LOS DOBLAJES AL CATALÁN
Al parecer, en ERC –esa fuerza política catalana tan divertida, que tanto hace por amenizar nuestra existencia- andan muy contentos porque el Esdrújulo les ha dicho que va a mandar que, naturalmente con cargo al bolsillo del contribuyente, sea de forma directa sea como consumidor de productos encarecidos, se doblen de inmediato a la lengua de Pla todas las películas que las distribuidoras pretendan estrenar en España. Es de suponer que, de oficio, conceda el Esdrújulo idéntico privilegio al vasco y al gallego. No se aclara si, entre el material susceptible de ser doblado se hallan también las películas de producción nacional (perdón, quise decir “estatal” o, como Larreina el otro día, “de ámbito nacional español”) y, por tanto, si será necesario doblar cada película producida en una lengua oficial a las otras tres. Desde aquí les sugiero que, por favor, no se corten, y lleven la norma a su máxima expresión, que aquí estamos los ciudadanos para lo que haga falta. Faltaría más. ¡Camarero, por favor, otra ronda de despropósitos cargo del contribuyente!
Me llama la atención, no obstante, lo contradictoria que es esta política con las reiteradas peticiones de la gente de la cultura en el sentido de que el doblaje es algo horroroso. No tanto porque es malo en sí –siempre es mejor escuchar a actores y actrices, dirigidos por directores y directrices en sus películas y en sus (de ellos) y sus (de ellas) lenguas originales, qué duda cabe (acabo de darme cuenta de que el posesivo “sus” , en español, no permite la oportuna neutralización antisexista; recordatorio: llamar al egregio lingüista Ramoncín para consultarle esta duda que me oprime)- cuanto porque, claro, entre ver “los Increíbles” doblada y las obras maestras de nuestros cineastas (inciso: dice Sampietro que primero hace falta una política de protección y después hacer películas buenas –tengo para mí que “después” no significa, aquí, “además” sino literalmente eso, “después”-) pues el personal inculto, abotargado por la derecha, embrutecido, idiotizado –salvo cuando ve la mierda de las series española que protagonizan los mismos negados y negadas de siempre, que entonces se convierte en una audiencia selecta y que sabe muy bien lo que quiere- opta por lo de Pixar. ¿Cómo solucionamos este entuerto? ¿Qué es más digno de protección, el derecho de nuestros y nuestras cineastos y cineastas a crear en un mercado completamente libre de interferencias foráneas –y de consumidores- o el derecho inalienable de las naciones a que se estrene “Terminator” en su idioma propio? ¡Pobre José Luis, qué dilema!
En otro orden de cosas, llama poderosamente la atención la desfachatez, el atrevimiento no exento de juvenil inconsciencia, con el que se conducen los tipos de ERC. Bien está que el Esdrújulo es una pera en dulce, pero no es menos cierto que, aun cuando se tenga a un gobierno cogido por salva sea la parte, los profesionales del bisagrismo tienen la costumbre de no forzar al patrocinado a hacer el ridículo. Al fin y al cabo, la dependencia es mutua. El gobernante gobierna porque le sostienen, pero el que le sostiene pinta algo precisamente por eso. Si el sostenido sufre una súbita hinchazón en sus partes pudendas ante las extravagancias del socio, puede recoger la impedimenta y marcharse con la música a otra parte. Y eso tiene sus riesgos.
Así que una de dos: o estos están viviendo su primavera del 68 retardada o lo de José Luis es mucho más preocupante de lo que parece.
Me llama la atención, no obstante, lo contradictoria que es esta política con las reiteradas peticiones de la gente de la cultura en el sentido de que el doblaje es algo horroroso. No tanto porque es malo en sí –siempre es mejor escuchar a actores y actrices, dirigidos por directores y directrices en sus películas y en sus (de ellos) y sus (de ellas) lenguas originales, qué duda cabe (acabo de darme cuenta de que el posesivo “sus” , en español, no permite la oportuna neutralización antisexista; recordatorio: llamar al egregio lingüista Ramoncín para consultarle esta duda que me oprime)- cuanto porque, claro, entre ver “los Increíbles” doblada y las obras maestras de nuestros cineastas (inciso: dice Sampietro que primero hace falta una política de protección y después hacer películas buenas –tengo para mí que “después” no significa, aquí, “además” sino literalmente eso, “después”-) pues el personal inculto, abotargado por la derecha, embrutecido, idiotizado –salvo cuando ve la mierda de las series española que protagonizan los mismos negados y negadas de siempre, que entonces se convierte en una audiencia selecta y que sabe muy bien lo que quiere- opta por lo de Pixar. ¿Cómo solucionamos este entuerto? ¿Qué es más digno de protección, el derecho de nuestros y nuestras cineastos y cineastas a crear en un mercado completamente libre de interferencias foráneas –y de consumidores- o el derecho inalienable de las naciones a que se estrene “Terminator” en su idioma propio? ¡Pobre José Luis, qué dilema!
En otro orden de cosas, llama poderosamente la atención la desfachatez, el atrevimiento no exento de juvenil inconsciencia, con el que se conducen los tipos de ERC. Bien está que el Esdrújulo es una pera en dulce, pero no es menos cierto que, aun cuando se tenga a un gobierno cogido por salva sea la parte, los profesionales del bisagrismo tienen la costumbre de no forzar al patrocinado a hacer el ridículo. Al fin y al cabo, la dependencia es mutua. El gobernante gobierna porque le sostienen, pero el que le sostiene pinta algo precisamente por eso. Si el sostenido sufre una súbita hinchazón en sus partes pudendas ante las extravagancias del socio, puede recoger la impedimenta y marcharse con la música a otra parte. Y eso tiene sus riesgos.
Así que una de dos: o estos están viviendo su primavera del 68 retardada o lo de José Luis es mucho más preocupante de lo que parece.
3 Comments:
Querido amigo: en buena lógica liberal, si el que quiere ver las películas dobladas al catalán está dispuesto a pagar el coste del doblaje, no me parece mal que se haga. Como si decide pagarse una noche loca de látigo y lavativas. Que haga con su dinero lo que le parezca, que para eso lo gana. En este sentido no estoy del todo de acuerdo con su discurso: si el purista delirante está dispuesto a consumir productos encarecidos, pues que lo haga. Si quiere escuchar a Woody Allen hablar en catalán, a tres mil la entrada, pues perfecto. Como en una especie de delicatessen cultural, si es que a eso se le puede llamar delicatessen. El problema empieza, creo yo, cuando estas cosas se financian con dinero público, cuando los currelas de este mundo tenemos que pagar este tipo de chorradas. Ahí no puedo estar más de acuerdo un Vd. Por cierto, últimamente echo de menos un poco de caña al matrimonio homosexual.
By Anónimo, at 8:54 a. m.
A eso me refería. Por supuesto que, si esto me parece mal es porque quien lo pretende pretende asimismo que se le financie con dinero de otro (si no, no va uno a ver al presidente del Gobierno, sino, simplemente, al distribuidor -llega a un acuerdo con él, paga el precio y punto-).
Sobre el matrimonio homosexual vuelvo hoy, aunque me temo que está ya casi todo dicho.
By FMH, at 9:20 a. m.
Me asalta una duda "millanesca". ¿Su petición incluye películas porno?
By Anónimo, at 3:52 p. m.
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