial despliega efectos ad extra –por ejemplo, los fiscales, cuando una parejita decide pasar por vicaría o juzgado, el Fisco, o sea usted y yo, quedamos obligados a dispensarles un trato especial (a subvencionarles, vamos)-.

Esa visión de “si metes la pata, la sacas” coadyuva a reforzar esa “ética de la irresponsabilidad “ que es, claro, una ética de la falta de libertad –eres un irresponsable, ergo debes ser tutelado, ergo aquí está el estado...-. Si suspendemos los exámenes, no sucede nada, podemos pasar de curso; tenemos derecho a impagar el crédito con el que pagamos el coche porque el coche estaba estropeado, aunque el financiador y el vendedor del coche sean distintos y nuestras responsabilidades ante ellos inconexas; tenemos derecho a divertirnos, aunque otros no puedan dormir o aunque los servicios municipales de limpieza tengan que hacer horas extras; tenemos derecho a que corten la calle para nosotros cuando nos viene en gana; tenemos derecho a que el estado compruebe dónde están nuestros hijos, aunque fuimos nosotros quienes les dejamos salir; tenemos derecho a que no se emita pornografía por la televisión para que nuestros no la vean, pese a que no es obligatorio comprarse una tele ni tenerla encendida; debe limitarse la velocidad en las carreteras, porque somos incapaces de adecuarla. Y así hasta el infinito.

Esta rebaja en las exigencias me parece siempre sospechosa, porque es una invitación a conducirse sin responsabilidad por la vida. Y esa invitación es, también, una invitación al leviatán estatal para que tome las riendas de nuestras existencias. Cuando fracasemos unas cuantas veces en nuestra búsqueda... terminarán poniendo una agencia matrimonial pública.

11 Comments:

  • Fabuloso tu artículo. Para los que no entendemos de leyes, una fuente perfectade argumentos.

    By Blogger Luis I. Gómez, at 10:38 a. m.  

  • Querido amigo:

    Sobre el matrimonioentrepersonasdelmismosexo: absoluta y rotundamente de acuerdo con su posición. Sólo quisiera comentar que el disparate sería insustancial si no tuviese consecuencias sobre terceros. Pero las tiene. Creo que no se ha dado la suficiente importancia a la posibilidad que se abre a la adopción. Se ha hablado poco del tema por una única razón: el gobierno sólo pretende dar satisfacción los maricas y a las lesbianas sin importarle nada lo demas. No se piensa en las consecuencias. Sólo cabe la esperanza que ningún matrimonioentrepersonasdelmismosexo reciba el pasaporte de idoneidad. Y es que a mi entender, en la formación de la persona es tremendamente importante la figura paterna y la materna y no dos figuras de no se sabe qué. Se argumentará que mejor dos maricas que te quieran que un horfanato. Falso, hay más parejas esperando adoptar que niños susceptibles de serlo. Y es que echo de menos alguien que diga que no existe un derecho a adoptar, sino un derecho a ser adoptado. Vivimos en un mundo surrealista.

    Sobre la celeridad del divorcio: de acuerdo en parte. Parece que el casarse y el divorciarse es algo que hay que tomarse en serio. Pero el que es serio, es serio, y el que no lo es, pues no lo es. Y esto será siempre así cualquiera que sean los requisitos legales que se le ponga al matrimonio y al divorcio. Sólo quisiera comentar que en mi opinión el matrimonio es una institución en esencia indisoluble. Pero no porque lo digan la Iglesia, los Evangelios o quien lo diga, sino porque los hijos -razón primera y última del matrimonio (y razón primera y última por la que el matrimonio es una cosa y el matrimonioentrepersonasdelmismosexo es otra)- unen de por vida. Te puedes divorciar de tu señora, pero si tienes hijos con ella no hay forma de desvincularte hagas lo que hagas.

    Ánimo, que ya sólo quedan tres años.

    By Anonymous Anónimo, at 11:18 a. m.  

  • Querido amigo: se me ha olvidado decir que absolutamente de acuerdo en su opinión sobre el reparto de las tareas domésticas. Una de las mayores gilipolleces que han conocido los tiempos. Pero quisiera decir que yo me casé por la legislación anterior, y por el principio de la irretroactividad del las leyes (si es que queda éste o algún otro principio vivo), ésta nueva a mi no me es aplicable. Yo puedo poner a mi señora a trabajar para mi como una esclava con total protección legal. Se va a enterar esta tarde cuando vuelva a casa.

    By Anonymous Anónimo, at 11:30 a. m.  

  • Muy bueno, pero no deberías perderte a caraacara, un gran blog intimista,espumoso y cristiano de a pie. Pido me linkes.

    By Blogger Sinretorno, at 1:42 p. m.  

  • Tema polémico, el de hoy. Mi debut entre tus comentantes va a tener dos partes: La obligada réplica, y una breve aportación que poco tiene que ver al caso.

    Por la parte de la réplica, te diré, sin acritud alguna, que discrepo en un tema de fondo, y no en si es apropiado llamar matrimonio a la unión con efectos jurídicos entre personas del mismo sexo. La idea de matrimonio que tengo, difiere de esa institución cuya integridad debe ser defendida, por su arraigo cultural, y por su peculiaridad jurídica, como contrato solemne y permanente ante todos. Es respetable y defendible, como rito (tirando a hortera), como costumbre (tirando a engorrosa), como uso social (pelín menos frecuente que ir a Neptuno cuando gana mi atleti). Pero la misma realidad subyacente, la misma convivencia, el mismo compromiso de una persona con la otra, existe hoy sin necesidad de matrimonio y esto es válido tanto en relaciones tanto h-m como h-h y m-m. El argumento de la negación es igualmente válido: tan tarambana, follafarolas e irresponsable se puede ser casado que sin casar, con una pareja del mismo sexo que con la pareja del sexo opuesto.

    No creo que venga al caso una interpretación jurídica del 32CE (El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica). El constituyente, evidentemente, no estaba pensando en este tema cuando cogió la pluma, no es el artículo a interpretar. Sin embargo, quizá el 14 venga a cuento (Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de [...] sexo, religión, opinión [...]), para hacer una pregunta que puede parecer que está al borde de la demagogia, pero con consecuencias reales y palpables en más de un caso: ¿Son esos españoles iguales a otra pareja ante la ley?.

    Al hilo de lo anterior, va mi breve aportación. Porque si la música de la regulación que discutía antes me suena bien, me da bastante miedo la letra. No es una ley en la que tenga especial interés como para leérmela, pero me temo que estará hecha de forma precipitada y desnortada. Sí tengo interés, en cambio, en la pugna política entre dos gallitos de pelea a vueltas con el pacto antiterrorista, y que ayer se cruzaron unas cartas que fueron publicadas por elmundo.es. No me sorprendió lo que se decía, ni el dilema moral subyacente. Me sorprendió que en tres folios bajo el membrete de “presidencia del gobierno”, se contenían frecuentes faltas ortográficas y gramaticales (que como es de esperar, no se repetían en el escrito de Rajoy). Y me pregunto: ¿escribe ZP sus cartas? ¿no funciona el word en Moncloa? ¿no las lee nadie antes de lanzarlas a la opinión pública? ¿cómo se puede ser tan inútil?. Y, en consecuencia, ¿cómo se estará legislando?.

    Y para garantizar la correcta aplicación de las discriminaciones por opinión del artículo 14 anterior, firmo Edmundo Dantés, que el rojerío –constipado transitorio con cura, me dicen, y ya estoy tomando jarabe- tiene muy mal nombre en estos foros.

    By Anonymous Anónimo, at 1:44 p. m.  

  • Muchas gracias a todos por los comentarios.

    Sinretorno, estáré absolutamente encantado de linkarte... cuando aprenda cómo. Me da vergüenza reconocerlo, pero mis habilidades para gestionar mi blog son muy limitadas, de ahí la austera y cutre presentación que caracteriza estas páginas. Aprenderé, lo prometo.

    Alva: completamente de acuerdo con su apreciación sobre el derecho a adoptado. Está uno harto de tanto "derecho a la adopción", "derecho a realizarte como madre" y demás zarandajas que ocultan lo que debería ser evidente. Que los que tienen derechos son los niños. En lo de que quedan sólo tres años... ojalá, a ver si hay suerte (aunque tampoco cabe esperar mucho de los de enfrente, la verdad).

    Mi anónimo amigo (otrosí Edmundo Dantés). Creo recordar que fue Ulpiano el que dictó esas palabras que son el pórtico mismo del Digesto: el derecho (la justicia) es procurar dar a cada uno lo suyo.

    No hay discrminiación cuando se trata distinto lo diferente -este elemental principio de justicia, entre otras cosas, fundamenta la discriminación "positiva" en España sin infringir el artículo 14-. Esta polémica sobre el matrimonio recuerda a aquella escena de La Vida de Brian en la que uno de los cómicos interpretaba a un tipo que insistía en reclamar su derecho a la maternidad. Otro le recordaba que se dejara de tonterías, porque él no podía ser madre, y un tercero apostillaba que, al fin y al cabo, el derecho sí podía tenerlo. El derecho no está para amparar cosas contrarias al sentido común.

    ¿Me crees si te digo que no me sorprende que las cartas de ZP sean poco menos que ilegibles

    By Blogger FMH, at 4:14 p. m.  

  • Bien urdido ese argumento a favor de la responsabilidad del párrafo final, enteramente suscribible salvo en los leves aprovechamientos ideológicos del paso del Pisuerga por Valladolid. No creo, sin embargo, que la reforma de la ley del divorcio vaya en esa dirección. El hecho mismo de la regulación del divorcio establece obligaciones a las que responder –es decir, responsabilidades– en caso de ruptura del vínculo, de modo que esta no pueda producirse de facto sin atenerse a consecuencias. Se trata solamente de simplificar y ahorrar trámites y, por tanto, gastos y engorros innecesarios.

    Reconozcamos que te has fajado en el asunto del matrimonio homosexual (es decir, entre personas del mismo sexo. El sintagma 'matrimonio homosexual' siginifica exactamente eso y no 'matrimonio entre homosexuales'. Tampoco el matrimonio heterosexual de toda la vida implica necesariamente que los contrayentes sean heterosexuales, basta con que sean hombre y mujer; seguro que todos conocemos casos). Pero tu brillante despliegue argumental sólo se sostiene si se admite como único, indiscutible, universal e inmutable un determinado concepto de matrimonio y familia, cuando la realidad social muestra un catálogo mucho más plural, amplio y cambiante de ambas cosas. Fíjate bien, no hablamos de casos hipotéticos o caprichosos, sino de realidades sociales contrastadas: a Aquiles no se le habría pasado por la cabeza casarse con Patroclo, pero hoy son miles las personas que en el mundo occidental constituyen voluntariamente parejas homosexuales estables y reclaman con toda justicia su derecho a conformarlas como un matrimonio legal; nada impide que Aquiles siga amando a Patroclo al margen de la norma si así lo desea. Del concubinato de la ontología y el derecho siempre nacen monstruos autoritarios e impositivos. La regulación del matrimonio homosexual hoy es no es más que el cumplimiento efectivo de la exigencia constitucional de igualdad ciudadana, se ponga como se ponga Benedicto XVI o el sursum corda. ¿Que se trata de una minoría? Bien, también lo eran los negros en Estados Unidos hace cuarenta años y no por eso era legítimo regatearles sus derechos civiles. ¿Que no hay consenso social? Las encuestas que yo he leído no dicen eso, pero áun así, tampoco lo había en la Alabama de los años sesenta (seguramente sigue sin haberlo hoy) o en la Alemania de los años treinta y no por eso era presentable negar sus derechos ciudadanos a negros y judíos.

    ¿Las consecuencias? El debate sobre la adopción está igualmente falseado. Nadie niega que en un proceso de adopción deba prevalecer el interés del niño. ¿Qué tiene eso que ver con que la orientación sexual no se considere un elemento de discriminación? De hecho,los homosexuales pueden adoptar niños y los adoptan a título individual. Pero es que las lesbianas, además de adoptarlos, pueden parirlos, y lo hacen, y a los homosexuales varones nadie les impide engendrarlos, y también lo hacen, los muy degenerados. Permitir legalmente que sus parejas los adopten resuelve problemas realmente existentes, no los inventa. Si, como dice Alva, la referencia del padre y la madre debe considerarse imprescindible lo coherente es pedir la persecución legal de las madres solteras, prohibir expresamente la adopción por parte de solteros y viudos o viudas (sea cual sea su orientación sexual) y castrar por imperativo legal a homosexuales y lesbianas. La apoteosis del liberalismo, supongo. Por no hablar de los perjuicios objetivos que al concepto tradicional de matrimonio y familia que esgrimís como único imaginable hace la igualdad de derechos de los hijos extramatrimoniales (¿O debería llamarlos sin ambages 'hijos de puta', no vayáis a pensar que he caido en los melindres de la corrección política?).

    La cuestión nominal, por último, es la más curiosa. La lingüística cuenta en su arsenal metodológicoo con el concepto de 'desplazamiento semántico' que explica cómo un término cambia o altera su significado en contextos circunstanciales, históricos o geográficos distintos. Juan José Millás escribió una divertida columna en la que pedía que se multara a los que insisten en decir que 'tiran de la cadena' cuando lo que hacen, como todo el mundo puede ver, es apretar un pulsador, y que se persiguiera a los taxistas que insisten en 'bajar la bandera' cuando apenas presionan un botoncito. Otrosí podría hacerse con los árbitros que expulsan a un jugador mandándolo 'a la caseta' cuando donde los envían es a un cómodo vestuario con calefacción; o con los americanos, que no tendrían ninguna duda de que en estos debates las posiciones 'liberales' son las que defiende un servidor. Oh tempora, Oh mores!, que diría nuestro admirado Ratzinger.

    By Anonymous Anónimo, at 10:24 p. m.  

  • Para Pepe, por alusiones: una cosa es aceptar -no queda otra- la quiebra esporádica del normal curso de la naturaleza, y otra pervertila deliberadamente.

    By Anonymous Anónimo, at 8:31 a. m.  

  • "El normal curso de la naturaleza". Bonita cosa esa, amigo. El cauce de los ríos, el paso de las estaciones, el ir y venir de las mareas... Yo hablaba de otra cosa, del incierto, convencional y, por tanto, artificial a mucha honra, comportamiento social de los hombres; es decir, del azaroso curso de la civilización.

    By Anonymous Anónimo, at 10:45 a. m.  

  • Para mi querido Pepe, nuevamente: parto de la base de que el comportamiento de los hombres (y de las mujeres en ese caso) obedece a determinadas reglas que están en su naturaleza, y por tanto, fuera de su disposición. Hay una fuerza instintiva en la generalidad de los hombres (y también esta vez en la de las mujeres) que condiciona su comportamiento. Entre otros, la necesidad de aparearse para reproducirse, y consecuencia de ella, la de agruparse de alguna manera para defender a la prole y transmitirle el fruto de su esfuerzo, asunto que, aquí, nuestros abuelos decidieron resolver (no sé si tuvieron otra forma) por la vía del matrimonio. Bien pensado, no sé que hago aquí explicándole cosas que sabe mucho mejor que yo.

    By Anonymous Anónimo, at 1:05 p. m.  

  • Tú lo dices una vez más, amigo Alva: impulsos, instintos, necesidades que los seres humanos resolvemos con la creación de normas e instituciones. Éstas son convencionales, han cambiado a lo largo del tiempo y lo seguirán haciendo, sin duda.

    By Anonymous Anónimo, at 4:06 p. m.  

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